Donald Trump, Vladímir Putin, Boris Johnson, Jair Bolsonaro y Rupert Murdoch, entre unos cuantos más, son reconocidos negacionistas del cambio climático. Una corriente detrás de la cual hay poderosos intereses económicos, estratégicos y políticos. Sorprende que un ganador del Premio Nobel de Física coincida con personajes que no gozan de la simpatía masiva y prefiera ir a contracorriente, ser «políticamente incorrecto».
John Clauser forma parte del 3% de la comunidad científica que no respalda la teoría del calentamiento global causado por los gases de efecto invernadero que emiten los combustibles que se obtienen del petróleo y del gas. Tiene 80 años de edad y es un hombre rebosante de entusiasmo y energía. Famoso desde la década de los años setenta por sus innovadores experimentos con partículas de luz, defendió «ideas equivocadas» en el ámbito científico. Perseveró. En 2022 recibió -con sus compañeros de investigaciones Alain Aspect y Anton Zeilinger- el Premio Nobel de Física por sus experimentaciones con fotones entrelazados. Sus ámbitos científicos fueron disruptivos desde muy temprano en el campo académico y en sus conversaciones con colegas sobre física cuántica y filosofía.
En 1972 realizó la prueba experimental de la predicción del Teorema de CHSH-Bell; la primera observación del entrelazamiento cuántico y la primera observación experimental de una violación de la desigualdad de Bell. Sí, la terminología asusta, pero digamos que su gran logro fue demostrar experimentalmente que los fotones pueden comportarse como partículas localizadas y no como breves pulsos de radiación electromagnética. Hasta ahí.
Fue la línea de trabajo. Ha sido un investigador perseverante y también un creador. En 1998 inventó y patentó el uso de la interferometría Talbot-Lau para «imágenes de rayos X interferométricas de resolución ultra alta». Una invención que permite obtener imágenes médicas de tejidos blandos con contraste de fases de rayos X. Mamografías. Sin embargo nunca ha sido tan citado en la prensa, en las publicaciones científicas y en las redes sociales, entre insultos aplausos, como después del discurso que pronunció en junio pasado en Seúl, en el foro internacional Quantum Korea 2023.
Clauser no mostró un repositorio de investigaciones, teorías, debates, cuadros estadísticos que sustentara lo que iba a decir, simplemente dijo:
«No existe una crisis climática real ni el cambio climático causa eventos climáticos extremos».
Su afirmación, palabra por palabra, se viralizó de todos los modos y en todos los medios. Si un premio Nobel dice algo tan desproporcionado contra lo que se repite como verdad, es mucho más escandaloso en estos tiempos que la «teoría» de Colón, en los suyos, de que la Tierra era redonda y no plana como creía el público municipal y espeso, aunque Pitágoras lo había demostrado matemáticamente casi quinientos años antes de que Cristo viniera al mundo.
Los partidarios de uno y otro bando siguen trabados en un debate que nadie conocerá su final. Se sabrá, quizás, décadas después del año 2100. Unos exaltan a Clauser como el salvador de la humanidad o otros lo denigran y lo hacen responsable del fin de la civilización. Sin haber terminado de articular la última consonante de su discurso, fue sometido a una ardua y rigurosa auditoría.
Desde sus cuentas bancarias hasta sus participaciones en actividades sociales y ciudadanas fueron revisadas dígito a dígito. Lo primero que presentaron como sospechoso fue su reciente incorporación a la directiva de la Coalición CO2. Una organización no gubernamental de Estados Unidos que sostiene que el dióxido de carbono, el CO2, es beneficioso para la sociedad. Y lo ha sido en efecto, lo que se cuestiona es su sobreacumulación en la atmósfera debido a la quema de combustibles fósiles. Sin CO2 no hay plantas, ni tejidos, ni piedras, ni nada
En todas las plataformas y los medios más disímiles aparecieron los registros públicos que mostraban que Coalición C02 recibió donaciones de la Fundación Charles Koch, que maneja empresario multimillonario de la empresa petrolera que lleva ese nombre. También las recibió la Universidad de Yale, la de Harvard y el Consejo Nacional de Educación de Estados Unidos y otras 200 organizaciones que reciben fondos para llevar a cabo más de 350 programas de la más diversa índole. Ese financiamiento no descalifica a las instituciones, mucho menos a un miembro de una directiva recién posesionado.
Premio Nobel de Física, no de calentamiento global
John Francis Clauser es físico –teórico y experimental–, doctor en Filosofía, inventor y un apasionado participante de regatas y otros deporte marinos. El difunto Edwin Jaynes, distinguido físico, calificó el trabajo de Clauser como «uno de los logros intelectuales más increíbles en la historia de la ciencia». Como científico e investigador, y desde muy joven, no se amilana en opinar contra la corriente dominante y seguir su propio razonamiento. Sobre el clima, el electromagnetismo o lo que fuere. Su bien ganado prestigio profesional se vincula con su rigurosidad científico y su libre albedrío, no con estrategias publicitarias de agencias de publicidad, de imagen pública.
Recientemente, Clauser reafirmó su posición sobre el cambio climático en una rueda de prensa que organizó la coalición Depósito de Fe. Los participantes denunciaron el cambio climático como un engaño perpetrado por una “cábala global” que incluye a Naciones Unidas, el Foro Económico Mundial y a líderes de la Iglesia Católica. Apenas asistió una decena de personas, pero Clauser era el invitado estrella y estallaron los fuegos artificiales en todas las plataformas mediáticas.
El planteamiento del doctor Clauser
A pesar de su poca relación con la climatología, no más allá de revisar las condiciones del tiempo para izar velas, Clauser no ha sido ajeno al debate sobre el calentamiento global. Al contrario, ha criticado fuertemente lo que denomina «pseudociencia climática». En 2021, cuestionó que se le entregara el Premio Nobel al desarrollo de «modelos informáticos que predicen las consecuencias del calentamiento global». Manifestó que esos modelos subestiman la influencia en la temperatura de la Tierra de las nubes, que las considera el principal determinante y no las emisiones de dióxido de carbono provenientes de la quema de combustibles fósiles.
«Existe un problema muy real al ofrecer un nivel de vida decente a la mayoría de la población mundial y una crisis energética asociada. Esta última la están agravando con lo que, en mi opinión, es una teoría climática incorrecta», declaró después de que el Fondo Monetario Internacional le canceló a Clauser la conferencia sobre modelos climáticos Hablemos: ¿Cuánto podemos confiar en las predicciones climáticas del IPCC? -el IPCC es el grupo intergubernamental de expertos sobre cambio climático de la ONU-. Clauser considera que la narrativa popular sobre el cambio climático refleja una peligrosa corrupción de la ciencia que amenaza la economía mundial y el bienestar de miles de millones de personas. «Es una pseudociencia de gran impacto periodístico», subraya.
Los tres puntos que desarman la crisis climática
Como físico, teórico e investigador, Clauser le da mucha importancia a la ciencia basada en experimentos sólidos y observaciones precisas que desestiman teorías puramente especulativas. La buena ciencia. «En el ámbito de la investigación climática prevalece la pseudociencia, la mala ciencia y la desinformación con motivaciones oportunistas. La pseudociencia es esencialmente ciencia-ficción. Debe preocuparnos la incapacidad de las computadoras, de la inteligencia artificial y de los humanos verificadores de datos para distinguir entre la realidad y la ficción. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático es una de las fuentes más perjudiciales de desinformación», argumentó.
Clauser fundamenta su posición negacionista en tres puntos y una conclusión:
- Exageración de los efectos de la subida de la temperatura: Los científicos climáticos exageran los efectos de la subida de la temperatura. No hay una crisis climática real ni el cambio climático causa de los fenómenos climáticos extremos
- Desinformación y corrupción de la ciencia: Afirma que el mundo está lleno de desinformación y que la narrativa popular sobre el cambio climático refleja una peligrosa corrupción de la ciencia que amenaza la economía mundial y el bienestar de miles de millones de personas.
- Beneficios del dióxido de carbono: Es miembro de la junta directiva de la Coalición CO2, una organización que sostiene que las emisiones de dióxido de carbono son beneficiosas para la vida en la Tierra.
Conclusión:
Por mucho que pueda molestar a mucha gente, mi mensaje es que el planeta no está en peligro. Me considero un negacionista del clima. Me han dicho que eso no es políticamente correcto. Así que supongo que soy una persona que utiliza la palabra D para la crisis climática.
Sin temor a la polémica
A los científicos del clima les preocupa que Clauser, Premio Nobel 2022, niege el calentamiento global preocupa. Advierten que está utilizando su influencia para desinformar sobre una emergencia planetaria real. Clauser, por su parte, admite que la buena ciencia puede llevar a áreas políticamente incorrectas. ”Si eres un buen científico, los seguirás en tu búsqueda, aunque no refleje objetivos políticos, comerciales o deseos de los líderes o de los colegas. También la comunidad científica puede verse afectada por la pseudociencia. Es lo que está sucediendo en el ámbito del clima, en donde “estamos totalmente inundados de pseudociencia», explicó.
«Los científicos hemos actuado como árbitros para la revisión por pares de artículos de revistas científicas. Y hemos revisado entre pares el trabajo de cada uno para evitar la proliferación de información científica errónea. Ese proceso parece haberse roto. Muchos procesos clave se exageran y malinterpretan 200 veces, y se siguen repitiendo. Yo puedo decir con confianza que no existe una crisis climática real y que el cambio climático no causa eventos climáticos extremos», reitera.
La fría acogida y el rechazo de su planteamiento por la comunidad científica no lo amilanan. «El escepticismo es una parte clave del proceso científico. En la década de los años setenta había un consenso abrumador en que no tenía sentido alguno lo que yo estaba haciendo. Fueron necesarios 50 años para que mi trabajo ganara el Premio Nobel. Ese es el tiempo que tardan las opiniones en cambiar”, subrayó.
Descalificado por sus pares
En 2023 las descalificaciones se han expandido más. Aunque parten de la comunidad científica interesa a la mass media en general. Michael Mann, científico climático de la Universidad de Pensilvania, rechazó el argumento de Clauser y lo calificó como «pura basura» y «pseudociencia». «La mejor evidencia disponible muestra que las nubes tienen un efecto neto de calentamiento, por tanto es un «error de signo» en Física el planteamiento de Clauser», añadió.
Andrew Dessler, profesor de ciencias atmosféricas de la Universidad Texas A&M, coincidió con Mann: «Las nubes amplifican el calentamiento». También criticó a Clauser por ignorar el consenso científico sobre el cambio climático. “La comunidad científica ha pasado el último siglo estudiando el cambio climático. Prácticamente todo lo que está sucediendo ha sido predicho”, asentó.
Anton Zeilinger, físico austríaco y ganador del Premio Nobel junto a Clauser, expresó su respeto por el rigor científico de Clauser, pero señaló que su colega no es un experto en ciencia climática.
Fernando Valladares, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el cual dirige el grupo de Ecología y Cambio Global, no le contestó directamente a Clauser. Pero, claramente, lo engloba en el “pequeñísimo porcentaje de científicos que realmente no son disidentes ni negacionistas, sino lo que hacen es analizar los mecanismos, los modelos y los detalles conceptuales”.
Valladares dice que son los que consideran importantes las incertidumbres numéricas y matemáticas de los modelos. “No cuestionan el cambio climático ni el origen humano del calentamiento, lo que hacen es entrar en la tripas de los modelos y de las predicciones y dicen: ‘Este factor tiene mucha incertidumbre’ o ‘este ajuste matemático hay que revisarlo’ o ‘no tenemos suficiente base empírica para decir que esto se da con esa tendencia o esta otra’. Esos matices son los que ayudan a la ciencia a avanzar mediante la autocrítica”, afirma.
Enemigo público y culpable hasta demostrar su inocencia
Los ‘expertos’ han señalado que la verificación de datos es la respuesta «más tangible» del periodismo ante un fenómeno que se extiende y preocupa: los «fake news», que son las noticias intencionadamente falsas, no por un error ni un detalle mal entendido. Sin embargo, el terror a ese tipo de falsedad con propósitos ocultos ha perpetrados más daños al periodismo que a la propia verdad, que siempre prevalece. El periodismo de investigación ha sido suplantado por el «periodismo de verificación en una cruzada contra los «fakes».
Proporcionalmente, son más los periodistas dedicados a «verificar» que a construir contenidos útiles para sus audiencias. Hay expertos verificadores y herramientas muy avanzadas para «verificar» que utilizan varios tipos de inteligencia artificial. Además, hay páginas web y hasta secciones de agencias de noticias que se dedican a buscar fakes con la misma vitalidad con la que los gramáticos persiguen gazapos.
Verificación no verificada
Cuando el John Clauser dijo su posición sobre el cambio climático en Quantum Korea 2023, la agencia Efe no fue a buscar los pares de Clauser para que lo desmintieran, lo corrigieran o le emendaran su declaración sobre «la no existencia» del cambio climático. Tampoco le dio el beneficio de la duda a un científico respetado y reconocido, sino que lo trató con la petulancia de quien se cree dueño de la verdad. Lo trataron peor que al cantante Miguel Bossé cuando opinó sobre la vacuna de la COVID-19.
Al primer cagatintas que apareció en la redacción le asignaron la tarea de desmentir al premio Nobel John Clauser. Todavía se puede encontrar en Internet la nota en la que Efeverifica sentencia: «ES FALSO QUE NO EXISTA UNA «CRISIS CLIMÁTICA REAL», COMO ASEGURA EL NOBEL JOHN CLAUSER (las mayúsculas son de Efe). La entradilla de la nota es un ejemplo de periodismo malintencionado y sesgado:
En los últimos años se han registrado rápidos cambios del clima sin precedentes que son generalizados y se están intensificando, por lo que la comunidad científica habla ya de emergencia climática.
Con la locución «comunidad científica» se pretende de manera intencional dar a entender que todos los científicos aceptan que existe una emergencia climática, que Efeverifica sustenta con los gráficos de modelos que son precisamente lo que cuestiona el 60% de los científicos, que si bien aceptan que hay cambios apreciables en la temperatura del planeta se requieren más investigaciones, más recursos y más instrumentos tecnológicos.
La propia NASA ha admitido carece de las herramientas para examinar con rigor las alteraciones climáticas, aunque los suyos son los más avanzados. Expresa con todas sus letras «que el consenso científico concluye que estamos experimentando un rápido calentamiento sin precedentes debido a las actividades humanas«. Y es falso de toda falsedad. No hay unanimidad que es lo que significa consenso.
En Efeverde y en su Efeverifica se ha impuesto la verdad de la «emergencia climática», pero todavía se puede responder eppur si muove., sin importar la equis roja sobre el rostros de Clauser.
Los negacionistas tratados como herejes
Desde hace más de 150 años la ciencia estudia el clima. En general, la comunidad científica acepta que el cambio climático es un fenómeno real y que los seres humanos son una de las causas. Ganadores del Premio Nobel, como Syukuro Manabe, Klaus Hasselmann, Giorgio Parisi y William Nordhau han contribuido significativamente a la comprensión del cambio climático y a abordar este desafío global antes de que derive en una tragedia universal.
Sin embargo, existen personalidades y grupos que lo niegan. Incluso, recientes estudios muestran un reimpulso entre los escépticos del cambio climático. Los negacionistas argumentan que el calentamiento global es un proceso natural, que no todos los científicos confirman su existencia y que un aumento de un par de grados no es significativo.
Hay investigaciones que han encontrado huellas de la industria energética fósil y de grupos de presión política en la corriente negacionista. Por intereses pecuniarios y por codicia han sembrado dudas sobre el cambio climático. Las cinco compañías petroleras y de gas más grandes del mundo gastan más de 200 millones de dólares al año en lobbies que retrasan o impiden políticas climáticas. Han obstaculizado las políticas orientadas a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero
Científicos negacionistas
Los negacionistas son una corriente minoritaria en el mundo científico, pero existen. William Happer, profesor emérito de física en la Universidad de Princeton, declaró que el calentamiento global es beneficioso para la humanidad. Durante la presidencia de Donald Trump, Happer ocupó el cargo de director sénior del Consejo de Seguridad Nacional y supervisó una iniciativa para revisar el análisis de la ciencia climática del gobierno federal.
Richard Lindzen, físico retirado del MIT, cuestiona el «alarmismo climático». Steven E. Koonin, un físico que fue subsecretario de ciencia del Departamento de Energía en la presidencia de Barack Obama, escribió el best-seller Unsettled: What Climate Science Tells Us, What It Doesn’t, and Why It Matters» (Incertidumbre: lo que la ciencia del clima nos dice, lo que no nos dice y por qué importa).
Minoría cuestionada: «por un puñado de dólares»
Nadir Jeevanjee, físico investigador de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, dijo que existe una vena escéptica en la comunidad física con respecto a la ciencia del clima. Dijo que si bien la ciencia del clima se basa en la física, no todos los físicos son expertos en ese campo. «Sin embargo, esto no ha impedido que algunos prominentes físicos se presenten como expertos y siembren dudas», disparó.
En la corrupción de los científicos a la que se ha referido Clauser, hay sospechas bien fundadas de que algunos negacionistas han recibido financiamiento de empresas de combustibles fósiles. Wei-Hock “Willie” Soon, un astrofísico que sostiene que las variaciones en la energía del Sol han causado la mayor parte del calentamiento global, aceptó más de 1,2 millones de dólares de la industria de los combustibles fósiles entre 2005 y 2015. Sin embargo, nunca admitió en sus artículos científicos la existencia de un conflicto de intereses .
Clauser, un científico al que no quieren escuchar
Clauser aclara que no recibe compensación económica de la industria de los combustibles fósiles ni de nadie. No lo necesita, es dueño de lo que opina. Recibe honorarios por dar charlas, vive de sus ahorros y de sus fondo de retiro. Asume el costo de su posición científica sobre el cambio climático y su incorporación a la Coalición CO2. Cada vez enfrenta más dificultades para encontrar audiencia, como lo demuestra la cancelación repentina de la conferencia en el Fondo Monetario Internacional. Tampoco su mensaje goza de amplia difusión en los medios. Sus apoyos se circunscriben a admiradores y científicos del clima.
“En la historia de la ciencia hay casos en que la mayoría ha estado completamente equivocada. No tengo idea de si ese es el caso ahora, pero la ciencia debe estar abierta al debate”.
Anton Zeilinger, Premio Nobel de física 2022
El debate no termina. Pareciera que cada día se inflama más, pero empieza a aparecer un consenso en que el clima se calienta y el dióxido de carbono contribuye en un 40%, pero no totalmente. Las otras causas del calentamiento son desconocidas, difíciles de detectar e imposibles de medir. Mientras, a todos los científicos se les olvida que los principales emisores de dióxido de carbono –la India, China y Rusia– son indiferentes a la crisis climática. Salvo cuando lo denuncian como un complot occidental para impedir su desarrollo económico.
Los rusos están encantados con el calentamiento. Se ampliará su zona de cultivo de cereales y su flota tendrá acceso al océano Ártico. A China el deshielo del Ártico les dará una ventaja comercial y estratégica. Habrá tiempo, pero no vida, para ver el fin del debate.