Por Cristina del Valle
Marcela Lagarde, la antropóloga feminista mexicana, en su libro Claves feministas para mis socias de vida, afirma que los liderazgos de las mujeres tienen que ser entrañables, ejercidos por mujeres entrañables que impactan en el alma de sus comunidades, en el corazón de sus grupos, en sus organizaciones.
Los liderazgos entrañables no buscan imponer, sino convencer, a veces en minoría y desigualdad. Son liderazgos de acción. Cada mujer en sus acciones internaliza, traduce a la vida aquello que se propone como alternativa del mundo. Esta relación entre el pensar, el ser y el existir es una clave histórica y filosófica de los liderazgos de mujeres. Tengo que confesarles que no creí, dentro del escepticismo en el que vivimos muchas, eso sin perder nunca las esperanzas, que fuesen mujeres lideresas en este país y tras las elecciones las que puedan traer un cambio no solo en el fondo sino en las formas de hacer política.
Necesitamos que más mujeres feministas penetren en los espacios de poder, para poder hacerlos permeables al resto y para que la sociedad se beneficie de la experiencia colectiva devenida de una educación vertebrada en torno a los cuidados y las necesidades toda la sociedad.
La agenda política de las nuevas lideresas y sus programas priorizan la recuperación de la ética y la decencia política a través de una lucha sin cuartel contra la corrupción. Son principios para ellas el devolverle a la sociedad, como un derecho incuestionable, la defensa de lo publico.
El derecho a la educación, a la sanidad, a la vivienda, al trabajo, al medio ambiente, la movilidad, la cultura. No tenemos más que ver las medidas que se hicieron públicas en estos días en los medios del programa de una de esas líderes entrañables, Manuela Carmena, en todos los ámbitos de las políticas públicas. Para vivir una democracia social resulta urgente el reconocimiento y respeto de los derechos de las mujeres y que las mujeres legitimen su identidad de género como dimensión que justifica su participación política, para luego politizar esa identidad y establecer liderazgos que asuman las causas de las mujeres.
Es fundamental hacer muchos pactos políticos, para que cada vez tengamos más mujeres en los movimientos sociales para incrementar la fuerza numérica de esos movimientos, para sostener las organizaciones existentes, para que no se acaben los proyectos con perspectiva de género, para defenderlos con toda la fuerza, para incrementar los recursos económicos destinados a la causa de las mujeres.
Tenemos que hacer un pacto concreto, planificado, político, económico, social y ético entre nosotras para dar un impulso distinto a la causa de las mujeres, y acuñar dos hermosos vocablos del movimiento feminista: la SORORIDAD, que significa el reconocimiento de las mujeres a la autoridad de las demás mujeres, y el AFIDAMENTO, que significa la confianza y el confiarse en las mujeres.
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