POR NARKYS BLANCO
23/10/2017
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Por primera vez en el mundo una planta para la generación de energía captura CO2, lo convierte en un mineral sólido y, así, permite su almacenamiento permanente y evita su liberación a la atmósfera. Esta solución pionera, que acaba de iniciar su fase de pruebas en la planta geotérmica de Hellisheidi, en Islandia, aspira a contribuir al objetivo alcanzado en la Cumbre del Clima de París para limitar a un máximo de dos grados la subida de la temperatura a finales de siglo.
Según aseguran desde la empresa suiza Climeworks, que participa en el proyecto, los científicos han alertado de que esta meta no será posible sin soluciones que permitan eliminar el carbono. De ahí, y de su radical novedad, la atención generada por esta tecnología que ya hoy está fijando como minerales el 60% de los gases que se generan en la planta islandesa en la producción de electricidad y agua caliente.
El objetivo inmediato, además de lograr que la planta de Hellisheidi llegue a operar sin emisiones a la atmósfera, es probar que esta iniciativa para la captura directa de dióxido de carbono y su almacenamiento geológico es una alternativa “segura, viable económicamente y escalable”, según Climeworks.
Los test han arrancado con la instalación en la planta de Hellisheidi de un módulo DAC (Direct Air Capture, en español, captura directa del aire), que permite mineralizar el CO2 a escala industrial. Esto se logra gracias al siguiente proceso. Primero, la tecnología captura el dióxido de carbono y el sulfuro de hidrógeno del propio ambiente. Diluidos en agua, los gases son enviados a 700 metros bajo tierra. En ese punto, y gracias a la reacción que producen las rocas basálticas del lugar, se forma un mineral sólido que permite el almacenamiento permanente de estos gases.
Hellisheidi es la primera en el mundo
Este proceso, posible gracias a un filtro patentado por la compañía suiza, emula la mineralización que se produciría de forma natural con el paso de los siglos, si bien la acelera sensiblemente. “Hemos probado que podemos convertir de forma permanente el gas de efecto invernadero en roca imitando los procesos naturales, pero de forma que suceda en menos de dos años”, asegura en este sentido Edda Sif Aradóttir, responsable del proyecto en Reykjavik Energy.
Bautizado como CarbFix2, este trabajo financiado por la Unión Europea a través del programa Horizonte 2020 arrancó hace ya una década. Ahora se da un paso decisivo en esta tecnología que, todavía, cuenta con varios desafíos para su expansión, entre ellos su viabilidad económica. Actualmente, extraer una tonelada de CO2 cuesta alrededor de 600 dólares. Además, por el momento la potencia de esta planta es limitada, ya que la capacidad anual se prevé en 900 toneladas.
Sin embargo, las empresas implicadas en este proyecto son optimistas. “El potencial de escalar nuestra tecnología en combinación con el almacenamiento de CO2 es enorme; no solo en Islandia, sino en multitud de lugares con formaciones rocosas semejantes”; considera Christoph Gebald, fundador y máximo responsable de Climeworks, empresa que apuesta por seguir trabajando con un objetivo claro: facilitar la captura del 1% de las emisiones globales en 2025