La poderosa industria camaronera de Ecuador se distingue entre las mejores del mundo, por sus volúmenes de exportación y los cuantiosos ingresos que genera. Su imparable potencial es impulsado sin mirar los daños medioambientales que deja a su paso.
Las aguas salobres poco profundas del estuario del río Guayas -que nace al frente de la ciudad de Guayaquil, puerto principal del país- son el escenario de vastas cangrejeras. Con una extensión de unos 11.913 kilómetros cuadrados, es el más grande de la costa del Pacífico de América del Sur. Su red contiene 23 afluentes, decenas de pequeñas islas, planicies de marea y alrededor de 60.800 hectáreas de bosques de manglares que se adentran en el golfo de Guayaquil.
Estas aguas también son un caldo de cultivo perfecto para la cría industrial de camarones y ha levantado un gran conflicto. La floreciente industria internacional, importante para la economía local, amenaza el estuario del río Guayas, junto con el sustento y la cultura de pescadores y cangrejeros por generaciones. A medida que se talan los manglares para dar paso a las granjas camaroneras, el baluarte natural del estuario contra el cambio climático se derrumba.
La historia de amor de Ecuador con la camaronicultura comercial comenzó en la década de los años setenta igual que en otras partes del mundo, reseña Nautilus. El gobierno otorgó la primera concesión para convertir un tramo de tierra costera en una granja camaronera en 1975. Y desde entonces, la industria no ha hecho sino crecer.
Los intereses de la industria camaronera en Ecuador
La industria camaronera es una de las principales exportaciones de Ecuador, junto con el petróleo crudo y el banano. El valor de las exportaciones de camarón del país creció de 850 millones de dólares en 2010 a 5.320 millones de dólares en 2021. Ecuador y la India son los dos reyes del camarón en el mundo.
Muchas de las exportaciones van a Estados Unidos. Un estadounidense promedio come más de 1,8 kilos de camarones por año y el 37% proviene de Ecuador, según el Departamento de Comercio. El cultivo de camarones hace posible este nivel de consumo: el camarón cultivado es, en promedio, tres veces más barato que el capturado en la naturaleza.
En una entrevista de 2021 con The Fish Site, un medio de noticias de la industria de la acuicultura, José Antonio Camposano, dijo que la industria camaronera emplea alrededor de 261.000 personas en el país. Agregó el presidente de la Cámara Nacional de Acuicultura (CNA) que esa actividad representó alrededor del 4 por ciento del PIB del país en 2020.
Una granja camaronera necesita un clima cálido, un suministro constante de agua salobre o de mar e, idealmente, sin árboles. Los manglares interfieren con el espaciado eficiente de los criaderos y estanques de “crecimiento” de una granja camaronera. Donde los camarones maduran, lo que complica la aireación y el acceso.
En el mundo, la acuicultura comercial de camarones a gran escala a menudo lleva a la deforestación de los manglares. En Indonesia, por ejemplo, el 70 % de los bosques de manglares han sido dañados por la cría comercial de camarones, según Global Mangrove Alliance. Y Ecuador no es una excepción.
Deforestación de manglares
Entre 1969 y 2018, alrededor del 70 % de las más de 159 000 hectáreas de manglares que alguna vez cubrían el Golfo de Guayaquil se perdieron. En su mayoría debido a las granjas camaroneras, denunció Wendy Chávez, economista y consultora en gestión ambiental de Guayaquil.
En 1999, en Ecuador se empezaron a introducir leyes para proteger los manglares. Ahora son propiedad del estado y solo pueden utilizarse de manera sostenible a través de concesiones emitidas y reguladas por el estado. Las multas por deforestación de manglares superan los $89.000 por hectárea. Y los camaroneros también están obligados a realizar reforestaciones de manglares en función de su tamaño, entre 10 y 30% de sus tierras concesionadas.
Eso está en papel. En la práctica, estas leyes y reglamentos rara vez se implementan y el favor político se inclina a favor de la industria camaronera de Ecuador. En abril de 2022, el presidente ecuatoriano Guillermo Lasso emitió un nuevo decreto que permite legalizar con relativa facilidad a las camaroneras ilegales. Incluso si previamente habían talado manglares protegidos para hacer espacio. Y continúa la tala ilegal, indicó Geovanny Chalén, cangrejero y expresidente de la asociación de pescadores artesanales Río de Aguas Vivas.
Entre 2011 y 2021, la asociación de Chalén reportó 15 casos, incluida la deforestación de más de 40 hectáreas en la isla de Los Chalenes en 2020. “Todavía se están destruyendo muchos manglares”, dijo.
Leonardo Mariduena, director de medio ambiente de la CNA, escribió en un artículo de junio de 2021 publicado en la revista Aquacultura, denunció casos de tala ilegal de manglares al Ministerio del Medio Ambiente. “Sin embargo”, continuó, los manglares son “una formación vegetal colonizadora, que no permite en muchas ocasiones el acceso al agua para las estaciones de bombeo. No existe otro remedio que la poda selectiva, avalada por la autoridad ambiental”.
Leyes en el papel
Cristhian Castro, es cangrejero y pescador por tercera generación consecutiva. Ha sido testigo de cómo la industria camaronera de Ecuador, como una marea que nunca retrocede, ha ido engullendo los laberínticos bosques de manglares. Para dar paso a piscinas de cría de camarones dolorosamente rectilíneas. Él y su familia solían vivir junto a los manglares, pero la expansión de las granjas camaroneras los obligó a mudarse.
La mayoría de los manglares sobrevivientes han sido divididos bajo concesiones especiales de manglares. Teóricamente, esto otorga acceso único a los miembros de las asociaciones de cangrejeros y pescadores. A cambio, deben convertirse en custodios del bosque y realizar patrullajes regulares en bote por los manglares, especialmente para reportar la deforestación. “Es muy caro”, dijo Wendy Chávez. “La única forma de hacerlo es pagar mucha gasolina e ir todos los días, en tu propio tiempo”.
Castro dijo que las asociaciones han estado informando diligentemente sobre la tala de manglares durante años. A menudo tomando videos y fotos como evidencia. Pero las autoridades en su mayoría han ignorado sus informes. Además, debido a que apenas hay patrullaje marítimo en el estero, los contratos de concesión también implican que las asociaciones son responsables de detener y manejar a los pescadores y cangrejeros.
Los manglares sobrevivientes están ayudando a salvaguardar el estuario. E, irónicamente, a los camaroneros, de la contaminación causada por la pesca del camarón. Estudios de la Universidad de Guayaquil y el grupo ambientalista Acción Ecológica muestran que las camaroneras ocasionalmente descargan agua sin tratar. Llena de biocidas, antibióticos y fertilizantes que contienen nitrógeno, fósforo y silicato.
Reunión prometedora
Las marismas del estuario acumulan y atrapan varias toxinas, algunas de las cuales, como el níquel y el arsénico, están alcanzando niveles alarmantes, informa un estudio de 2021 publicado en la revista científica Foods. Los manglares actúan como biofiltros naturales y sin ellos, muchos contaminantes quedarían sueltos en el agua.
En mayo, Castro y varios líderes de asociaciones de cangrejeros y pescadores del estuario del río Guayas se reunieron con Gustavo Manrique, Ministro de Medio Ambiente de Ecuador. Hablaron sobre la tala ilegal de bosques de manglares. Manrique se comprometió a iniciar una amplia investigación sobre las denuncias pasadas y actuales y resolver la situación, al menos en los espacios protegidos de la ría.
Con el barro hasta las rodillas en medio de las raíces de los manglares, Castro dijo a Nautilus que la reunión fue prometedora. A los pescadores se les había dado voz en el destino del estuario, pero sigue siendo escéptico sobre un cambio profundo. Una cosa es segura, precisó, su futuro, así como el del estuario, depende de una decisión firme: quedarse y luchar.