Por Jorge Neri
CEO del Grupo EIG Multimedia y Editor de Cambio16
El pasado día 7 de agosto tuve el honor de asistir a la toma de posesión de Iván Duque como nuevo presidente de Colombia. Fui uno de los pocos representantes de medios de comunicación extranjeros invitados a este evento. Un acto oficial en el que el nuevo inquilino de la Casa de Nariño recibió la banda presidencial. Lo hizo ante numerosos presidentes y delegados de la comunidad internacional. La mayoría de ellos mandatarios latinoamericanos, testigos en la emblemática Plaza Bolívar, en pleno corazón de Bogotá, de la consagración del nuevo presidente. Un político que se reivindica como líder de una nueva generación, llamada a superar la polarización entre derecha e izquierda. Precisamente en un país cuyo principal desafío es afrontar el reto de la paz y el desarrollo. Desde mi responsabilidad como editor, reivindiqué ante el presidente el periodismo de calidad.
El cambio en Colombia
Conocí a Iván Duque a principios de año en Madrid, con motivo de la presentación de su programa electoral y su visión de Colombia en el prestigioso Nueva Economía Fórum. Fue el 18 de enero en el hotel Ritz. Entonces nadie se habría atrevido a vaticinar su gran éxito político. Cuando estreché su mano vi a un joven ambicioso que a sus 42 años evidenciaba una preparación excelente y unas maneras exquisitas.
Me llamó la atención su mirada sincera, su sonrisa abierta, la calidez de su verbo y la firmeza de sus convicciones. Un perfil nada habitual en tiempos de crisis global, en los que la corrupción se erige en el principal déficit democrático. Una lacra que reduce la noble misión de servicio público que entraña la vocación política a un arma arrojadiza para la confrontación partidista. Un político de raza capaz de protagonizar el cambio bajo las premisas de legalidad, emprendimiento y equidad.
Periodismo de calidad
Explicó a Cambio16 sus propuestas en una entrevista exclusiva. Escuché sus opiniones sobre la denominada economía naranja y su apuesta por la liberalización del mercado. Así como su defensa de la paz y su compromiso irrenunciable para poner freno al populismo. Un mal que causa estragos en la región –»pan para hoy y hambre para mañana», lo definió–. También me explicó sus recetas para la recuperación económica y el crecimiento. Me convencí de que aquel joven político, que aspiraba a presidir su país, merecía una portada en nuestra revista. Tuve que vencer algunas reticencias en el Consejo Editor: ¿cómo íbamos a llevar a nuestra portada a un perfecto desconocido?
Finalmente montamos su foto a toda página y titulamos: “Iván Duque: el Macron latinoamericano, esperanza frente al populismo”. La comparación con el político francés se justificaba en el afán integrador del líder colombiano, comprometido con los intereses regionales de Latinoamérica. Un empeño que le llevó incluso a denunciar a Nicolás Maduro ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad en Venezuela. Hasta tal punto se identificó con la portada que, cuando nos saludamos en su toma de posesión, me dijo: «Estoy activo en tu titular».
Una portada premonitoria
Aquella portada tuvo un gran impacto mediático, no solo en la Unión Europea, donde las elecciones presidenciales en Colombia se seguían con sumo interés. Sobre todo ante la perspectiva de que el populismo se hiciera con el poder. El titular caló principalmente en Latinoamérica. Los medios colombianos se apresuraron a reproducir la imagen de nuestra revista. Certificaron así la progresión política de quien recibía tal espaldarazo de un medio de comunicación del prestigio y la trayectoria de Cambio16. La histórica cabecera recordada felizmente en aquellas latitudes gracias a la edición que dirigió el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez.
Cambio16 se convirtió en la publicación referente de prensa libre e independiente. Un espejo tan necesario hoy en la época de la manipulación informativa, la posverdad y las noticias fakes. Aquel político que iniciaba su carrera intentando que su mensaje calara en la opinión pública barrió a todos su oponentes de forma indiscutible en las urnas y se convirtió en el presidente de Colombia.
Independencia y veracidad
El nuevo presidente de Colombia recordó al editor de Cambio16 que su país necesita de una prensa libre e independiente. Un periodismo que asuma su papel de garante de la democracia y de los derechos ciudadanos.
Iván Duque asumió el poder con las manos libres de odios. Motivado por el servicio a su país, no por el ejercicio vanidoso del poder. Comprometido con el futuro y sin anclas en prejuicios del pasado. Con un talante de consenso y diálogo, muy pronto dejará atrás los sentimientos de fractura social.
Desarticulada la amenaza populista, Colombia se sacude el fantasma de la incertidumbre. Apuesta por la estabilidad institucional, la fortaleza y la transparencia democrática, la confianza y seguridad jurídica y, por ende, la reconciliación nacional. Estas son las herramientas para combatir una crisis económica y financiera que condiciona el desarrollo del país andino y caribeño. Una dualidad que enriquece la condición multicultural de una tierra asolada en los últimos años por el terror y el narcotráfico. A partir de ahora habrá reparación moral, material y económica por parte de sus victimarios.
Sin servidumbres
El nuevo presidente de Colombia ha protagonizado un meteórico ascenso político desde que hace cuatro años lanzara su proyecto. Dejó atrás así una brillante carrera profesional como economista que le llevó a trabajar en Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Fue entonces cuando se incorporó a las filas del Centro Democrático, el partido fundado por Álvaro Uribe.
El expresidente colombiano se fijó en la capacidad y proyección de Iván Duque, que arremetía contra el entonces presidente Juan Manuel Santos desde su escaño en el Senado. Considerado el heredero político de Uribe, su delfín ha sabido aprovechar el bagaje ideológico de su mentor. Ahora lidera el centro derecha sin ningún tipo de servidumbre política.
Sus compañeros y profesores del colegio Rochester de Bogotá le recuerdan desde muy pequeño como un líder nato a quien todos se referían como my president. Un sueño infantil que hoy es una realidad esperanzadora para el cambio.