Lluvias y sequías, en sus versiones más extremas, afectan varios puntos del planeta. Indonesia, el mayor archipiélago del mundo, muestra su cara más asolada en estas semanas por las terribles inundaciones, que han elevado gravemente el nivel del mar y se anegan calles, caminerías y hogares. Cunde el miedo. Poblaciones enteras han migrado por los efectos destructores del cambio climático.
El desbordamiento ha arrasado los campos de arroz. Igual ocurre con los cocoteros y siembras de chile. El agua de los estanques está tan alta que los peces nadan sobre las redes de las granjas. Y la basura arrastrada por las mareas penetra en las viviendas sin que se cerrar las puertas . La costa norte de Java es invivible. Los ocupantes han tenido que levantar sus casas varios metros con vigas cemento y piedras para salvaguardarlas del agua de mar. A otras solo se puede acceder cuando la marea está baja. Es imposible dormir o atender los quehaceres del hogar. No hay hogar, solo una sábana de agua.
Muchos aldeanos han huido y se han convertido en migrantes climáticos que buscan la sobrevivencia en sitios más secos y más altos sobre. Otros han permanecido en sus modestas viviendas inundadas, no tienen dinero para mudarse.
Java, hogar de unos 145 millones de personas, es la isla más poblada del mundo. Los científicos dicen que gran parte de la isla quedará completamente bajo el mar en los próximos años.
Otro país, Pakistán, también está bajo las aguas por las inclementes inundaciones y más de 1.600 personas han fallecido por las lluvias monzónicas que han sido especialmente agresivas
Las inundaciones en Indonesia, una dolorosa historia
Mucho se ha escrito sobre la capital de Indonesia, Yakarta,, que se hunde debido a inundaciones destructivas. También otras partes del país presentan inundaciones persistentes, pero reciben menos atención. The Associated Press reseña que a unos 500 kilómetros de la sede del gobierno pueblos enteros a lo largo del mar de Java están sumergidos en aguas turbias. Los expertos afirman que el aumento del nivel del mar y las mareas más fuertes son resultado del cambio climático. El modelo del desarrollo también tienen la culpa.
Mondoliko es uno de esos pueblos. De allí es Asiyag, de 38 años, que ha vivido cómo las lluvias e inundaciones son cada vez peores. Cuando era joven, Mondoliko tenía exuberantes arrozales y altos cocoteros. Los arbustos de chile rojo crecían alrededor de las 200 casas en las que vivía la gente. Los niños jugaban en la cancha de fútbol local y veían a las serpientes deslizarse entre la hierba y las mariposa eran de todos los colores y tamaños. “Todos tenían tierra. Todos pudimos crecer y tener lo que necesitábamos”, cuenta con emoción.
Al principio, hará unos 10 años, el agua llegaba esporádicamente y con pocos centímetros de altura. Sin embargo, desde hace pocos años es una presencia constante. Y el agua salada destruye los cultivos. Las plantas murieron. A medida que el agua subía iban desapareciendo los insectos y los demás animales.
Relato de una migración climática
Asiyah dice que ella y otros aldeanos agricultores se adaptaron lo mejor que pudieron. Cambiaron sus cultivos por estanques de peces. La gente usaba tierra u hormigón para levantar los pisos de sus casas por encima del agua. Colocaron cercas de red en los patios para atrapar la basura que traía la marea. Estrategias de sobrevivencia.
Durante siete años, Asiyah, su esposo Aslori y sus dos hijos vivieron con las inundaciones. El nivel del agua aumentaba cada año y los vecinos abandonaban sus casasy se iban a tierras más secas, más altas. La llamada a la oración en la mezquita del pueblo no se escuchó más. Los nuevos estanques de peces se volvieron inútiles. «El agua se elevaba tanto que los peces saltaban sobre las redes», cita The Associated Press.
Un día decidieron que tenían que dejar su hogar de toda la vida. Su padre, que vivía con ellos, luchaba contra cáncer de huesos y problemas de próstata. A veces estaba tan frágil. Su hijo enfrentaba un viaje a la escuela cada vez más difícil y anegado a más de 3 kilómetros de distancia. Era hora de irse.
El agua se tragó el pueblo
Una mañana temprano, bajo una lluvia torrencial, Asiyah y Aslori cargaron lo que pudieron en su bote: fotografías de su boda y su familia, documentos y un gran recipiente de plástico lleno de utensilios de cocina. Viajaron hasta Semarang donde alquilaron un apartamento vacío de una habitación. «No había otra opción. Mondoliko es inhabitable, ahora es mar y no hay camino de vuelta”, cuenta.
Asiyah y sus compañeros aldeanos son solo algunos de los 143 millones de personas que probablemente se verán desplazadas por el aumento del nivel del mar. La sequía, las temperaturas abrasadoras y otras catástrofes climáticas continuarán en los próximos 30 años, según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas. “Extraño mi hogar. Nunca imaginé que se convertiría en océano”, dice.