Una realidad insostenible, pero ignorada, nos alcanza, y nos asomamos con vértigo al abismo de una evolución ultrarrápida de nuevas mentalidades, modelos y métricas
John Elkington, uno de los más aclamados defensores del capitalismo sostenible y regenerativo, afirma que la disrupción ya comenzó y nos empuja irremisiblemente hacia la circularidad. Los síntomas están a la vista: la guerra de Rusia en Ucrania, que ha evidenciado la debilidad de países como Alemania; la certeza de que China controla los minerales de tierras raras y otros recursos necesarios para impulsar la economía limpia; la desglobalización que tiende a la deslocalización amiga; la Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos, que perjudica a las empresas del sector verde en Europa, y la rápida evolución de las nuevas tecnologías.
Una realidad insostenible, pero ignorada, nos alcanza, y nos asomamos con vértigo al abismo de una evolución ultrarrápida de nuevas mentalidades, modelos y métricas. Estamos despertando como especie al hecho irrefutable de que el mundo no es como lo imaginábamos y temblamos ante la enorme factura que debemos pagar por todo lo que hemos destruido. Es posible que algunos países, ciertas economías y mercados o determinadas empresas reaccionen a tiempo.
Otros no. Y por duro que puede parecer, la selección natural se encargará de los rezagados. El futuro se nos viene encima y muchas de las personas que se reúnen en Davos tienen mucho que perder.
No es de extrañar oír a los directores ejecutivos de las empresas de combustibles fósiles preguntarse si están o no en el lado correcto de la historia. No lo están. Así lo ve John Elkington, el visionario de la sostenibilidad, experto en el ámbito de la empresa y los negocios, conocido por su trabajo en el desarrollo del emprendimiento social y sostenible.
Un reputado pensador que aborda algunos de los problemas más desafiantes del mundo, ayudando a los actores clave a pasar de la agenda de responsabilidad a la resiliencia y la regeneración. En 2021, ganó el Premio Mundial de Sostenibilidad John Elkington es una galardonada autoridad mundial en responsabilidad corporativa y capitalismo sostenible, autor de bestsellers y emprendedor en serie.
Fundador y principal impulsor de Volans, que trabaja con líderes globales para dar sentido al futuro emergente con el fin de liberar el potencial de su organización mediante una labor de asesoramiento estratégico.
Su liderazgo intelectual se plasma en las investigaciones de Volans, como el Proyecto Breakthrough, la Investigación sobre el Capitalismo del Mañana y el Observatorio de los Cisnes Verdes. En su faceta de emprendedor, ha ayudado a crear e incubar movimientos como el Equipo B, los Índices de Sostenibilidad Dow Jones, la Global Reporting Initiative y el B Lab UK, y fue miembro del Foro Económico Mundial entre 2002 y 2008.
Ha formado parte de más de 70 consejos y juntas consultivas. En 2008, The Evening Standard lo nombró entre las “1.000 personas más influyentes” de Londres, y lo describió como “un verdadero gurú de los negocios ecológicos” y como “un evangelista de la responsabilidad social y medioambiental de las empresas mucho antes de que estuviera de moda”.
En 2009, una encuesta de CSR International de los 100 principales líderes de RSE lo colocó en cuarto lugar: después de Al Gore, Barack Obama, la fallecida Anita Roddick de Body Shop, y Muhammad Yunus del Grameen Bank. Hasta la fecha, John Elkington ha impartido más de 1000 conferencias importantes en eventos internacionales. Desde importantes convocatorias como las cumbres del Foro Económico Mundial en Davos y Dalian, China, hasta sesiones en salas de juntas y charlas en universidades, escuelas de negocios y ayuntamientos.
John Elkington ha ganado numerosos premios y es autor o coautor de 20 libros. Su último libro es Green Swans: The Coming Boom in Regenerative Capitalism (Fast Company Press, 2020), donde utilizando estudios de casos, ejemplos del mundo real y perfiles sobre tecnologías emergentes, muestra cómo los “patitos feos” más extraños del mundo de hoy puede convertirse en los cisnes verdes que salvarán el mundo del mañana.
Las conferencias de John Elkington son muy interesantes para los líderes empresariales, tanto de corporaciones grandes como de las pequeñas, que quieran ayudar a sus empresas a sobrevivir al cambio que se avecina en las prioridades globales durante la próxima década y ampliar sus horizontes desde la responsabilidad, pasando por la resiliencia, hasta la regeneración.
Pese a la zozobra que genera un mundo incierto y cambiante, inmerso en la realidad líquida, usted se muestra ilusionado con la capacidad de cambio de la humanidad. Cambio climático, guerras, emergencias humanitarias, movimientos migratorios… ¿A qué se debe tanto entusiasmo?
Cuando tenía 14 años, hace 60, leí un libro de Thomas Kuhn titulado La estructura de las revoluciones científicas. Transformó mi forma de pensar sobre el cambio. Introdujo la idea de los cambios de paradigma. Para mí, el aspecto más sorprendente de su argumento era que, según él, esos cambios tardaban entre 60 y 80 años. Durante mucho tiempo parece que no pasa nada, pero luego el cambio se produce muy deprisa. La generación infectada por el viejo paradigma tiene que morir, y luego los que ellos enseñaron. Pero, entonces, nos encontramos ante lo que Hemingway llamaba un mundo “gradualmente, luego de repente”.
El paradigma científico impulsado por personas como James Lovelock y Rachel Carson lleva construyéndose desde 1960. Como resultado, espero más cambios en los próximos quince años que en los últimos cincuenta.
Estima que estamos saliendo de la denominada ola Greta Thunberg, caracterizada por el compromiso, la pasión y la ecoansiedad, para entrar en una fase de acción y optimismo. ¿Qué caracteriza esta nueva ola?
En muchos sentidos, Greta simboliza –y ha contribuido a catalizar– un compromiso mucho mayor por parte de los jóvenes. No creo que eso vaya a desaparecer; de hecho, necesitamos que se consolide en la próxima década. Pero esas energías pueden utilizarse para bien y para mal.
Necesitamos nuevas formas de liderazgo político, incluido el liderazgo de la comunidad empresarial, para convencer a las generaciones más jóvenes de que esto todavía es posible y de que estamos comprometidos a hacer que el cambio se produzca con la urgencia y a la escala necesarias.
El cambio de modelo económico hacia la circularidad está causando una gran disrupción. ¿Cuáles son los principales riesgos y oportunidades que presenta este cambio de paradigma?
La disrupción apena empieza. LEGO acaba de dar marcha atrás en la sustitución de sus ladrillos de plástico derivados del petróleo por ladrillos de plástico reciclado. Su razonamiento: los nuevos ladrillos tendrían una mayor huella de carbono. El rechazo de la ESG en Estados Unidos y el retroceso del Gobierno británico en su compromiso de cero emisiones son señales de que la transición está cada vez más politizada.
Así pues, debemos hacer política. El presidente Lula está demostrando cómo hacerlo en Brasil y Tony Albanese en Australia. Pero hay cinco factores clave que nos empujan hacia la circularidad:
- Uno es la guerra de Rusia en Ucrania, que está poniendo de relieve la vulnerabilidad de países como Alemania en materia de recursos,
- el segundo es la creciente conciencia de que China se ha hecho silenciosamente con el control de los minerales de tierras raras y otros recursos necesarios para impulsar la economía más limpia y ecológica que todo el mundo está decidiendo que quiere,
- en tercer lugar, están los procesos de desglobalización, que dan lugar a lo que se describe como “deslocalización amiga” o “deslocalización cercana”,
- en cuarto lugar, vemos iniciativas políticas como la Ley de Reducción de la Inflación del presidente Biden, que se impone al Pacto Verde de la Unión Europea y atrae a las empresas de la UE a invertir en la economía estadounidense en lugar de en la de la UE; y,
- en quinto lugar, está la evolución extraordinariamente rápida de una serie de nuevas tecnologías, entre ellas tecnologías en ámbitos como las energías renovables, las baterías, los vehículos eléctricos, la inteligencia artificial y la biología sintética. A quien no esté siguiendo de cerca esta nueva revolución industrial, le recomiendo encarecidamente el trabajo de RethinkX.
¿Capitalismo y sostenibilidad no son dos conceptos contrapuestos?
Con el capitalismo según el modelo de Milton Friedman, sí. Totalmente incompatible. Pero nuevos tipos de economía están empezando a ser pioneros en otras formas de pensamiento económico y de capitalismo. Pavan Sukhdev, Mariana Mazzucato y Kate Raworth, entre otros, están contribuyendo a impulsar un nuevo paradigma en economía que debió haberse producido hace tiempo.
A medida que la economía se adapte para operar dentro del tipo de límites planetarios señalados por Johan Rockström y otros, el capitalismo verá su propia versión de la época cámbrica, con una evolución ultrarrápida de nuevas mentalidades, modelos y métricas.
“Hemos degenerado el mundo hasta tal punto que no nos queda más remedio que regenerarlo si queremos evitar que nuestra civilización se derrumbe. Así de sencillo. Es importante subrayar que cuando hablamos de regeneración no nos referimos únicamente a la restauración y regeneración biológica, ecológica y medioambiental. Nos referimos a lo que en 1994 denominé la triple cuenta de resultados: regeneración económica, regeneración social, regeneración medioambiental y, entre todas ellas, regeneración política. Necesitamos nuevas formas de ciencia para informar y guiar todo este trabajo”.
Más allá de la semántica o la economía, propugna un nuevo capitalismo basado en la regeneración. ¿En qué se diferencia de la concepción clásica del capitalismo?
La economía clásica es extractiva y, por tanto, degenerativa. Considera que los recursos naturales, ya sean materias primas potenciales o sumideros de contaminación y residuos, son gratuitos. Falta mucho para que la mayor parte del mundo alcance el punto cero neto, por no hablar de la circularidad de los recursos clave.
Y un camino aún más largo antes de llegar a algo parecido al capitalismo regenerativo. Pero se ven bolsas de futuro en las que ya está ocurriendo y, con la ambición política y la voluntad adecuadas, esas bolsas pueden expandirse hasta convertirse en la nueva realidad del mercado.
Ha dado por finiquitada la responsabilidad social empresarial (RSE). ¿Cómo debe entenderse hoy la responsabilidad corporativa de las organizaciones? ¿Deben convertirse en activistas climáticos?
Eso no es exactamente cierto. En mi opinión, la RSE y la ESG son trampolines útiles, e incluso importantes, hacia la verdadera sostenibilidad. Y celebro el nombramiento de tantos directores de sostenibilidad en todo el mundo. Pero lo veo como un papel transitorio, aunque Mattel produzca ahora muñecas diseñadas para celebrar a las mujeres que se convierten en OSC (Organizaciones de la Sociedad Civil), ingenieras de energías renovables, conservacionistas de la vida salvaje y activistas. ¿Y en cuanto a que las OSC se conviertan en activistas? Si no lo son, no deberían desempeñar ese papel.
La transición hacia la sostenibilidad debe basarse en la resiliencia. ¿Cómo debe abordarse? ¿Es prioritario adaptarnos al cambio climático y sus consecuencias?
Resiliencia es una palabra que se oye mucho más a menudo estos días. Y eso se debe a que nuestras economías, nuestras sociedades y nuestro entorno natural se tambalean, todos muestran signos de tensiones y presiones intensas. Esto es inevitable, porque un orden mundial geopolítico y macroeconómico que hemos dado cada vez más por sentado desde la Segunda Guerra Mundial está empezando a descomponerse, y lo más probable es que esto se acelere.
Uno de los economistas más interesantes del siglo pasado fue Hyman Minsky, en honor a cuya obra se habla de los “Momentos Minsky”. Son momentos en los que una realidad insostenible, pero ignorada, nos alcanza –como vimos en la crisis financiera de 2007-2009–.
El problema básico es que, con demasiada frecuencia, los seres humanos aceptamos una realidad actual como dada y la damos por sentada, por lo que asumimos riesgos cada vez mayores. Esta es la esencia de los auges y las crisis. Ahora estamos viendo exactamente la misma dinámica en áreas como el clima y las emergencias de biodiversidad.
Frente a la resiliencia, ¿cuáles son los pilares que sostienen la economía regenerativa?
Los elementos cruciales incluyen la sensación de que en la época del Antropoceno nuestras acciones tienen un impacto global, una comprensión cada vez mayor de la realidad y la importancia crítica de los límites planetarios, escalas de tiempo mucho más amplias (y cada vez más intergeneracionales) para la acción y la inversión, y el amor a la vida. En este último punto, la emergente ciencia de la biomímesis pone de relieve cómo la vida crea las condiciones para que haya más vida.
Debemos hacer lo mismo, pero valorando mucho más las formas de vida que no forman parte directamente de nuestras economías. Resulta chocante que sólo alrededor del 4% de la biomasa total de mamíferos del mundo sea silvestre.
En su libro Green Swans: The Coming Boom in Regenerative Capitalism apunta determinados problemas perversos que lastran el capitalismo regenerativo. ¿Quién se empeña en que sigamos siendo patitos feos en lugar de cisnes verdes o se trata simplemente de la confusa oscuridad que precede al amanecer?
La regeneración no es de sentido común para el capitalismo actual ni para los capitalistas. Sólo se logrará cuando las sociedades decidan que es algo absolutamente necesario y obliguen a los mercados y a las empresas a adaptarse. Mi libro más reciente –Green Swans: The Coming Boom in Regenerative Capitalism– esboza cómo puede ocurrir.
¿Por qué cree que la regeneración es un concepto fundamentalmente político?
Hemos degenerado el mundo hasta tal punto que no nos queda más remedio que regenerarlo si no queremos que nuestra civilización se derrumbe. Es así de sencillo. Pero es importante subrayar que cuando hablamos de regeneración no nos referimos únicamente a la restauración y regeneración biológica, ecológica y medioambiental. Nos referimos a la regeneración de lo que en 1994 denominé la triple cuenta de resultados. Es decir, regeneración económica, regeneración social, regeneración medioambiental y, entre todas ellas, regeneración política.
Y está muy claro que necesitamos nuevas formas de ciencia para informar y guiar todo este trabajo. ¡Qué tiempos tan apasionantes!
¿Existe un sesgo ideológico en el cambio climático?
No estoy seguro de lo que esto significa o implica, pero existe de forma diferente un sesgo ideológico en la forma en que la gente responde a los riesgos del cambio climático. Algunas personas piensan que se puede elegir creer en la ciencia o no.
La incómoda realidad es que al sistema planetario no le importa lo que pensemos. Si metemos la pata, nos extinguimos. Eso ocurrió con los neandertales y seguramente ocurrirá en algún momento con nuestra propia especie.
¿Es posible un Great Reset como propone el World Economic Forum?
Todo es posible si decidimos actuar a tiempo y en orden. Pero, tras haber pasado siete años en el Foro Económico Mundial, no creo que el cambio sistémico necesario vaya a originarse allí. Muchas de las personas que se reúnen en Davos tienen mucho que perder a medida que aumentan los trastornos.
Por muy inteligentes que sean, muchos se encontrarán con que poseen activos bloqueados. No es de extrañar oír a los directores ejecutivos de las empresas de combustibles fósiles preguntarse si están o no en el lado correcto de la historia. No lo están.
La transformación social que usted propugna implica un proceso que al principio no muestra grandes cambios, pero que puede terminar con movimientos muy bruscos. ¿Estamos entrando en el final de un ciclo?
La respuesta es sí. En la “madre de todos los momentos Minsky”, estamos despertando como especie al hecho de que el mundo no es como lo imaginábamos. La factura de toda nuestra destrucción hasta la fecha está en proceso de ser entregada. Algunos países, algunas economías, algunos mercados, algunas ciudades y zonas urbanas y algunas empresas reaccionarán a tiempo. Otros no. La selección natural se encargará de los rezagados, aunque suene duro.
Pero, por mucho que algunos de nosotros consigamos cambiar, las consecuencias de nuestra incapacidad para lograr una acción colectiva eficaz las pagaremos todos. Ya hay advertencias de que el aumento de la inmigración forzosa desde África y otros lugares podría corroer la UE.
Para hacerse una idea de cómo será ese futuro, lea lo último en ciencia ficción. Libros como The Ministry for the Future, de Kim Stanley Robinson, o The Water Knife, de Paolo Bacigalupi. El futuro se nos viene encima con más fuerza y rapidez de lo que la mayoría de nosotros puede imaginar.
Asegura que cada vez que una ola ha llegado a un pico, se producen acontecimientos que rompen la curva como, por ejemplo, el crac financiero de 2008. Ahora tenemos la guerra de Rusia en Ucrania. ¿Cómo se puede interpretar el optimismo radical que usted defiende en este contexto?
Nos encontramos en un gran ciclo, el tipo de dinámica que exploraron economistas como Nikolai Kondratiev y Joseph Schumpeter. Las consecuencias económicas, sociales y políticas del final de tales ciclos son siempre profundas. Casi siempre asistimos a una gran guerra. ¿Es la guerra de Rusia contra Ucrania esa guerra? Todavía no.
Yo la veo más bien como el equivalente de la Guerra Civil española antes de la Segunda Guerra Mundial. Eso no significa que vayamos a repetir la Segunda Guerra Mundial, pero sí que nuestro futuro estará marcado por tipos de conflicto que nos resultan tan inimaginables como lo fueron la Primera y la Segunda Guerra Mundial para quienes vivieron en aquella época.
Los mercados financieros han tardado en despertar, pero estamos viendo un auge en áreas como la inversión ESG, la inversión de impacto y los bonos verdes. Ecuador acaba de sellar un canje récord de deuda por naturaleza con bono para las Galápagos. ¿Es una solución de futuro o supone la cesión de soberanía por parte de un Estado?
La ESG está siendo cada vez más atacada, pero sigue siendo un trampolín útil. Su crecimiento subraya el hecho de que existe una demanda creciente de tipos de inversión que no degeneren el mundo, aunque hasta la fecha no veamos niveles similares de demanda de inversión regenerativa. Los canjes de deuda por naturaleza y los bonos verdes y azules, si se hacen bien, forman parte del cambio de paradigma financiero, pero las sumas invertidas hasta la fecha son más bien errores de redondeo en el conjunto de la economía mundial.
La transición debe ser justa y no dejar a nadie atrás. ¿Hay que exigir a los países pobres o en desarrollo lo mismo que a los ricos? ¿Quién debe financiar la sostenibilidad?
¿Cómo financiamos las guerras? ¿Cómo financiamos los grandes proyectos de infraestructuras? Tomando prestado del futuro para crear realidades y activos que puedan beneficiar tanto al presente como al futuro. Tenemos que hacer lo mismo con la sostenibilidad. Los países pobres y en desarrollo no deberían tener que pagar tanto como los países que causaron estos problemas en primer lugar. Pero, del mismo modo, no deberían esperar que les llueva el dinero y la tecnología si no garantizan que sus sistemas políticos estén tan libres de sobornos y corrupción como sea humanamente posible. Si vamos a gastar semejantes cantidades de dinero, hay que hacerlo lo mejor posible.