Por Ores Lario
06/11/2016
Fue y sigue siendo una piedra sagrada en China. Los altares de la tierra y de la luna del pueblo oriental estaban fabricados en jade verde, así como las estatuas de Buda. Para esta cultura, esta piedra da vitalidad a los muertos. Si estaba tallada en forma de mariposa se regalaba para obtener el amor de la otra persona. Y grabadas en forma de murciélago o cigüeña se usaba para prolongar la vida. También los antiguos mayas llevaban esta gema para protegerse contra las enfermedades. El jade alberga una historia milenaria que ha seducido a distintas culturas y a los joyeros más prestigiosos del planeta.
Hasta el 16 de enero de 2017, el Museo Nacional de Artes Asiáticas-Guimet de París ha abierto sus puertas a la exposición Jade, de los emperadores al Art Decó. Un recorrido en el que se rinde homenaje al poder de seducción de la piedra y que ha sido posible organizar gracias a la colaboración de diversas instituciones de reconocido prestigio. Muchas de las piezas han sido prestadas por el taiwanés Museo Nacional del Palacio de Taipéi; mientras que otras proceden de, entre otros, el Museo del Castillo de Fontainebleau, el Museo del Louvre, el Museo de las Artes Decorativas de París, la Biblioteca Nacional de Francia y el Museo de Historia Natural de París. La casa de joyas Cartier también ha contribuido con una selección de 26 creaciones de jade de la Colección Cartier y seis dibujos de archivo.
Reunidas en el museo parisino, estas obras de arte únicas revelan innumerables interconexiones. Durante el periodo Art Decó, los objetos exóticos procedentes de Asia (especialmente de China y de Japón) que estaban elaborados en jade suscitaron un gran interés. Los maestros artesanos joyeros que trabajaban en Cartier se inspiraron a la hora de elaborar sus nuevas creaciones en las hebillas de cinturones, placas, frascos, en los pasadores para el cabello y en en las esculturas de animales talladas en jade que adquirieron a marchantes orientales.
Así, la maison se sumergió en una gran variedad de fabulosas formas repletas de simbolismo chino. Bajo la influencia asiática, los frascos diminutos se decoraron con preciosos y sofisticados detalles e incluso se domesticó al dragón, plasmado por el joyero en un broche que representaba un tierno abrazo entre madre e hijo. Cartier también incorporó las fantasías oníricas chinescas en los relojes.
El jade empujó a Cartier a explorar llamativas combinaciones cromáticas y la piedra se yuxtapuso con el coral, la laca roja o el rubí. En 1934, Barbara Hutton encargó a Cartier un collar de 27 cuentas de jadeita, de un verde intenso y una calidad excepcional, con el fin de crear un broche de rubíes y diamantes. El resultado fueron placas talladas en jade para adornar joyeros decorados también con coral, esmalte negro y diamantes; broches-reloj montados en un sello de jade del siglo XIX tallado con la figura de un león budista, o collares de cuentas de un verde intenso y de una calidad excepcional con un broche fabricado en oro, diamantes y rubíes. El conjunto de piezas corrobora que los secretos de la belleza eterna del jade hoy siguen siendo tan fascinantes como siempre.