Lola Delgado, The Conversation
El historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari lleva ya varios superventas en su haber: Sapiens, De animales y dioses, Homo Deus, 21 lecciones para el siglo XXI y, su último libro, Sapiens, una historia gráfica, un cómic recién salido de la imprenta, pero con una proyección similar a la de los anteriores.
Y lo cierto es que entre escucharle y leerle es difícil elegir. Si su literatura es un compendio de datos sobre la historia de la humanidad y el futuro convertidos en ciencia al alcance de nuestra mano, sus disertaciones son una ventana por la que quien le escucha ve la luz sobre lo más oscuro que le rodea.
Yuval Noah Harari inauguró el Foro Telos 2020 con una entrevista online. Organizada por Fundación Telefónica, esta segunda edición, celebrada en noviembre, llevó por título “Un mundo en construcción” y en él participaron destacados pensadores, historiadores o científicos nacionales e internacionales.
Harari habla con una claridad cargada de evidencia sobre las crisis del presente, las del pasado y las que están por venir, y probablemente sea uno de los intelectuales que más ha ayudado a educar científicamente a los ciudadanos. Lo ha hecho a través de sus libros y de generar confianza en aquellas personas que saben de lo que hablan. Una confianza que, sin embargo, reconoce que se ha debilitado hacia las instituciones desde que comenzó la pandemia.
“Durante la COVID-19 estamos viendo en las instituciones de muchos países que la confianza se debilita hasta alcanzar niveles alarmantes. Esta es la consecuencia de las estrategias adoptadas años antes por aquellos políticos que han buscado, deliberadamente, minar la confianza en los medios de comunicación, en las instituciones académicas y en las autoridades. Ahora nos damos cuenta de lo peligroso que es, ya que la confianza es el motor del sistema. Nuestro mundo se basa en la confianza depositada en desconocidos. Éramos cazadores recolectores hace 50 000 años y vivíamos en grupos muy pequeños, por lo que conocíamos a todas las demás personas que nos rodeaban. De este modo, confiábamos en que nos conocíamos. En el mundo moderno depositamos nuestra confianza en instituciones impersonales y colaboramos con miles de millones de desconocidos, de forma que si esa confianza desaparece, el mundo entero se desplomará y toda nuestra civilización se vendrá abajo”.
La Iglesia también confía en las instituciones científicas
Yuval Noah Harari admite que, a pesar de todo, no lo estamos haciendo mal, al menos en lo que se refiere a las instituciones científicas.
“Durante la Edad Media, cuando la peste negra se extendió desde China hasta el Reino Unido, no se confiaba en las instituciones científicas y sanitarias comunes, ni tampoco se compartía información entre la gente de China, la India o Europa. Todos intentaban solucionarlo por su cuenta y nadie conseguía nada, no había nadie en el mundo que conociese qué era lo que estaba llevando a millones de personas a la muerte. En la actualidad, contamos con instituciones científicas, y, a pesar de que últimamente reciben numerosos ataques por parte de políticos y teorías de la conspiración, todavía inspiran una gran confianza. Hoy en día, incluso la iglesia confía en las instituciones científicas, hasta el punto que si los científicos dicen que se cierran las iglesias, se cierran. Y eso es muy significativo”.
La COVID-19 es solo un aviso
La pregunta en estos momentos es cómo saber en qué y en quién confiar. Harari lo hace en las instituciones, en las universidades y en las revistas o conferencias científicas.
“No puedes ir personalmente a ver qué está sucediendo, ni entrevistar a los periodistas que redactan las noticias, así que al final todo se resume en qué revistas o en qué televisiones confías. Por eso tenemos que construir buenas instituciones en distintos ámbitos, en la medicina, en la ciencia y en los medios de comunicación, porque al final eso es lo que nos garantiza que recibimos información buena y fiable”.
Sin duda, ahora confiamos mucho más que hace unos años en la ciencia. Harari espera que una vez hayamos superado esta situación mantengamos la misma actitud con respecto a otros problemas como el cambio climático o el desastre ecológico y que, de la misma forma que ahora respetamos a los médicos y los epidemiólogos a la hora de explicarnos qué sucede, hagamos lo mismo con los científicos especializados en el clima cuando salgamos de esta crisis.
“Debemos recordar que seguimos siendo animales y, como tales, formamos parte del ecosistema. En cierto modo, podemos decir que la naturaleza ha sido benévola con nosotros, ya que solo nos ha lanzado un pequeño aviso. La COVID-19, en lo que a las epidemias se refiere, es algo relativamente leve. No tiene nada que ver con la peste negra, ni con el sida, que mató a casi todas las personas que lo contrajeron en los años 80. De alguna manera, la naturaleza nos está diciendo qué es lo que puede llegar a pasar con un virus relativamente leve procedente de un murciélago. Pero hay cosas muchísimo peores esperándonos si no tratamos el problema medioambiental”.
Mientras la sociedad intenta sacar lecciones de lo que está viviendo, el intelectual israelí alerta sobre la necesidad de reinventarse, y al mismo tiempo de los inconvenientes de hacerlo. Un equilibrio, en definitiva, que debemos tratar de conseguir para adaptarnos a los cambios que la sociedad está experimentando, mucho más desde que comenzó la pandemia. Todo se está adelantando.
“Se preveía que los cambios radicales en el mercado laboral llevarían 10, 20 o 30 años, pero la COVID-19 está acelerando el proceso. Hay sectores enteros que se están hundiendo o desapareciendo. Ahora bien, surgirán nuevos puestos. El problema radica en disponer de las actitudes necesarias para llevar a cabo las tareas que implican dichos puestos de trabajo nuevos. Como no podemos predecir el futuro, no podemos saber cómo será el mercado laboral en 2040 y, por lo tanto, no podremos formar a los niños de hoy en día con las aptitudes que se requerirán para entonces. Es necesario estar en constante formación y reinvención. Una y otra vez. Y esto constituirá una carga enorme. Pensemos que tenemos que volver a empezar a los 40 años, luego a los 50 y de nuevo a los 60”.
Las decisiones que tomemos ahora cambiarán nuestras vidas
“La tormenta pasará, pero las decisiones que tomemos ahora podrían cambiar nuestras vidas en los próximos años. Debemos actuar con rapidez”.
Yuval Noah Harari escribió esta frase hace más de medio año. Hoy piensa que no lo estamos haciendo del todo mal con respecto a la pandemia y a todos sus daños colaterales.
“Estoy seguro de que ahora tenemos todo el conocimiento científico que necesitamos para superarla. No sé cómo, no soy médico, ni epidemiólogo, pero, como historiador, en comparación con otras epidemias anteriores, como el sida, la gran epidemia de gripe de 1918 o la peste negra, creo que ahora estamos muchísimo mejor. Sin embargo, en otros ámbitos existen muchos motivos de preocupación porque no hay cooperación en todo el mundo en cuestiones como, por ejemplo, el desarrollo de un plan económico global. La gran tormenta económica todavía está por venir. No hay liderazgo y me da la impresión de que no hay ningún adulto en la sala”.
La versión original de este artículo fue publicada en la Revista Telos, de Fundación Telefónica.
Lola Delgado, Educación y Sociedad, The Conversation
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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