Por Sagrario Ortega y Laura Camacho (Efe)
11/03/2016
Doce años después de los atentados del 11-M, España está en alerta ante la amenaza del terrorismo yihadista, que ha dado señales inequívocas de que entre sus objetivos figura Europa, donde ha hecho acto de presencia con acciones de mayor intensidad, nuevas metodologías y una gran capacidad de captación. 2015 fue el año de la eclosión del Dáesh, el Estado Islámico, pero en España ya se había producido la acción terrorista más sangrienta de Europa: el 11 de marzo de 2004.
Fue a partir de esa fecha cuando las fuerzas de seguridad empezaron a «reciclarse» y a girar su foco hacia el terrorismo internacional, islamista entonces y yihadista ahora, y bien distinto al de ETA, en cuya lucha habían centrado todos los esfuerzos durante décadas. Pero esa experiencia sirvió. Los resultados lo atestiguan y, así, según datos del Ministerio del Interior, desde ese fatídico 11M el combate al terrorismo yihadista se ha saldado con 616 detenidos en España en 153 operaciones, y otros 39 arrestados en otros países en colaboración con fuerzas de seguridad españolas, capturados en 15 intervenciones.
Un buen número está en las cárceles, donde se está aplicando una política específica de vigilancia a los reclusos islamistas para evitar que se planeen atentados desde las prisiones o se lleven a cabo «labores» de adoctrinamiento a otros presos. El programa se está aplicando ahora mismo a 230 reclusos, divididos en tres grupos: 101 son condenados o preventivos por su vinculación con organizaciones terroristas; 34 están adscritos al grupo bautizado como «captadores» por su gran capacidad de liderazgo; y 95 por ser susceptibles de radicalización dada su personalidad «manipulable».
«Ponerse las pilas»
Tras el 11M, la actividad policial tuvo que «ponerse las pilas» al irrumpir un nuevo terrorismo «sin señal de alarma» previa y de forma «brusca», como rememora un experto de la lucha antiterrorista. Muchos son los detenidos por la Policía y la Guardia Civil relacionados con células de captación y radicalización.
Alrededor de 130 combatientes han salido de España para integrarse en el Estado Islámico. Cortar ese flujo es lo que están haciendo las fuerzas de seguridad. Tras un intenso periodo en el que se sucedieron las detenciones en España (desde las 131 de 2004 a las 40 de 2009) y otro «valle», en 2014 el terrorismo yihadista volvió a irrumpir en Europa, aunque de forma escalonada y menos violenta que en el 11-M. Quizá fue premonitorio de un 2015 en el que se encendieron todas las alarmas y el yihadismo exhibió en el mapa de Francia su mayor crueldad y sus nuevas formas y métodos. Fue allí donde avisó de que el lobo solitario y el atentado «artesanal» daban paso a una «fotografía» diferente de un terrorismo bastante más organizado y planificado.
¿Y ahora qué? Los expertos no quieren caer en el alarmismo, pero no pueden dejar de reconocer que en esta reciente historia «cíclica» del terrorismo internacional en Europa, el escenario no deja de ser «preocupante». Porque a nadie se le escapa que las acciones de los yihadistas responden a una nueva metodología, combinada a veces con la «clásica», y que este terrorismo está cada vez más asociado a actividades criminales como el tráfico de drogas, el de armas o el expolio de obras de arte. Es por lo que los expertos creen que uno de los desafíos es adaptar la lucha contra el terrorismo, tanto la legal como la policial, a las «mutaciones» que el yihadismo está exhibiendo.
Unificar las medidas de la UE
Uno de los retos, insisten las fuentes, es armonizar las medidas legislativas y operativas en los países de la Unión Europea. Pero para ello habría que vencer las «reticencias» de algunos estados que tienen otra «sensibilidad» y una diferente forma de ver el terrorismo yihadista al sentirse menos amenazados. Visión errónea, subrayan las fuentes, porque los yihadistas ya han dado señales de su «globalización».
Sin embargo, la experiencia en la lucha contra ETA, el Grapo y otros terrorismos domésticos ha hecho posible que España se sitúe en la «avanzadilla» de la lucha contra la nueva amenaza y se ha dotado, como resaltan las fuentes, de instrumentos suficientes para enfrentarse a ella. Hasta el punto de que la mayoría de las fuerzas políticas han suscrito un pacto que, en la práctica, supone articular en la legislación española la persecución penal de nuevas conductas asociadas al uso de las redes sociales.
Y es ahí donde la Guardia Civil y la Policía Nacional están intensificando su actuación, desde la constatación de que es en las redes sociales, y no ya en las mezquitas u otros centros relacionados con el islamismo, donde se está difundiendo el mensaje más radical. Las fuentes reconocen que en el último año y medio se ha intensificado la vigilancia de los focos de captación y radicalización de yihadistas, sobre todo en Internet, y aseguran que las zonas que siguen preocupando son Ceuta, Melilla, Cataluña, parte de Levante y Madrid.