Por Ores Lario
Es el gran adalid del arte como espectáculo y como negocio. Y desde que en noviembre de 2013 uno de sus perros hinchables, su escultura Balloon dog (Orange), se adjudicara en una subasta Christie’s por más de 42,5 millones de euros, también es el artista vivo más cotizado del planeta. Parece fácil, pero sólo algunos privilegiados consiguen que sus creaciones personales conlleven fama y dinero. Uno de ellos es Jeff Koons.
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Fue de los primeros en acercarse a la estética kitsch con el famoso perro Puppy, una monumental escultura floral que representa a un cachorro de raza west highland white terrier que mide más de 12 metros de altura y está cubierto de flores. El singular can, que custodia el Museo Guggengheim de Bilbao desde 1997, verá desfilar a los visitantes que se acerquen a partir del 9 de junio a las puertas del edificio de Frank Gehry, donde se exhibirá “la retrospectiva más grande que se ha hecho de Koons, en la que se mostrarán todas sus series”, explica Lucía Aguirre, comisaria de la institución que acoge un centenar de obras en distintos soportes de la polémica estrella del arte nacida en York (Pensilvania), en 1955. Las piezas han viajado desde el Whitney Museum de Nueva York hasta el Museo Pompidou de París (donde se registraron 650.045 visitas) y hasta el 27 de septiembre recalan en Bilbao.
La muestra refleja cronológicamente el trabajo del artista. El recorrido empieza con las primeras obras de un joven Koons, que en 1976 se instala en Nueva York y comienza a trabajar el objeto escultórico reflejando la vida de la ciudad. De esa etapa, se pueden ver obras que van desde sus Hinchables, pasando por la serie de Equilibrio a Conejo, desde Michael Jackson y Bubbles hasta sus últimas creaciones, Esferas reflejantes, “figuras en yeso blanco con acabados perfectos que captan el reflejo de lo que sucede alrededor y nos llevan a los jardines de suburbios de Estados Unidos, pero también hacen referencia a jardines victorianos. Son esculturas, objetos de nuestra cotidianidad”, explica la comisaria.
Para la experta, además de Puppy –“mi obra preferida de la muestra”–, es especialmente significativa su famosa obra Conejo “una pieza de acero inoxidable, brillante, siempre llena de aire y en perfecto estado”, dice sobre esta pieza que data de los años 70 y que constituye un arquetipo con diferentes interpretaciones: eróticas, como el conejo de Playboy, o inocentes, como el infantil de Pascua.
Un pasado en Wall Street
Popular y controvertido, Koons es uno de los artistas contemporáneos más influyentes del momento. Su trabajo singular, inconfundible e innovador le ha convertido en uno de los principales referentes del arte hoy. En los años 80, antes de dedicarse de lleno a las artes plásticas, trabajó como corredor de Bolsa en Wall Street para sufragar los gastos de sus obras. Fue durante esa década cuando irrumpió en la escena artística con un trabajo que mostraba irreverencia y humor en las mismas dosis: la escultura en tamaño natural y bañada en oro de Michael Jackson y su chimpancé Bubbles. Koons presentaba al ídolo musical en una composición piramidal que recuerda a La Piedad de Miguel Ángel. La habilidad de Koons en las transacciones bursátiles y comerciales se trasladaría también al mundo del arte, ya que desempeñó funciones de captador de socios para el MoMA de Nueva York, con gran acierto. Esa experiencia fue decisiva en su posterior carrera artística, marcada por una visión mercantilista.
Su obra seduce a coleccionistas ávidos por poseer sus trabajos. Estos, a través de imágenes icónicas que buscan conmover a partir de la crítica explícita, exaltan lo superfluo y denotan una irreverente referencia a la sociedad de consumo. Según la comisaria, “Koons trabaja con temas muy básicos para el ser humano, como la vida y la muerte. Son obras muy complejas. Para la serie del equilibrio trabajó con físicos que le ayudaron a conseguir que sus piezas estuvieran en equilibrio. Los objetos están en agua destilada que, con movimiento, se mueven, como la vida. La factura de sus obras es muy complicada porque hay mucha investigación y trabajo detrás”, asegura Aguirre.
El trabajo de Koons es fácilmente reconocible y atractivo para el gran público. Su estilo podría encuadrarse dentro de los parámetros del arte neo-pop, surrealista o dadaísta. “Es una de las figuras más importantes del arte y cada vez que presenta una serie usa una técnica innovadora pero también es constante y fiel a sus inicios. Es un artista por el que el Museo Guggenheim ha apostado desde el principio y hacer esta retrospectiva ha sido algo natural”, concluye la comisaria sobre la muestra que se espera con expectación.