Cuando uno busca dominar una situación que le causa temor, ser un mejor líder o alcanzar aquellas metas que se ha marcado, el camino más corto y eficaz es seguir las reflexiones e instrucciones de Julio de la Iglesia a través de El miedo es de valientes: Los secretos de un TEDAX para desactivar el miedo y pasar a la acción (Alienta Editorial), un manual claro, práctico e inspirador para ayudar a la consecución de objetivos personales y profesionales. Con una historia vital llena de adversidades y en la que permanecer enfocado en situaciones límite le ha salvado la vida, se dio cuenta de que los valientes piensan de manera muy diferente.
Julio de la Iglesia (Madrid, 1964) es TEDAX (Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos), ponente de dos charlas TEDx, Top 100 conferenciantes y uno de los coach más prestigiosos de España. Como formador y ponente, su larga experiencia en la gestión del miedo y en la toma de decisiones bajo presión le ha llevado a trabajar con los mejores directivos y a colaborar en varios másteres y universidades, además de impartir sus enseñanzas en más de cien empresas como Google, Mahou San Miguel, Danone, Banco Sabadell, McDonald’s o Pfizer.
Participa habitualmente en esRadio y en Onda Cero y ha publicado artículos en La Razón, La Vanguardia, Expansión y en revistas como Influencers o Emprendedores. Durante su larga trayectoria profesional y vital ha sido policía, boina verde, empleado de banca, activista en Greenpeace, pescador de tiburones, educador en la cárcel, maestro ninja y tres veces número uno en oposiciones al Estado.
Ha recogido todo su aprendizaje en la fórmula MC4, un método único que describe los cinco pasos que hay que dar para ser una persona más segura, intrépida y eficaz. El miedo es de valientes no se recrea en el miedo, sino que ahonda en el valor de ser uno mismo, en el descubrimiento de un propósito y son una excusa para profundizar en conceptos tales como valentía, compromiso, autoliderazgo, sentido del deber, pasión, metas cumplidas y amor propio.
¿Cómo vivir sin miedo en un mundo dominado por la incertidumbre y la volatilidad en el que nos enfrentamos a riesgos que amenazan nuestra supervivencia?
No es posible vivir sin miedo. Es una emoción que nos acompaña durante toda la vida. Justo en medio de la incertidumbre, es donde es más importante mantener la calma. Ahí es donde el miedo activa su principal función: mantenemos a salvo, sobrevivir.
Atravesar el miedo es aceptar la incertidumbre. La incertidumbre viene provocada por el miedo al cambio, a lo desconocido. Ahora bien, si nos ponemos en modo explorador, encontraremos cierto atractivo en ir descubriendo qué nos deparará el día a día, abandonando la falsa seguridad que nos impide avanzar. La incertidumbre, como dijo Henri Frederic Amiel, es el refugio de la esperanza.
Eso es lo que le permitió al capitán y explorador Ernest Shackleton y a los 27 hombres de la tripulación del Endurance sobrevivir en la Antártida: su capacidad de adaptación constante y no perder la confianza ni la esperanza. Dos años después fueron rescatados en la isla Elefante sin ninguna baja. Nunca perdieron la fe en ser salvados, pero nunca delegaron la responsabilidad de mantenerse con vida. Ese es otro aprendizaje: no esperes a que nadie te salve, solo tú puedes salir de esa angustia, solo tú puedes afrontar tu miedo.
Hoy, más que nunca, la humanidad necesita héroes, líderes inspiradores. ¿Qué hacer para evitar ver el mundo como un lugar hostil?
En la vida podemos enfrentarnos a terribles situaciones, pero somos los únicos responsables de cómo queremos tomarnos las cosas. Esa es nuestra responsabilidad. Al final, donde pones tu atención es tu elección. ¿Dónde quieres poner el foco? ¿En el virus o en la vacuna? ¿En lo que queda por hacer o en lo que has perdido? Conviértete en el ejemplo para otros. Te ayudará a tener una vida que merezca la pena ser contada. Quizás te conviertas en esa persona de la que todos esperan la templanza, el gesto justo o la palabra precisa que les devuelva la esperanza. En todos los escenarios posibles de la vida puedes ser el que ve lo que pasa, el que cuenta lo que pasa y el que hace que las cosas pasen.
Habrá personas que digan “no puedo o no va conmigo”, y otros, “ahora verás”. Defender lo justo o nuestra verdad nos eleva moralmente, nos hace libres, valientes y nos perfecciona como seres humanos. El valiente se salva a sí mismo, ¡que no es poco! El heroico socorre al indefenso y, salvando al prójimo, se redime a sí mismo. Añade valor a la vida de otras personas y, así, da sentido a la suya. Altruista, filántropo y adalid en la dificultad y el caos, se entrega a la acción, pues es ahí donde se enfrenta al mal, comprometiendo su vida, su reputación o su patrimonio. Sus pensamientos y acciones están por encima de las adulaciones o las diatribas, solo rinde cuentas ante su conciencia. Siente, piensa y cree que puedes y acabarás siendo valiente.
¿Cómo piensan los valientes?
En todo cobarde está la semilla del valiente. Eres descendiente de bizarros, un guerrero encarnado. Deja de querer ser valiente y compórtate como un valiente, como un guerrero que ha caído herido y, aun así, sabe que su deber, su vida o la victoria pasa por no rendirse y, aun con miedo, avanzar. La persona esforzada en el miedo descubre que es valiente. El hombre valiente es en el miedo donde se reafirma.
No se trata de arriesgarnos continuamente o escondernos permanentemente; es más bien mantener una disposición atrevida ante los desafíos de la vida. Como ves, el truco para ser valiente consiste en someter nuestro miedo a un juicio de inteligencia y buscar una motivación, una misión trascendente o un valor fundamental para nosotros que esté en peligro y que nos impulse a actuar con coraje y determinación. Así, un carácter miedoso puede dar a luz un acto valeroso.
Todos podemos ser valientes si encontramos una fuerte motivación que sea más importante que nuestro miedo. Por tanto, si sabes hacerlo y el miedo te paraliza es que te falta motivación. Piensa qué es más importante que tu familia, tu trabajo o tu vida. Las personas aprendemos desde niños a través del ejemplo, por imitación y asociación. Y cambiamos por necesidad, obligación o convencimiento. ¿Quién nos puede enseñar a ser valientes? Pues quien ya lo es. Si en tu biografía no encuentras el valor, búscalo en las personas que admiras y sé como ellas. Yo hice mía la gallardía de mis héroes de ficción: me creía valiente y por eso era valiente.
Dada su profesión, ¿puede que estuviese muerto si no tuviese miedo?
Sin duda. El miedo salva vidas. Ahí, de rodillas, en alerta permanente, con el estómago encogido, la mirada fi ja en la bomba, con mis gestos lentos y la respiración entrecortada por la visera blindada, desconfío de todo, el miedo vigila y la atención no escapa. Ahí, dentro de mi psicocasco, rápidamente me doy cuenta de que no me vale de nada lamentarme ni maldecir mi suerte.
Si quiero salir vivo de ese lance, deberé desterrar todos aquellos pensamientos que no contribuyen a la solución. Sé que el éxito de mi labor está en analizar minuciosamente los datos para determinar exactamente a qué me enfrento y en ser meticuloso con el procedimiento y las técnicas de desactivación. Todo lo demás no me interesa. No hay pasado ni futuro. No puede haber errores. La misión está clara: desactivar y volver vivo, ni más ni menos. Haz tu trabajo, hazlo pronto y para ello no te distraigas.
El miedo es una emoción necesaria que cumple una función: nos protege y avisa de posibles peligros. El problema es cuando es tan intenso que se convierte en pánico llegando a bloquearnos. ¿Cómo afrontarlo?
En el pánico descubrimos el miedo que no afrontamos. Aquellos a los que el pánico les gane la batalla, también conocerán el camino que les queda por recorrer. Quizá se enfrentaron a una prueba excesivamente difícil para ellos. De nada vale lamentarse o avergonzarse. En vez de eso, parar el bucle tóxico de pensamientos aterradores. Que maduren la idea de cómo van a actuar la próxima vez para que el miedo no les gane la cruzada.
Empecemos por dar un paso atrás, separarnos del drama. Cambiar la atención. Estirar el cuerpo, levantar la mirada al cielo. Recuperar el aliento, pensar en la solución y verbalizar. ¡Vamos! ¡Yo puedo, yo valgo y soy valiente! Que actúen arrostrando el peligro y verán cómo, a cada paso que den, el temor se aleja y su intrepidez aumenta. Y si, aun así, no se sienten preparados para seguir a su corazón, que se descalcen y sigan al valiente, que de su ejemplo podrá brotar el coraje y la esperanza que necesitan.
En su libro El miedo es de valientes, prologado por Mario Alonso Puig, condensa todo su aprendizaje en la fórmula MC4, que recoge los cinco pasos que hay que dar para llegar a ser una persona segura. ¿Cuáles son?
La experiencia me ha demostrado que, cuando afrontamos el miedo, lo normal es que lo superemos, que se puede aprender y entrenar, que el miedo también se puede desactivar y para ello he ideado la formula MC4: motivación, control, certeza, capacidad y coraje. Motivación más ‘C4’.
Tener miedo es inevitable, ¿superarlo es una decisión?
Totalmente. Las emociones nos asaltan sin avisar. Mantenerlas, gestionarlas o rechazarlas dependerá en gran medida de la voluntad. Ante el miedo podemos ser valientes o cobardes e inconscientes o temerarios, todo es una elección. Ser valiente es sobre todo eso, una decisión. Hacerlo y punto.
¿Hasta qué punto es preciso conocerse a uno mismo –autoconocimiento– para doblegar el miedo?
El miedo nos conoce bien. Sabe cuál es nuestra zona de confort. Él es el guardián. Cada vez que ampliamos esa zona, nos sentimos inseguros, desconcertados, no conocemos el camino con certeza. A medida que ganamos en autoconocimiento y autoestima nos convertimos en personas con más autoconfianza. La palabra clave contra el miedo es seguridad. La seguridad de que todo saldrá bien.
Nelson Mandela afirmaba que “el hombre valiente no es el que no siente miedo, sino aquel que lo conquista”. Tenemos que aprender a convivir con el miedo. Es necesario saber gestionar todas las emociones. Cualquiera de ellas (tristeza, alegría, miedo, ira o asco) llevadas al extremo son tóxicas. La forma sana de gestionar el miedo es verlo como un guardaespaldas que nos puede salvar la vida.
Si el riesgo nos parece insalvable es porque nuestra capacidad resolutiva es insuficiente. Nace de la falta de autoconfianza. Únicamente tengo miedo cuando no confío en mí. La inseguridad es la raíz de la personalidad neurótica, las fobias y las obsesiones e inhibiciones.
¿Es posible que el miedo puede ser en ocasiones nuestro mejor aliado?
Sí. Para mí, en muchos casos, ha sido como un trampolín al éxito. Me ha dicho dónde tengo que esforzarme más, qué tengo que aprender o hacer para no fracasar.
Cuando aparece, te trae un mensaje y te dice: “Ten cuidado, puede ser una trampa o una crisis”. Y te pide: “Estate atento, concentrado, evalúa qué es lo que tienes que aprender para superarlo y prepárate a fondo”. Y te recuerda que no es el momento de rendirte ni de quejarte y sí de esforzarte al máximo para alcanzar aquello que te has propuesto.
¿Nos hace el miedo vulnerables y débiles?
El miedo puede impulsarnos a dar el máximo o impedirnos avanzar. En cualquier caso, nos recuerda nuestra fragilidad.
La seguridad nace de la aceptación de nuestra propia vulnerabilidad y superación de nuestros puntos débiles. Y, desde ahí, solo queda mejorar en determinación, conocimientos y autocontrol. ¿Cómo podemos conseguir más seguridad? Fortificándonos, reduciendo el riesgo o ganando en autoconfianza.
Sostiene que el valiente no lucha porque tema lo que tiene delante, sino porque ama lo que tiene detrás. ¿A qué se refiere?
El valiente sale a luchar por su vida, familia, país, trabajo, etc. Le mueve el amor, la pasión, el deber, la justicia, la libertad o el poder. Aquello que para él o ella es más importante que el miedo es lo que le impulsa a luchar.
El miedo nos conoce bien. Sabe cuál es nuestra zona de confort. Él es el guardián. Cada vez que ampliamos esa zona, nos sentimos inseguros, desconcertados, no conocemos el camino con certeza. A medida que ganamos en autoconocimiento y autoestima nos convertimos en personas con más autoconfianza. La palabra clave contra el miedo es seguridad. La seguridad de que todo saldrá bien. Nelson Mandela afirmaba que “el hombre valiente no es el que no siente miedo, sino aquel que lo conquista”. Tenemos que aprender a convivir con el miedo.
¿El miedo nos ayuda a ser sensatos, pero también nos vuelve agresivos?
El miedo tiene tres dimensiones. Una psicológica, que consiste en ver la situación como peligrosa. Otra emocional, que son las sensaciones que acompañan al miedo: la angustia, la ansiedad y el estrés. Y, por último, una respuesta conductual, que puede manifestarse huyendo, quedándote paralizado, rindiéndote o afrontando la situación. En esta última podemos volvernos agresivos. La agresividad es en sí una respuesta que puede ser adaptativa si lo que pretendemos es sobrevivir o avanzar de forma activa. Diferente es cuando, sin datos objetivos, nos comportamos de forma agresiva en entornos seguros.
Cuando el miedo nos domina, ¿aflora lo peor de nosotros mismos, la violencia, la intolerancia, la cobardía?
En la mayoría de los casos el miedo es la emoción perfecta para ser infeliz, intolerante e ineficaz. Cuando se apodera de nosotros, anula toda nuestra capacidad de pensar con claridad y nos volvemos menos inteligentes, menos reflexivos y más reactivos. Es el responsable de apagar la creatividad, el talento y la ilusión.
Reflexión, decisión y acción. ¿Demasiados pasos en un entorno cotidiano tan acelerado?
Como dice Stephen Covey, “no soy producto de mis circunstancias, soy producto de mis decisiones”. Entre lo que nos pasa y nuestra respuesta se encuentra nuestra libertad de acción. Ahí está la clave del control de la situación, en la reflexión, decisión y acción (RDA), por este orden, no en la reacción emocional y descontrolada. Todo se entrena. RDA es una forma de pensar y actuar que te saca del piloto automático, te hace responsable. La decisión está a medio camino entre la reflexión y la acción. Pensar es fácil. Actuar es difícil. Y actuar de acuerdo con lo que pensamos es lo más difícil.
La mejor improvisación es la que se ha entrenado miles de veces. Lo que hacemos persistentemente se vuelve más fácil. Si quieres resolver con calma, entrena la calma, medita, aprende a respirar y a moverte sigiloso como un comando saliendo del agua en mitad de la noche.
¿Qué le deben al miedo la ansiedad, la angustia y el estrés?
El miedo es el detonador de otros muchos síntomas. Por ejemplo, es el principal factor de estrés en el trabajo: el miedo a la pérdida de poder, al cambio, al despido, al jefe o al fracaso. Las empresas también lo sufren: a que el producto nuevo no funcione, a la competencia, a perder clientes o a la quiebra.
¿Tiene más miedo el que más tiene que perder?
Efectivamente. El enemigo más peligroso es aquel que no tiene miedo a morir. El que no se juega nada, nada pierde. Quizás eso que temes perder, si lo analizas bien, verás que dentro de un tiempo no tendrá ninguna importancia. Puedes vivir sin ello. En su libro Hagakure (‘Oculto en las hojas’), también conocido como El libro del samurái, Yamamoto Tsunetomo escribió: “Una vez que el guerrero está preparado para el hecho de morir, vive su vida sin la preocupación de morir, y escoge sus acciones basadas en un principio, no en el miedo”.
¿Cómo utilizar el miedo como una palanca que fortalezca nuestro propia identidad y autoestima?
Lo que más seguridad nos aporta es la confianza en nosotros mismos. Ningún miedo puede apoderarse de nosotros si nuestra autoconfianza es colosal. Es la base para superar el miedo. El miedo a ser diferente es una batalla perdida. Todos somos diferentes y no vivir de acuerdo con nuestra esencia es lo que más infelicidad produce. En la vida hay que ser tres cosas: valiente, justo y feliz. Lo primero, sé honesto y hazte responsable. No te engañes ante el espejo. Lo más importante es reconocer, querer y respetar a la persona que tú ves en ese espejo.
El amor propio es lo que cose todas las heridas. No te pelees con él o con ella. Una relación con un buen amigo está basada en la comprensión. Absuélvete de tus errores y conviértete en tu mejor amigo. Haz un pacto de no agresión contigo mismo. Acepta con orgullo que nadie es como tú y convierte esas diferencias en tu superpoder. Incluso nuestros defectos pueden ser lo que nos haga únicos y, por tanto, muy atractivos. Imagina que tuvieses una navaja suiza llena de esas fortalezas, destrezas o habilidades y, en su extremo, un alicate para apretar con fuerza y sumar los poderes que necesites. Esa unión te daría un superpoder.
¿Brillar o apagarse?
Una pinza para atrapar el éxito, inspirar a otros y superar tu miedo. Por ejemplo, si eres creativo y empático, te conviertes en un botiquín de emergencias. Todos aquellos que tengan un problema te buscarán porque sabrás escucharlos, ponerte en su piel y, luego, con tu creatividad, darles varias soluciones que no se habían ni planteado. Tú decides si quieres brillar como una estrella o apagarte como una enana blanca.
No hay nada en nosotros que nos impida resplandecer, ser valientes. Creer en ti es el primer paso para que otros lo hagan. De ti depende expresarte en toda tu grandeza y sorprender al mundo con tus talentos. Cuando vean tu fuerza interior, se sentirán atraídos por tu bravura y te imitarán, y si, contra toda probabilidad, triunfas, todos te seguirán. El mundo está ávido de valientes que sepan quiénes son y adónde van.