En una población que tiene una silla de 9 metros como principal monumento y es sinónimo de la decadencia de la industria estadounidense desde hace años ante las importaciones de China, muchos reciben la posibilidad de que se impongan aranceles a los productos chinos con un encogimiento de hombros.
No es de extrañar. De las tres plantas de muebles de Thomasville que se ubican en los límites de la ciudad, antaño llenas de actividad, una está siendo demolida para construir un parque, otra puede convertirse en el terreno de una nueva comisaría y una tercera dará paso a apartamentos.
El presidente Donald Trump amenaza con imponer aranceles de hasta el 25 por ciento sobre bienes importados de China por valor de 500.000 millones de dólares cada año, incluidos muebles por unos 20.000 millones de dólares, como una forma de recuperar cientos de miles de trabajos perdidos en favor de China y otros países de bajos costes de producción.
Sin embargo, la transformación de las industrias estadounidenses desde el auge de China como productor mundial de bajo coste hace casi dos décadas significa que muchas ya no compiten directamente con las importaciones chinas, por lo que los aranceles bien podrían no traducirse tan fácilmente en más empleos en Estados Unidos.
Menos importaciones no es igual a más trabajo
En Bernhardt Furniture, un negocio familiar en Lenoir, unos 145 kilómetros al oeste de Thomasville, los directivos dicen que harían falta unos 30 millones de dólares de inversión de capital -alrededor del 10 por ciento de las ventas anuales- para resucitar líneas de muebles de madera estándar que ahora se fabrican sobre todo en países como China y Vietnam.
Es un compromiso demasiado grande teniendo en cuenta que las políticas económicas de la actual Administración podría deshacerlas otro gobierno en el futuro.
«La teoría es que apagas (las importaciones) y los trabajos vuelven. Pero eso no es cierto… Los edificios ya no están. La gente ya no está. La maquinaria ya no está» para hacer los tipos de muebles que ahora se importan, explica Alex Bernhardt Jr., director ejecutivo y bisnieto del fundador de la compañía.
Lo que la compañía necesita ahora, dicen los ejecutivos, son los mercados abiertos y la economía estable que le han permitido aumentar su plantilla desde menos de 800 empleados al final de la recesión de 2007-2009 a casi 1.500 en la actualidad, en parte por las exportaciones a China.
Una industria distinta
Ese crecimiento se ha visto impulsado en gran medida por la demanda de muebles más personalizados y de gama alta. Al expandirse, la compañía, fundada hace 129 años, ha estado contratando no solo a trabajadores de fábrica, sino también a diseñadores, expertos en marketing y otros profesionales. En resumen, es una empresa diferente de lo que era hace tres décadas cuando comenzó a dividir las líneas de productos entre Estados Unidos y Asia.
Los economistas dicen que lo mismo ocurre con gran parte del resto de la fabricación estadounidense. Para invertir y contratar a más trabajadores, los ejecutivos necesitarían certeza, por ejemplo, de que los consumidores van a preferir los productos hechos en Estados Unidos a un precio que posiblemente sea más alto. Necesitarían la seguridad de que los aranceles durarán más allá de la administración Trump y que la producción no puede trasladarse a otros países más competitivos en costes.Incluso entonces, puede que haya pocos incentivos para volver a las viejas líneas de producción para industrias que han cambiado drásticamente debido a la globalización.
Productos locales, más caros
Al otro lado del «Rust Belt» -una zona industrial que abarca varios estados del Centro Noreste y sufrió una fuerte crisis a finales de los 70 y principios de los 80- y en las antiguas ciudades con fábricas del sur, la transformación es evidente. En Buffalo, una antigua central de acero es ahora una fábrica de paneles solares, y un fabricante de bienes para el comercio minorista alberga ahora oficinas y restaurantes.
En Cleveland, una antigua planta de General Motors se ha reabierto como una compañía de cristal para automóviles de propiedad china. Fábricas abandonadas en todo Carolina del Norte han entrado en una lista de la Agencia de Protección Ambiental sobre ubicaciones industriales sin utilizar que necesitan despejarse.
Buscando nuevas fronteras
Algunas compañías están considerando llevar la producción a lugares distintos que China como resultado de los aranceles, pero es improbable que los empleos vuelvan a EEUU.
Por ejemplo, CCTY Bearing, con sede en Illinois, dijo que planeaba trasladar la producción con destino a Estados Unidos que tiene en Zhenjiang, China, a una nueva planta cerca de Mumbai, en la India, para mantener bajos los costes laborales.
Los productos Bluetooth fabricados en China por JLab Audio aún no están siendo gravados por los aranceles, pero su primer ejecutivo, Win Cramer, ha estado buscando proveedores en Vietnam y México.
«Me encantaría fabricar productos aquí, pero los consumidores han demostrado una y otra vez que la declaración ‘Made in America’ ya no es tan valiosa como antes», dijo Cramer. «Toman decisiones basadas en el coste».
El precio, por ejemplo, de sus auriculares Bluetooth pasaría de 20 a 50 dólares si se fabricara en Estados Unidos, dijo Cramer, mucho más de lo que supone el coste adicional de los aranceles.
Trasladarse a EEUU
Sin duda, algunas primeras reacciones sugieren que empresas extranjeras que fabrican en China productos destinados a Estados Unidos pueden trasladar parte de esa producción a Estados Unidos. Aun así, países como Vietnam pueden ser los beneficiarios finales de los aranceles de Trump.
El fabricante japonés de equipos de construcción y minería Komatsu Ltd dijo que ya había sacado de China parte de su producción de piezas para excavadoras construidas en Estados Unidos. Una parte se trasladó a Estados Unidos, pero otras fueron a parar a México y Japón.
En Corea del Sur, LG Electronics y su competidora Samsung Electronics están considerando llevar parte de la producción de refrigeradores y aire acondicionado que tiene como destino Estados Unidos a México, Vietnam o al país donde tienen su sede, pero no a Estados Unidos, según fuentes de la compañía y medios de comunicación locales.
Recuperación estable
Las respuestas a los aranceles de Trump sobre el acero y el aluminio muestran que estas decisiones crean tanto ganadores como perdedores.
Productores como US Steel y Century Aluminum han dicho que sumarán al menos varios cientos de empleos como resultado de los precios más altos que pueden cobrar. Mid-Continental Nail, sin embargo, despidió a 130 trabajadores debido a los precios más altos del acero, y el fabricante de piezas para muebles Leggett & Platt ha advertido de que el aumento de los precios de los metales lo empujaría a llevarse la producción al exterior.
Hasta ahora, Washington ha impuesto aranceles a importaciones chinas valoradas en 250.000 millones de dólares y Trump ha amenazado con imponer gravámenes a todos los productos chinos.
Muchos economistas pronostican que los nuevos aranceles ralentizarán, en líneas generales, la contratación o causarán pérdidas de empleos en un sector manufacturero donde el empleo ha crecido un 10 por ciento en los últimos ocho años sin protección especial.
La industria estadounidense del mueble, entre las más afectadas por las importaciones chinas, ha sumado 43.000 empleos desde que la ocupación en el sector alcanzó un mínimo de 350.000 en 2011, gracias a un mercado inmobiliario en recuperación y a la fuerte demanda de los consumidores.
Escasez de trabajadores
Responsables de la industria estadounidense dicen que es difícil encontrar tapiceros cualificados y trabajadores de otros oficios, una opinión que está en consonancia con la preocupación de la Reserva Federal sobre el impacto de la escasez de trabajadores en la economía de los EEUU.
En Thomasville, pocos esperan que los aranceles vuelvan a llevar la fabricación de muebles a su apogeo, y además la comunidad tampoco lo necesita, según Kelly Craver, gestor municipal cuyos padres trabajaron en las industrias de muebles y textiles.
Desde la recesión, Thomasville se ha convertido en un centro residencial para el crecimiento de ciudades cercanas como Greensboro y Charlotte. También tiene su propia mezcla de trabajos de fabricación y de oficina. Mohawk Industries expandió recientemente su planta de pisos laminados en Thomasville, mientras que la empresa de transporte Old Dominion Freight Line y la cadena de hamburguesas Cook Out tienen su sede corporativa allí.
«Nosotros, por primera vez en la existencia de esta ciudad, vamos a tener una economía diversificada», dijo Craver.