En un mundo cada vez más complejo, competitivo y lleno de retos los jóvenes soportan mayores presiones sociales y menos recompensas. En repuesta muchos prefieren el aislamiento social extremo. Un fenómeno conocido como hikikomori que comenzó en Japón, pero que se está extendiendo a otros países.
En un entorno obsesivamente competitivo los jóvenes enfrentan constantes desafíos. Para destacar en la escuela o en el trabajo, se requieren más habilidades y competencias que en el pasado. Pero, estar bien preparados no garantiza automáticamente mejores posiciones. La escasez de oportunidades a veces genera frustración. Y muchos no están dispuestos a aceptar que el esfuerzo no conduce siempre al éxito.
En la década de los años sesenta, en el punto álgido de la guerra fría, cuando el mundo parecía enloquecer, se popularizó entre los jóvenes la frase “paren al mundo que me quiero bajar”. En la milenaria y competitiva Asia, prefieren hacer mutis por el foro y enclaustrarse en sus habitaciones, por meses y hasta años. Prefieren el aislamiento antes que enfrentar críticas. Un fenómeno conocido como hikikomori o aislamiento social extremo (Extreme Social Withdrawal) que se ha vuelto cada vez más común.
Hikikomori
El término “hikikomori” evoca imágenes de jóvenes que se aíslan del mundo exterior. El fenómeno, que afecta principalmente a adolescentes y jóvenes, es objeto de creciente atención y estudio desde la psicología. En el corazón del hikikomori se encuentra un complejo entramado de factores culturales, sociales y psicológicos.
La pertenencia al grupo, el honor y la búsqueda del éxito son elementos arraigados en la sociedad japonesa. También generan una presión abrumadora para los jóvenes. La competencia feroz por destacar en la escuela o en el trabajo puede llevar a una sensación de frustración. La paradoja es que, aunque los jóvenes se esfuerzan por estar mejor preparados, no siempre encuentran las oportunidades que esperan. El resultado es un aislamiento social que se ha vuelto cada vez más recurrente en Japón.
Desde la década de cincuenta, se han observado procesos de rechazo social y aislamiento en la nación nipona. Pero, fue en la década de 1980 cuando se comenzaron a estudiar casos de rechazo escolar, especialmente relacionados con la dificultad de adaptarse a los códigos impuestos por las instituciones educativas. La década de los noventa trajo una mayor atención psicológica y sociológica al fenómeno. A medida que la crisis económica y los cambios estructurales afectaban la vida de los jóvenes japoneses. Las aspiraciones de generaciones anteriores, como el trabajo vitalicio, se desvanecieron con la explosión de la burbuja económica y las reformas para reposicionar a Japón en la economía global.
Sin embargo, el término “hikikomori” no se limita a Japón, trasciende las fronteras. En Corea del Sur y en algunas naciones europeas, también se han identificado casos de aislamiento social extremo. Los estudios psicológicos han explorado los factores contextuales que contribuyen al aumento de los casos. La presión social, falta de oportunidades y desesperanza frente al futuro son desafíos compartidos por la juventud global.
En busca de comprensión
En un rincón de Corea del Sur, existe un lugar inusual que conecta a sus habitantes con el mundo exterior a través de un simple agujero en la puerta. La Fábrica de la Felicidad, como se le conoce, alberga pequeñas habitaciones de cinco metros cuadrados donde los residentes viven una “experiencia de confinamiento”. Estarán trece semanas, sin acceso a teléfonos o computadoras portátiles. Lejos de ser un castigo, el confinamiento voluntario busca generar empatía. No llevan uniformes carcelarios. Son padres que han venido en busca de una comprensión más profunda de sus hijos.
Adolescentes y adultos jóvenes hikikomori. Padecen aislamiento social extremo (ESW) son individuos que se aíslan en sus habitaciones, evitando el contacto con el mundo exterior. En Corea del Sur, la Fundación Juvenil y el Centro de Recuperación Ballena Azul han diseñado un programa educativo para los padres de estos jóvenes, con el objetivo de enseñarles cómo comunicarse mejor con sus hijos.
Parte de este programa incluye una estadía de tres días en una habitación que replica una celda de aislamiento en Hongcheon-gun, provincia de Gangwon. Los padres experimentan lo que sus hijos han vivido durante años. Jin Young-hae, madre de un joven de 24 años, describe esta “prisión emocional” como dolorosa pero esclarecedora. “Me preguntaba qué hice mal para que mi hijo terminara así”, dice. “Pero ahora al reflexionar, obtuve algo de claridad”.
Silencio protector
Los hikikomori a menudo se niegan a hablar sobre sus problemas. Jin Young-hae, madre de un joven de 24 años, describe la experiencia como una «prisión emocional». El hijo de Jin ha estado aislado en su habitación por tres años. Su reticencia a hablar dificulta la comprensión de lo que le ocurre. «Me preguntaba qué hice mal para que mi hijo terminara así», confiesa con dolor. «El aislamiento me ha dado algo de claridad».
Park Han-sil, otro padre, trajo a su hijo de 26 años, quien cortó toda comunicación con el mundo exterior hace siete años. A pesar de los intentos de Park por comprenderlo, su hijo se obsesionó con los videojuegos y rechazó los medicamentos psiquiátricos. Sin embargo, a través del programa de aislamiento, Park ha comenzado a aceptar la vida de su hijo sin imponerle un molde específico. En la Fábrica de la Felicidad, estos padres aprenden que la comunicación y la comprensión son esenciales para romper el silencio y ayudar a sus hijos a encontrar un camino hacia la felicidad genuina.
Los casos de Jin y Park no son los únicos. «Durante un año, ni siquiera salí de mi casa. No me bañé y no podía abrir las ventanas por miedo», relata una joven «hikikomori» de más de 10 años. Otro joven, víctima de acoso escolar, abandonó la escuela y se recluyó durante ocho años. «Tenía miedo de la gente. Sentía que eran carnívoros», confiesa. Miles de jóvenes en Corea del Sur sufren de aislamiento social extremo.
Razones más comunes del aislamiento
- Dificultades para encontrar trabajo (24,1%)
- Problemas con relaciones interpersonales (23,5%)
- Problemas familiares (12,4%)
- Problemas de salud (12,4%)
Cifras alarmantes
El hikikomori se ha convertido en una crisis de proporciones alarmantes. Impacta no solo a los individuos afectados, sino también a sus familias y en la sociedad en su conjunto. Una encuesta realizada en 2023 por el Ministerio de Salud y Bienestar de Corea del Sur encontró que aproximadamente 540.000 jóvenes entre 19 y 39 años lo experimentan en el país. Representa el 5% de los 11 millones de adultos jóvenes. El autoaislamiento de los afectados dificulta aún más el registro preciso de los jóvenes que están atrapados en esa espiral.
En 2022, la organización sin fines de lucro Oneul (“Hoy”) encuestó a 800 adultos jóvenes de entre 19 y 34 años, y el 26% informó haber experimentado aislamiento, incluso en periodos más cortos de un mes. Según los estudios, las personas que sufren de soledad profunda tienen de 4 a 17 veces más probabilidades de intentar suicidarse en algún momento de su vida.
Las fuerzas culturales e institucionales desempeñan un papel crucial en la incapacidad de estos jóvenes para alcanzar el bienestar y participar activamente en la sociedad. Los jóvenes atrapados en el aislamiento social extremo enfrentan una tormenta emocional. Desesperanza, soledad, ansiedad y depresión son sus compañeros constantes. Además, corren un riesgo elevado de caer en la adicción a las drogas o incluso el suicidio.
Sobrepresionados
Un estudio realizado en 2022 por la profesora Hyewon Kim, experta en cultura juvenil y consejería en la Universidad Hoseo, arrojó luz sobre los jóvenes con ESW en Corea del Sur. Quienes a menudo presentan rasgos de personalidad como introversión, baja autoestima, falta de resiliencia y perfeccionismo. La mayoría de ellos tienen un alto nivel educativo (64%), pertenecen a la clase económica media o alta (64%) y son primogénitos (60%) o hijos de padres primogénitos (74%). Una de las principales causas es una cultura influenciada por el confucianismo, marcada por la competitividad en la educación y ejercicio profesional.
El tiempo que los jóvenes coreanos dedican al estudio refleja la inmensa presión que enfrentan para cumplir con las expectativas parentales. Según una encuesta de 2018, los estudiantes de primaria en Corea del Sur pasaban en promedio 6 horas y 49 minutos al día estudiando, dedicando apenas 49 minutos al esparcimiento.
Las estadísticas de la OCDE en 2009 mostraron que los estudiantes de secundaria en Corea del Sur estudiaban un promedio de 50 horas semanales, en comparación con 32 horas en Japón, 33 en Estados Unidos y 30 en Finlandia. Para quienes ingresan a prestigiosas universidades, la competencia por empleos bien remunerados comienza de inmediato. En el segundo semestre de 2023, la Asociación Nacional de Ejecutivos de Negocios predijo una relación de competencia de 81 solicitantes por cada puesto de trabajo.
Alto costo
El impacto del aislamiento social extremo de los jóvenes surcoreanos no se limita a ellos: sus familias también sufren. La sociedad en su conjunto paga un alto precio. El bienestar general se resiente, y la fuerza laboral potencial se ve mermada. El Gobierno estima que el costo real de este fenómeno asciende a 6.5 mil millones de dólares al año. El paro juvenil en Corea del Sur se sitúa en un 7,2%, lo que representa una preocupación significativa para la economía y el bienestar de los jóvenes.
Más allá de las cifras, Corea del Sur enfrenta una crisis demográfica debido a la baja tasa de natalidad. Actualmente es el único país del mundo que cuenta con una tasa de natalidad por debajo de uno. Con un promedio de 0,78 hijos por mujer. Mientras que la tasa de mortalidad por suicidio, especialmente entre los jóvenes, es la más alta entre los países de la OCDE. Entre 2019 y 2020, el suicidio aumentó un 9.4% entre adolescentes y un 12.8% en personas entre 20 y 30 años. Con la tasa de fertilidad más baja y la tasa de suicidios más alta del mundo, la recuperación de los jóvenes con ESW se convierte en una cuestión de importancia nacional.
Factores que influyen
La investigación de Hyewon Kim, profesora de la Universidad Hoseo, señala que el aislamiento social extremo no se debe únicamente a la presión académica. Otros factores que inciden en este fenómeno son:
- Vida en una cultura colectivista: Dificulta la toma de decisiones individuales.
- Violencia escolar: Experiencias traumáticas que pueden aislar a los jóvenes.
- Falta de adaptación en la transición de la escuela al trabajo: Genera incertidumbre y frustración.
- Sentimiento de privación relativa: Comparación con aquellos que provienen de entornos más favorecidos.
- Desesperanza ante el futuro: Falta de oportunidades y perspectivas de progreso.
Propuestas de reinserción social
A pesar de los esfuerzos realizados, la falta de apoyo y la estigmatización dificultan la recuperación de los jóvenes afectados. Muchos se preguntan por qué deberían ayudar a quienes pasan su tiempo en casa en lugar de trabajar arduamente. En este contexto, hay propuestas que aspiran a reinsertar socialmente a los hikikomori. El gobierno coreano ha implementado un subsidio para quienes lo experimentan. En paralelo al desarrollo de programas de relacionamiento como el de NEET Company.
Para abordar el aislamiento social extremo, el Ministerio de Igualdad de Género y Familia de Corea del Sur implementó una medida innovadora. Las personas de entre 9 y 24 años que experimentan hikikomori recibirán una asignación mensual de 650.000 wones (unos 450 euros) para “recuperar su vida cotidiana y reintegrarse a la sociedad”. Además, se les brindará apoyo en educación, trabajo y salud, facilitando su incorporación gradual.
La organización sin fines de lucro NEET Lifers, ha beneficiado a unas 1.000 personas. Con su programa experimental NEET Company. Ofrece un modelo de relacionamiento que podría ser efectivo para combatir el ESW. La iniciativa simula una empresa real, donde jóvenes adultos desempleados asumen roles ficticios de empleados. Los participantes adoptan una rutina similar a la de un lugar de trabajo, estableciendo metas personales y participando en actividades de relacionamiento. El resultado: mejor percepción de apoyo social, vitalidad psicológica, resiliencia y autoestima.
Desafío global
La expresión japonesa “hikikomori” se compone de “hiku” (apartarse) y “komoru” (aislarse). No es un problema individual, sino un reflejo de las tensiones y transformaciones en la sociedad contemporánea. Comprenderlo y abordarlo requiere una mirada holística que trascienda las fronteras culturales y geográficas.
En la década de los noventa, el fenómeno emergió como un grave problema social en Japón. Aunque inicialmente se consideraba exclusivo de su cultura, investigaciones posteriores han demostrado que es un fenómeno que afecta a personas en todo el mundo, manifestándose en diferentes grados y por diversas razones. Un paso crucial consiste en alcanzar un consenso sobre el hecho de que el fenómeno está fuertemente influenciado por las estructuras sociales. Es fundamental implementar intervenciones sociales y desarrollar soluciones sistémicas de apoyo para los jóvenes afectados.
Japón, que fue donde primero se registró el fenómeno, ofrece modelos valiosos para las organizaciones de apoyo. Cuenta con más de 1.000 instituciones privadas que brindan apoyo a los jóvenes que experimentan aislamiento social extremo. Desde 2019, 67 municipios en todo Japón han establecido Centros de Apoyo Regional específicos para los hikikomori y sus familias.
En todo el mundo los jóvenes se enfrentan a la desesperanza ante el incierto futuro que les espera. Además de la presión académica, las experiencias de violencia escolar y la transición abrupta al mercado de trabajo. No solo es un problema individual. Es un desafío que requiere una respuesta colectiva y compasiva para restaurar la esperanza y el bienestar en las generaciones jóvenes.