Varias organizaciones ecológicas y activistas climáticos han decidido protestar en museos y centros culturales, por acciones de gobiernos y empresas que en su opinión, se oponen a la causa climática. Su forma tan peculiar de llamar la atención les va a costar caro. Están en curso demandas por cientos de miles de dólares y responsabilidad penal contra esos ecoactivistas. Sin embargo insisten en su controvertida estrategia.
Se les ha visto irrumpir en salas de arte y embadurnar con pinturas grandes obras de arte. Para muchos, estos actos rozan con el vandalismo. Hacen de la crisis climática otra crisis, pictórica y artística. ¿Si no les gusta que dañen el planeta por qué dañar obras de arte?
El Museo Metropolitano de Arte de Manhattan fue atacado por segunda vez, el fin de semana pasado. Más de 40 activistas ocuparon las galerías, sosteniendo en silencio carteles que proclamaban «No hay arte en un planeta muerto». Mientras tanto, los costos de seguridad, conservación y seguros están creciendo, según las instituciones culturales afectadas.
Estas protestas se han replicado durante un año en varias galerías del mundo. A mediados de junio, dos activistas ecológicos se plantaron frente a una hermosa pintura de Monet exhibida en el Museo Nacional de Suecia y pegaron una mano untada con pintura roja al vidrio protector de la obra. Dijeron que querían transmitir la urgencia de la crisis ambiental, la cual podría convertir los jardines del artista en Giverny en un recuerdo lejano.
En abril, reseña The New York Times, en la Galería Nacional de Arte de Washington, dos ecoactivistas irrumpieron en sus espacios. Salpicaron de pintura la vitrina que rodeaba una escultura de Degas del siglo XIX, “Little Dancer Aged Fourteen”. Y dibujaron pinos y rostros con el ceño fruncido en su pedestal con pintura roja y negra.
Activan demandas contra ecoactivistas
Escenas similares se han registrado en más de una docena de museos durante el último año, dejando a los trabajadores culturales nerviosos y desconcertados. Sin saber cómo evitar que los activistas climáticos apunten a obras de arte delicadas.
En algunos casos se están adelantando demandas en contra de los ecoactivistas por los daños. En febrero, los fiscales vieneses abandonaron el caso contra los manifestantes que rociaron con líquido negro una pintura de Klimt de 1915 en el Museo Leopold. Luego de que los manifestantes acordaron pagar alrededor de $2.200 en daños por el costo de la manipulación, limpieza y reparación de las obras de arte.
Pero el director del museo, Hans-Peter Wipplinger, dijo a The New York Times que el Leopold continúa incurriendo en las repercusiones financieras de la protesta climática en noviembre de 2022. El museo tuvo que agregar dos miembros adicionales del personal a su entrada, lo que aumentó su capacidad operativa en alrededor de $ 32.800. Mientras que el precio de otras protecciones de vidrio asciende a alrededor de $ 11.000. Wipplinger también dijo que los costos de los seguros “han aumentado considerablemente” en las pinturas importantes que atraen multitudes.
Asimismo, en el Museo Metropolitano de Arte, se ha agregado más seguridad a ciertas exhibiciones, incluido el éxito de taquilla actual, «Los cipreses de Van Gogh». Lisa Pilosi, jefa de conservación de objetos del Met, afirmó que más de 40 pinturas y grabados, están detrás de un vidrio protector debido a las preocupaciones sobre los activistas climáticos. El año pasado, los manifestantes arrojaron sopa a una pintura de Van Gogh en la Galería Nacional de Londres.
“Usamos plexiglás de muy alta calidad porque no queríamos lidiar con ataques”, explicó.
Costos adicionales en mantenimiento y seguridad
Devolver una pintura a su antigua gloria después de los ataques puede requerir horas de cuidadoso trabajo de conservación. Y el costoso vidrio no puede evitar que los líquidos se filtren a través de la barrera protectora. “Sabíamos que algo así podría pasar”, señaló Per Hedström, director interino del Museo Nacional de Suecia.
Hedström indicó que su museo aún está calculando el costo de los daños que el gobierno podría solicitar para enjuiciar a los activistas, que pertenecen a la organización ambientalista Aterställ Vatmarker.
La cantidad de trabajadores necesarios para limpiar una pintura como Monet “es bastante grande”, sostuvo Hedström. “Tuvimos unas 10 o 15 personas trabajando durante un par de días: conservadores, curadores”.
Pero hay opciones limitadas para que un museo estatal como el suyo evite un ataque. “Una consecuencia extrema sería cerrar el museo”, dijo Hedström, aunque admitió que eso no era realista, ya que la colección pertenece al público sueco. “Los activistas están utilizando los principios de una sociedad abierta como vulnerabilidad”.
En lo que parece ser un punto de inflexión en Estados Unidos, los fiscales presentaron cargos federales graves contra los manifestantes que amenazaron la seguridad en la Galería Nacional de Arte en Washington, que es una institución federal. El mes pasado, Joanna Smith y Tim Martin, ambos de 53 años, fueron acusados de conspiración para cometer un delito contra EE UU. Y dañar una exhibición de la National Gallery después de que mancharon con pintura el estuche que rodeaba la frágil escultura de cera de abeja de “Little Dancer” en abril.
Cada cargo conlleva una sentencia máxima legal de cinco años de prisión y multas de hasta $250.000. Las demandas se activan contra los ecoactivistas en varias partes del mundo.
Acciones legales en camino
Los activistas climáticos han calificado la sentencia como “injustamente dura”. “No fue un llamado para que todos atacaran los museos”, argumentó Smith en una entrevista telefónica, y agregó que pensaba que los cargos suprimirían la libertad de expresión. “Fue un llamado para que las personas miren profundamente y piensen en lo que aprecian en la Tierra y lo que pueden hacer para proteger esas cosas”.
Kaywin Feldman, directora de la Galería Nacional, dijo que apreciaba el trabajo realizado por las autoridades “para presentar estos graves cargos”.
Después del ataque, casi dos docenas de empleados trabajaron para limpiar la galería, examinar la escultura y reparar su vitrina, que según Feldman sufrió daños por un valor aproximado de $2.400.
La obra de arte de Degas se retiró de las galerías durante un total de 13 días. Feldman dijo que los conservadores estaban menos preocupados por las salpicaduras de pintura y más preocupados por las fuertes vibraciones causadas por la conmoción. El delicado cuerpo de cera de la escultura puede desarrollar grietas debido a tales movimientos, razón por la cual el museo rara vez mueve y nunca presta la obra de arte. La última vez que se trasladó la escultura fue en 2020 para una exposición.
“La gente sigue diciéndome: ¿Qué diablos tiene que ver ‘Little Dancer’ de Degas con el cambio climático? Por supuesto, la respuesta es nada”, dijo Feldman. “Los museos siempre se han comprometido a ofrecer la mayor cantidad de acceso posible a las obras de arte originales y ha sido parte de su espíritu fundacional. A todos nos molesta tener que poner cada vez más barreras”.
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