Si los planes europeos de respuesta a la crisis dedican los recursos a acelerar la transición energética hacia la eficiencia y las renovables, las consecuencias podrán ser tan positivas como llegar a tiempo de evitar un calentamiento global de 1,5 °C. Pero si los planes se ven condicionados por los intereses cortoplacistas de los combustibles fósiles o la nuclear, entonces perderemos la ventana de oportunidad de evitar un cambio climático desastroso. La Unión Europea tiene que dejar de alimentar la guerra en Ucrania comprando gas, petróleo y carbón a Rusia. Pero al mismo tiempo, según Greenpeace, la solución no es pasar a importar de otros países combustibles fósiles que son igual de caros y contaminantes.
Tiene que ser una solución compartida con la respuesta a la crisis climática, que está poniendo en peligro la vida en el planeta, y a la crisis de precios del gas fósil que está aumentando la pobreza energética. Se trata de acelerar la transición energética abandonando los combustibles fósiles. Y también la peligrosa energía nuclear cuya vulnerable seguridad nos vuelve a mantener en vilo.
Las elevadas tarifas de la electricidad, marcadas por los altos precios del gas, ponen en situación de vulnerabilidad a millones de personas. Greenpeace reclama una reforma inmediata del mercado eléctrico para que los precios de las energías renovables, que son los más baratos, se vean reflejados en la factura.
De la misma manera, se debe poner fin a las subvenciones a los combustibles fósiles y apoyar el derecho a la energía limpia mediante unas tarifas sociales efectivas, fomentando, al mismo tiempo, el cambio masivo de calderas de gas por sistemas renovables y la inversión generalizada en eficiencia energética de las viviendas.
¿Financia el gas y el petróleo la invasión de Rusia a Ucrania?
Desde 1991, José Luis García Ortega trabaja en Greenpeace España, donde sucesivamente ha sido responsable de la Campaña de Cambio Climático y Energía, de Proyectos de Energía Limpia y simultáneamente del área de Investigación e Incidencia y del área de Cambio Climático y Energía. Desde 2017 es responsable del Programa de Cambio Climático. Responsable de la puesta en marcha de los Proyectos Greenpeace Solar, Red de Escuelas Solares, Elegir Energía Limpia y Revolución Energética, así como de la publicación de los estudios Renovables 2050, Renovables 100% y Energía 3.0. Asimismo, ha sido miembro de la delegación de Greenpeace en conferencias de las partes del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (Kioto, 1997; Marrakech, 2001).
Pertenece desde su creación al Consejo Consultivo de Electricidad de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (antes Comisión Nacional de la Energía), así como del Consejo Nacional del Clima y de su Comisión Permanente. Es patrono fundador de la Fundación Renovables.
Greenpeace denuncia que el gas y el petróleo están financiando la guerra de Ucrania. ¿De qué manera? ¿Están los combustibles fósiles en el origen de gran parte de los conflictos internacionales?
Muchos conflictos internacionales están vinculados a los combustibles fósiles. Unos, como fue claramente la guerra de Irak, por el control directo de estas fuentes de energía sucia, y otros, como la guerra de Ucrania, porque su compra-venta está financiando la guerra.
Rusia es la mayor fuente de importaciones de combustibles fósiles de la Unión Europea. Europa gasta hasta 285 millones de euros al día solo en petróleo ruso. Además, en 2019, dos quintas partes de las importaciones de gas fósil de la UE procedieron de Rusia.
El gas está siendo una de las armas más perversas de esta guerra. La UE no quiere dejar de comprar gas a Rusia y Rusia no quiere dejar de vendérselo. Mientras tanto, el dinero que se obtiene en esta transacción está siendo utilizado para alimentar la guerra. Si Europa impusiera sanciones al gas como ha hecho con otros productos, Moscú tendría muy difícil continuar con los bombardeos. Pero Europa depende energéticamente del gas, y dejar de comprárselo a Rusia tendría un impacto enorme en su economía.
¿Cómo incidirá la crisis en la transición energética y los objetivos de descarbonización?
La transición energética hacia un sistema eficiente y 100% renovable es necesaria y urgente, con o sin guerra, en primer lugar, porque es imprescindible para evitar un cambio climático desastroso, y además, porque es la única opción asequible desde el punto de vista económico que puede traer prosperidad y empleo. La guerra solo hace dar más argumentos de urgencia para acelerar la transición. Eso permitiría aumentar la insuficiente ambición de los actuales objetivos europeos de descarbonización.
Pero si Europa no es capaz de dar un salto hacia las renovables, impulsada por esta dramática circunstancia, y en vez de eso se limita a cambiar de proveedores para seguir consumiendo combustibles fósiles, entonces la ventana de oportunidad para evitar que el calentamiento global supere el límite peligroso de 1,5 °C se cerrará, como advierte la comunidad científica en los informes del IPCC.
La parte más triste de todo esto es que Europa puede ser independiente energéticamente de cualquier país. Puede producir su propia energía 100% renovable. Pero los pasos hacia ese escenario se dan muy lentamente y la guerra es una prueba más de que necesitamos acelerar la transición energética a la velocidad de la luz.
España se postula como nuevo centro europeo del gas, un proyecto que se presenta como ‘beneficioso’. ¿Es posible que contribuya a agudizar el problema?
Un país que importa todo el gas que consume no puede pretender postularse como centro europeo del gas. Antes que financiar una costosa infraestructura de conexión gasista para transferir a Europa el gas que previamente España ha importado, cualquier país europeo consideraría más factible adquirir el gas directamente a los mismos proveedores de los que se surte España.
Pero si eso ocurriese, la gran perjudicada sería España, que ya tiene una enorme sobrecapacidad de infraestructuras de gas que apenas se utilizan, y que de acometerse nuevas infraestructuras se enfrentaría a unos costes hundidos durante décadas, cuando antes de que llegasen a ser eventualmente amortizados ya se habría dejado de usar el gas por el avance de la transición hacia las renovables. O bien, peor aún, se detendría o ralentizaría la transición renovable por la competencia de ese gas que habría que amortizar.
¿La escalada de los precios de la energía evidencia que la transición no es justa ni protege a los consumidores más vulnerables?
Lo que evidencia la escalada de precios de la electricidad es que estamos en un sistema caduco, que no se ha adaptado a la disponibilidad a gran escala de energías renovables que generan electricidad a un coste mucho menor que las tecnologías convencionales, y que impide que el abaratamiento que introducen las renovables se traslade a los consumidores.
Un mercado eléctrico que paga a precio de gas toda la electricidad, incluso la más barata, y el control abusivo de un oligopolio de las grandes empresas eléctricas tienen como consecuencia unas facturas eléctricas insostenibles para la sociedad.
Por ello, es imprescindible revisar las políticas de formación de los precios de la electricidad para desvincularlos del precio del gas y que reflejen así el coste real de su producción, trasladándolo a un precio justo para las personas usuarias, de manera que estas se beneficien del abaratamiento que aportan las energías renovables.
¿Es real la amenaza de riesgo nuclear?
El conflicto armado en Ucrania nos está permitiendo ver las enormes y profundas consecuencias humanitarias de las guerras y también la grave dimensión que supone el peligro nuclear.
El ataque de Rusia, una potencia con armamento atómico, contra Ucrania, un país cuya electricidad depende fuertemente de las centrales nucleares, y un contexto energético en el que Rusia es un exportador relevante de uranio y tecnología nuclear para Europa, nos recuerda la necesidad de superar la dependencia de esta energía sucia y de desmantelar el armamento nuclear mundial.
Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, Greenpeace ha estado monitoreando de cerca las implicaciones para las instalaciones nucleares en todo el país. En el caso de un bombardeo accidental y ciertamente en caso de un ataque deliberado, las consecuencias podrían ser catastróficas.
“Europa puede ser independiente energéticamente. Puede producir su propia energía 100% renovable. Pero los pasos hacia ese escenario se dan muy lentamente y la guerra es una prueba más de que necesitamos acelerar la transición energética”
¿Podría la energía nuclear convertirse en una alternativa sostenible? ¿Ofrece soberanía energética?
La energía nuclear no es una alternativa viable ni puede convertirse en sostenible. No es viable porque es la tecnología más cara y más lenta de implementar. Hace años que los costes de las renovables son claramente inferiores a los de la nuclear, y la distancia es cada vez mayor. Además, una tecnología que sigue sin encontrar solución a la generación de residuos radiactivos que seguirán siendo peligrosos durante decenas de milenios y que externaliza los costes en caso de accidente, es todo menos sostenible.
La soberanía energética se obtiene con energías renovables de las que disponemos en abundancia y que no necesitamos importar. La UE importa de Rusia entre el 15 y el 20% de los concentrados de uranio (U3O8) que, después de ser enriquecido, usan las centrales nucleares europeas en sus reactores. Además, las importaciones de uranio ya enriquecido dependen en un 30% de Rusia.
Solo para España, los datos de ENUSA (Empresa Nacional de Uranio) sitúan nuestra dependencia de las importaciones de concentrados de uranio desde Rusia en el 38,7% para el año 2020. Otras fuentes indican que en 2018 esa dependencia era de un sonoro 53%. A la dependencia directa de Rusia hay que añadir otro factor geoestratégico: un 13% más del concentrado de uranio viene de dos países en la órbita del Kremlin, Uzbekistán y Kazajistán.
¿Por qué la Unión Europea incluye en la taxonomía el gas y la nuclear como energías verdes?
Es una propuesta de la Comisión Europea contraria a la opinión de su propio comité de expertos y que ha sido ampliamente contestada y aún no ha sido aprobada por el Parlamento Europeo. La propuesta solo se explica por la fuerza de determinados lobbies. Los intereses nucleares y el gas se han unido para mantenerse en el negocio a pesar de la emergencia climática y ambiental en la que nos encontramos.
Etiquetar como inversión verde el gas fósil y la nuclear es inaceptable y supone una amenaza con desviar dinero de donde se necesita, las energías renovables, o proyectos de energía ciudadana. Sería una farsa para la taxonomía fomentar las inversiones globales en industrias contaminantes como la nuclear y el gas. Si eso sucede, los inversores verdes coherentes que quieran alinearse con el Acuerdo de París tendrán que utilizar otros estándares, frustrando completamente el propósito de la taxonomía. La taxonomía perdería su sentido y se utilizaría únicamente para el lavado verde.
La situación en Ucrania da más credibilidad al argumento de la transición de nuestro sistema energético a uno basado en energía barata, limpia y fiable. ¿Cuáles podrían ser las consecuencias a largo plazo de la crisis?
Todo dependerá de las decisiones que se tomen. Si los planes de respuesta a la crisis dedican los recursos a acelerar la transición energética hacia la eficiencia y las renovables, las consecuencias podrán ser tan positivas como llegar a tiempo de evitar un calentamiento global de 1,5 °C, algo que no se lograría de continuar con las políticas actuales. Pero si los planes se ven condicionados por los intereses cortoplacistas de los combustibles fósiles o la nuclear, entonces perderemos la ventana de oportunidad de evitar un cambio climático desastroso y cada vez más gente se verá abocada a la pobreza energética en una economía lastrada por una energía cada vez más cara.
Las energías renovables son un componente clave de la independencia energética. ¿Cómo debe abordarse la reforma del mercado?
En el corto plazo y como primer paso urgente para dar respuesta inmediata a la escalada de precios, se debe vincular el precio de la electricidad para las personas vulnerables (PVPC) a la compra de electricidad renovable a largo plazo, más barata que el gas (vía subasta). Eliminar definitivamente el impuesto sobre la electricidad y mantener temporalmente la reducción del IVA sobre la electricidad al 10% mientras los precios de la electricidad sigan elevados y avanzar hacia un sistema de IVA por tramos de consumo para que quien más consume más pague.
Es necesario también crear un impuesto sobre los beneficios extraordinarios (“caídos del cielo”) obtenidos por los grandes grupos energéticos en el mercado mayorista por los altos precios del gas, y financiar con ello medidas orientadas a paliar el aumento de los precios energéticos para las personas más vulnerables.
En el medio plazo, la mejor forma de reducir la factura eléctrica es sustituir los combustibles fósiles y la energía nuclear por energías renovables y ahorro de energía, acompañado de una reforma profunda del mercado eléctrico adaptándolo a un sistema eléctrico eficiente, flexible y 100% renovable, así como romper el oligopolio eléctrico.
Además de un plan de inversión a gran escala para la descarbonización de los hogares para 2035 basado en el autoconsumo fotovoltaico individual y colectivo, cambio masivo de calderas de gas por sistemas renovables y una inversión sin precedentes en ahorro y eficiencia energética en viviendas y edificios.
La reforma del mercado eléctrico que defiende Greenpeace consiste en la creación de un mercado binario, donde por un lado se compra electricidad de energías renovables a precio de energías renovables (más baratas); y en otro mercado distinto al primero, pero coordinado con él, se compra flexibilidad (electricidad para cubrir picos de demanda, almacenamiento, etc.) pagado a precios de flexibilidad. Ahora mismo estamos pagando todo a precio de flexibilidad, es decir, lo más caro.
¿La guerra de Ucrania y los problemas de seguridad energética constituirán la excusa para que no se cumplan los objetivos climáticos de mediados de siglo?
Si así fuera, sería un suicidio colectivo. No olvidemos que los objetivos climáticos actuales son insuficientes para evitar un cambio climático desastroso, de manera que no solo su cumplimiento es irrenunciable, sino que es necesario elevar la ambición de los objetivos para alienarlos con la ciencia.