Jayanta Bhattacharya, director del Centro de Demografía y Envejecimiento de la Universidad de Standford, ha sido crítico con la medida de confinamiento para evitar los contagios de COVID-19. También profesor de economía y epidemiología, asegura que “el confinamiento no erradica una enfermedad”.
De acuerdo con Bhattacharya, medidas como la cuarentena pueden suavizar los efectos de la pandemia pero a un costo muy alto para la economía del país que la aplique. En una entrevista con Libre Mercado indicó que este tipo de decisiones con graves secuelas deben tomarse con base en la razón y no en el pánico.
Numerosos países implementaron el confinamiento como una medida para reducir los contagios de la COVID-19. En muchos de ellos comenzó han ido levantando las restricciones, pero en otros se mantienen. Incluso se han impuesto confinamientos selectivos en municipios con distintos criterios, como en el caso de España.
Pero hay quienes cuestionan la efectividad de las cuarentenas generales. El profesor Bhattacharya entre ellos, que prefiere el recorte de las medidas de protección generalizadas. Por una razón simple: la letalidad de la COVID-19 es baja para la mayoría de los humanos. El confinamiento debería ser para los grupos poblacionales vulnerables, como es el caso de los mayores.
Esta idea contrasta con lo que el doctor Bruce Aylward, líder del equipo de observadores de la Organización Mundial de la Salud. en China. Aylward le declaró al The New York Times que al principio del confinamiento en ese país la gente se resistía a abandonar su hogar, pero se acostumbraron; se dieron cuenta de que así podían salvar a sus familias, personas de todas las edades.
La economía y el confinamiento
El 21 de marzo los efectos de la pandemia no habían alcanzado ni siquiera su punto medio en todo el mundo. En esa fecha un grupo de 70 científicos, liderado por el especialista en enfermedades infecciosas Oriol Mitjà, publicó un documento en el que aseguraban que era necesario el confinamiento total de la población para detener el avance del coronavirus en España. La medida levantó innumerables críticas, sobre todo por el impacto económico y social que implica un confinamiento total.
Bhattacharya también se opone a primar la salud sobre la economía. Considera que la salud y la economía van juntas, tomadas de la mano. Basa su argumento en que debido a las cuarentenas totales las campañas de vacunación se han detenido, la salud mental se ha resentido y muchos pacientes han interrumpido sus tratamientos médicos por temor a contagiarse en hospitales o clínicas.
También usa como ejemplo el impacto directo del crecimiento económico global sobre la esperanza de vida de la población del mundo. “Cuando nací, la esperanza de vida en mi país de origen, la India, era de 48 años. ¡Yo ahora tengo 52! Y la esperanza de vida en la India ya ronda los 70 años, y subiendo”, asegura.
Elke Van Hoof, profesora en Psicología de la Salud de la Universidad de Vrije en Bruselas y especialista en estrés y trauma, también cree que la salud es fundamental para el crecimiento económico. Solo una mente sana es capaz de trabajar en función de la prosperidad económica.
Algunas consecuencias del confinamiento
Michael Levitt, ganador del Premio Nobel de Química en 2013, es uno de los que también cree que el confinamiento es una medida “medieval”. Defiende lo que dice que ha podido comprobar en distintas investigaciones: “Cuando se fuerza a la gente a quedarse junta, probablemente se tendrá una tasa más alta de infecciones”.
A Jayanta Bhattacharya también le preocupan ciertos factores negativos que pueden desencadenar los confinamientos. Uno de ellos es el cierre de los colegios, a los que él define como “un nodo central para el aprendizaje”. La nutrición, el ejercicio, la socialización y el desarrollo cognitivo y psicológico son los aspectos que Bhattacharya rescata de todo lo que se están perdiendo los niños sin asistir a las escuelas.
“El coste de no escolarizar a los niños es enorme”, asegura. Sobre todo porque hay quienes no pueden contratar a un profesor privado que asista a casa para educar a sus hijos. Además, destaca la incidencia moderada del COVID-19 en los niños, otro factor que, asegura, debería tomarse en cuenta.
Una profesora utiliza un termómetro digital para medir la temperatura de los estudiantes en la primera semana de clases después de las vacaciones de verano durante el brote de la COVID-19, en Munguia, España | REUTERS/ Vincent West Los trabajadores de restaurantes protestan para exigir que se les pague el salario mínimo completo con propinas debido al riesgo de exposición al COVID-19, mientras los restaurantes locales comienzan a cenar bajo techo en Manhattan, Nueva York, REUTERS / Andrew Kelly
El foco en la población de riesgo
La realización de test PCR y los testeos masivos deben estar enfocados en los grupos de mayor riesgo. Así lo cree Bhattacharya. Dadas las condiciones del virus en España, donde ya ha circulado por más de seis meses, cree que sería una pérdida de tiempo pensar que con pruebas masivas se disminuirán los contagios. Lo mismo ocurre con el rastreo, pues asegura que hay personas que se han contagiado y ni siquiera recuerdan con exactitud con quiénes tuvieron contacto. En ese punto se rompe la cadena de rastreo posible que permitiría cercar la expansión.
Esta sería una medida que serviría, en su lugar, para centrarse en los grupos de riesgo y enfocar en ellos la protección. “Quizás tiene más sentido hacer pruebas de forma más intensa en residencias de mayores”, indica.
Pero esta es una visión que varía, sobre todo entre quienes tienen como fin abarcar a la mayor cantidad de personas posibles y atacar el virus desde la realización de la mayor cantidad de pruebas posibles. Una tarea que para el profesor de Standford es imposible de cumplir, pues cree que ante la expansión tan grande del virus, “siempre estaremos por detrás”.
Mientras tanto, la OMS sigue insistiendo en que todos los países aumenten sus programas de realización de pruebas. Ven en esta medida la manera de frenar la pandemia.
Testeos, confinamientos, restricciones. Todavía falta un largo camino por recorrer para poder decir que el virus fue superado. Por lo pronto, y mientras llega la vacuna, queda apegarse al cumplimiento de las medidas básicas: lavarse bien las manos con agua y jabón espumoso, usar mascarilla y el distanciamiento social.
Lea también: