Los incendios forestales en el Amazonas podrían traer consecuencias más graves este año, según pronostican los expertos. Las personas afectadas con problemas respiratorios se encontrarán en Brasil con un sistema de salud colapsado por la COVID-19. «Frenar los incendios y la deforestación este año, además de una acción de protección ambiental, también es una medida de salud», sostienen ambientalistas.
Un área deforestada de unos 4.500 kilómetros cuadrados, equivalente tres veces a Sao Paulo, la ciudad más grande de Brasil, está lista para arder. Las señales de humo las lanzó el Instituto de Investigación Ambiental en la Amazonía (IPAM), una ONG, al inicio de la temporada de “queimadas”.
Las quemas, una práctica común entre agricultores y ganaderos para “limpiar” los terrenos, arrancan en junio, cuando entra el período seco. Este junio hubo 2.248 incendios forestales en Amazonas, contra los 1.880 de junio de 2019. “Ha sido el peor mes de junio para los incendios en Brasil desde hace 13 años”, advirtió la organización ambientalista Greenpeace.
Cuatro estados concentran el 88% de esos 4.500 km2 deforestados: Pará (con 42%), Mato Grosso (23%), Rondônia (13%) y Amazonas (10%). Y si continúa el ritmo acelerado de deforestación, según los cálculos de los científicos del IPAM, casi 9,000 km2 pueden convertirse en cenizas este año.
Las talas del año pasado y de los primeros cuatro meses de este año pueden convertir la actual temporada “en otra de fuego intenso como observamos en 2019”, advirtió el IPAM. “Si esto ocurre, el número de hospitalizaciones por problemas respiratorios puede aumentar significativamente. Esto ejercerá más presión sobre el sistema de salud de la región, que ya está gravemente afectado por la COVID-19”, advirtió el IPAM.
«Frenar los incendios y la deforestación este año, además de una acción de protección ambiental, también es una medida de salud», señaló el autor principal de la nota, el investigador Paulo Moutinho, del IPAM.
«Precaución es la palabra clave ahora», advirtió el experto a las autoridades de Brasil, donde el nuevo coronavirus ya ha provocado más de 76.000 víctimas y 2 millones de infectados. «Un fracaso de las autoridades públicas para evitar la deforestación y los incendios podrían representar pérdidas de vidas humanas más allá de las predichas por la pandemia”, añadió.
Mejor aire en Sao Paulo que en la Amazonía
Los datos del año pasado muestran que el aire se contaminó 53% más, con respecto a 2018, en los municipios que registraron más incendios forestales en el Amazonas.
Durante la temporada de incendios, hay áreas del Amazonas que tienen menor calidad de aire que el centro de Sao Paulo. “Esto tiene un fuerte efecto en la salud, especialmente en niños y ancianos, que son los más vulnerables”. Es la opinión del físico Paulo Artaxo, de la Universidad de Sao Paulo, quien colaboró con el trabajo. «A medida que la contaminación de los incendios viaja por miles de kilómetros, las comunidades indígenas aisladas respiran esta atmósfera poco saludable. Está muy por encima de los estándares de calidad del aire de la Organización Mundial de la Salud».
Los estados de Pará, Mato Grosso, Rondônia y Amazonas y otras once regiones, son de particular preocupación. “Deben considerarse como prioridades para las acciones de comando y control, especialmente las planificadas por el gobierno federal; así como para la planificación de la atención médica por parte de los gobiernos estatales”, según la alerta del IPAM.
La directora de Ciencia de IPAM, Ane Alencar, quien también firma la nota técnica, explicó que hay una relación directa entre una alta tasa de deforestación y el aumento de los puntos críticos en la Amazonía. “Fue lo que vimos que sucedió en 2019 y, desafortunadamente, si no se hace nada, es lo que deberíamos ver en 2020, ya que la tala continúa a un alto ritmo”, indicó.
Bolsonaro “abona” el terreno
El año pasado el mundo detuvo sus ojos en este pulmón del planeta. Entre enero y agosto, los incendios forestales en Amazonas aumentaron 145% en comparación con el mismo período en 2018. Las llamas consumieron 2,5 millones de hectáreas solo en agosto, según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE) reportados por Greenpeace.
Greenpeace y Amnistía Internacional han denunciado la vinculación entre la tala y la quema y la industria de la ganadería y la soja. De hecho, sostienen que parte de la deforestación y los incendios de la Amazonía está en manos de redes mafiosas que comercializan ilegalmente ganado.
Datos de Amnistía Internacional indican que el número de reses en la Amazonía representa 40% del total nacional; un hecho que fomentó la deforestación de sus selvas donde al menos el 63% del área talada se convirtió en pastizales para el ganado.
Brasil es el mayor exportador de carne vacuna del mundo. En 2019 exportó más de 1,8 millones de toneladas, que le generaron ingresos por $7.656 millones. De ese total, China compró una tercera parte, a un costo de $2.685 millones. La Unión Europea importó 100.000 toneladas por un total de $600 millones.
Greenpeace señaló al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que defiende la explotación económica de la selva, de “abonar esta situación de falta de gobernanza e impunidad con los intereses económicos que invaden la Amazonia para transformarla”.