«El virus ni se está debilitando ni se está haciendo más virulento«. La tajante afirmación la hizo el microbiólogo Ignacio López-Goñi, quien afirmó que por el momento no hay datos que lo corroboren, pero de lo que no hay dudas es que la pandemia no ha sido derrotada, pues “el virus sigue ahí”.
El virus lo hemos controlado con el confinamiento, señaló el científico, “pero está ahí”. Por eso son tan importantes las medidas sanitarias que las personas puedan tomar para evitar contagios y las del rastreo que dependen de las autoridades. Y los rebrotes sirven para demostrar que el virus no se ha extinguido, por lo que es clave seguir vigilantes y hacer los posibles rastreos. Ir por delante del virus.
“Hay cuatro factores que influyen en la aparición de brotes: sitios cerrados, con mucha gente y con personas en contacto cercano. El cuarto factor es el tiempo. Cuanto más tiempo pases en un lugar así, mayor será la posibilidad de contagio. Es mejor un espacio abierto que cerrado, mejor bien ventilado que no, mejor estar poco tiempo, mantener la distancia y siempre con la mascarilla”.
Explicó en una entrevista a EFE que se han secuenciado y publicado más de 7.000 genomas aislados de todo el mundo y cada día se secuencian cientos más, lo que permite conocer en tiempo real cómo cambia y cómo avanza su distribución por el planeta. A lo largo del tiempo se toman muestras de personas infectadas, se aísla el virus, secuencia y se comparan los genomas de distintos aislamientos.
Una mutación no es mala por naturaleza
López-Goñi sostuvo que como cualquier virus, el coronavirus muta. Hay virus que lo hacen a una velocidad enorme como ocurre con los de la gripe o el VIH. Pero la variabilidad del SARS-CoV-2 no es tanta, porque tiene una proteína capaz de reparar los errores o mutaciones que puedan ocurrir durante su replicación. Aunque se pueden ver mutaciones tiene cierta estabilidad que es común en los coronavirus.
Esa relativa estabilidad no es ni buena ni mala. Solo pone de manifiesto la presencia de mutaciones puntuales en muchas zonas del genoma, que hasta ahora no están teniendo efectos en la biología del virus.
Aclaró que cuando se habla de mutaciones se suele asociar con aspectos negativos como por ejemplo que muta para ser más virulento, pero no tiene que ser así.
“Lo habitual es que cuando un virus pasa de una especie animal a otra, al principio exista una alta frecuencia de mutaciones, pero con el tiempo el virus se adapta a su nuevo hospedador -en este caso los humanos-. Por tanto, se puede esperar, incluso, que en este proceso de adaptación el virus vaya perdiendo virulencia, pero esto suele ser un proceso lento que dura muchos meses. En el tiempo que lleva el SARS-CoV-2 no se ha visto aún si va hacia ese proceso de adaptación al hospedador. Una cosa es que disminuya la curva epidémica -pacientes dados de alta, menos fallecimientos, consecuencias del confinamiento…- y otra la biología del virus”.
Sin certeza de una segunda oleada del SARS-CoV-2
Al preguntársele sobre una segunda oleada de la pandemia indicó que eso no se sabe, pero se pueden hacer estimaciones. Recordó que en las tres de gripe del siglo XX, las de 1918, 1957 y 1968, las segundas y terceras oleadas fueron peores que las primeras, pero este coronavirus no es como el virus de la gripe.
Dijo que es posible que haya segundas oleadas más fuertes, que sigan existiendo olas recurrentes más o menos intensas durante un par de años o que se den pequeños rebrotes sin un patrón claro. Y que quizás acabe siendo un virus estacional que aparezca en invierno, sumándose a una lista de otros virus respiratorios que dan problemas, y “si coincide además con la gripe normal sería un inconveniente”.
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