La industria del gas empleó con éxito las tácticas de las grandes tabacaleras para magnificar la controversia sobre los vínculos entre las emisiones de las cocinas de gas y la salud pública. Tratando de despistar a la ciencia con marketing y campañas publicitarias. Cinco décadas después de esa práctica continua, el Centro de Investigaciones Climáticas (CIC), encontró que la industria del gas conocía de la emisión de gases de las cocinas y las enfermedades respiratorias.
Esta industria financió sus propios estudios en los setenta y ochenta utilizando los mismos laboratorios, consultores de gestión y estadísticos que sus homólogos del tabaco. Y fue asesorada por la misma empresa de relaciones públicas que planeó la estrategia del tabaco, Hill & Knowlton. Sus tácticas influyeron en la toma de decisiones regulatorias en la Agencia de Protección Ambiental y la Comisión de Seguridad de Productos de Consumo y han continuado hasta hoy, revela el CIC.
A medida que nuevos hallazgos científicos vuelven a despertar preocupaciones de larga data sobre los impactos en la salud de la cocina a gas en interiores, la industria del gas lanza ataques. Arrojando dudas al presentar quejas espurias contra estudios académicos, sostiene el Centro. Calificando la discusión del tema como “imprudente” y contratando personas influyentes para contrarrestar la evidencia más reciente.
El nuevo informe del CIC describe los esfuerzos de la industria del gas durante cinco décadas para fabricar y magnificar la controversia sobre los vínculos entre las emisiones de las cocinas de gas y enfermedades respiratorias. Precisa que la industria era consciente de su «problema de NOx (óxidos de nitrógeno)» al menos en 1970.
El impacto de las cocinas de gas en la salud
Según las actas de un panel asesor gubernamental compuesto en su totalidad por ejecutivos de alto nivel de empresas de gas y servicios públicos, se pidió a la industria del gas que «echara un vistazo» en su problema de NOx en septiembre de 1970.
Ese mismo año, los investigadores de la EPA emitieron los primeros estudios epidemiológicos sobre los efectos en la salud de la exposición al dióxido de nitrógeno (NO2) en interiores procedente de las cocinas de gas. Estos estudios, que indicaban que las personas que vivían en hogares con estufas de gas eran más susceptibles a enfermedades respiratorias. Pronto atraerían la atención nacional, amenazando con crear un potencial escándalo de salud para la industria del gas.
Emulando la respuesta de la industria tabacalera a las crecientes preocupaciones sobre los impactos del tabaquismo en la salud, la Asociación Estadounidense del Gas (AGA) financió su propio programa de investigación de los efectos en la salud.
En 1972, AGA comenzó a patrocinar estudios epidemiológicos sobre los efectos en la salud de las emisiones de las cocinas de gas en los Laboratorios Battelle. Un laboratorio privado que tenía un historial de trabajo para fabricantes de cigarrillos individuales, así como para el Consejo de Investigación del Tabaco. Battelle también tenía un historial comprobado de publicación de información «consistente con los intereses y deseos del Patrocinador», dice el Centro.
Los estudios financiados por la AGA no encontraron asociación entre las estufas de gas y las enfermedades respiratorias. A pesar de que investigaciones independientes, no afiliadas a la industria, identifican una asociación entre las emisiones de dióxido de nitrógeno de estas cocinas y los problemas respiratorios. Estos estudios fueron utilizados por la industria para hacer frente a los crecientes llamados a tomar medidas regulatorias sobre la contaminación del aire interior.
Investigaciones coincidentes
Casi al mismo tiempo, el Dr. Carl Shy, un investigador federal de salud pública, estaba investigando los efectos del dióxido de nitrógeno en la salud. En 1970, Shy publicó un estudio que mostraba que las familias expuestas a mayores niveles de dióxido de nitrógeno, un contaminante del aire al aire libre, tenían tasas más altas de enfermedades respiratorias que las familias en áreas menos contaminadas.
La investigación llamó la atención de la industria de servicios públicos de gas y le pidieron a Shy una reunión.
Cuando se conocieron, Shy escuchó de la industria del gas algo que los estadounidenses ahora están aprendiendo 50 años después. Los riesgos potenciales para la salud al preparar los alimentos con cocinas de gas. «Ellos fueron los que me dijeron que las estufas de gas producen dióxido de nitrógeno debido a su alta temperatura», dijo Shy a National Public Radio (NPR),ahora de 91 años, en su casa cerca de Durham, Carolina del Norte. «Dijeron que las campanas sobre las estufas de gas en realidad no eran lo suficientemente potentes para tirar eliminar el dióxido de nitrógeno.»
Pero en las décadas siguientes, la industria del gas argumentó lo contrario. Afirmando que las campanas extractoras podrían eliminar esta contaminación. Shy sostiene que los vapores generados al cocinar los alimentos son un problema mayor que la contaminación del dióxido de nitrógeno por combustibles fósiles.
La narrativa fue parte de una larga campaña de la industria de servicios públicos de gas para popularizar las estufas de gas. Sin embargo, al anunciar el electrodoméstico, la industria también financió su propia investigación sobre los posibles daños a la salud de cocinar con gas.
Electrificación pero renovable
Esos informes respaldados por la industria confundieron a los consumidores. Y enturbiaron la ciencia en la que se basaban los reguladores sobre los peligros potenciales para la salud de cocinar con gas, según una investigación de NPR y documentos del CIC.
Pero hoy, las empresas de gas enfrentan otro tipo de presión más allá de las preocupaciones de salud. Y esto plantea interrogantes sobre la viabilidad futura de sus negocios: las importantes contribuciones que hace el gas natural al cambio climático.
Bajo el gobierno de Biden, Estados Unidos se ha fijado el objetivo de alcanzar emisiones netas cero en toda la economía para 2050. Cero neto significa que cualquier contaminación que caliente el planeta se compensa con esfuerzos para reducirla o eliminarla. Como el uso de más energía renovable, por ejemplo.
La AGA ha desarrollado un plan neto cero para las empresas de gas. Pero una lista cada vez mayor de estudios, encuentran que alcanzar el objetivo requerirá electrificar los edificios. Hacer que los electrodomésticos sean más eficientes y alimentarlos principalmente con energía libre de emisiones. Estos estudios los han realizado la Universidad de Princeton, el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley y la Academia Nacional de Ciencias, entre otros.
Por lo pronto, los gobiernos locales están liderando el camino hacia la electrificación. Berkeley, California, fue la primera ciudad del país en prohibir nuevas conexiones de gas en los hogares y ahora lo defiende ante un tribunal federal. La Comisión de Energía de California (CEC) aprobó normas que requieren ventilación adicional para las estufas de gas en comparación con las eléctricas. El estado de Nueva York está prohibiendo las cocinas y hornos de gas en la mayoría de los edificios nuevos, por salud y ambiente.