Por: Paz Mata
Usa su imagen tanto para publicitar firmas de moda y cosmética como para reivindicar la libertad de expresión de la mujer (apareciendo desnuda en la portada de varias revistas), la igualdad de género, la defensa del medio ambiente, para concienciar al mundo sobre la crisis de los refugiados o para implorar a sus compatriotas que voten por permanecer en la Unión Europea.
Todo para demostrar que es algo más que una cara bonita. Aparte de su imagen, es su talento interpretativo lo que le ha servido para ganarse al público. Lo hizo dando vida a una joven que sueña con convertirse en una estrella del fútbol (Quiero ser como Beckham) y a una osada y sexi bucanera en la franquicia de Piratas del Caribe. La crítica aplaudió sus interpretación de Elizabeth Bennet en Orgullo y prejuicio, por la que obtuvo una nominación al Globo de Oro y al Oscar, y sus posteriores trabajos en los que se adentró en las profundidades de la mente (Un método peligroso), encarnó a una aristócrata inglesa (La Duquesa), vivió en un mundo distópico (Nunca me abandones) o se metió en la piel de una célebre escritora francesa (Colette).
Ahora, a sus 33 años, Keira se hace eco del cambio que empieza a experimentar la industria del cine en un año que ha sido monumental para la mujer. “Sé que muchas compañías productoras buscan historias cuyas protagonistas sean las mujeres y que sean las mujeres las que se pongan detrás de la cámara para contar esas historias. Ahora es el momento”, proclama la actriz en nuestro encuentro con ella en Londres, donde vino a promocionar su último trabajo, Aftermath.
El film es un drama histórico en el que Keira da vida a Rachael Morgan, la melancólica esposa de un coronel de las fuerzas aliadas que al finalizar la Segunda Guerra Mundial es encargado de llevar a cabo la reconstrucción de la ciudad de Hamburgo tras el bombardeo que sufrió en julio de 1943. Allí ocuparán la mansión de un arquitecto alemán, viudo de guerra, con el que, reticentemente, se verá obligada a convivir y con quien, inevitablemente, iniciará un tórrido romance. “Este papel ofrece una nueva perspectiva a ese período de la historia, el de esas personas a las que la guerra dejó atrás cuando se disiparon las atrocidades y eso es lo que me gustó de esta historia», explica Knightley.
Una generación menos silenciosa
¿Se imagina comenzar a reconstruir un país después de algo tan apocalíptico?
Es lo que me preguntaba cuando me preparaba para el papel. Cómo es posible mirar a una persona, que se supone es tu enemigo y darte cuenta de que es un ser humano igual que tú. Ese es el triunfo de esa generación, la de mis abuelos, que fue capaz de llegar a un entendimiento para reconstruir una Europa destruida por el odio y el separatismo. Nunca antes había pensado en ello y me parece algo extraordinario.
Dicen que esa fue la generación del silencio. ¿Ha tenido ocasión de hablar con sus abuelos de sus experiencia en esos días?
Por desgracia no. Mis abuelos murieron cuando yo tenía 11 años y no pude tener esas conversaciones con ellos. Las historias que conozco de la Segunda Guerra Mundial son a través de mis padres, y a ninguno de los dos les puedo considerar silenciosos (ríe).
¿Es tu generación menos silenciosa?
Por supuesto (ríe).
¿Eres buena reivindicando y pidiendo ayuda cuando la necesitas?
Sí, y me siento orgullosa de ello (ríe). He aprendido a ser muy buena pidiendo ayuda para los demás y también para mí, sobre todo ahora que tengo una hija pequeña y a veces no doy abasto para todo. Creo que es vital para la supervivencia el saber pedir ayuda.
Trabajar pro proteger la paz, la estabilidad y el progreso
Este film te hace reflexionar en el nivel de libertad, prosperidad y progreso que se ha disfrutado en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial y sobre todo en los últimos 30 años desde la unificación de Europa. Parece que todo esto vuelve a estar en peligro…
Sí, efectivamente esta es una historia muy relevante dada la situación actual de Europa. Yo he hecho varias películas basadas en la Segunda Guerra Mundial y también he visto muchas películas y leído muchos libros sobre ese período, pero no sabía nada de la postguerra, no sabía nada de cómo se reconstruyó Alemania y el resto de Europa y de cómo esa generación que sufrió tal nivel de trauma, tragedia y destrucción supo trabajar para que en Europa haya reinado la paz durante el período más largo de nuestra historia. Esta es una historia de redención y de esperanza y eso es precisamente lo que necesitamos ahora, que todos juntos trabajemos por conservar y proteger lo que nos dejaron nuestros abuelos: paz, estabilidad y progreso.
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¿Le preocupa lo que vaya a ocurrir cuando se lleve a cabo el Brexit?
Sí, mucho. De hecho llevo dos años haciendo campaña en mi país para evitar que ocurra. Es terrorífico. En Inglaterra la mayoría de la gente ve venir ese monstruo y no sabe qué hacer para frenarlo, no hay nada que podamos hacer a estas alturas. Lo mejor es dejar de tener miedo porque no sabemos cómo será. Nos acercamos al precipicio y habrá que esperar y ver.
Aparte de la destrucción de Hamburgo, en la película se muestra una parte buena de ese período en Alemania, y es esa espectacular casa, llena de mobiliario art déco y diseños de la Bauhaus. ¿Qué relación tiene usted con el arte y sobre todo el de ese período?
Yo no tengo ningún retrato desnudo encima de la chimenea como tiene el dueño de la casa de la película (ríe). Soy una gran fan de ese período de la República de Weimar en Alemania. Pero mis favoritos son los expresionistas alemanes y austriacos, sobre todo Egon Schiele. Ahora que he vivido una larga temporada en Alemania por motivos de trabajo me he empapado de arte visitando museos y exposiciones. Me fascina la Pinacoteca Nueva de Munich, que para mí es uno de los mejores museos de arte del siglo XIX y XX del mundo.
«Lo único que puedes hacer es disfrutar el momento»
Nacida en Teddington (Inglaterra) el 26 de marzo de 1985, Keira Knightley se crió en Londres con su padre, el actor Will Knightley, su madre, la autora teatral Sharman Mcdonald y su hermano mayor, Caleb, técnico de sonido. Desde muy pequeña tuvo claro que quería dedicarse al espectáculo. Por eso empezó a estudiar danza a los seis años y enseguida instó a sus padres a que le buscasen un representante. Tras aparecer en varios programas de televisión debutó en el cine a los nueve años en el film Dos mujeres (1994). Al año siguiente rodó Mentiras inocentes y en 1999, dado su parecido con Natalie Portman dio el salto a Hollywood para interpretar a Sabé, la encargada de suplantar a la reina Amidala en Star Wars Episodio 1: La amenaza fantasma. Pero el reconocimiento internacional le llegó dando vida a una adolescente que sueña con convertirse en estrella del fútbol en Quiero ser como Beckham. Desde entonces Keira no ha parado de contarnos historias.
¿Por qué quiso ser actriz?
Supongo que el tener padres que se dedican a esta profesión y a este negocio tuvo algo que ver. Yo les oía siempre hablar de su profesión y de sus representantes, no tenía ni idea de qué era un representante pero a los tres años les pedí que me consiguieran uno (ríe). Lo cierto es que siempre me ha gustado imaginarme la vida de otra manera, vivirla desde otro punto de vista, crear personajes distintos y hacer cosas que en la vida real no podría hacer. Lo mío ha sido siempre contar historias.
Y en eso sigue después de 25 años y con bastante éxito. ¿Qué criterio prima a la hora de elegir un proyecto?
Soy bastante egoísta en ese aspecto (sonríe). El único modo de hacer un buen trabajo es eligiendo las historias que me interesan, busco personajes que intriguen, que me hagan cuestionarme cosas, personajes complejos y por ello reales. Sigo mi olfato.
¿Es muy exigente consigo misma?
Cuando estoy trabajando me gusta dedicarme exclusivamente a eso. En los rodajes presto mucha atención a lo que dice el director y procuro conservar toda mi energía para el momento de ponerme delante de la cámara. Del rodaje me voy a casa, donde me espera mi familia con la que me relajo y recargo las pilas para el día siguiente.
¿De dónde viene esa fuerte disciplina?
Supongo que de ver trabajar a mis padres, que proceden del mundo del teatro, y del hecho de que desde muy pequeña padeciera dislexia. No me quedaba más remedio que memorizar las cosas porque era incapaz de leer, pero eso no me impidió terminar los estudios con buenas notas. Mi madre sabía que lo que quería era actuar y por eso me chantajeaba diciendo: “Si es verdad que quieres ser actriz tendrás que esforzarte por memorizar los diálogos, Keira”.
Hace unos años apareció desnuda en la portada de una famosa revista, un hecho que hizo correr ríos de tinta. ¿De dónde saca ese coraje para desnudarse no solo física, sino emocionalmente?
Eso fue un acto reivindicativo conjunto con Scarlett Johanson y Tom Ford. Lo hicimos para expresar nuestra oposición a que manipulen la imagen de la mujer con el Photoshop. Salimos tal como somos, sin ocultar ningún defecto y para demostrar nuestro orgullo por nuestra condición de mujer. El cuerpo es la herramienta que tiene el actor a la hora de interpretar y yo estoy dispuesta a usarla, razonadamente, cuando haga falta, da igual que sea para contar una historia que para transmitir un mensaje.
Una cláusula de «no desnudo»
¿El feminismo es un tema del que viene hablando desde hace unos años, cree que se ha avanzado mucho en ese terreno?
Se está avanzando, pero todavía queda mucho camino para alcanzar esa igualdad a la que aspiramos todas y todos los feministas. Antes de 2011, cuando hablaba de feminismo en entrevistas, las periodistas se reían de mí. Por una parte lo entiendo; es muy difícil para alguien que modela o utiliza su cuerpo para transmitir un mensaje hablar de feminismo. Pero por otro lado tienes que denunciar la brecha salarial en el trabajo, los abusos domésticos y los crímenes de género que sufren las mujeres ya no digo en países subdesarrollados, sino en Europa y Estados Unidos. Cualquier mujer tiene el derecho de denunciar eso y de pedir que se cuenten historias que reflejen esa situación. Por eso es muy importante que los medios de comunicación continúen con ese debate y seguir luchando por ello, no decir que es un problema del pasado.
Hablando de utilizar el cuerpo, tengo entendido que en sus contratos existe una cláusula sobre nudismo que puede cambiarse según sus indicaciones o exigencias. ¿Cómo funcionó en este caso?
En mis contratos ya existe una cláusula de “no desnudo”. Por eso cuando hay una escena que exige desnudo lo discuto con el director y si veo que es importante para el papel, entonces pido un doble y soy yo quien lo elige. Lo cual es perfecto porque puedo elegir el que me parece mejor a mí (ríe).
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¿Entonces en la escena en la que están Alexander Skarsgard y usted de pie desnudos, no era usted?
No, yo estaba fuera en el jardín tomando un té con pastas (ríe).
¿Se siente segura de sí misma?
No, pero no me queda más remedio que dejar de lado esas inseguridades y echarle valor a las situaciones que tengo que afrontar. De otra manera no haría nada. Es una lucha constante la que tengo, pero eso forma parte de la vida, el vencer los miedos.
¿Cuál es su mayor miedo?
No ser lo suficientemente buena actriz para hacer un cierto papel, no poder transmitir las emociones necesarias. En general le tengo miedo a todo (ríe).
Hollywood es un lugar donde el éxito y la fama es muy volátil. Pasas de estar en la cima a ser sustituida por otra actriz más joven y más bella si cabe. ¿Está preparada para eso?
Desde que tengo 15 años soy consciente de que esta profesión es así. Lo único que puedes hacer es disfrutar del momento y sacarle el mayor partido a la experiencia. Por eso me interesa hacer todo tipo de personajes y de películas para seguir creciendo como actriz y no dejar que me encasillen en nada.
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