Por Paz Mata
03/06/2017
Salió de la cantera de una de las más prestigiosas escuelas de arte de Estados Unidos, la Julliard School de Nueva York, gracias a una beca concedida por Robin Williams, y se curtió en los escenarios neoyorquinos. Sin embargo, Jessica Chastain (Sacramento, EEUU, 1977) no pisó un plató de cine hasta los 27 años. La oportunidad de poner un pie en Hollywood le vino a través de un pequeño papel en un episodio de la serie Urgencias. Nueve años más tarde, la pelirroja que se negó a teñirse de rubio para triunfar en el cine, se ha convertido en figura omnipresente en la gran pantalla. Al Pacino apostó por ella en Salomé (2006) y desde entonces la actriz ha trabajado sin parar, amasando óptimas críticas y dos nominaciones al Oscar (The Help (2011) y Zero Dark Thirty (2012).
Pero no solo impresiona la fertilidad de su carrera en estos años, sino la extraordinaria fuerza, versatilidad y meticulosidad interpretativa que ha demostrado en todos sus trabajos. En el último, Miss Sloane, la actriz se mete en la piel de una astuta e imbatible lobista de Washington. Bajo la dirección de John Madden y con el magnífico guion de Jonathan Perera, el film recrea un Washington poblado por miembros del Congreso, activistas, abogados y un gran número de coloridos idealistas, muchos de los cuales podríamos reconocerlos en las cabeceras de noticias que a diario inundan los medios de comunicación.
En este mundo, Miss Sloane, una adicta a los estimulantes que la mantengan alerta y preparada para abatir una buena presa, mueve piezas como si de un continuo juego de ajedrez político se tratara. Nadie como Jessica Chastain para interpretar cuidadosamente este comportamiento y ahondar en las entrañas del personaje. Sentada en una suite de un hotel de Beverly Hills, su ondulada melena, color fresa, y sus ojos, color esmeralda, brillan con fuerza con la luz del atardecer que le llega a través de la ventana. Sus expresivas y pequeñas manos delatan su estatura, que apenas alcanza 1,60 metros. Aún así, la actriz tiene una presencia que impresiona.
Raras veces vemos en Washington o en la política mundial a una mujer como Elizabeth Sloane que se mueve como pez en el agua en un mundo dominado por los hombres. ¿Se podría considerar éste un film feminista?
Considero feminista todo lo que hago en la vida (ríe). Creo que en los tiempos que vivimos, sobre todo en un sistema político como el de este país, es muy importante contar historias como ésta, no solo por el debate sobre el control de las armas sino también por el debate sobre el papel de las mujeres en la política. Una de las principales críticas que se le hicieron a Hillary Clinton durante su campaña presidencial es que estaba sobrepreparada para el cargo, algo que nunca he oído decir de un hombre candidato a presidente. A mí me encantaría estar sobrepreparada para todo, es más, eso me lo tomaría como un cumplido, pero está claro que nuestra sociedad no lo ve así. Una mujer que tiene ambiciones en la vida es considerada como alguien peligroso y difícil de tratar. Rara vez se les ve a ellas pedir aumentos de sueldo, un ascenso de categoría profesional o que se les equipare el sueldo al de un hombre en su misma posición. Por eso creo que es importante ver películas que muestren a ese tipo de mujeres que se atreven a desafiar al sistema y que están mandando un mensaje de ánimo a las jóvenes de todo el mundo para que pidan lo que se merecen.
¿Conoció a alguna de estas líderes de grupos de presión en la preparación para el papel?
Sí, era importante hablar con alguna de ellas aunque el número es muy reducido. Menos del 10% de los lobistas en Washington son mujeres. Y se enfocan en temas muy distintos a los de los hombres, porque es el único modo que tienen para poder moverse e introducirse en ese mundo que llaman boys club. Acudí a internet para encontrar a la mujer que se acercaba al perfil de mi personaje y hablé con varias de ellas de todo tipo de temas, sobre todo del abuso de drogas, el sexismo y el acoso sexual en Washington D.C.
¿Que le sorprendió de estas mujeres?
Cuando leí el guion me imaginé mi personaje como una mujer que no lleva maquillaje y que usa el mismo traje más de un día seguido porque no tiene tiempo para preocuparse de su aspecto. Pero cuando conocí a estas mujeres me di cuenta que estaba en un error. Algo que llamó mi atención fue que siete de las diez mujeres que conocí, tanto del lado republicano como del demócrata, llevaban las uñas pintadas con esmalte negro y trajes de corte muy duro. Por eso decidí que mi personaje siempre iría muy maquillada, con las uñas pintadas de color oscuro y tacones altos, para que se oyera su paso al pisar el mármol del suelo del edificio del Congreso. Su energía las precede y ese es su grito de guerra. Todo eso lo aprendí en mi visita a Washington.
¿Cuál fue su reacción al conocer la realidad de los hilos que se mueven allí?
Me deprimo cada vez que veo las noticias y me entero de lo que está pasando en el sistema político. Pero es importante que estemos hablando más de sexismo, de racismo y de inmigración que hace un año. Eso es bueno porque demuestra que somos conscientes de ello y no vivimos en una negación de esos problemas, como ocurría en el pasado. Lo que más me chocó es que los congresistas y senadores se pasan el día acudiendo a eventos en los que recaudan fondos. Son desayunos, almuerzos o cenas, y es todo para hacerse ver y mantener su escaño. Como dice Sloane, su prioridad no es representar al pueblo sino salvar el pellejo, porque cuando te pasas tanto tiempo recaudando fondos al final te conviertes en un vasallo de los que te dan el dinero.
¿Son necesarios estos lobbys?
Creo que sí. Alguien me dijo que la palabra designaba los pasillos de la Cámara de los Comunes británica donde los grupos de presión podían ir a discutir con los miembros del Parlamento. Aquí en Estados Unidos empezó a usarse durante la Guerra de Secesión, cuando un fuego en la Casa Blanca obligó al presidente Grant a instalarse en el bajo lobby –recepción– de un hotel. Allí se amontonaron cabilderos que iban a tratar de influir en las decisiones de los poderes públicos. Si ese es el caso, cualquier persona puede convertirse en un cabildero siempre y cuando luche por causas en las que cree. Lo que ocurre es que, hoy en día, muchos de estos se dedican profesionalmente a ello, representando a un grupo de interés que les paga para ir a convencer a la administración pública.
¿Distingue al idealista del profesional?
Ahora cuando leo u oigo las noticias siempre me pregunto si no habrá una corporación detrás de la cortina. Antes era mucho más ingenua. Por eso odio ver las noticias que se producen cada día porque me da la impresión de estar mirando un reality show y me siento avergonzada y humillada. Cuando viajo a otros países y la gente me pregunta por lo que está ocurriendo en Estados Unidos me siento realmente avergonzada. Yo soy feliz de vivir aquí y amo a mi país pero hecho de menos el honor y la nobleza en los políticos.
¿Elizabeth Sloane se salta las leyes para poder denunciar la injusticia y la corrupción. Le parece correcto?
Personalmente, no me parece correcto saltarse la ley o hacer algo incorrecto para luchar por las causas de otras personas, por muy nobles que éstas sean.
¿Tampoco le importa lo que opine la gente de ella. ¿Le sucede a usted lo mismo o, por el contrario, le afecta lo que piensen de usted?
No me considero una persona a la que no le importe lo que digan los demás. Todos los actores tenemos algo de inseguridad y, al mismo tiempo, confianza, algunos hasta el punto de rayar la arrogancia. Por un lado tienes miedo a aceptar un papel, pero por otro tienes que echarle valor para llevarlo a cabo, como ha sido mi caso en este film.
¿Es usted diplomática cuando se trata de decir lo que piensa?
Trato de serlo porque aunque tengo mi ideología no quiero poner nada negativo en el mundo, ya sea a través de mis redes sociales o en mis contactos directos con la gente. Estoy convencida de que si eres negativa con respecto a alguien o algo, esa negatividad revierte en uno mismo. La vida es muy corta y no quiero participar en nada que pueda herir a otras personas.
¿Puede llegar a ser tan dura como Elizabeth Sloane cuando la ocasión lo requiere?
Sí pero necesito a un escritor como Johnny (Perera) que me escriba los diálogos (ríe). Por lo general, cuando me he enfrentado a alguien, al llegar a casa me he arrepentido de no haber dicho lo correcto. Pero si veo que alguien es injusto, respondo, no me acobardo. Ojalá tuviera la inteligencia para hablar como ella.
¿Le gustaría tenerla como amiga?
Absolutamente, sobre todo al final de la película, porque creo que en ese momento realmente necesita a un amigo. No la contrataría como mi consejera personal para conducir mi carrera, porque estoy segura de que sabotearía a otras actrices (ríe) pero lo haría, cuando saliese de la cárcel, para llevar a cabo algo importante en lo que creo. Si se produjera alguna situación injusta en el mundo ella sería perfecta.
Tengo entendido que su empresa productora está formada solo por mujeres y que también está involucrada en una organización no gubernamental llamada We’ll do it together. Veo que darle poder a la mujer es su objetivo. ¿Por qué es tan importante y qué intenta conseguir con estas actividades?
Desde que era pequeña he luchado a favor de los más débiles, de los discriminados y de los perdedores. Incluso cuando acudo a un evento deportivo me pongo siempre del lado del que está perdiendo y nunca gana (ríe). Pero me gusta creer en aquellos a los que la gente pone en duda. Ese es mi objetivo con la empresa productora. Me gusta trabajar y enseñar a mujeres jóvenes que me gustaría ver algún día dirigiendo un estudio de cine o produciendo grandes películas. Además de eso, mi interés con la productora de cine es crear historias diversas que hablen de todo tipo de personas. He comprado los derechos de adaptación de varios libros para llevarlos al cine. No necesariamente tengo que trabajar solo con mujeres sino que quiero dar más oportunidades a los que tienen dificultades a la hora de conseguir trabajo.
Miss Sloane es la primera de las cinco películas que Chastain nos tiene preparadas para los próximos meses. La segunda, Zookeeper’s Wife, se estrenará en otoño y las otras tres son Molly’s Game, sobre un esquiador que dirige un juego de póquer internacional de altas apuestas, dirigido por Aaron Sorkin; Woman walk ahead, sobre la pintora Catherine Weldon, que en el 1890 viajó de Brooklyn a Dakota para pintar un retrato de Toro Sentado, dirigido por Susanna White; y The Death and Life de John F. Donovan, junto a Kit Harrington, dirigido por Xavier Dolan, llegarán el próximo año. Ahora comienza el rodaje de George y Tammy, de Taylor Hackford, donde interpretará a Tammy Wynette al lado de Josh Brolin, que da vida a George Jones.
¿En que se basa a la hora de aceptar un proyecto concreto?
Primero en el papel y luego en el director y el equipo de actores. Para mí actuar es trabajar en comunidad. Ya van tres películas en las que he trabajado con compañeros de la Julliard. Me encanta poder reunir a la gente y trabajar con ese espíritu colectividad en el que se origina tanta creatividad. Es muy importante para mí sentir que no estoy yo sola haciendo una película o un trabajo.
Hace siete años era usted uno de los mejores secretos guardados por Hollywood y hoy es una actriz reconocida en todo el mundo. Ha cambiado su perspectiva de el mundo del cine en estos años?
Sí, mucho. En mis primeros años en esta industria, se producían pocas películas cuyo protagonista era una mujer, sobre todo en los grandes estudios de Hollywood. Hoy están cambiando las cosas. Veo más actrices de mucho talento llevando el peso de una película y dejando a la gente con la boca abierta. Eso hace que me siente muy orgullosa de ser actriz y de mi profesión en general.
Ha interpretado todo tipo de géneros y trabajado con alguno de los mayores talentos del cine. ¿Le queda algo por hacer?
Me queda muchísimo. Mi sueño es hacer una película con un gran reparto de actrices, de la talla de Cate Blanchett, Kate Winslet, Marion Cotillard, Amy Adams o Viola Davis, mujeres por las que siento una gran admiración y respeto y con las que me gustaría poder trabajar. Pero también quiero hacerlo con actores como Gary Oldman, hombre extraordinario donde los hayas, que solo ha estado nominado al Oscar una vez y con Isabelle Huppert, que increíblemente, todavía no ha conseguido esa estatuilla. Menos mal que este año le concedieron el Globo de Oro.
¿Cómo recarga las pilas? Porque parece que no descansa nunca…
Ya no trabajo tanto como antes. Después del rodaje de Miss Sloane me tome unas vacaciones de cuatro meses porque acabé bastante quemada del rodaje. Fue muy duro. Mi tiempo libre lo invierto en ir al teatro todo lo que puedo aprovechando que vivo en Nueva York y también en leer libros y buscar material para futuras producciones. Ahora que tengo mi propia productora trato de conectar a los guionistas con el material que tengo comprado. Lo que nunca haría es irme a vivir a una isla durante meses. No soy del tipo de personas que necesita recluirse y aislarse de los demás para desconectar.