Por Manuel Domínguez Moreno
La brecha entre los ricos y los pobres, como ya he comentado en algunas ocasiones, cada día se agranda más, y el capital en estos momentos de crisis, aunque algunos piensen lo contrario, se acumula de forma escandalosa, hasta el punto de que los dictadores privados del capitalismo ya no saben qué hacer. Sin embargo, estos necesitarán tarde o temprano de los hombres pueblo con el fin de que estos les mantengan el nivel de consumo, que ellos por sí solo son incapaces de conseguir.
Un consumo que se le hará necesario crear para poder seguir moviendo, en el momento que lo consideren, sus inmensas riquezas, hoy en bancos y financieras, invertidas en monedas, bonos, acciones, etc., en productos más especulativos de consumo, ya que solo una pequeña parte del gran capital mundial se gesta utilizándose en actividades productivas.
Las corporaciones transnacionales son defensoras acérrimas de la globalización y del libre comercio. Estamos ante modelos económicos, políticos e ideológicos que incluso asumieron, abriéndoles los brazos y justificándolos como la sociedad del bienestar, los gobiernos socialistas europeos de las dos ultimas décadas del siglo pasado, haciendo posible y colaborando en la creación de un nuevo sistema financiero mundial que todo Occidente dejo en sus manos para su diseño, a imagen y semejanza de los lobbys transnacionales, que en poco tiempo se convirtieron con sus novedosas y modernas prácticas mercantiles en más ricos y poderosos que las propias corporaciones, hasta el punto de que en más de una ocasión en tan solo unos días hacían fracasar y llevar a la catástrofe a países enteros, quebrando con sus prácticas al propio sistema de esos pueblos en cuestión.
Debemos aceptar que el mundo en general debe ser reordenado, y como consecuencia estamos obligados a establecer, tal vez por vez primera, pilares básicos donde se sustente el nuevo sistema, sin olvidar que democracia no es igual a burocracia, en la sociedad del siglo XXI no podemos caer de nuevo en el error de alineación en el que hasta ahora nos hemos sustentado, alineándonos sin condiciones con la globalización capitalista sin más. Como consecuencia, esos pilares básicos del nuevo sistema deberán representar la voluntad democrática del pueblo sin su cómplice silencio, o de lo contrario no tendrá ningún valor ni fortaleza el necesario Nuevo Sistema Internacional de los Pueblos Libres (NSIPL). La historia nace cuando el mundo sueña.
La recuperación económica y sociopolítica de la sociedad internacional será posible en la medida en que los dictadores privados del mundo comiencen a sufrir en su propio sistema la inactividad de los lobbys transnacionales, y como consecuencia de ello la falta de resultados fruto de la propia crisis.
En definitiva, cuando detecten la necesidad de los consumos masivos para con ellos poder conseguir espacios en los mercados para introducir en ellos nuevas operaciones que les garanticen mayores resultados que sus actuales cuentas de monedas, valores y acciones. Cuando necesiten países dinámicos económicamente y como consecuencia de gobiernos con recursos que les permitan seguir manteniendo sus privilegios operativos. Cuando comprendan que la crisis económica viene precedida de una gran crisis de valores morales.
No olvidemos que las prácticas de las economías corporativas transnacionales (CT) y sus lobbys siempre utilizaron sus iniciativas agresivas y especulativas girando en torno al impacto social del empleo, más aún en Latinoamérica, Asia y algunos países del norte de África, llegándose incluso a ganar una gran reputación como empleadores, argumentos demagógicos que los corruptos gobernantes han sabido en más de una ocasión utilizar para justificar sus propios desmanes sin conciencia ni moderación.
Las sociedades y los gobiernos socialistas, desde hace bastantes décadas, ya no pueden operar al margen del sistema capitalista global, y como consecuencia de ello las ideologías en manos del poder gobernante de cualquier tendencia no resultan ser garantía para los pueblos. Consideremos entonces la Ideología de la Conciencia Social (ICS), basando esta en la reintegración de las economías desde el empleo ajustado a los ciclos naturales del hombre y sus necesidades existenciales en general, basadas en un nuevo sistema de crecimiento en el que pueda quedar acotada y redefinida tanto la riqueza como el trabajo desde la recuperación global de los valores morales de la ciudadanía y la familia como colectivo esencial del progreso social y humano fundamentado en los pilares básicos de la educación y la sostenibilidad.
Para el escritor turco y Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk, la riqueza de los países ricos es un asunto propio ya que los países pobres no influyen en su dinámica. Por eso, “las historias de las vidas de los reyes son el entretenimiento de los pobres”. Pero es mucho peor que los dictadores privados asesorados por líderes de ideología de izquierdas pasen inequívocamente por correctos, sensatos, emprendedores, inteligentes, sabios, bondadosos e, incluso, ejemplos de un sistema, el único sistema… el de la corruptibilidad de la ética con la corrupción y la lujuria. Porque la pobreza sólo obedece a una vergüenza debida a las propias insuficiencias.
Sólo la Ideología de la Conciencia Social en este mundo global del siglo XXI puede hacer posible que el respeto, la lealtad, la libertad, la creatividad y una profunda convivencia basada en la igualdad contribuyan a la certeza de una vida para el hombre en general y el hombre pueblo en particular llena de sentido para vivir viviendo.
Con la Ideología de la Conciencia Social el ser humano se sentirá fortalecido con su propia existencia, identificado con la grandeza de una razón sin miedo y con el poder de la escenificación de su naturaleza como ser humano racional compuesto de nobleza e inteligencia. Desde la Ideología de la Conciencia Social el hombre debe poseer un interior fuerte y su autoestima no dependerá jamás de ningún atributo jerárquico, no tendrán cabida en él ni el odio ni los sentimientos de inferioridad que a causa de su bondad y sabiduría le acecharán cuando por su socialización y la “revolución de las conciencias” experimente incomprensiones por parte de los dictadores privados y su corte de mediocres, humillaciones y desvaloración “social”.
Mediocres que sólo pueden vivir en la “corte social” de la lujuria, sirviendo siempre a la violencia social y a la guerra de civilizaciones. Las ideologías, de derecha o izquierda, sin conciencia están basadas en el aislamiento de la verdad, necesitan “héroes” con los que identificarse, aunque éstos se signifiquen dañando y matando a la humanidad en diferentes disciplinas del mal global. A sus líderes sólo les importa creerse grandiosos e invencibles para sentir que los demás son inferiores y merecedores de ser destruidos. La única escenificación que les satisface es el “poder”, un poder que no dejará nunca de ser el poder de la insatisfacción, de una abundancia nunca llena, jamás conseguida para sus “vulgares” y patéticas vidas. Manipuladores, corruptos y houdinis que en época de crisis, apoyados en siglas ideológicas, hacen crecer la violencia de la desigualdad. Líderes que bajo el pretexto de buscar soluciones, dan permiso para dirigir el odio y el desprecio contra grupos sociales que anteponen la conciencia y la ética a la corrupción.
Son las cosas que tenemos en común las que nos conducen al amor y no al enfrentamiento. Pero existe el peligro de que si no establecemos las bases de una conciencia social como fundamento para el desarrollo, los trucos propagandísticos del entretenimiento superarán a la educación del hombre pueblo y como consecuencia nos impidan ver lo que tenemos en común. Si no logramos aferrarnos a la conciencia nos alcanzará y nos destruirá el absurdo de la demagogia ideológica fundamentalista. La opción de este siglo debe ser globalizar lo social desde la conciencia y la moral, incluso para un nuevo sistema de desarrollo económico, productivo y empresarial y para tal fin no tendremos otra opción que la de tomar conciencia de que los hombres por naturaleza deben ser libres para elegir el destino de su vida; deben ser iguales para vivir con dignidad y deben ser respetados para vivir sin miedo y con lealtad a su conciencia. Sólo así el hombre descubrirá su propia ideología social sin necesidad de buscar dogmas con los que destruirse a sí mismo.
Como consecuencia de todo ello, solo desde la Ideología de la Conciencia Social en este siglo XXI se podrá conseguir que “otro mundo sea mejor y posible”.
La historia nace cuando el mundo sueña.
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