Me siento conmocionado ante la triste noticia de la muerte de Juan Picón, llegada en una edad temprana. Juan se encontraba en los que son los mejores años para un abogado y en el cenit de su propia carrera profesional. Ha sido durante muchos años, para tantos de nosotros, un referente de primer nivel. Con una carrera jalonada por un descomunal esfuerzo, un talento excepcional y una simpatía desbordante, Juan alcanzó muy joven las cotas más altas de la profesión.
En Madrid, una de las plazas más sofisticadas y competitivas de la abogacía internacional, coexisten dos tipos de despachos. De un lado están los nacidos en España, que en buena parte comenzaron siendo firmas de sagas familiares como Garrigues, Cuatrecasas o Uría. Con un mérito envidiable están entre los más grandes y mejores despachos de Europa continental, y hoy son cabezas de firmas multinacionales ellas mismas. Por otro lado están también las firmas de origen anglosajón (que dominan el mundo, con implantación en América, Asia, Europa, Oriente Medio, Oceanía, y África) con sede en nuestro país.
Criado en los pechos de las segundas, Picón ha sido el primer y único español que ha participado en la dirección global de una de ellas. Se une por tanto, y una vía distinta, a la lista de abogados ilustres que han dejado huella en esta edad de oro de la abogacía de los negocios en España.
Quiero en esta triste hora recordar alguno de los hitos de su carrera. El primero fue como participó después de pasar por Clifford Chance y Squair Sanders, en la dirección primero nacional y después global de la DLA Piper, una de las grandes firmas mundiales. En unas estructuras puramente meritocráticas, Juan supo desenvolverse siendo abogado 360 grados, generando asuntos, atendiendo clientes y participando en la inteligencia y organización interna de su firma.
Otro de sus momentos más interesantes se produjo cuando supo atraer a su equipo a José María Aznar. Juntos descubrieron nuevas cosas. Picón el mundo de la política, desde fuera pero de la mano de un jefe de Gobierno. Con él compartió momentos interesantes, como la última toma de posesión de Sebastián Piñera en Chile. Y trabó nuevas y valiosas relaciones con jefes de Estado y líderes del mundo institucional y político. También Aznar, descubrió de la mano de Picón, el fascinante mundo de la abogacía internacional de negocios. El que fuese líder del Partido Popular también le acompañó en su última etapa profesional, cuando pasó a Latham and Watkins.
Desde nuestra firma le rendimos tributo y le dedicamos a él y a su familia nuestros pensamientos, apoyo y oraciones. Somos varios los que le hemos tratado. Fran Iniesto, el que más. Como su asesor fiscal y amigo, siempre disfrutaba de su compañía y consideraba su amistad un privilegio y una fuente de energía y crecimiento. Eduardo Sebastián de Erice le acompañó como socio varios años en Squire Sanders y en DLA Pipper, y siempre le admiró. Yo comencé jugando, y con frecuencia perdiendo, partidos de squash con él. Y tuve la suerte de tener una relación franca y abierta con un abogado de dimensión global que ha contribuido de manera muy notable al prestigio de la abogacía española, que le tiene ya como una de sus figuras legendarias.
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