La investigación científica requiere rigurosidad en todas sus fases para lograr resultados consistentes. Hasta ahora los monos han sido esenciales en los laboratorios. Pero desde 2019 los investigadores enfrentan un factor de perturbación: Los monos de laboratorio cazados ilegalmente en el medio silvestre y etiquetados falsamente como criados en cautiverio. Se le conoce en los círculos científicos como “Monos lavados”. Un factor que puede comprometer y retrasar importantes investigaciones en curso.
Se estima que en los laboratorios de investigación de Estados Unidos hay unos 108.000 primates. Son importantes en el desarrollo de tratamientos médicos y en la comprensión de cómo funcionan los cuerpos humanos. Prácticamente cada avance médico del siglo pasado ha dependido de los datos proporcionados por animales, incluidos los monos, que han ayudado a entender cómo desarrollar tratamientos eficaces.
Una reciente investigación de Nature encontró que, ante los escases de monos criados en cautividad, lo que debería garantizar que estén libres de enfermedades, se ha disparado el contrabando de monos salvajes portadores de enfermedades, lo que puede alterar los resultados de los experimentos.
Una muestra con tuberculosis
La investigación de Nature cita el caso del inmunólogo Jonah Sacha quien en 2019 compró un cargamento de monos para su investigación de enfermedades infecciosas. Para su sorpresa cuando les realizó una radiografía de tórax, encontró que un mono tenía tuberculosis (TB) latente. Portaba la bacteria que causa la enfermedad. Ante el riesgo de que la infección se propagase hubo que descartar el uso de los 20 monos que se habían adquirido. «Eso costó cientos de miles de dólares en daños y retrasó nuestra investigación muchos años».
Para Ricardo Carrión, microbiólogo del Southwest National Primate Research del Instituto de Investigación Biomédica de Texas (Centro en San Antonio), Sacha tuvo suerte al detectar al mono enfermo. “Si hubiera llegado a un ensayo médico, podría haber confundido los resultados”, dice.
Sacha investiga los trasplantes de células madre como tratamiento para el VIH, en el Centro Nacional de Investigación de Primates de la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón en Beaverton. Había solicitado monos criados en cautiverio, lo que debería asegurar que estén libres de enfermedades.
La amenaza de enfermedades es una inquietud en aumento entre los científicos que trabajan con monos. Informes de prensa indican que algunos monos vendidos a los laboratorios son productos de la caza ilegal, etiquetados como criados en cautiverio y vendidos para investigación, una práctica conocida como “lavado de monos”.
Déficit de monos criados en cautiverio
Hay un creciente déficit de monos para los laboratorios de investigación en Estados Unidos. Se espera que crezca aproximadamente un 15% anual en los próximos cinco años. La situación está generando dificultades para llevar a cabo investigaciones científicas. Ha generado retrasos en investigaciones clave, particularmente en aquellas que son importantes para demostrar la seguridad de los medicamentos en los primeros estudios. Como es el caso de la investigación de vacunas contra la COVID-19 y el VIH.
Los macacos de cola larga (Macaca fascicularis), o macacos cynomolgus, son buenos modelos para la investigación de enfermedades infecciosas y el desarrollo de vacunas porque son genética y físicamente similares a los humanos. Los investigadores biomédicos utilizan primates criados en cautiverio que están libres de ciertos tipos de virus, bacterias y parásitos.
Además de los dilemas éticos y jurídicos que implica el contrabando de monos salvajes para pruebas médicas, dicha práctica también puede invalidar los resultados de los estudios. Carrión explica que los monos salvajes ya han estado expuestos a una variedad de enfermedades. Significa que, en los estudios de vacunas, producirían una respuesta inmune muy diferente a la de los animales criados específicamente en instalaciones estériles.
Investigaciones en riesgo
Malcolm France, consultor veterinario independiente especializado en el cuidado de animales utilizados en investigaciones médicas, con sede en Sydney, Australia, apunta que, en algunos casos, las infecciones virales suprimen el sistema inmunológico de los monos, lo que dificulta su respuesta a las vacunas experimentales.
Algunos retrovirus (un grupo que incluye al VIH) pueden alterar el sistema inmunológico incluso cuando no causan una enfermedad obvia. Por ejemplo, el virus linfotrópico T de los simios, común pero a menudo asintomático, hace que las células liberen altos niveles de citocinas, proteínas que regulan la respuesta inmunitaria. Tales cambios hacen que sea casi imposible para los investigadores separar los efectos de un fármaco que podrían estar probando de los causados por una infección viral.
Otro retrovirus, el virus espumoso de los simios, puede destruir las membranas celulares, lo que dificulta el mantenimiento de cultivos de líneas celulares de monos infectados. Esto obstaculizaría la investigación sobre los mecanismos de las enfermedades infecciosas, como aquellos mediante los cuales los virus se replican dentro de las células.
Los virus no son los únicos patógenos que pueden causar problemas en el laboratorio. Los ácaros pulmonares (Pneumonyssus simicola), pequeños parásitos que infectan a los monos salvajes provocan lesiones parecidas a erupciones en el sistema respiratorio, que pueden confundirse con las provocadas por otras enfermedades. France sostiene que mantener en cautiverio a los monos salvajes traídos de contrabando también causa estrés a los animales. Lo que puede llevar a que infecciones que alguna vez estuvieron latentes estallen y se conviertan en una enfermedad en toda regla. “Aparte del impacto obvio en el bienestar, esto también impone variables no controladas que pueden comprometer profundamente la validez de los datos experimentales”.
Contrabando en auge
Anne-Lise Chaber, médica veterinaria que ha investigado el comercio ilegal de vida silvestre en la Universidad de Adelaida, Australia, explica que la enorme demanda de monos para investigación y sus crecientes costos han creado un mercado para los contrabandistas de monos lavados.
China lideró la exportación de macacos para investigación por más de veinte años. Debido a la pandemia de COVID-19 en 2020, suspendió la exportación de macacos y otros animales salvajes para minimizar la posible propagación de la enfermedad. Debido a dicha prohibición, entre 2019 y 2020 se triplicó el precio por un mono de laboratorio. Los laboratorios de Estados Unidos estaban entre los principales compradores. “Realmente afectó la disponibilidad de estos animales”, comenta Carrión.
La oferta mundial de monos de investigación de alta calidad sigue siendo escasa. En mayo, un informe de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de EE UU encontró que más de la mitad de los investigadores encuestados habían tenido dificultades para obtener primates para sus investigaciones en 2021.El informe también encontró que aumentaron los tiempos de espera para adquirir monos para investigación y que el costo por animal aumentó significativamente. Antes de la pandemia, un macaco de cola larga costaba entre 7.500 y 8.500 dólares. Ahora pueden venderse por unos 55.000 dólares.
Anne-Lise Chaber, médica veterinaria que ha investigado el comercio ilegal de vida silvestre en la Universidad de Adelaida, Australia señala que la enorme demanda de monos para investigación y sus crecientes costos han creado un mercado para los contrabandistas de monos.
Negocio sucio
Los cazadores en Camboya, China, Indonesia, Mauricio o Vietnam atrapan a las monas madre, roban a sus bebés y los meten en bolsas. A las madres, y a cualquier otro miembro de la tropa que haya sobrevivido a la captura, en cajas. Algunos se venden directamente a laboratorios estadounidenses. Otros primero van a granjas industriales comerciales de monos. Donde las madres se destinan a la reproducción.
Chaber dice que Camboya se ha convertido en un importante exportador de monos de investigación desde que China prohibió las exportaciones. Ella y sus colegas publicaron un estudio el 1 de junio en el que se estima que las exportaciones de macacos de Camboya aumentaron de alrededor de 10.000 en 2018 a un total de 30.000 en 2019 y 2020. “Tal salto sería imposible sin recurrir a la caza furtiva, el contrabando o la dependencia de la cría no acreditada. Porque el número actual de hembras reproductoras registradas no podía producir tanta descendencia”, afirma.
En noviembre de 2022, ocho personas, incluidos dos funcionarios de vida silvestre de Camboya, fueron acusadas de contrabandear cientos de macacos de cola larga salvajes desde su país a los Estados Unidos. Estaban destinados a uso en investigaciones. Los animales supuestamente fueron etiquetados como criados en cautiverio. No está claro si alguno de ellos acabó utilizándose en algún laboratorio.
Acabar con el tráfico de monos lavados
Astrid Andersson, bióloga conservacionista especializada en el comercio de vida silvestre en la Universidad de Hong Kong, opina que poner fin al “lavado de monos” no es una tarea fácil. El término «lavado» se refiere a la práctica de limpiar a los monos antes de su uso en experimentos, para reducir el riesgo de contaminación y asegurar que los resultados sean precisos
Cada año, miles de macacos son comercializados legalmente para investigación. Este tipo de comercio facilita que los contrabandistas pasen desapercibidos. Cuando hay un gran número de animales que se comercializan legalmente, “fácilmente puede proporcionar una cobertura para el lavado de vida silvestre obtenida ilegalmente”, dice Andersson.
Chaber sugiere que las instituciones de investigación deberían inspeccionar las instalaciones donde adquieren los monos de investigación, para asegurarse de que los animales se críen de acuerdo con las regulaciones. Las instalaciones también deben ser auditadas periódicamente para detectar cualquier actividad sospechosa.
Trabajar con animales criados en cautiverio que se conocen bien y se manejan adecuadamente es mejor para todos. Carrión propone el genotipado de los monos de investigación, ayudaría a las instalaciones a realizar un seguimiento de su procedencia. “Sabemos [a través de] experimentos que los animales sanos y felices dan como resultado los datos más consistentes”.