Por PATRICIA MATEY
Se le conoce en todo el mundo como el asesino silencioso porque puede permanecer oculto en el organismo entre 20 y 30 años sin que sus víctimas sepan de su existencia. Transcurrido este tiempo, las complicaciones de la enfermedad aparecen en forma de cirrosis o hepatocarcinoma en entre un 30% y 40% de los pacientes, de ahí que el VHC siga siendo la primera causa de trasplante hepático en toda la Unión Europea.
Afortunadamente, en los últimos años, el pronóstico de muchos afectados ha cambiado radicalmente gracias a la llegada de nuevos tratamientos eficaces. Pero el verdadero caballo de batalla sigue siendo el diagnóstico precoz de la enfermedad. Como aclara Juan Antonio Pineda, de la Unidad de Enfermedades Infecciosas y Microbiología del Hospital Universitario de Valme (Sevilla) y presidente del Grupo de Estudio de Hepatitis Víricas de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) , “la mejor prevención es tratar a todos los portadores y para ello es necesario que la población sepa si tiene o no el VHC”.
¿Qué es la Hepatitis?
Según los Centros de Control de Enfermedades de Atlanta (CDC, EEUU), Hepatitis significa inflamación del hígado. Toxinas, ciertos fármacos, algunas enfermedades, el uso excesivo de alcohol y las infecciones bacterianas y virales pueden causarla. La hepatitis es también el nombre de una familia de infecciones virales que afectan el hígado; los tipos más comunes son la A, la B y la C, aunque también existen la D y la E.
¿Cuál es la diferencia entre sus variantes más frecuentes?
Son enfermedades causadas por tres virus diferentes. Aunque cada uno puede causar síntomas similares, tienen diferentes modos de transmisión y pueden afectar al hígado de forma distinta. Existen vacunas para prevenir la hepatitis A y B; sin embargo, no hay inmunización contra la variante C.
¿Qué es la hepatitis C?
Una enfermedad contagiosa del hígado que varía según su gravedad: desde leve (dura unas pocas semanas) a grave o crónica, que ataca el hígado. Es el resultado de la infección por el VHC, que se transmite principalmente a través del contacto con la sangre de una persona infectada. Como explica el doctor Pineda, “puede ser aguda, y se presenta como una enfermedad a corto plazo que se produce dentro de los primeros 6 meses después de que alguien está expuesto al virus de la hepatitis C y que en un 20%-30% de los casos se resuelve espontáneamente. Sin embargo, en la población restante, se convierte en una infección crónica de larga duración”.
Las cifras de la enfermedad
Bruno Sangro Gómez Acebo, director de la Unidad de Hepatología de la Clínica Universidad de Navarra, reconoce que “las cifras reales de portadores del VHC en nuestro país son desconocidas, aunque se estima que un 0,5% de la población la padece en su forma crónica”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que en “todo el mundo hay entre 130 y 150 millones de personas infectadas y entre 300.000 y 500.000 personas mueren anualmente por enfermedades hepáticas relacionadas con ella”.
¿Cómo se transmite?
Por la entrada en contacto con sangre contaminada. Actualmente, como insiste el doctor Sangro Gómez Acebo, “el contagio a través de las donaciones de plasma no es posible porque se testan todas las muestras de forma específica. No se contagia por vía sexual ni oral”.
¿Existe una población determinada de riesgo?
Aunque todas las personas pueden estar expuestas al VHC, “debido a que la mayoría de portadores desconoce que lo es, lo cierto es que son los usuarios de drogas parenterales, los que por accidente se contaminan a través de heridas, los que más probabilidades tienen de padecerla. También es cierto que la población de 60 o 65 años pueden ser portadores debido a que constituyen una generación en la que aún no existía el material sanitario desechable”, recuerda el miembro de la SEIMC.
¿Cómo se diagnostica?
Mediante un análisis de sangre que detecta la presencia del virus.
¿Dicho análisis de sangre se realiza de forma rutinaria en los centros de atención primaria?
Desafortunadamente no. Como explica el doctor Pineda, “el paciente tiene que solicitar de forma explícita la prueba. Aunque en los análisis rutinarios de sangre se incluye un estudio bioquímico hepático, no siempre los resultados son fiables. Es decir, pueden dar negativo y el paciente ser portador”.
¿Qué medidas se emplean para ver la evolución de la enfermedad?
“Los análisis de sangre para ver la función del hígado: la ecografía, para ver su estructura; y la elastografía de transición, para ver su rigidez. Con estos procedimientos sencillos se determina si el paciente está desarrollando fibrosis en su hígado. Es el desarrollo de fibrosis lo que determina la evolución. Si los pacientes son lentos fibrosantes o no lo son en absoluto (lo que ocurre en casi la mitad de los casos), rara vez la enfermedad produce complicaciones y en estos casos, el tratamiento no necesariamente mejora un pronóstico que ya de por si es bueno. Si los pacientes son rápidos fibrosantes, al cabo de unos años, pueden desarrollar cirrosis y sus complicaciones. Estos son los pacientes en los que el tratamiento puede realmente cambiar su pronóstico de una manera clara”, recuerda el experto de la Clínica Universitaria de Navarra.
¿Se ha confirmado definitivamente que las relaciones sexuales son una vía de transmisión?
“No se ha confirmado que lo sean. Los cónyuges de personas portadoras están infectadas con una frecuencia similar a la de la población general. Sin embargo, si en las relaciones sexuales existe contacto con sangre u objetos contaminados s se puede dar el caso”, apostilla el doctor Sangro Gómez Acebo.
¿Existen síntomas que pueden delatar su existencia?
Ninguno. “Solamente cuando la infección en su evolución lleva al desarrollo de una cirrosis. En su evolución, podemos distinguir dos fases: cirrosis compensada y descompensada. Esta diferenciación tiene en cuenta que los pacientes hayan o no desarrollado las complicaciones propias de la enfermedad. La cirrosis descompensada da la cara en forma de síntomas como ictericia (color amarillento de la piel), ascitis (acumulación de líquido en el abdomen), hemorragias digestivas (en forma de vómitos o de deposiciones con sangre), o encefalopatía (somnolencia, torpeza, desorientación, confusión o coma, según la gravedad)”, recuerda el experto de Navarra.
¿Qué terapias eficaces hay contra ella? ¿Son útiles en todos los pacientes?
“Hasta hace 5 años, el tratamiento consistía en la combinación de interferón y ribavirina. Con ella, se curaba entre un 40 % y un 90 % de los pacientes, según el subtipo de virus que le hubiera infectado y según lo avanzado de la fibrosis. En los últimos años se han desarrollado varios fármacos, más de 10, que llamamos agentes antivirales directos (se considera que el interferón y la ribavirina son indirectos porque actúan también sobre el sistema inmune). Algunos de los nuevos fármacos ya están en el mercado europeo y español y otros lo estarán en los próximos meses. Combinando estos nuevos fármacos con interferón y ribavirina, o combinándolos entre ellos, se puede curar más del 90% de los pacientes con todos los subtipos y en todas las situaciones, incluso las más difíciles hace unos años. Una pequeña fracción de los pacientes aún es resistente a estos fármacos pero quizá no a los más potentes que vengan a continuación”, agrega.
La llegada de nuevos fármacos ha puesto en pie de guerra a la sociedad reclamando la financiación de los nuevos medicamentos para todos.
¿Qué hay detrás de esta polémica?
Hay dos cosas muy claras detrás de esta polémica. Por un lado, el anhelo de los pacientes por curarse. Anhelo que, en el caso de pacientes con cirrosis, compensada o descompensada, es más una necesidad que un deseo. En estos pacientes, la desaparición de la infección puede hacer que la enfermedad se detenga en su avance y la cirrosis no se descompense o se vuelva a compensar si ya lo ha hecho. Y por otro lado, a río revuelto, siempre hay ganancia de pescadores. El aprovechamiento con fines políticos de una situación de alarma social es tan antiguo como la propia política, aunque no contribuya casi nunca a resolver los conflictos, apostilla el doctor Sangro Gómez Acebo.
¿Cuántos pacientes se beneficiarían de ellos y cuántos van a recibirlo?
Este tema lo han de decidir las entidades proveedoras de salud y, en España, las principales son las Consejerías de Salud de las Comunidades Autónomas. Por lo que se ha anunciado, en breve se dispondrá de un documento consensuado entre los médicos especialistas en la materia y los responsables administrativos y políticos que permitirá ordenar razonablemente el acceso a los fármacos.
Tanto el doctor de Navarra como el mimbro de la SEIMC defienden que hay un grupo de pacientes en los que el tratamiento no se debe hacer esperar y ha de procurarse de forma inmediata (aquellos con cirrosis, en los que el objetivo es mejorar sus esperanzas de vida y evitar el trasplante hepático); otro, en los que puede dilatarse meses o pocos años (aquellos con fibrosis intermedia en los que el objetivo es evitar la aparición de cirrosis) y un tercero en el que el tratamiento se puede dilatar varios años (los que tienen escasa o nula fibrosis pero son jóvenes y en quienes el tratamiento es evitar cualquier complicación a largo plazo). Y, finalmente, un cuarto grupo en el que el tratamiento es probablemente innecesario (aquellos con fibrosis escasa o nula en los que, por padecer otras enfermedades que marquen su pronóstico o por tener ya una edad avanzada, el tratamiento carezca de un objetivo beneficioso claro).
*Vídeo realizado por la productora Bocalobo realizado para apoyar a la plataforma de afectados por la Hepatitis C.