La OMS dice que “no hay salud sin salud mental”. Una mente sana es necesaria para que el cuerpo esté sano. Se calcula que aproximadamente un tercio de toda la población mundial sufrirá una enfermedad mental a lo largo de su vida, siendo la depresión la más frecuente, seguida por la ansiedad. La formación en mindfulness facilita un mayor control del estrés y mejor regulación de emociones, lo que se asocia a mejor salud física y psicológica. Las emociones forman parte de la vida y hay que aprender a gestionarlas con eficacia.
Mindfulness, es decir, atención o conciencia plena, define un estado de la mente que consiste simplemente en estar aquí y ahora, con atención y con aceptación. El psiquiatra Javier García Campayo, nacido en Zaragoza en 1962, lleva tres décadas comprometido con las personas con malestar psicológico, toda una carrera dedicada a la innovación y la investigación para profundizar en la relación entre la práctica de mindfulness y una mayor esperanza de vida.
Licenciado en Medicina por la Universidad de Zaragoza, donde realizó la tesis doctoral, cursó la especialidad de Psiquiatría en el Hospital Clínico Universitario de Zaragoza. Ha realizado estancias de investigación en las Universidad de Manchester y Cambridge (Gran Bretaña) y McGill (Montreal, Canadá). Lidera el Grupo de Investigación “Salud Mental en Atención Primaria”, reconocido por el Gobierno de Aragón, que forma parte de la Red de Investigación en Atención Primaria (REDIAP) del Ministerio de Sanidad.
Psicoterapia por ordenador y primer caso de hikikomori en España
El doctor García Campayo ha presidido la Sociedad Española de Medicina Psicosomática. Como docente, ha desarrollado la Terapia de Compasión basada en los Estilos de Apego, así como el primer Máster en Mindfulness en una universidad de habla hispana (Universidad de Zaragoza). También ha demostrado la eficacia de la psicoterapia por ordenador para el tratamiento de la depresión y ha descrito el primer caso de hikikomori en España (fenómeno psicopatológico y sociológico en el que las personas se retiran completamente de la sociedad durante al menos 6 meses y se recluyen en el hogar con el objetivo de evitar cualquier compromiso social como la educación, el empleo y las amistades).
Es autor de más de 20 libros y 25 capítulos de libros y ha publicado más de 300 trabajos de investigación. En su último libro –La práctica de la compasión. Amabilidad con los demás y con uno mismo– aborda cómo esta práctica es eficaz tanto en personas con ansiedad, depresión o fibromialgia, como en personas sanas.
Vivimos en una sociedad de consumo y fijamos la felicidad en el exterior, en tener un coche o una casa, mientras que el mindfulness y las técnicas orientales nos llevan a darnos cuenta de que la felicidad está dentro de nosotros
Así es. Esa fijación en buscar la felicidad fuera nos lleva al sufrimiento. No hay ningún objeto externo que nos dé una felicidad duradera. Cualquier cosa que consigamos o compremos nos produce una sensación de bienestar un máximo de tres a seis meses, y luego necesitamos una nueva meta u objeto. En eso se basa la sociedad de consumo.
¿Qué le deben la neurociencia, la psicología y la psiquiatría a las ciencias contemplativas?
Las ciencias contemplativas son la aplicación de la neurociencia a todo lo que tienen que ofrecernos las tradiciones contemplativas, las religiones. Así que se lo deben todo. La psicología y la psiquiatría son ciencias afines que permiten conocer el fenómeno espiritual desde dentro.
¿Cuáles son las técnicas más adecuadas para alcanzar el bienestar y mitigar el sufrimiento?
Mindfulness o atención plena nos permite no estar continuamente pensando, preocupados por el pasado o temiendo al futuro, sino anclarnos al momento presente en el que está la felicidad. Yo diría que es una técnica nuclear.
También la compasión porque permite trabajar con la culpa, la vergüenza, el perfeccionismo o la autoexigencia, que nos causan mucho sufrimiento.
El estrés está en el origen de muchas patologías como la depresión, la ansiedad o las adicciones. ¿Es el mindfulness una de las técnicas más eficaces para combatir el estrés?
Sin duda, se considera que el mindfulness es la mejor técnica psicológica para manejarse con el estrés, con la preocupación y la rumiación.
¿La salud física y la salud psíquica tienen que estar relacionadas de manera que no exista la una sin la otra?
La OMS (Organización Mundial de la Salud) dice que “no hay salud sin salud mental”. Una mente sana es necesaria para que el cuerpo esté sano. Lo contrario no siempre es imprescindible: aunque se padezca una enfermedad crónica e invalidante, la mente puede estar sana y feliz, aceptando las limitaciones del cuerpo.
La soledad no buscada es uno de los males de nuestro tiempo. ¿Los seres humanos son sociales por naturaleza?
Sin duda. Uno de los mejores indicadores y predictores de salud mental es una buena red social, de personas con las que mantenemos una relación satisfactoria y significativa, y que sentimos que nos ayudarían si en algún momento lo necesitamos.
¿Por qué se ha producido un desarrollo tan excesivo del yo? ¿La pandemia ha puesto en evidencia todo nuestro egoísmo y egocentrismo?
Las sociedades occidentales desde los inicios del siglo XIX desarrollan un culto al yo increíble, que no existe en otras culturas no occidentales, que son más colectivistas. La fama, la necesidad de ser diferentes y de llamar la atención de la sociedad son una especie de sustituto de la inmortalidad: la fama después de muerto es como pasar a la otra vida, porque nos seguirán recordando y seguiremos existiendo.
“Mindfulness o atención plena nos permite no estar continuamente pensando, preocupados por el pasado o temiendo al futuro, sino anclarnos al momento presente, en el que está la felicidad. Yo diría que es una técnica nuclear. También la compasión porque permite trabajar con la culpa, la vergüenza, el perfeccionismo o la autoexigencia, que nos causan mucho sufrimiento”.
Las emociones negativas son el alimento de la mayor parte de nuestro sufrimiento y su mecanismo tiende a autoperpetuarse. ¿Cómo romper este círculo vicioso?
Así es, las emociones negativas constituyen la mayor parte de nuestro sufrimiento. Las emociones se producen porque se desafía una etiqueta de nuestro yo con la que nos identificamos e intentamos mantener ante el mundo. Por ejemplo, si a mí me dicen “eres un mal psiquiatra” o mi hijo me dice que soy un mal padre, me produce una emoción negativa porque me identifico con las etiquetas de psiquiatra o de padre. Sin embargo, si soy capaz de no identificarme, al disminuir mi yo, no se generan esas emociones negativas.
¿Merece la pena preocuparse por las cuestiones que normalmente nos preocupan, como el trabajo, el dinero o la salud?
Para sobrevivir tendremos que ocuparnos de estos temas, pero no deberían absorber todo nuestro tiempo y energía, sino dedicar esfuerzos a otros intereses como son los sociales y espirituales, porque nos producirán mucha mayor felicidad.
Decía Machado que al final lo veríamos partir ligero de equipaje, casi desnudo. ¿Qué nos aporta asumir la impermanencia, saber que todo es transitorio?
La impermanencia nos permite relativizar todo, saber que nada es tan importante, que todo lo que nos pasa bueno o malo también desaparecerá y pasará. Y nos permite apreciar todos los segundos de nuestra vida sabiendo que son únicos y que nunca volverán. ¿Quién podría aburrirse si tuviese una clara consciencia de la impermanancia?
Tendemos a no observar la realidad de forma objetiva. ¿Qué son los pensamientos distorsionados y cómo mitigarlos?
Todos nuestros pensamientos están distorsionados, no son objetivos, se encuentran influencias por los rasgos de personalidad y por nuestro yo, que los distorsiona. Le pongo un ejemplo: imagínese que para mí la sinceridad es un rasgo clave, uno de mis valores más importantes. ¿Cómo serán mis amigos o mi pareja? Muy sinceros también porque, si no, no estaría con ellos. Sin embargo, una persona para quien la sinceridad no sea importante no realizará este sesgo.
¿Por qué nos cuesta tanto aceptar la realidad tal como es? ¿Qué factores dificultan la aceptación?
La aceptación nos resulta difícil porque, para los occidentales, el desarrollo tecnológico nos ha generado la sensación de que tenemos más control del que realmente tenemos. Otro error es pensar que la aceptación implica estar de acuerdo. Por eso, hay mucha gente que está siempre con malestar por temas como el cambio climático o la pobreza. La aceptación no implica estar de acuerdo con eso, sino entender que hacemos lo que podemos y que no podemos hacer nada más.
¿Por qué la compasión es una técnica psicológica complementaria al mindfulness?
La compasión permite hacernos más conscientes del sufrimiento de los demás y de nosotros mismos. Nos permite cambiar nuestro diálogo interno desde un discurso crítico, perfeccionista y culpabilizante, hacia un discurso más amoroso y compasivo. De este modo, al ser más amorosos con nosotros mismos podemos serlo también con los demás.
¿La autocompasión es la culminación de la aceptación?
Uno de los aspectos de la compasión, el perdón, tanto hacia nosotros mismos (autocompasión) como hacia los demás, está muy relacionado con la aceptación. En general están muy relacionados, porque la compasión implica aceptar la naturaleza limitada de los seres humanos, tanto uno mismo como los demás, y dejar de exigir la perfección, un estado imposible de alcanzar en todas nuestras acciones.
La ecuanimidad es una manera de estar presente en el placer sin apego y en el dolor sin resistencia. Sin embargo, los seres humanos hacemos todo lo contrario: apegarnos al placer y rechazar el dolor. ¿Por qué? ¿Tan difícil es el equilibrio y la perspectiva?
La tendencia natural de la mente humana es apegarnos a lo agradable y rechazar lo desagradable, es inevitable. Solo una clara percepción de la impermanencia, de que todo desaparecerá, nos permite entender que si nos apeamos nos estamos asegurando el sufrimiento en el futuro. Pese a ello, no es fácil modificar esa tendencia natural de la mente.
¿Cómo superar el pasado y los “tendría que haber hecho”?
Aquí la mezcla de autocompasión y aceptación, es decir, el perdón, es lo que hay que utilizar. El pasado no lo podemos cambiar: ¿para qué culpabilizarse? Intentamos obtener del pasado el aprendizaje que sea posible, pero a la vez somos conscientes de que, en ese momento, hicimos lo que pudimos, lo que en ese momento nuestra experiencia y circunstancias nos dejaban hacer.