Por: Paz Mata
Hace nueve años anunció a bombo y platillo que abandonaba la actuación para dedicarse a la música rap, obviamente fue un guiño con el que el siempre original actor quiso sorprender a sus fans. “Fue una broma”, dice hoy con tono de frustración. “Se trató de un trabajo experimental,” añade refiriéndose a I’m still here, un ficticio documental al que le puso tal pasión que todo el mundo acabó por creérselo
Pero ahí sigue, sorprendiéndonos con sus apariciones y desapariciones y cabreándose cuando la gente le sigue preguntando por qué lo hizo. Lo cierto es que cuando decide actuar deja una huella imborrable. Joaquin Phoenix es uno de los actores menos convencionales de Hollywood, un hombre de una intensidad que abruma y una personalidad volátil, que a veces se presenta encantadora, tierna y honesta, y otras intimidante y lejana.
Por eso borda papeles como el del traumatizado veterano de la Segunda Guerra Mundial, que cae en manos de un carismático predicador de una secta, en el drama de Paul Thomas Anderson –The Master–, por el que ganó un Globo de Oro y estuvo nominado al Oscar al mejor actor. Igualmente convincente estuvo en Her, dando vida a un tipo tímido y sensible capaz de enamorarse de un robot y acertado en la comedia psicodélica, con toque de film noir –Puro Vicio–, con la que volvió a ponerse en manos de Paul Thomas Anderson.
La brillantez que el actor demuestra delante de la cámara es incomparable, pero su vida privada es mucho menos glamurosa. De pasar su infancia viviendo dentro de una secta a ver morir a su hermano mayor (River Phoenix) de una sobredosis de droga, su experiencia vital podría ser la trama de una de sus más celebradas películas. En sus últimos trabajos –Don’t worry he won’t get far on foot, Mary Magdalene, o Los hermanos Sisters–, Phoenix deja claro que es de los actores más versátiles del panorama cinematográfico.
De interpretar a un parapléjico en la primera, pasa a dar vida a Jesucristo en la segunda, para acabar en un western de toque revisionista. Los hermanos Sisters, que se estrena ahora en España, es la adaptación de la novela de Patrick deWitt, dirigida por Jacques Audiard, en la que Phoenix interpreta a Charlie Sisters, el menor de dos hermanos, notorios asesinos, que en el año 1850 atraviesan el desierto de Oregón hasta San Francisco para dar caza a un célebre buscador de oro. Pero a decir del tráiler de la esperada Joker, que tuvimos ocasión de visionar en el pasado CinemaCon de Las Vegas, lo mejor de Phoenix está todavía por verse. El film, dirigido por Todd Phillips, cuenta la historia de un hombre que desciende a los infiernos de la locura después de haber sufrido múltiples humillaciones en las calles y escenarios del Gotham City. Acaba de nacer el personaje que le dará la réplica a Batman, un personaje del cómic cuya quinta reencarnación en el cine correrá a cargo de Joaquin Phoenix quien, por lo que pudimos ver, se encargará de ponernos los pelos de punta. En nuestra cita en Los Ángeles, el actor se mostró hermético sobre su encuentro con el famoso “payaso del crimen”.
¿Cuál es su relación con ese personaje del cómic?
Ninguna. Nunca leí esos cómics.
¿Pero ahora empieza a meterse en su piel, me refiero al Joker?
No sé de qué me habla (ríe). Por ahora no estoy metiéndome en la piel de nadie. Si lo hago se lo haré saber (ríe). Bueno, ahora en serio, estamos a punto de comenzar el rodaje y estoy en plena preparación. Nunca hablo de mi personaje en esta fase del trabajo. Ya habrá tiempo para ello cuando se estrene.
Háblenos entonces de Los hermanos Sisters, ¿qué le intrigó de esa historia?
Muchas cosas. La primera fue el libro que me envió John C. O’Reilly. La relación entre estos dos hermanos en un paisaje tan inesperado me pareció fantástica y muy dinámica. Para rematar, fue mi conversación telefónica con Jacques Audiard, bueno debo decir que la tuve con su traductor, pero él estaba presente, la que puso la guinda al pastel. Jacques es un tipo extraordinario, sentí que tenía que trabajar con él, que tenía que estar a su lado. No me pregunte por qué (ríe). A veces es difícil determinar qué es lo que te inspira a tomar ciertas decisiones. Con frecuencia es enfrentarte a lo desconocido lo que te motiva. Además, eso de ser hermano de John C. O’Reilly es todo un puntazo.
La química entre ustedes es patente, y la forma en que se comunican es como si tratara de un baile. ¿Cómo fue confraternizar con John C. O’Reilly?
Obviamente esa relación es una parte integral de la película. Estos hermanos lo hacen todo juntos, no se separan nunca. A nosotros nos ocurrió lo mismo, entre otras cosas porque durante muchas semanas éramos los únicos yanquis del equipo, rodando en un país extranjero, con un director extranjero y rodeados de técnicos de otros países. Nuestra situación era un reflejo de la que viven estos hermanos al inicio de su aventura a la caza del buscador de oro. Por eso, en virtud del entorno en que nos encontramos, terminamos siendo inseparables.
John me contaba que usted tiene su propio método de hacer las cosas. Si se le pide hacer algo de una forma en particular, usted termina haciendo lo contrario. ¿Es cierto?
Ah, pues no tenía la menor idea de que tuviera un método de trabajo. Tal vez le dije eso a John para joderle (ríe). Lo cierto es que nunca sé de antemano cómo voy a enfocar un trabajo. Estoy abierto a todas las posibilidades mientras estamos rodando.
Tengo entendido que rodaron en Rumanía, imagino que en un ámbito mucho más rural que el que pueden encontrar en Estados Unidos. ¿Qué destacaría de esa experiencia?
Fue extraordinaria. Rumanía es un país maravilloso, encima tuve la suerte de que mi amigo, el director de cine Cristian Mungiu, estaba allí y vino a visitarnos al rodaje y en los días libres fue nuestro guía turístico. Pero para mí Rumanía fue el lugar donde construimos los platós donde se rodaron las escenas de San Francisco, no recuerdo haber trabajado en un plató tan grande e impresionante. John y yo vivíamos en una de esas edificaciones y al acabar de rodar nos íbamos a casa, cocinábamos pasta y hacíamos una vida muy hogareña (ríe).
¿Con madre incluida?
No, nosotros solos (ríe).
¿Ha tenido su madre un papel tan prominente en su vida como el de la madre de los Sisters?
Sí, supongo que todos los hijos dicen lo mismo de sus madres, pero la mía es una mujer única, extraordinariamente fuerte de carácter y con mucha energía. Sin duda ha tenido y sigue teniendo un papel muy importante en mi vida. Seguimos muy unidos, aunque cada uno tenemos nuestra vida. Nada que ver con los hermanos Sisters a los que llamamos “niños soldados” porque da la impresión de que siguen atrapados en la infancia, una infancia en la que conocieron la violencia de primera mano y de hecho no conocen otro modo de vida. Su modus operandi es viajar por el país matando por dinero.
Volviendo al rodaje, muchas de las escenas se filmaron en España. ¿Qué recuerdos tiene de esos días?
El rodaje en España fue muy movido, empezamos en el desierto de Almería donde estuvimos un par de semanas y luego nos dirigimos al norte de España, acabamos en Pamplona. El paisaje del norte de España es de los más bonitos que he visto en mi vida, no recuerdo el nombre de la población en la que nos quedamos, pero era en la zona de los Pirineos, cerca de la frontera con Francia. Hicimos mucho senderismo. Casi todos los exteriores se filmaron en España y la casa de nuestra madre y la ciudad de San Francisco se recrearon en Rumanía.
¿Le gusta vivir rodeado de naturaleza o se considera más un urbanita?
Me gusta disfrutar de la naturaleza desde dentro de casa (ríe). Me gusta estar rodeado de naturaleza, pero para mirarla por la ventana. Cuando era un chaval viajé mucho por todo el mundo, con la mochila a la espalda y acampando donde me venía bien. Pero hace ya mucho que no lo hago. La naturaleza me aporta mucha paz, pero también me gusta la energía de la ciudad. No tengo preferencias.
Cuando trabaja en exteriores tan magníficos como los que describía antes, ¿no le dan ganas de irse a vivir a esos sitios?
Ahora que lo menciona, admito que siempre que viajo a algún sitio nuevo tengo la manía de ver cómo está el mercado inmobiliario en la zona porque me entran ganas de vender lo que tengo y mudarme a ese sitio. No importa en qué país esté.
¿Dejaría su trabajo por ir a vivir a un lugar lejos de los medios de comunicación que tan poco le gustan?
Me encanta mi trabajo, me llena y me aporta tanto que no concibo la vida sin ser actor. Además es lo único que sé hacer. Cuando termino un trabajo me pongo de inmediato a buscar otro. Nunca tengo bastante, quiero seguir creciendo como actor y mejorando mi trabajo. Al contrario, pienso que se me acaba el tiempo, tengo 43 años y me tengo que dar prisa por hacer cosas que no he hecho antes.
Por su aspecto veo que se está preparando de lleno para el papel de Joker. No es la primera vez que pierde peso para un papel. ¿Cómo lleva este tipo de transformaciones?
Con la edad se vuelve cada vez más difícil porque el cuerpo no responde tan rápido tanto a engordar como a adelgazar y no es muy agradable. Pero tienes que hacer lo que requiera el papel. Es cierto que es un proceso que tienes que hacer tú solo, por lo tanto te conviertes en un ermitaño, no socializas nada. No nos damos cuenta, pero nuestra vida social transcurre siempre alrededor de comida y bebida y cuando estás llevando una dieta estricta no te queda más remedio que aislarte porque si no es insoportable para ti y para los que están contigo.
«Yo busco una experiencia interna»
Joaquín Phoenix, que en su juventud se hacía llamar Leaf (Hoja), lleva tres décadas dedicado al cine. Pero su vida siempre estuvo muy alejada de Hollywood. En los años 70, sus padres se unieron a una secta religiosa conocida por el nombre de Hijos de Dios, con la que viajaron extensamente por Sudamérica. Pero la secta no resultó ser lo que ellos esperaban y pronto decidieron abandonarla, hacer las maletas y regresar a casa. La familia finalmente se estableció en California, abandonando el apellido, Bottom y adoptando el de Phoenix. Joaquín y sus cuatro hermanos, el desaparecido River Phoenix, Summer, Rain y Liberty se convirtieron en una especie de saltimbanquis, actuando y cantando en la calle. Fue ahí donde fueron descubiertos por un productor de cine. River fue el primero en despuntar, hasta que la droga acabó con su vida a los 23 años. Joaquín por su parte hizo varios anuncios publicitarios antes de debutar en el cine, en el film Parenthood (1989). Desde entonces el actor no ha parado de trabajar y de recibir excelentes críticas.
Su transformación va más allá de lo físico, es usted famoso por tomarse el trabajo muy en serio ¿tal vez demasiado en serio?
Si quieres hacer bien las cosas tienes que tomártelo muy en serio. Cuando trabajo abandono mi vida diaria, abandono mi persona y todo lo que me define, incluido mis amigos y mi familia. Suena muy fuerte, pero ese es mi proceso a la hora de transformarme en el personaje que voy a interpretar.
¿Cómo se prepara uno para interpretar a Jesucristo?
Leyendo todo tipo de información, obviamente Jesús es el personaje de la historia del que más se ha escrito, muchos de esos escritos se contradicen así que lo que hice fue encontrar personajes contemporáneos que pienso que poseen las cualidades que me interesaban más que el lado místico y espiritual de Jesucristo, es decir el lado humano, y en eso me centré porque es su condición humana la que hace que la crucifixión sea un sacrificio. La búsqueda de información sobre el personaje es muy importante para la preparación porque te da muchas ideas, pero no lo es todo. En mi caso, es más importante experimentar algo que me haga sentirme cercano al personaje. Eso me ocurre la mayor parte de las veces cuando estoy en pleno rodaje con el vestuario y el maquillaje puesto.
¿Hasta qué punto le afecta personalmente esa internalización que hace del personaje porque la mayoría de los que ha hecho en los últimos años son bastante intensos?
Cada experiencia es distinta. Todos los rodajes tienen sus momentos buenos en los que nos divertimos mucho, aunque se trate de un tema serio y dramático, y también tienen sus momentos de bajón. Hay días en que te sale todo de maravilla y otros en que no das en el clavo, que lo pasas mal. Nunca se sabe, a veces piensas “hoy va a ser un duro día” porque tienes que hacer escenas difíciles y sin embargo acaba siendo un día en lo que todo va rodado.
¿Es muy autocrítico?
Mucho, no me gusta verme en la pantalla porque me afecta demasiado, sobre todo el aspecto físico porque lo que yo busco es una experiencia interna, no algo que la defina desde fuera.
¿Hay algún momento del día durante ese proceso de creación en el que se sienta relajado y preparado para trabajar?
Las mañanas suelen ser mi momento más dulce (ríe), aunque soy un tipo bastante relajado por lo general. Pero es cierto que al despuntar el día, entre las seis y las siete de la mañana, cuando todo está tranquilo en casa y la gente duerme todavía, es cuando mejor me puedo preparar. Leo las hojas del guion que vamos a rodar ese día y escribo notas o preguntas que tenga para el director.
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