Por Cambio16
28/5/2017
Hoy se cumplen 27 años desde que el Parque Natural de la Albufera de Valencia entrara a formar parte la Lista Ramsar de Humedales de Importancia Internacional. Sin embargo, este importante humedal de la costa mediterránea sigue sin alcanzar los objetivos de conservación necesarios para asegurar su futuro y el de sus aves acuáticas.
Con su declaración como parque natural por la Generalitat Valenciana el 8 de julio de 1986 quedaban protegidas 21.120 hectáreas de uno de los humedales más importantes del Mediterráneo. Cuatro años después, el 28 de mayo de 1990 la Albufera entraría en la lista Ramsar, y actualmente, bajo el paraguas de las Directivas de Aves y de Hábitats, forma parte de la Red Natura 2000 como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y Lugar de Interés Comunitario (LIC).
Hace 27 años, cuando la Albufera entró a formar parte de la lista Ramsar, el punto de partida de este humedal no podía ser peor. Mario Giménez, delegado de SEO/BirdLife en la Comunidad Valenciana describe este proceso de degradación de la laguna: “Hasta finales de los sesenta, la Albufera todavía se encontraba bastante próxima a su óptimo ecológico de aguas transparentes y extensas formaciones de macrófitos sumergidos. La biodiversidad era elevada y el grado de humanización del paisaje relativamente bajo, con un arrozal en equilibrio con el resto del ecosistema gracias a la inundación invernal y al bajo uso de productos químicos en los cultivos. A partir de esa fecha comienzan a hacerse patentes los efectos de los vertidos de origen urbano e industrial y de los plaguicidas que comienzan a ser usados intensamente en los cultivos. A principios de los setenta desaparecían bruscamente las praderías de macrófitos y comenzaba el vertiginoso proceso de degradación de las aguas. Los aportes masivos de aguas residuales y el paulatino descenso de aportes hídricos de calidad procedentes del río Júcar asfixiaron la laguna”.
“A lo largo de estos 30 años se han construido nueve depuradoras en la cuenca de la Albufera; los agricultores reciben ayudas agroambientales para que el cultivo del arroz reduzca el uso de plaguicidas y las dosis de abonos sintéticos, y el plan de cuenca del Júcar ha sido revisado recientemente con el mandato claro que le marcan las Directivas de Aguas, Aves y Hábitats: alcanzar un buen estado de conservación del ecosistema. Sin embargo, la Albufera aún está lejos de ese objetivo, que también figura en el Decreto de declaración del parque natural: atender a la conservación de los ecosistemas naturales y sus valores paisajísticos, compatibilizando el mantenimiento de las actividades económicas tradicionales con este grado de protección”, explica Giménez.
A pesar de la mejora en la depuración de las aguas continúan llegando vertidos urbanos e industriales sin tratar a la Albufera, la entrada de aguas provenientes de las depuradoras se ha disparado y la sobreexplotación del Júcar y las presiones de las comunidades de regantes en toda la cuenca retrasan la mejora del estado de conservación del humedal, que depende en gran medida de los aportes hídricos de este río. Para Roberto González, responsable del Programa Aguas de SEO/BirdLife, “las cifras hablan por sí solas: en la actualidad, la concentración de clorofila sigue disparada, recordándonos la hipereutrofización de la laguna. Además entre 1980 y 2010 han entrado 2.500 toneladas de fósforo al lago, las renovaciones anuales del agua siguen por debajo de las recomendadas y el volumen de entrada de aguas limpias se mantiene por debajo del recomendable. Estas son las situaciones que hay que revertir”.
Por si fuera poco, nuevos problemas relacionados con la gestión hídrica se unen a los ya señalados de calidad y cantidad de agua: el retraso de la inundación de los arrozales en primavera, al inicio del cultivo, unido al acortamiento en tiempo y caudales de su inundación invernal, junto a una errática e inadecuada gestión del rastrojo que queda tras la cosecha indican claramente que las ayudas agroambientales que reciben los arrozales del parque están fracasando en su objetivo y urge tanto su revisión como el efectivo control de su aplicación. Otros problemas sin erradicar son los atropellos de fauna por la escasa regulación del tráfico; la caza ilegal de especies protegidas (86 aves de 25 especies registradas oficialmente entre 2010 y 2015, con perdigones de plomo -prohibido en humedales Ramsar- en más del 70% de los casos), o la regresión de las playas debido al efecto barrera del puerto de Valencia sobre las corrientes de deriva litoral que transportan sedimentos.
Sin embargo, y a pesar del panorama descrito, en estos momentos nos encontramos en una buena posición para definir una estrategia de gestión eficaz para alcanzar el buen estado de conservación de la biodiversidad de este humedal. Los problemas están claramente identificados, las soluciones se conocen y proyectos como el Life Albufera, recientemente finalizado y en el que ha participado SEO/BirdLife, no solo suponen avances en esa dirección, sino que también demuestran que la cooperación entre diversos actores como universidades, gestores de la Administración y grupos conservacionistas es posible y positiva para el humedal.