La democracia sigue siendo el menos malo de los sistemas políticos. El problema radica en que cada vez más ciudadanos instrumentalizan la democracia y la apoyan o le dan la espalda según la capacidad política para resolver sus problemas. Un caldo de cultivo para la frustración. También para los populismos frente a las promesas incumplidas, que permiten a un gobernante obtener el apoyo del pueblo ofreciendo lo que quiere, aunque no tenga capacidad para cumplir sus compromisos.
La gobernanza global debe afrontar un doble reto en el nuevo orden internacional que se viene perfilando desde comienzos de siglo y que ha acelerado la Guerra de Ucrania. La democracia, si no quiere sucumbir ante los poderes que la instrumentalizan, debe defenderse tanto de sus enemigos internos como de los externos e introducir los derechos sociales con la misma prevalencia que los civiles y políticos.
Para Joaquín Estefanía, es preciso regular los instrumentos que utiliza el capitalismo –como es el caso del capitalismo de la vigilancia a través de los datos– para preservar la democracia. En caso contrario, un puñado de multimillonarios tendrá un control sin precedentes sobre la banca, los alimentos, la atención médica y, ahora también, sobre la información que recibimos.
Licenciado en Ciencias Económicas y en Ciencias de la Información, Joaquín Estefanía (Madrid, 1951) ha sido director del diario El País, director de su Escuela de Periodismo y en la actualidad es miembro de su consejo editorial y de su Consejo de Administración. Codirector de la Cátedra de Estudios Iberoamericanos Jesús de Polanco y miembro del consejo rector de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).
Es Premio Europa de Periodismo por su defensa, al frente de El País, de las libertades democráticas, y Premio Joaquín Costa de Periodismo por sus trabajos sobre la deuda externa de América Latina. Entre 2007 y 2012 ha dirigido la publicación anual del Informe sobre la Democracia en España de la Fundación Alternativas, de cuyo patronato es miembro. Asimismo, es patrono de la Fundación Felipe González.
Ha escrito, entre otros, los libros La nueva economía, La globalización, Contra el pensamiento único, Aquí no puede ocurrir, El nuevo espíritu del capitalismo, Abuelo, ¿cómo habéis consentido esto?, El poder en el mundo, Diccionario de la nueva economía, Hij@, ¿qué es la globalización?, La cara oculta de la prosperidad y La mano invisible, entre otros.
El nuevo orden internacional marcado por la pandemia, la crisis y la guerra de Ucrania apunta a un nuevo equilibrio de bloques. ¿Están en riesgo la libertad y el Estado de Derecho?
Sí, están en riesgo. Todos los días tenemos ejemplos de democracias liberales que tienden a convertirse en iliberales (limitando los derechos de la ciudadanía) y los más importantes índices de la calidad de la democracia en el mundo indican que dicha calidad se va reduciendo. Por decirlo de otra forma: ahora hay dudas sobre el valor de la propia democracia en muchos ciudadanos.
¿Qué retos debe abordar la gobernanza global para mantener la democracia, los derechos humanos y el Estado de Derecho?
Un reto defensivo (combatir a los enemigos internos, y no solo a los externos), y otro ofensivo (introducir los derechos sociales con la misma prevalencia que los derechos civiles y los políticos).
La democracia está en retroceso: no genera confianza ni garantiza un buen gobierno. ¿Sigue siendo el menos malo de los sistemas políticos? ¿Necesitaría armarse de resiliencia ante los cambios geopolíticos que se avecinan?
Sigue siendo sin duda el menos malo de los sistemas políticos. El principal problema es que crece el número de ciudadanos que la consideran un sistema instrumental: apoyo a la democracia siempre que resuelva mis problemas; si no, me resulta indiferente.
En una sociedad tecnológica y digitalizada tiene ventaja quien maneja e interpreta la información. ¿Este poder emergente someterá a los demás poderes?
Ya se habla de una nueva modalidad de capitalismo, que es hegemónica respecto a las demás: el capitalismo de la vigilancia, basado en una materia prima infinita y hasta ahora gratuita: los datos de cada uno de nosotros. Como en casi todos los aspectos de los que trata esta encuesta, hay que introducir el concepto de “regulación” para evitar la enorme ventaja de estos poderes económicos sobre el poder político. O por decirlo de otro modo, del capitalismo sobre la democracia.
En Ucrania se ensaya la guerra total, en todos los frentes: económico, empresarial, financiero… y también en la información, utilizada como arma propagandística en ambos bandos. ¿Tras la posverdad y las fake news, el periodismo será la víctima propiciatoria del nuevo orden?
No lo será; ya lo es. Además, ello coincide con un momento de extrema debilidad política y económica de los medios de comunicación; política, porque han visto reducido su poder de intermediación por la presencia de las redes sociales; económico, porque desde la explosión de internet han perdido su modelo de negocio y aún no han encontrado el sustituto (con algunas excepciones). Un puñado de multimillonarios tiene un control sin precedentes sobre la banca, los alimentos, la atención médica…, y ahora también sobre la información que recibimos.
La política de bloques es excluyente. ¿Cómo impulsar el multilateralismo, la cooperación y la inclusión?
El primer paso sería fortalecer las instituciones multilaterales que ya existen. La ONU está tremendamente devaluada. Su secretario general ha tardado más de dos meses en aparecer por Rusia desde que comenzó la invasión de Ucrania. Y eso que es un europeo (António Guterres, portugués). La cuestión es, ¿creen los políticos nacionales en esas instituciones? Trump, por ejemplo, no creía en ellas. Y otros dirigentes de países en vías de desarrollo solo creen en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial si les ayudan económicamente.
Polarización y crispación marcan la política, generando desafección. ¿Cómo reivindicar la política con mayúsculas en medio de tanta mediocridad?
La polarización y la crispación no son estados naturales de las democracias maduras; son estrategias políticas de algunos de sus contendientes ideológicos, que tratan de desmoralizar al contrario y que se quede en su casa, para ganar las elecciones por desafección de una parte de la población. Si no se consigue convencer, desmoralizar. Es más significativo esto que la mediocridad de la política, que muchas veces se mide en comparación con un pasado que no existió. La única forma de reparar estos daños es la participación ciudadana a través de los organismos intermedios de la política, y no apelar –como a veces se hace en el desiderátum de esa crispación– a la democracia directa.
¿De qué manera habría que frenar el avance de los populismos y los extremismos? ¿Cómo recuperar la serenidad, la sensatez, el diálogo y el pacto?
El populismo permite a un gobernante obtener el apoyo del pueblo ofreciendo lo que quiere, aunque no tenga capacidad para cumplir sus promesas y estas sean insostenibles a medio y largo plazo. Combatirlo supone ejercer la capacidad de liderazgo (convencer a los otros de las propias ideas) e impedir las promesas imposibles que adornan continuamente los programas electorales. En mi opinión, la desconfianza y el desencanto vienen motivados fundamentalmente por las promesas incumplidas.
El Foro Económico Mundial ha propuesto un reseteo del liberalismo para abordar un mundo más sostenible. ¿Es posible otro estilo de vida que consolide la economía circular, el consumo responsable y una convivencia en paz y libertad?
No solo es posible, sino que no hay otra opción, aunque ello todavía no se haya introducido con suficiente fuerza en el debate político. La emergencia climática, que es lo que hay detrás del consumo responsable o la economía circular, es condición necesaria para cualquier política. Lo contrario es ceguera.
¿Cómo implementar la participación de los ciudadanos sin caer en los populismos?
Ya lo he expresado anteriormente. A través de los organismos intermedios de la sociedad civil. Llegados a este punto hay que poner un asterismo y hablar de los jóvenes: se multiplican las declaraciones, los estudios y los libros sobre su situación: más pobres, más desiguales, menos protegidos, más precarios, más desconfiados y demócratas instrumentales. Pero después de esta acertada descripción no hay apenas aportaciones sobre cómo cambiar la situación.
¿Qué papel debe desempeñar la Unión Europea en el mundo que viene?
La Unión Europea, con todos sus defectos, es la mejor utopía factible de la humanidad. Tiene libertades y tiene Estado de Bienestar. Tiene ciudadanía: un ciudadano europeo solo lo es si tiene derechos políticos, civiles y sociales. Se trata de profundizar en ello.