La felicidad ha devenido en una asignatura de estudio en las más prestigiosas universidades de Estados Unidos. Harvard tiene más de ocho décadas investigándola y recientemente organizó un simposio con los más destacados catedráticos e investigadores de «la ciencia» de la felicidad.
La búsqueda de la felicidad ha sido constante en la humanidad. La abordaron filósofos antiguos y modernos y sigue siendo un asunto que les preocupa a pensadores e investigadores contemporáneos. Platón, Aristóteles y Séneca reflexionaron sobre la naturaleza de la felicidad y cómo alcanzarla. Con el tiempo y los nuevos conocimientos, el concepto ha evolucionado e incorporado más significados. Nunca ha disminuido su relevancia. La búsqueda de la dicha está inscrita en genes del Homo sapiens como un mecanismo evolutivo.
Una definición difícil
Definir la felicidad sigue siendo un desafío. Immanuel Kant, filósofo alemán del siglo XVIII, señaló que aunque deseamos alcanzarla, no podemos definirla de manera definitiva. La percepción de la felicidad varía según la edad y las circunstancias. Los mayores valoran las relaciones y la seguridad económica. Mientras que los jóvenes se enfocan en su imagen y pertenencia a grupos sociales.
En la antigüedad, la felicidad estaba ligada a la tragedia y se consideraba algo que simplemente sucedía, sin posibilidad de intervención. Filósofos como John Locke introdujeron una visión más hedonista. La felicidad se asociaba al placer y al bienestar social. Durante la Ilustración, pensadores como Voltaire y Rousseau afirmaron que la felicidad no era un capricho divino, sino un derecho que todos debíamos alcanzar en esta vida. Visión que se plasmó en dos textos fundamentales en la política de la época, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y la Declaración de los Derechos del Hombre. Los cuales establecieron el derecho a «la felicidad de todos».
En la actualidad, las prioridades han cambiado. En el mundo moderno, especialmente en los países desarrollados, con necesidades básicas cubiertas y una mayor esperanza de vida, la felicidad se encuentra en disfrutar de los placeres cotidianos y buscar la realización personal. Pero, a menudo, confundimos bienestar material con felicidad. La obsesión por el confort y los bienes materiales nos ha llevado a individualizarnos (como dispositivos electrónicos) y a perder de vista la dimensión social de la felicidad.
Estudiar y aprender a ser felices
A lo largo de la historia, la felicidad ha demostrado ser un concepto dinámico que se adapta a las circunstancias de cada época. La clave para alcanzarla reside en encontrar un equilibrio entre los bienes externos, los del cuerpo y los del alma, tal y como sugería Aristóteles. La relación entre estos tres elementos cambia con el tiempo y se adapta a las circunstancias individuales y culturales.
En tiempos más recientes, estudios como el de Desarrollo Adulto de Harvard y la investigación en psicología positiva, buscan determinar cuáles son las claves para lograr ese equilibrio en el complejo mundo moderno. Los resultados han proporcionado evidencia empírica sobre los factores que contribuyen a la felicidad y cómo podemos mejorar nuestra capacidad para vivir vidas felices.
En el ámbito educativo, la felicidad emerge como un factor crucial para el bienestar de los estudiantes y su éxito académico. La relación entre el estado emocional de los alumnos y su capacidad de aprendizaje es innegable. Asimismo, la alegría y satisfacción de los docentes influyen directamente en su desempeño como maestros. En este contexto, han surgido las “cátedras de la felicidad” en colegios y universidades de todo el mundo. Cuyo objetivo es brindar herramientas para el cuidado de la salud mental y emocional de niños y jóvenes.
Más de 200 universidades
Las cátedras de felicidad son espacios académicos incorporados en los planes de estudio, diseñados para abordar diversas variables relacionadas con la felicidad. Su enfoque va más allá de lo meramente académico, ya que se centran en aspectos que impactan directamente en la calidad de vida, el rendimiento estudiantil y la salud mental. Más de 200 universidades e institutos en Estados Unidos, como Harvard, Pensilvania, Berkeley y Carolina del Norte, adoptaron la iniciativa para ayudar a sus alumnos a vivir vidas más plenas.
La Universidad de Harvard, que tiene 85 años estudiando la felicidad, fue la primera en Estados Unidos en ofrecer una cátedra de felicidad en 2007. Dirigida por el israelí Tal Ben-Shahar, tuvo una gran acogida entre los estudiantes. Demostró que impartir asignaturas relacionadas con el bienestar emocional ayudaba a los estudiantes a ser más creativos, agradecidos y saludables. Además, mejoró sus relaciones interpersonales y su desempeño académico. El éxito de Harvard inspiró a otras universidades estadounidenses y latinoamericanas a replicar la experiencia.
Como la “Psicología y buena vida” en la Universidad de Yale, dirigida por la profesora Laurie Santos. El curso invita a los estudiantes a reflexionar sobre sí mismos y a emprender proyectos personales de superación. Las cátedras de la felicidad están transformando la educación al proporcionar herramientas esenciales para el bienestar integral de los estudiantes. Su impacto positivo se refleja en la creatividad, la salud mental y las relaciones humanas. Con lo que contribuyen a una formación más completa y satisfactoria.
Felicidad y liderazgo
Harvard tiene un bien ganado prestigio que la ubica entre las universidades élite del mundo. Como parte de la Ivy League Schools, ha formado a un importante número de líderes en todos los campos de la vida estadounidenses. De sus aulas han emergido presidentes de la nación y de las corporaciones más importantes, premios Nobel, intelectuales y artistas de primer nivel, y profesionales que han revolucionado el mundo de las tecnologías. Que Harvard asocie felicidad y liderazgo en sus cátedras no debe causar sorpresa. La premisa es clara: los líderes más felices son mejores. En ese contexto realizó un simposio sobre felicidad y liderazgo.
Más de 1.200 personas, entre las que se encontraban administradores, líderes empresariales, personal militar, funcionarios electos y estudiantes, se reunieron en persona y en línea para participar. El evento, celebrado en la Harvard Business School, fue organizado por el Laboratorio de Liderazgo y Felicidad, dirigido por el profesor Arthur Brooks. El propósito del evento era tan directo como la misión del laboratorio organizador: “todos los grandes líderes deben ser maestros de la felicidad”.
Componente clave
Brooks, profesor de prácticas de gestión en la Harvard Business School, plantea un desafío a sus alumnos en su popular clase sobre la felicidad: ¿Por qué estás vivo? ¿Por qué estarías dispuesto a morir? Según Brooks, la clave para una vida plena y significativa radica en tener respuestas claras a estas preguntas. «No se trata de darles las respuestas correctas, sino de que cada uno encuentre las suyas», afirma.
La investigación sobre la felicidad respalda la importancia del sentido y el propósito como elementos distintivos de una vida plena. Principio que se remonta a Aristóteles y su concepto de “eudaimonia”, tener un “buen espíritu”.
En el evento participaron destacados expertos como el psicólogo Martin Seligman, pionero en el campo de la psicología positiva y exploraron diversas perspectivas sobre cómo alcanzar la felicidad y aplicarla al liderazgo. El simposio reafirmó la importancia de la felicidad como un componente clave del liderazgo. Al comprender las bases de la felicidad y cultivarla en sí mismos, los líderes pueden inspirar y motivar a otros, y generar un impacto positivo en sus organizaciones y comunidades.
Cada vez más populares
Tal Ben-Shahar, doctor y cofundador de la Academia de Estudios sobre la Felicidad, dejó una huella significativa en la historia de Harvard al impartir dos de las clases más concurridas: “Psicología Positiva” y “Psicología del Liderazgo”. Su trabajo se centró en desarrollar un plan de estudios sobre la felicidad y diseñar el primer máster en ciencias de la felicidad para la Centenary University en 2022.
La popularidad de los cursos sobre felicidad no se limita a Harvard. La profesora Laurie Santos, profesora de Psicología en la Universidad de Yale, ha hecho de la felicidad su bandera. Su curso «Psicología y Buena Vida» se convirtió en el más popular de la universidad en más de 300 años. Casi uno de cada cuatro estudiantes de Yale están inscritos. Su objetivo es reducir la infelicidad y aumentar la felicidad entre los estudiantes.
Santos, que también ocupó el cargo de Stillman Head of College, tuvo un encuentro directo con los problemas de salud mental que afectan a los universitarios. Como el estrés académico, la depresión, la ansiedad y el suicidio. Los estudiantes de Yale a menudo ocultan su malestar detrás de una “imagen feliz” hasta que llega una crisis real que los obliga a enfrentar sus problemas. Uno de los objetivos de Santos es desmontar el mito de que la ciencia de la felicidad se trata de imponer la positividad. «Creo que muchos estudiantes esperan que la psicología positiva sea similar a lo que hoy en día llaman ‘positividad tóxica’. La idea de ser feliz todo el tiempo, sé positivo, piensa cosas felices», afirma.
Importancia de la espiritualidad
La felicidad fue abordada desde una variedad de perspectivas. Lisa Miller, profesora de psicología y educación en Columbia, se enfocó en el valor de una vida espiritual. Su investigación encontró que la espiritualidad tiene un papel protector frente a una serie de enfermedades. Incluso en la dependencia y el abuso de sustancias, el trastorno depresivo mayor y el suicidio. Su trabajo demuestra que la espiritualidad protege en un 80% contra la dependencia y el abuso de sustancias, en un 60% contra el trastorno depresivo mayor y entre un 50% y un 80% contra el suicidio.
E profesor de psiquiatría de la Facultad de Medicina de Harvard, Robert Waldinger, director del Estudio de Harvard sobre el Desarrollo Adulto, participó en el evento. Compartió los resultados del estudio (un seguimiento de 86 años). Reveló que satisfacer las necesidades básicas (alimentación, vivienda, atención sanitaria) es fundamental para la felicidad.
A nivel económico, los que ganan entre 75.000 y 96.000 dólares en Estados Unidos son quienes reportan más felicidad. Pero, una vez satisfechas las necesidades básicas, acumular más riqueza no necesariamente aumenta significativamente la felicidad. Waldinger, también sacerdote zen, abordó la creciente epidemia de soledad que afecta a una de cada tres o cuatro personas en Estados Unidos y otros países desarrollados. Una encuesta de Meta-Gallup revela que la tendencia también se está intensificando en países en vías de desarrollo y en los cursillos de liderazgo..
No puede ser el único objetivo
En el simposio, Hitendra Wadhwa, profesor de Práctica en la Columbia Business School, integró lecciones de las tradiciones espirituales orientales y la erudición occidental sobre liderazgo. Destaca la importancia de acceder a la esencia de uno mismo. Inspirado en las enseñanzas de místico indio Yogananda afirma que la sabiduría del buen liderazgo reside en nuestro interior. Al estar en sintonía con este núcleo, trascendemos el ego, los apegos y las inseguridades, y realizamos un trabajo significativo y hermoso.
La última ponencia del simposio estuvo a cargo de Owen Flanagan, catedrático emérito de filosofía en la Universidad de Duke. Flanagan cuestionó el discurso dominante sobre la felicidad. Destacó las investigaciones que exploran los límites de las mediciones y definiciones propuestas por la psicología positiva. Flanagan propone otras formas de medir la felicidad, incluyendo el bienestar objetivo.
Señala a grandes líderes que vivieron vidas de servicio y significado, sin centrarse necesariamente en la felicidad. «La felicidad no puede serlo todo», afirma. «No es el summum bonum», o el bien singular. Se refirió a personalidades y líderes del cambio como la Madre Teresa, Martin Luther King jr, Nelson Mandela y Gandhi. «Lo primero que nos viene a la mente no es que fueran felices, sino que eran buenas personas. Vivieron vidas realmente importantes, con propósito y sentido».
En cuanto a las políticas públicas, Flanagan aboga por un enfoque centrado en los derechos humanos y el desarrollo sostenible. Su objetivo: que todos puedan vivir el tipo de vida que Aristóteles consideraba posible para nosotros. Una vida en la que podamos descubrir nuestros talentos y luego preocuparnos de otros aspectos, como los estados psicológicos.
No es una meta
La felicidad y el liderazgo están intrínsecamente ligados. La búsqueda de un propósito significativo es esencial para una vida plena. Uno de los objetivos que se han trazado quienes intentan enseñar las claves de la felicidad. El simposio de Harvard, dirigido a los futuros líderes, reafirma la importancia de ir más allá de una visión superficial de la felicidad. Se trata de comprender las dimensiones profundas del bienestar y explorar cómo podemos cultivarlo en nosotros mismos y en las generaciones futuras.
Según el organizador del simposio, Arthur C. Brooks, la felicidad no es una meta, sino una dirección. Para alcanzar la felicidad debemos invertir en un plan de acción que incluya todos aquellos ámbitos que afectan a nuestra vida cotidiana y cuya satisfacción pueda conducirnos a ser más felices en el día a día. Y el peor error que podemos cometer en nuestro continuo camino hacia la felicidad es crearnos una obsesión con alcanzar la meta. Porque, por norma general, las obsesiones producirán ansiedad, miedo o tristeza. “Debemos aspirar a vivir una vida más feliz, no a alcanzar un estado de felicidad que, por muchos y variados motivos, no es permanente”. Es lo que Harvard insiste en enseñar.