Por César Toledo
Experto en análisis y Comportamiento No Verbal
15/12/2015
- Un duro cruce de descalificaciones embarra el cara a cara
- Campo Vidal protagoniza los memes del debate
- El artificial, el sereno, el inquieto y la suplente
El cara a cara entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez tuvo dos partes claramente diferenciadas. El momento de inflexión se produjo cuando el líder socialista acusó al popular de no ser una persona “decente”. Desde el punto de vista de la comunicación no verbal, la primera parte la ganó Rajoy. La segunda, la perdieron los dos. El presidente había conseguido hasta ese momento transmitir sus ideas con serenidad y seguridad, dejando entrever cierto optimismo en su tono de voz y actitud. Una táctica amable casi de manual, muy interiorizada y ensayada, cuyo objetivo no era otro que captar el voto de los indecisos y moderados.
La actuación de Rajoy no fue especialmente brillante ni cautivadora, pero hasta ese instante estuvo muy por encima de su propia marca. Al caer en la evidente provocación de Sánchez tuvo un momento de duda, reconocible en la pausa inexpresiva de su cara, y en unos segundos decidió cambiar de estrategia. No fue un calentón espontáneo ni una reacción descontrolada. Encajó el insulto con serenidad emocional, pero una vez “racionalizado” decidió pasar al ataque, perdiendo posteriormente el control de su conducta y contagiándose de la agresividad exhibida por el candidato del PSOE desde el primer minuto. Craso error.
El enfrentamiento acabó convertido en una suerte de bronca violenta que perjudicó la imagen proyectada por ambos candidatos. Quizás sus respectivos votantes encuentren satisfacción moral en los golpes encajados, pero el resto de la ciudadanía nunca se identificará con ese rifirrafe tan poco inspirador. Tal y como expresa el lingüista norteamericano George Lakoff, para ganar un cuerpo a cuerpo como éste es necesario evitar los debates a gritos. La victoria sólo se obtiene cuando consigues componer un discurso civilizado, no sólo en el fondo, sino también en las formas.
La receta de este histórico intelectual demócrata para las ofensas morales es muy diferente a la aplicada este lunes por el líder del PP. En su opinión, hay que responder siempre con indignación moral, pero expresada con pasión controlada, algo muy difícil de improvisar en un debate como este, si no forma parte de tus creencias más profundas.
Si pierdes el control, tu oponente habrá conseguido su objetivo, y eso fue justamente lo que consiguió Pedro Sánchez con su agresiva actitud–de ahí su satisfacción posterior-, aunque para lograrlo quizás haya arriesgado una parte irrecuperable de su capital político, posicionándose en un extremismo del que no resulta fácil regresar. Las urnas, y posteriormente su partido, dirán si se equivocó o acertó.
Y ahora, vayamos al detalle:
PEDRO SÁNCHEZ
La comunicación no verbal de Pedro Sánchez se caracterizó desde el inicio del debate por la agresividad y el nerviosismo, apreciables en la forma de removerse en el asiento, la inestabilidad corporal, los constantes gestos de látigo con ambas manos, la manera de acusar con el índice a su interlocutor y, especialmente, en el ceño fruncido. Esta expresión facial, que se produce al juntar y bajar el entrecejo, está causada por la ira, una de las emociones básicas universales que se manifiesta de igual manera en todos los seres humanos, lo que facilita su identificación.
La agresividad se apreció también en la forma de impulsar su cuerpo sobre la mesa, acompañando cada acusación con cabeceos y arremetidas del torso hacia Rajoy. El lenguaje corporal de Sánchez fue bronco y de pelea desde el minuto uno.
Las emociones negativas dominaron las expresiones faciales y la gestualidad del candidato socialista durante la mayor parte del debate, algo que no le favorece. Junto a la ira fueron frecuentes las caras de desprecio no siempre logradas. Las veces que sonrió, o incluso río sonoramente, lo hizo con tono irónico y de forma despectiva, en un registro excesivamente teatral que le resta autenticidad.
Su conducta no verbal no mostró en ningún momento interés por escuchar a su contrincante, algo que también resta credibilidad en el inconsciente colectivo y transmite inseguridad. Ya en el saludo previo al darse la mano evitó establecer contacto visual con Rajoy, y mientras éste hablaba se limitaba a negar de forma ostentosa con la cabeza, cuando no negaba abiertamente con la verbalización.
Los nervios iniciales de Pedro Sánchez eran apreciables en la tensión de su musculatura facial, en los movimientos de las cejas y en el bloqueo de la respiración diafragmática, que le dificultó por momentos proyectar de forma correcta las palabras. El candidato socialista sigue teniendo un problema con el tono de su voz, cuya entonación resulta poco natural.
El estrés y la tensión acumulados durante el enfrentamiento se manifestaron en la notable sudoración facial aparecida en la última parte del encuentro.
MARIANO RAJOY
El presidente del Gobierno fue capaz de transmitir desde el inicio del debate mayor serenidad y seguridad que su adversario. Incluso su expresión facial parecía más relajada que de costumbre, y sus característicos tics nerviosos aparecieron con menor intensidad y frecuencia de lo habitual. Aún así, el estrés y la tensión eran visibles en los movimientos de los pies bajo la silla. En algunos momentos llegó a trabar los empeines con las patas metálicas para asegurar la posición. La manipulación del rotulador rojo que usó para remarcar sus notas –usó otro oscuro para escribir- también le ayudó a mantener los nervios bajo control.
A diferencia de Sánchez, Rajoy escuchó de forma activa, estableció contacto visual con atención, tomó notas sobre las palabras de su adversario y expresó serenidad e interés al oírle. Durante un buen tramo del encuentro pareció dominar la situación, conservó la relajación facial y la calma al escuchar las críticas de su adversario, y consiguió exponer sus ideas con firmeza y cierto optimismo.
Sólo la acusación directa de recortar el derecho a decidir de las mujeres sobre el aborto consiguió alterar la tranquilidad de Rajoy, que respondió con evidentes expresiones faciales de asco y rechazo.
El comportamiento no verbal del candidato popular cambió sustancialmente a partir del momento en que Sánchez le acusó de no ser una persona “decente”. En un principio encajó el golpe con cierta incredulidad y mucha tranquilidad, según se aprecia en la inexpresividad de su cara y la forma de levantar la mano, pero enseguida respondió: “Hasta ahí hemos llegado”.
Y, en efecto, hasta allí llegó la paciencia del presidente y su esfuerzo por contenerse. A partir de ese momento todo cambió: el tono de voz de Rajoy también subió-aunque nunca llegó a sobrepasar al de Pedro Sánchez-, interrumpió las intervenciones del socialista –algo que Sánchez venía haciendo desde el comienzo del debate-, se intensificaron los tics faciales, utilizó el gesto del látigo con el índice acusador, y los dos acabaron revolcándose en el fango del “y tú más”, para deleite de las formaciones emergentes ausentes en el cara a cara.