Los bulos son informaciones falsas estructuradas de tal manera que se perciban como verdad. A pesar de que este tipo de información siempre ha existido, la aparición de Internet y más aún de las redes sociales se han convertido en un terreno fértil para cosecharlas y propagarlas.
Contrario a lo que se pueda pensar y por muy perspicaz que cada uno se considere todos estamos expuestos a creer y compartir informaciones falsas. Situaciones, como las actualmente vividas con la COVID-19, son un contexto propicio para que las informaciones falsas pesquen propagadores. Pero, ¿qué contribuye a que las noticias falsas se perciban como verdaderas dignas de ser compartidas?
La neurociencia cognitiva explica cuán predispuesto se está a aceptar informaciones falsas de acuerdo al funcionamiento del cerebro y a una serie de sesgos cognitivos que alteran el juicio. También influyen la personalidad y el estado emocional, pero el funcionamiento del cerebro y los sesgos cognitivos parecieran ser determinantes.
Sesgo de confirmación
El cerebro es perezoso, es decir, ahorra energía. Por lo tanto existe una tendencia a dar por buenas las informaciones que coinciden con el sistema de creencias individual, con las ideas preconcebidas. De manera que si llega una información nueva, alineada con los esquemas mentales previos, se integrará más fácilmente.
Esta fácil integración le cuesta menos energía al cerebro que incorporar una nueva enseñanza. Cada aprendizaje genera un patrón concreto de activación de neuronas, una vez listo, se guarda para recurrir a él cada vez que sea necesario. Así que si se recibe una información nueva que va en línea con lo ya aprendido, al cerebro le cuesta menos integrarlo.
Ahora, así como el cerebro asimila con mayor facilidad la información que coincide con sus patrones de creencias, de igual forma desecha información que no encaje con estos patrones. De allí que existan informaciones falsas que no cuelen.
La neurociencia cognitiva llama a este fenómeno sesgo de confirmación. La única manera de contrarrestar su efecto es detenerse a reflexionar cuánto de verdad hay en las informaciones o en el contenido al que se tiene acceso. Sin embargo, el sesgo de confirmación no es la única manera en la que el cerebro deja colar las informaciones falsas.
Más sesgos en el cerebro
Existe el sesgo cognitivo de la ilusión de conocimiento y control. En primer lugar, el ser humano necesita creer que tiene su vida bajo control, sobre todo en situaciones confusas que lo sobrepasan.
Luego está el hecho de creer que sabe más de lo que realmente se sabe. Entonces, en medio de una situación angustiosa de gran incertidumbre, como la de la pandemia de la COVID-19, si se recibe una información, se puede llegar a pensar que es excepcional. Esto hace a las personas proclives a aceptarlas como verdad, porque refuerza la ilusión de conocimiento y control.
Por otro lado, juega un papel importante el refuerzo social. No es solo el hecho de creerse informaciones falsas, sino de compartirla para que los seguidores en redes sociales, los allegados o familiares la valoren y también la compartan, lo que provoca una inyección de dopamina que proporciona un placer similar al sexo o al consumo de drogas.
Luego, está el efecto halo, otro sesgo cognitivo, que impulsa a compartir informaciones falsas si lo dice o comparte una persona de la cual se tiene una buena impresión. Por ejemplo, si una noticia falsa la difunde un deportista, político o actor influyente, el cerebro tiende a creer en su veracidad, ya que ese individuo destaca en un sector, dándole mayor valor a la opinión de la que realmente tiene.
También influyen el nivel cultural y los rasgos de la personalidad como un narcisismo mal llevado. Pero lo que resulta fundamental para que las informaciones falsas se admitan es la verosimilitud.
Si una información falsa es demasiado absurda, no hay sesgo cognitivo que la haga pasar. Si es bastante verosímil, pero tiene poca relevancia tampoco pasará. Ahora, si en forma y contenido es verosímil e impactante, burlará cualquier sistema crítico. Pareciera entonces que no solo hay que cuidarse de las noticias falsas, sino de la valoración que se tiene del sistema individual de creencias.
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