Fue una de las mentes más brillantes del siglo XX. Sus teoremas se consideran parteaguas en la matemática y la lógica, pero fueron fundamentales en la teoría de la computación. Precisamente sobre la base de esa mentalidad lógico-matemática, el austríaco Kurt Gödel creyó en el más allá. Lo reconoce, no en un tratado a sus pares científicos, sino en la intimidad de las cartas a su madre.
El trabajo más conocido de Kurt Gödel es el teorema de la incompletitud, que demostró que cualquier sistema formal de lógica matemática es incompleto. Siempre habrá enunciados verdaderos que no pueden ser demostrados dentro del sistema. El teorema tuvo un impacto significativo en la filosofía y la teoría de la computación, y ha sido considerado como uno de los logros más importantes de la lógica matemática del siglo XX. Además, Gödel realizó importantes contribuciones en la teoría de conjuntos y la filosofía de las matemáticas. Ha sido objeto de estudio y debate en la comunidad científica por décadas.
El investigador asociado del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, Alexander T Engleres, analiza en un ensayo la visión que Gödel tenía del más allá. Arista desconocida del lógico más importante del siglo XX. Aunque los académicos han examinado la prueba ontológica de Gödel sobre la existencia de Dios, que compartió con sus amigos al final de su vida, otros aspectos de su sistema de creencias no han recibido mucha atención. Uno es la creencia de Gödel en la vida después de la muerte.
Cartas a su madre
Kurt Gödel detalló sus creencias sobre la vida después de la muerte en cartas a su madre Marianne Gödel en 1961. La correspondencia provee respuestas claras a las preguntas formuladas directamente por su madre Marianne Gödel. Quien desempeñó un rol silencioso, pero fundamental, como catalizadora del pensamiento de su hijo. Las cartas de Marianne no se conservan, solo existen las que Gödel le escribió en respuesta a sus interrogantes. Lo que genera una sensación de misterio al leerlas como en un diálogo platónico con líneas eliminadas.
Gödel la escribió en su madurez intelectual como profesor del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. La naturaleza de la conversación con su madre lo obligó a detallar exhaustivamente sus opiniones de forma comprensible. Como resultado, proveen un argumento completo de Gödel a favor de la vida después de la muerte.
Fueron pensadas específicamente para satisfacer las preguntas de Marianne. Permiten conocer las creencias maduras de Gödel sobre este tema filosófico, expuestas de manera privada y sincera. Representan una valiosa fuente para comprender la postura de este notable pensador sobre la existencia de algo más allá de la vida terrenal.
Volveremos a vernos
En julio de 1961, Kurt Gödel responde a una inquietud existencial de su querida madre: «¿Crees que volveremos a vernos después de la muerte?». Con su serenidad y tacto, Gödel le expresa su convincente punto de vista: «Si asumimos que el mundo está impregnado de orden y significado, sería irracional que la vida humana careciese de ello». Argumenta que «carecería de sentido dotar al ser humano de tanto potencial si no le permitiese desarrollarlo plenamente». Y pregunta: «¿Qué clase de sentido tendría crear un ser para no dejarle que alcance ni una 1/1.000 parte de él?».
Si bien reconoce las limitaciones e imperfecciones terrenales, mantiene su convicción de que en un plano superior encontraremos respuestas a los interrogantes sobre nuestro verdadero destino. Desde su perspectiva matemático-lógica, sugiere que la racionalidad subyacente al orden cósmico hace suponer la supervivencia del espíritu más allá de lo físico. Lo sobresaliente es que su argumento depende de «la ubicuidad del sufrimiento humano y nuestros inevitables fracasos». Por lo que confiaba en que «nuestra existencia terrena puede ser un medio para el fin de otra existencia».
Diseño racional
Las cartas testimonian la profunda fe de este gran pensador en un diseño racional del universo que anidaba en el alma. «Si suponemos que el mundo está organizado racionalmente, la vida humana -como parte de él- debería poseer la misma estructura racional». Creemos en la racionalidad del mundo, pero «la vida humana está irracionalmente estructurada».
Existen sólidas razones para suponer que el mundo está organizado racionalmente. Así lo cree el investigador Engleres, pues no es en absoluto caótico y arbitrario, sino que -como demuestran las ciencias naturales- reina en todo la mayor regularidad y orden. Este orden subyacente es una forma inherente de racionalidad.
Gödel comparte esta visión. En su opinión, la racionalidad se manifiesta a través de la estructura profunda de la realidad. Lo demuestra el método científico al suponer válidamente que el orden inteligible es descifrable. Los hechos son verificables mediante experimentos reproducibles y las teorías estructuradas con independencia de lugar y tiempo.
Incompletitud como base
En su carta del 6 de octubre de 1961, Gödel expone: «La idea de que todo en el mundo tiene un significado es, por cierto, el análogo exacto del principio de que todo tiene una causa». Al igual que su admirado Leibniz, Gödel creía que todo posee una razón de ser. Concuerda con el principio de razón suficiente. Para Gödel, la razón subyace al orden del universo porque este es descifrable. Y cuando prestamos atención, encontramos patrones regulares que nos permiten anticipar el futuro. Tal como señalara poéticamente Leibniz.
Su creencia en la vida después de la muerte también guarda vínculo con sus resultados sobre la incompletitud matemática. Gödel pensaba que tanto la estructura racional del mundo como el alma no se reducen al materialismo, contrario a todo orden y significado. En un artículo de 1961, Gödel critica el materialismo por considerar el mundo como un mero conjunto de átomos sin orden ni significado. Para él, si todo se reduce a hechos físicos, nada inmaterial tendría valor ni realidad, como el alma. Además, objetaba que el materialismo implica la aniquilación total tras la muerte.
Pero Gödel creía firmemente en un orden global que constituye la realidad y en la existencia de un alma inmaterial. A pesar del auge del materialismo en su época, Gödel estaba convencido de su falsedad. Pensaba incluso que sus teoremas de incompletitud lo demostraban. Cuando establecieron que todo sistema formal coherente es inherentemente incompleto, pues existen verdades indescifrables en sus propios términos. A través de su prueba, estableció mediante estándares matemáticamente incuestionables que las matemáticas en sí son infinitas y que siempre serán posibles nuevos descubrimientos.
Con su prueba matemática, Gödel conmocionó a sus colegas al acabar con la pretensión hilbertiana de sistematizar toda la verdad mediante axiomas finitos. Demostró la imposibilidad de probar de manera concluyente la consistencia de cualquier sistema o la imposibilidad de descifrar ciertos enigmas. Sus hallazgos sobre las limitaciones de los sistemas formales nos resultan evidentes a través de la razón.
Visión de Dios
La madre de Gödel le pregunta si todo el mundo es racional o los humanos son aberraciones. En su respuesta en la carta fechada, 23 de julio de 1961 el matemático le responde que «Cuando escribes que rezas a la creación, probablemente quieres decir que el mundo es bello en todas partes donde los humanos no pueden llegar». Lo que sugiere que aunque existan aspectos del mundo no comprensibles para nosotros, su orden subyacente es inteligible racionalmente.
Luego profundiza sobre lo esencial en la humanidad. Aunque no existe unanimidad sobre lo que Gödel entendía por característica «esencial», su prueba ontológica define lo esencial como atributos necesariamente vinculadas al resto. Pensaba que nosotros compartimos un conjunto de cualidades esenciales que nos definen como tipo y que implican ciertos atributos como la vida después de la muerte.
En su prueba ontológica, Gödel caracteriza a un ser “semejante a Dios” como aquel que debe tener todas las cualidades positivas. Con relación a los humanos, sostiene que se es humano debido a que se tiene un conjunto de características específicas que todos los humanos necesariamente poseen. Algunas de las cuales son absolutamente únicas para nosotros (de la misma manera que sólo un ser parecido a Dios puede tener la cualidad de poseer todos los rasgos esenciales positivos).
Desarrollo pleno
En una carta de 1961, Gödel apunta a algo que frecuentemente pasamos por alto: ignoramos el origen y propósito de nuestra existencia, así como nuestra esencia. Según Engleres, Gödel pensaba que mediante autoobservación científica descubriríamos que poseemos características determinadas. Comentaba que la gente comúnmente cree no tener atributos propios, sintiéndose como un «perchero». Sin embargo, ello distorsiona la realidad para Gödel. Pues sin propiedades esenciales específicas, ¿qué fundamento habría para definir lo humano?
Lo que lleva a que se pregunte ¿cuál característica esencialmente humana apunta a un destino más allá? Según Engleres, la respuesta de Gödel era la capacidad de aprender, particularmente de los errores, para dar más sentido a la vida. El matemático vinculaba este aprendizaje a la racionalidad humana. Si bien los animales aprenden por ensayo-error, los humanos podemos elevar el significado.
Sustentaría para Gödel la inmortalidad, pues solo aprendemos verdaderamente tras el fracaso, mejorando continuamente. Gödel veía en el aprendizaje una distintiva capacidad humana para volverse más sabios. Engleres aclara que, aunque podría suponerse que cree en la reencarnación, sería una interpretación inexacta. Gödel creía en un desarrollo pleno racional en un mundo futuro más que en reencarnaciones.
“Nuestros yos futuros serán más racionales y, de algún modo, capaces de dar sentido a la materia prima del sufrimiento experimentado en esta vida. ¿Podemos suponer que Kurt y Marianne ya se han reunido? Esperemos que sí”.
Alexander T Engleres
Gödel de acuerdo con san Pablo
Según Engleres, Gödel propone que el verdadero “aprendizaje” ocurre principalmente en el más allá. Aquí, recordamos nuestras experiencias terrenales y las comprendemos por primera vez. Convirtiendo nuestras vivencias en este mundo en la base para el aprendizaje. Sugiere que nuestra comprensión en el más allá será sustancialmente superior a la que tenemos aquí. Permitiéndonos reconocer todo lo importante con la misma certeza infalible que tenemos al saber que 2 x 2 = 4. Y donde el engaño es objetivamente imposible. El próximo mundo, según Gödel, debe ser uno que nos libere de nuestras limitaciones terrenales actuales.
En lugar de reencarnarnos en otro cuerpo terrenal, debemos evolucionar a seres capaces de aprender de los recuerdos que llevamos a nuestro futuro estado superior del ser. Engleres encontró en la biblioteca personal de Gödel, anotaciones hechas por el matemático en su ejemplar del Nuevo Testamento. En particular, Gödel había subrayado y destacado con flechas pasajes de la Primera Epístola a los Corintios donde Pablo describe la resurrección: “Se siembra en debilidad, se resucita en poder. Se siembra un cuerpo físico, se resucita un cuerpo espiritual”. Para Gödel, san Pablo había llegado a la conclusión correcta, aunque por una visión profética y no por un argumento racional.
En su correspondencia final, Gödel refutó la idea de que sus puntos de vista se asemejaban al “ocultismo”. Afirmó que sus perspectivas eran bastante “plausibles y racionales”, y que había llegado a su posición exclusivamente a través de la lógica. Creía que sus convicciones demostrarían ser “completamente coherentes con todos los hechos conocidos”. Para Engleres, el razonamiento de Gödel proporciona una visión fascinante de por qué podríamos seguir existiendo después de dejar este mundo. De hecho, su argumento irradia optimismo, sugiriendo que nuestras vidas futuras, si queremos satisfacer la razón, deben ser vidas en las que maximizamos ciertos atributos.