Por Ores Lario
04/12/2016
Nació el 26 de marzo de 1956 en Caracas (Venezuela) y hoy, a sus 60 años, Margarita Henríquez está al frente de Krug. Con estudios de ingeniería en la Universidad Metropolitana de la capital venezolana, postgrado de gerencia avanzada en Harvard y experiencia capitaneando grupos como Seagram en Venezuela y Nabisco en México, Maggie, como se le conoce, en la actualidad vive entre París y Reims, donde se ubica la sede de la casa de champán de la que lleva la batuta desde 2009.
Su éxito en Krug comenzó cuando descubrió la historia familiar de la bodega, que desde 1999 forma parte del conglomerado LVMH. “En el mundo del lujo estás obligado a conectar con los orígenes, que es la gran diferencia que hay con el mainstream. Krug es una marca refinada, discreta, que no hace ostentación de poder. Está más vinculada con el amor que con el poder. Durante estos últimos años hemos hecho el trabajo de encontrarnos con nuestra historia, importante para definir la plataforma sobre la cual se escribe la marca”, explica mientras gestualiza con elegancia y añade: “A partir del conocimiento de nuestras raíces empezamos a escribir el futuro con más certeza, convicción y contenido”.
Y el de esta casa de burbujas, según Henríquez, pasa por por la comunicación digital y la entrada de la maison en el mundo de la música. “Yo llegué a Krug en 2009 y en 2011 decidí impulsar una idea obsesiva mía de usar los recursos digitales para darle información al consumidor. Pusimos el Krug ID en las botellas de las etiquetas”. La revolución consistía en un código de seis dígitos impreso en la contraetiqueta de cada botella que permite conocer su historia: cuándo fue encorchada, cuándo salió de la bodega, notas de sabor, etc. “Toda la información es valiosa. Es la obsesión por el detalle, la alta costura del champán”, destaca Maggie, quien es una apasionada melómana.
Como fruto de su pasión por la música y las emociones, Henríquez ha trabajado para que al ingresar el número del ID en la aplicación, ésta reproduzca una canción que vaya de acuerdo a la botella elegida. Y es que cuando se toma una copa se involucran los sentidos de la vista, el olfato, el gusto y el tacto, pero no el oído. Por eso esta apuesta, para que la experiencia fuera completa. “He trabajado con neurocientíficos para comprobar que la escucha termina cuando empieza la degustación. Ese punto de resonancia hace que la música impacte en el sabor. Nos gusta proponer estas melodías porque la música ayuda a transportarse al mundo de las emociones, que fue para lo que fue creado este champán”, matiza mientras disfruta del Krug Vintage 2002, la primera añada del cambio de milenio, que ha estado reposando en la bodega durante 13 años.
Un espumoso en el que se combinan Meunier, Chardonnay y Pinot Noir y su degustación conlleva una fina mezcla de matices. Henríquez lo bebe en una copa especial creada por Riedel para Krug. Alegre en el habla, que acompaña rítmicamente con el movimiento de sus manos, puede presumir de ser la primera mujer venezolana al frente de una casa de champán. “Para mí es un orgullo porque demuestra que el origen no está asociado obligatoriamente a una función ni a una capacidad. Yo he tenido la responsabilidad de abrir puertas a otras mujeres que vienen detrás”, cuenta la directiva.
Considera que la diferencia de Krug con otras marcas viene del origen. “Nuestro fundador se rebeló frente a la manera de hacer champán y quiso crear un vino de calidad indiscutible. Para eso necesitamos que cada viñedo se transforme en un vino y necesitamos degustarlo y descubrirlo de manera independiente. El respeto a la individualidad de cada viñedo como un vino no se hace en Champaña, porque los viñedos son muy pequeños y eso requiere un nivel de artesanía y detalle que no nos permitirá nunca ser grandes”, sentencia amparada por unos resultados de la compañía “fantásticos. No puedo dar cifras, pero vamos a tener récord histórico de resultado este año. Además, vamos a reconstruir la casa familiar de Reims y usarla para recibir a amigos y visitas. En la medida que uno conoce mejor su historia escribe mejor su futuro”.
Extremadamente elegante en su manera de hablar, moverse y expresarse, Maggie se identifica con la escena parisina y recorre la ciudad en bicicleta. “Mi día a día nunca es igual, es agotador. Duermo poco, pero estoy contenta, es una época buena”.