El gigante asiático, pese a su sostenido crecimiento económico, no tiene respuestas laborales para una demandante avalancha de chicos bien preparados que esperan un premio a sus esfuerzos. Jóvenes de la Generación Z se muestran decepcionados por la sociedad que les asfixia sus sueños de alcanzar un trabajo acorde con sus rendimientos académicos, aspiracionales y remunerativos.
El paro juvenil en China es un problema serio. Alcanzó una tasa del 21,3% durante junio de 2023 para menores de 25 años, un porcentaje récord en un país acostumbrado al pleno empleo. China tiene más de 96 millones de jóvenes entre 16 y 24 años y más de 33 millones han ingresado en el mercado laboral. En esa fecha, la Oficina Nacional de Estadísticas dejó de publicar las cifras del paro juvenil mientras “ajusta” los datos en esa franja de edad.
Con el anuncio, surgieron cientos de comentarios en la red social Weibo. “Traducción: déjenme encontrar un método estadístico que permita reducir el porcentaje de paro”, escribió con sarcasmo un usuario. Otro internauta señaló: “No me atrevo a imaginar cuál es el porcentaje real de desempleo”. Mientras un tercero afirmó con ironía: “No publico (las cifras) = no hay paro”.
«He tenido uno, dos, tres, cuatro… cinco trabajos en los últimos meses», dice Joy Zhang, de 23 años de edad. Los cuenta con los dedos mientras camina por un mercado local de alimentos de Chengdu, en la Provincia de Sichuan. «Hay muchos puestos de trabajo,pero debes está dispuesto a desmejorar tus expectativas», señaló a BBC News Mundo.
Jóvenes chinos no encuentran un buen trabajo
Cada año una ingente cantidad de recién graduados se incorpora en China a la búsqueda de un buen trabajo. El problema, como en gran parte del mundo, son los bajos salarios y las jornadas interminables. Y estos chicos con estudios de tercer nivel no están dispuestos a aceptar empleos en esas condiciones.
Luego de años de bonanza económica en China, millones de jóvenes se enfrentan ahora a un futuro para el que no se prepararon. Su respuesta marcará el destino de la segunda economía mundial. El antropólogo Xiang Biao, profesor de la Universidad de Oxford, dice que se está produciendo una revolución en las mentes de la Generación Z de China. «Toda la vida de los jóvenes ha estado marcada por la idea de que si estudian mucho, al final del duro esfuerzo le espera un trabajo y una vida decente y bien pagada. Ahora descubren que esa promesa no funciona», apunta.
Las oportunidades se han reducido en una economía ralentizada y muy endeudada. Fue muy afectada por los repentinos y totales confinamientos por la pandemia de COVID-19. Bajo el férreo control del Partido Comunista, China es un lugar incierto para hacer negocios, tanto para empresarios ambiciosos como para inversores extranjeros. Mantener en marcha la producción de la gran fábrica global que es toda Asia y China en especial requiere una enorme cantidad de mano de obra. Sin embargo, a diferencia de sus padres, estos jóvenes son graduados de segundo y tercer nivel y buscan un salario acorde. No quieren trabajar en las manufacturas como jornaleros y paga tan precaria como las condiciones laborales.
Expectativas mayores que la de sus padres
Algunos de estos jóvenes profesionales aspiran a hacer carrera en la burocracia, dadas las sombrías perspectivas del sector privado. En noviembre, más de tres millones de jóvenes chinos se presentaron como aspirantes a los puestos de trabajo públicos. «Muchos buscan trabajo. No muchos lo encuentran. Los que tuvieron suerte, trabajan en áreas no relacionadas con su profesión», dice Tianyu, recién graduado en ingeniería de software. Es lo que hizo Joy. Sin inmutarse, aceptó los trabajos que pudo encontrar. Suplicó a una empresa turística que la contratara como guía para el parque de pandas de Chengdu durante el verano, vendió bebidas calientes e hizo prácticas en una guardería. «Son trabajos que no tienen buenas perspectivas de futuro. Pagan salarios bajos y eres fácilmente sustituible. Por eso la mayoría prefiere quedarse en casa», agregó.
Sus padres, sin embargo, están preocupados. Joy procede de un pequeño pueblo de las montañas a unos 400 km de distancia. Es la primera de su familia que va a la universidad. Su padre estaba tan orgulloso que celebró un banquete en su honor. «Como me titulé en la universidad, mis padres esperan que tenga una vida mejor y un trabajo e ingresos mejores que los de su generación, que al menos pueda tener un trabajo. Yo insistiré en seguir mi propio camino a mi propio ritmo», manifestó.
Es lo que el profesor Xiang llama «reescribir el sueño chino». La pandemia ha sido uno de los catalizadores del nuevo sueño chino de la Generación Z. «Los jóvenes tenían una sensación de vulnerabilidad, que su vida podía cambiar afectada por fuerzas poderosas. «La decepción les hace replantearse el paradigma de cómo está organizada la sociedad y la vida colectiva china», afirmó.
Mejor se está en casa
Incluso durante los estrictos confinamientos por la pandemia en China, a los jóvenes se les animaba a ir a la universidad. La afluencia ha sido alta, solo en 2023 se esperaba la cifra récord de 11,6 millones de estudiantes graduados. ¿Qué futuro les espera? Su frustración ha inspirado memes, bromas e incluso decisiones poco convencionales.
Algunos publicaron fotos de graduación alternativas en las que aparecían tirando sus tesis a la papelera. El apodo de «tumbados» se acuñó para quienes optan por salir de la rueda y encuentran formas de vivir lejos de la competencia de la vida moderna. Muchos han dejado de buscar trabajo y se han ido a casa a ser «hijos a tiempo completo». Algunos documentan su vida en las redes sociales mientras ganan pequeñas sumas de dinero haciendo tareas para sus padres o cuidando de los más pequeños de la familia.