Indígenas advierten a la ONU sobre las falsas soluciones al cambio climático. En una acción emprendida esta semana ante el Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas (UNPFII) sus integrantes consignaron una solicitud de moratoria del Acuerdo de París, en lo relativo a los mercados de carbono.
Los mercados de carbono son sistemas comerciales en los que se venden y compran créditos de carbono. Las empresas, los países o las personas pueden utilizar los mercados de carbono para compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero comprando créditos a entidades que eliminan o reducen las emisiones de gases de efecto invernadero.
Un crédito de carbono negociable equivale a una tonelada de dióxido de carbono reducido, secuestrado o evitado. En otras palabras, los mercados de carbono ponen un precio a la contaminación. Esto crea un incentivo para que las empresas y los países reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero.
La reglamentación de la estructura de estos mercados entraría en vigencia en enero de 2025. La solicitud de moratoria presentada por organizaciones como la Red Ambiental Indígena, busca impedir que los mercados de carbono se conviertan en mecanismos permanentes. Ellos advierten que ese modelo de compensación estimula a los grandes contaminantes a seguir contaminando el planeta, a cambio de una contribución para inversiones medioambientales.
No se deben consolidar los mercados de carbono
Los promotores de la moratoria aspiran que su propuesta sea aprobada por la UNPFII y que genere la suficiente presión como para que la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) también la apoye. En última instancia, el propósito es que sea considerada en la próxima Cumbre Mundial del Clima, la COP29, prevista para el mes de noviembre.
Según el artículo 6 del Acuerdo de París, los países deben presentar planes detallados de cómo reducirán las emisiones o aumentarán el secuestro de carbono. La captura o secuestro de carbono consiste en absorber el dióxido de carbono directamente de la atmósfera para convertirlo en rocas de basalto y almacenarlo «permanentemente» bajo la tierra.
Pero datos de la Organización Internacional de Energía (AIE), proyectaban que para 2023, las 40 instalaciones en todo el mundo que aplican el secuestro de carbono solo lograrían almacenar el 0,1% del CO2 emanado en todo el planeta.
El artículo 6 del Acuerdo de París proporciona vías para que las naciones cooperen de forma voluntaria y comercialicen emisiones para lograr sus objetivos climáticos. Además, crea un mercado centralizado que conduce a la implementación a gran escala del comercio de reducción de emisiones.
Tamra Gilbertson, coordinadora del Programa de Justicia Climática de la Red Ambiental Indigena, advirtió que si los mercados de carbono quedan consagrados tal como están concebidos en el Acuerdo de París, y se convierten en una red internacional más poderosa, “entramos en una era completamente nueva de mercados globales de carbono, conectados como nunca antes habíamos visto”. Una red, advierte, de la que luego será muy difícil salir.
Amigos de la tierra
La idea de los mercados de carbono existe desde los años 70 del siglo pasado. En la década de los 90 se empezaron a implementar los primeros sistemas de comercio de emisiones. En 1997, el Protocolo de Kioto, que estableció el primer sistema internacional de comercio de emisiones, marcó un hito importante en la evolución de este mecanismo.
El Protocolo permitió a los países comprar y vender permisos de emisión entre sí para cumplir con sus objetivos de reducción de gases de efecto invernadero. Pero a la larga se ha detectado que esos mecanismos no son tan transparentes y que en muchos casos los países o las empresas maquillan sus números reales de emisiones. También se da el caso de que dos instancias asociadas en la compra/venta de créditos de carbono duplican el reporte de reducción de sus emisiones, lo cual impide llevar una cuenta real del total de emisiones de gases contaminantes.
En 2005, la Unión Europea lanzó el Sistema de Comercio de Emisiones de la Unión Europea y en 2021, China hizo lo propio. El mercado chino cubre cerca de una séptima parte de las emisiones mundiales de carbono.
Pero la ONG Amigos de la Tierra sostiene que la acción climática sólo será eficaz si los objetivos de eliminación de los combustibles fósiles y la expansión de las energías renovables avanzan a la par. De modo que las energías renovables sustituyan a los combustibles fósiles en declive, en lugar de sumarse a ellos.
«Acuerdos como triplicar la energía renovable mundial sin un compromiso también global de eliminación de combustibles fósiles carece de sentido, ya que nos sitúa en un escenario irreal con una producción mayor de la que pueden tolerar los límites biofísicos del planeta» afirman desde Amigos de la Tierra.
¿Por qué se oponen?
La nuez del asunto es que para los representantes de los pueblos indígenas, los mercados de carbono, además de ineficaces para mitigar el cambio climático, dañan,desplazan, explotan y dividen a las comunidades nativas de todo el mundo.
Ellos alegan que mercantilizar los bosques y la naturaleza, los mercados de carbono amenaza su soberanía territorial y su derecho a la autodeterminación. Además, históricamente no han sido consultado en la toma de decisiones ambientales que les afectan directamente.
Adicionalmente, la implementación de proyectos de mercado de carbono en todo el mundo ha generado en múltiples ocasiones el desplazamiento forzado de poblaciones indígenas violando sus derechos humanos. Es el caso de los proyectos de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación del Bosque (REDD) implementados en distintas partes del mundo.
En Uganda por ejemplo, el REDD fue financiado por el Banco Mundial y su implementación en el Parque Nacional Bwindi despojó de sus tierras ancestrales a los indígenas Batwa. Otro caso se dio en Indonesia, donde el gobierno local impulsó un REDD en Kalimantan Oriental, que desplazó a las comunidades indígenas Dayak. En el Bosque Mau de Kenia, el REDD obligó a los indígenas Ogiek a dejar sus tierras por la fuerza. Incluso la Unión Europea financió un REDD en Tanzania que sacó de sus espacios naturales a indígenas Massai.
Otro de los argumentos de los pueblos indígenas para oponerse a los mercados de carbono es el de la injusticia ambiental. Es decir, estas comunidades, cuya huella climática es prácticamente inexistente, son las más afectadas por el cambio climático. Afirman que los mercados de carbono, al permitir que las empresas contaminantes continúen emitiendo gases de efecto invernadero a cambio de dinero, pueden exacerbar esta injusticia ambiental.
Aprender de los pueblos indígenas
Pero los pueblos indígenas no se quedan solo en la queja y el reclamo, sino que haciendo honor a su conexión ancestral con el planeta, y como víctimas directas del cambio climático, hacen propuestas y presentan alternativas a los mercados de carbono..
Estas alternativas se basan en su conocimiento tradicional y en enfoques holísticos para la gestión de la tierra y los bosques. Por ejemplo la conservación basada en la comunidad, la reforestación y la protección de los derechos indígenas.
En abril del año pasado, en su discurso de apertura del UNPFII, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, elogió a los pueblos indígenas. Destacó su rol de pioneros en los esfuerzos por proteger la naturaleza y preservar la biodiversidad.
“Aprendamos de los pueblos indígenas”, dijo Guterres. “Ellos poseen muchas de las soluciones a la crisis climática y son guardianes de la biodiversidad del mundo”.
“Las Naciones Unidas están comprometidas a seguir promoviendo los derechos de los pueblos indígenas en políticas y programas a todos los niveles y amplificando sus voces”, declaró el jefe de la ONU. “Aprendamos y abracemos las experiencias de los pueblos indígenas”.