Está creciendo la conciencia sobre la necesidad de cambiar el enfoque energético. Pero la industria de las energías fósiles sigue siendo un actor influyente y resistente al cambio. Un informe del laboratorio de ideas británico InfluenceMap revela una verdad incómoda: en los últimos 57 años, mientras el mundo se debatía entre la evidencia científica y la necesidad de actuar frente al cambio climático, los petroleros se dedicaban a obstaculizar, distraer y negar cualquier alternativa que amenazara su hegemonía en el mercado energético. Lleva más de medio siglo desinformando, y ha tenido éxito.
Los combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas, son los principales contribuyentes al cambio climático a nivel global. Representan más del 75 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero y cerca del 90 % de todas las emisiones de dióxido de carbono. Tras un breve descenso durante la pandemia de COVID-19, aumentaron un 1% en 2022, alcanzando un total de 40,5 gigatoneladas de CO2.
La base de datos Carbon Majors muestra que las emisiones acumuladas asociadas a la venta de productos de combustibles fósiles por parte de las empresas miembros de estas asociaciones han aumentado considerablemente. Entre 1950 y 2022, esas emisiones de gases de efecto invernadero suman 350.000 millones de toneladas. Con 320.000 millones correspondientes a emisiones de CO2. Representa aproximadamente el 18% de las emisiones totales acumuladas de CO2 de la industria de los combustibles fósiles.
Poderoso lobismo
La evidencia científica es clara: para mitigar los impactos más negativos del cambio climático, es crucial reducir las emisiones a casi la mitad para el año 2030 y lograr la neutralidad de carbono para 2050. A pesar de los avances en fuentes de energía más limpias, los combustibles fósiles aún dominan la producción mundial de energía, representando más del 80 % del total. Sin embargo, las energías renovables están ganando terreno. Aproximadamente el 29 % de la electricidad actual proviene de fuentes limpias.
La industria de los hidrocarburos, con su vasto poder y recursos, ha sido un actor clave en el escenario global. Detrás de las luces brillantes de los pozos de petróleo y las refinadoras, se ha librado una batalla menos visible pero igualmente crucial: la lucha contra la transición hacia una energía más limpia y sostenible. En los foros y cumbres climáticas su presencia es cada vez mayor. En la última Cumbre del Clima, COP28, realizada en Dubái, había 2.500 lobistas. Una delegación mucho más numerosa que la de la mayoría de los países. Justificaron sus abultados honorarios impidiendo que la eliminación de los combustibles fósiles figurara en el documento final.
Libro de jugadas
La exhaustiva investigación de InfluenceMap arroja luz sobre las tácticas empleadas por los principales lobbies petroleros mundiales, como el American Institute of Petroleum, Fuels Europe y Fuels Industry UK. El análisis, que abarca desde 1967 hasta 2021, examina documentos, informes y audiencias. Desde 1967 hasta 2021, estos grupos tejieron una red de influencia para proteger sus intereses y retrasar el desarrollo del vehículo eléctrico. ¿Cómo lo lograron? A través de una serie de narrativas y argumentos cuidadosamente diseñados.
Para defender su negocio, las empresas petroleras adoptaron una estrategia de negación y minimización del cambio climático. Presentaron las alternativas a los combustibles fósiles como riesgos económicos y poco viables. Argumentaron que la transición hacia energías más limpias podría afectar la seguridad energética y la asequibilidad.
El informe identificó tres narrativas clave utilizadas por la industria para oponerse a las alternativas a los combustibles fósiles. Estas incluyen el «escepticismo ante las soluciones», que ha estado vigente durante 56 años, la «neutralidad política» que ha usado durante 34 años y la «asequibilidad y seguridad energética» durante 51 años. A pesar de los avances en la comprensión de las amenazas que plantea la crisis climática, mantiene el discurso. Dándole continuidad a las tácticas históricas de negación de la ciencia del clima que han prevalecido dentro de la industria de los combustibles fósiles.
Tríada de argumentos
Los tres argumentos principales utilizados por los grupos de la industria son:
- Escepticismo ante las soluciones: Resta importancia sistemáticamente al impacto potencial y a la viabilidad de las fuentes de energía alternativas. Pone en duda su eficacia y hace hincapié en los retos y las incertidumbres. Incluye argumentos que suscitan escepticismo en torno a los problemas asociados al uso de combustibles fósiles.
- Neutralidad política: La utiliza para oponerse a las políticas que promueven únicamente alternativas a los combustibles fósiles. En su lugar, promueve la elección del consumidor, las soluciones de mercado y una intervención mínima del gobierno.
- Asequibilidad y seguridad energética: La industria subraya la importancia de mantener un suministro energético rentable y seguro. Los combustibles fósiles se presentan como fundamentales para ambas causas. Mientras que el cambio a alternativas tecnológicas se presenta como un riesgo importante.
Mismo discuros palabras distintas
Algunos ejemplos de las declaraciones encontradas en los documentos revisados:
- “La producción de coches eléctricos no supondrá ninguna ventaja para la contaminación atmosférica” (API, 1967).
- “El dióxido de nitrógeno en la actualidad no supone un problema de polución en EE.UU.” (API, 1973).
- “Como industria estamos preocupados por el creciente control de las emisiones y los beneficios cuestionables que supondrán estos gastos” (petrolera Chevron, 1987).
- “Las mejoras de las gasolinas han hecho reducir las emisiones. Los coches eléctricos suponen retos técnicos, económicos y de infraestructura” (API, 2005).
- “El gobierno no tiene ni que vender las promesas de las renovables ni reducir la demanda de petróleo” (API, 2007).
- “Algunos dicen que los coches eléctricos son de cero emisiones. Sería mejor decir que desplazan las emisiones, si se consideran la energía eléctrica para cargar el vehículo y el coste ambiental de las baterías (API, 2018).
Panel los desmiente
InfluenceMap lo comparó con las orientaciones del IPCC y encuentró que están desalineadas con la política climática. El discurso del escepticismo sobre las soluciones afirma que las alternativas a la tecnología y las infraestructuras basadas en los fósiles son innecesarias o inviables. El American Petroleum Institute (API) declaró en 1967 que los coches eléctricos no tendrían ninguna ventaja significativa en términos de contaminación atmosférica. Argumento descalificado por el informe del IPCC de abril de 2022. Según el cual la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables contribuye significativamente a los objetivos más amplios de desarrollo sostenible y que las alternativas son totalmente viables.
El argumento de la neutralidad política parece un principio sensato. Pero la industria del petróleo y el gas lo utiliza para oponerse o diluir políticas tecnológicas específicas. FuelsEurope abogó por la inclusión de combustibles «bajos en carbono» en la Directiva de Eficiencia Energética de los Edificios (EPBD) en 2022. Sostenía que garantizaría una igualdad de condiciones más efectiva entre las diversas soluciones tecnológicas disponibles. Según el IPCC los elevados costes de las tecnologías limitan su adopción en el mercado y las nuevas tecnologías pueden tener dificultades para competir con las ya existentes.
La narrativa de la asequibilidad y la seguridad energética también está desalineada con la política climática. La industria la ha utilizado para oponerse a la transición a los vehículos eléctricos. La API declaró en 2022 que la norma propuesta podría afectar negativamente la seguridad energética de Estados Unidos. Pero, los informes del IPCC subrayan que el desarrollo de las energías renovables es una «medida crucial» para mejorar el acceso a la energía y la seguridad energética. También afirma que los vehículos eléctricos pueden aumentar la estabilidad de la red.
Consecuencias devastadoras
Las consecuencias de estas estrategias han sido devastadoras. El informe revela que las emisiones de gases de efecto invernadero de alcance 3 (emisiones indirectas asociadas a la cadena de valor de una empresa) de las empresas petroleras y gasistas son significativamente más altas de lo que se pensaba. De hecho, el análisis muestra que entre 1960 y 2021, las emisiones de alcance 3 de estas empresas alcanzaron la asombrosa cifra de 1 billón de toneladas de CO2 equivalente. Representa el 20% de las emisiones totales durante ese período.
Las compañías, que incluyen tanto petroleras como gasistas, han justificado su contribución al cambio climático argumentando que están a merced de la demanda de los consumidores, una fuerza que escapa a su control. Pero resulta poco creíble luego de que InfluenceMap develara el manual estratégico utilizado por la industria para proteger y perpetuar el dominio de los combustibles fósiles en el mercado. A pesar de las pruebas científicas acumuladas, la industria petrolera y del gas ha persistido en su estrategia perjudicial, desarrollada ya en los años sesenta.
No es el primero
La lucha de las empresas de combustibles fósiles y sus grupos de presión contra la ciencia del clima y los científicos no es un fenómeno nuevo. En 1998, empresas como ExxonMobil y Chevron contrataron al consultor de relaciones públicas Joe Walker para crear una campaña mundial de desinformación y socavar el Protocolo de Kioto.
Desde entonces, se ha construido un caso en torno a una red global de empresas y personas adineradas que financian campañas anti-climáticas en todo el mundo. En 2017, un grupo de fachada apoyado por los hermanos Koch, opuestos a las energías renovables, lanzó un vídeo atacando a los vehículos eléctricos. Más recientemente, se han producido ataques que afirman que la energía eólica marina es perjudicial para las ballenas.
Informe de 2020
En Australia, los grupos de presión de los combustibles fósiles han sido igualmente eficaces a la hora de bloquear la política climática. Un estudio de InfluenceMap de 2020 demostró que tres cuartas partes de los grupos que se posicionaron en contra de la normativa climática tenían una agenda favorable a los combustibles fósiles.
Las empresas de combustibles fósiles que operan en Australia se opusieron enérgicamente a los intentos de hacer referencia a la reducción de la demanda de gas fósil en la Estrategia Futura del Gas de Australia. Utilizaron varios argumentos. Como que los combustibles fósiles se alinean con los objetivos climáticos. Dijeron que los producidos por Australia son necesarios para la descarbonización de los países vecinos.
También alegaron que se necesitan nuevos suministros para la seguridad energética y la asequibilidad de los consumidores. Otro argumento era que los proyectos de combustibles fósiles son esenciales para la economía. Sin embargo, el informe de InfluenceMap desacreditó tales afirmaciones. Bajo un argumento demoledor: los suministros adicionales de combustibles fósiles significan que el mundo superará el presupuesto de carbono restante para 1,5 °C. Además de que la seguridad energética se está cumpliendo con energías limpias mientras que el gas es cada vez más caro. Destacó que la industria de los combustibles fósiles exagera sistemáticamente su contribución a la economía.
Mantener el statu quo
La industria petrolera tiene un historial extenso de sembrar dudas sobre el cambio climático. El petróleo, el gas y el carbón han sido los protagonistas de esta crisis planetaria. Pero hay un nuevo capítulo en esta saga: el intento de socavar las alternativas a estos combustibles. API, FuelsEurope y Fuels Industry UK, tres asociaciones que defienden los intereses de gigantes como Shell, Exxon, Chevron, BP, Totalenergies, Eni y la española Repsol, han librado una batalla sistemática contra las energías renovables y los vehículos eléctricos. El análisis del centro de investigación británico InfluenceMap revela que esta lucha se remonta a décadas atrás. API, desde 1967. FuelsEurope y Fuels Industry UK, desde 1992 y 2010 respectivamente.
Los argumentos contra las energías renovables y los coches eléctricos no son simples errores de cálculo o pronósticos fallidos de la industria. Son parte de un manual estratégico. Un compendio de tácticas urdidas por los lobbies europeos y estadounidenses de los combustibles fósiles. ¿Cuál de los tres grupos de argumentos ha sido más efectivo en este medio siglo de mensajes y cabildeos? La respuesta no es clara.
Se han utilizado juntos, complementándose. Restar importancia a la viabilidad de la transición hacia fuentes de energía alternativas se combina con el énfasis en los posibles impactos en la seguridad energética. Aunque la transición es compleja, influenciada por múltiples factores, la evidencia está ahí: la marcha hacia la energía renovable y los vehículos eléctricos ha sido lenta. El manual ha mantenido el statu quo. La operación de desinformación ha sido exitosa.