El espíritu de un pueblo perseguido, luchador y milenario hace indoblegable a la nación judía. La búsqueda y asentamiento del territorio sagrado [Tierra prometida] como “pueblo elegido de Dios” es un elemento mítico que se suma al desafío de sobrevivir en tierra santa. Prevalece la consagración de una identidad, una promesa, una cultura, una memoria histórica, una victoria. Israel.
Anthony D. Smith, profesor emérito y sociólogo en la London School of Economics, definió́ la etnicidad como «una población humana nombrada y autodefinida que comparte un mito de ascendencia común, memorias históricas y elementos de cultura (que a menudo incluyen un vínculo con un territorio) y una medida de solidaridad”.
Los elementos que componen y definen justamente el judaísmo. Una religión, un tronco común, un camino, también un grupo étnico, pero agregaría un corazón guerrero que lucha por borrar denuestos, redimir el pasado, declinar la victimización y reivindicar un presente más allá de ser mártir. Un complejo proceso de liberación del cual nace el conflicto entre israelíes y palestinos.
Breve antecedentes del conflicto
Para entender la relación entre el pueblo judío y el palestino, vale la pena leer la conversación de Amos Oz [Voces de Israel] con periodistas del diario palestino Al-Fajr, de Jerusalén:
“Aunque un día todos lleguemos, nosotros y ellos, a un compromiso marchito sobre la Tierra Prometida, no habrá́ compromiso en cuanto al derecho a ser considerado la víctima. El mundo entero está en nuestra contra. Nadie nos comprende. Somos el pequeño David que se enfrenta al gigante Goliat. Incluso, después del conflicto nacional –israelíes y palestinos– seguirán alimentando denodadamente esa «deliciosa» sensación lacrimógena. Hay justicia aquí y hay justicia allá, pero por encima de la realidad flotan, como una dulce nube de hachís, los placeres de la pena y la autocomplacencia. Y en estos, los dos pueblos enfrentados son, sin lugar a duda, tan parecidos como hermanos.” (Oz, 1983). A partir de esta cita ‘el conflicto’ no cesa.
Las voces de Israel de Amos Oz, según estudio de tesis de grado de Sofía de Oriol, “relata las relaciones entre judíos, musulmanes y cristianos en el Israel de después de la Guerra de los Seis Días y la Guerra del Yom Kppipur [1973]. Mas tarde la invasión del Líbano [1982] que tenía como objetivo reducir la fuerza político-militar del movimiento palestino y mitigar el poder de la OLP”.
Historia y más historia
Aquí se resume la historia de un conflicto que se encuentra hundido en la identidad de las personas, sus raíces y sus creencias radicales y extremistas. Aunque entre los árabes hay personas de varias religiones (musulmanes, cristianos y drusos), su principal identidad es árabe. De esas tensiones surge [1964] la OLP como un frente nacionalista. Yasser Arafat se convirtió en líder supremo y asumió el control total de la organización.
Con los años, la OLP formó parte de conflictos armados, actos terroristas y acciones violentas en contra de los intereses del Estado de Israel, asesinando a sus dirigentes y la expulsando a los colonos de gran parte de los territorios. Fue en 1974 cuando los países árabes reconocieron la OLP como la legítima representación de los palestinos, defendiendo sus intereses en la ONU, la Organización para la Conferencia Islámica y Comité Ejecutivo de Israel.
En 1967 Israel derrotó a los países árabes en la Guerra de los Seis Días. Un conflicto que reforzó la invasión sionista sobre Palestina y redujo las posibilidades de liberación del territorio. Un suceso fue clave que afianzó la superioridad moral y militar de Israel sobre el nacionalismo árabe. Israel posicionó como una potencia militar. Los palestinos, derrotados y humillados, fundaron la OLP y decidieron tomar la justicia por su mano. Luchar contra el Estado de Israel con el único objetivo de liberar la tierra palestina.
Pedro Brieger, sociólogo de Medio Oriente, afirma “que la Guerra de los Seis Días fortaleció́ la identidad judía de los israelíes […] El judío israelí (el término hebreo era preferido al término judío, una medida adicional de la alienación de las concepciones tradicionales) entendía que el pueblo judío era una colectividad, más allá́ de la religión, y creía que aquellos que vivían en el Estado judío habían formado una nación”.
Cambio de tono con la guerra de 1967
Esta noción fue debilitándose a fines de la década del cincuenta, pero la guerra de 1967 cambió el tono. “Los judíos israelíes empezaron a pensar que estaban vinculados a los judíos de la diáspora y la historia judía, y a reafirmar sus asociaciones con los símbolos religiosos judíos”, escribe Brieger.
Los sentimientos “de pena y autocomplacencia” –que subyacen en un el pueblo hebreo con más de 3.000 años de persecución– sufren una mutación moral. A partir del holocausto, la Guerra de los Seis Días, la Guerra de Yom Kippur de 1973, y el presente ataque de Hamas se refuerzan otros cimientos. No se trata de pena o autocomplacencia, sino la dignidad, el orgullo y el carácter de una nación. La integración judía es el mito étnico que salva la pena. Un león decidido a vencer o morir.
La guerra es la paz
La Guerra de Yom Kipur puede describirse como fracaso o derrota total. Pero también como un gran logro. Es el despertar, el renacer de un alma agotada, pero de pie. Algunos autores señalan que “la guerra formó parte de una ofensiva política creada por el presidente egipcio Anwar Sadat, para conseguir la atención de la Casa Blanca y alcanzar una solución global al conflicto árabe-israelí. Pero no fue así.
La Guerra de Yom Kipur facilitó la recomposición de Israel en su concepción de la historia judía. Estados Unidos afianzó su reconocimiento a la nación judía, como un pueblo independiente con derecho a defenderse y a ser defendido. La visión geopolítica cambió radicalmente. El conflicto dejó de ser localizado. Ahora la incursión de Hamas repite la historia. Pone la lupa en las alianzas de estos grupos (Irán y Rusia). La disputa pretende encapsularse entre palestinos y judíos, pero más allá de un conflicto territorial es un conflicto político, étnico, religioso y cultural, universal.
Gaza, Cisjordania, Sinaí, Jerusalén y Jordania
Sete Estados árabes lanzaron en 1947 la invasión que resultó en el éxodo de 600.000 árabes palestinos a Cisjordania, Gaza y Jordania. Los refugiados árabes fue el resultado, no la causa, de la guerra de 1948. En junio de 1967, Sinaí́, Gaza, Cisjordania, los Altos del Golán y Jerusalén oriental estaban en posesión árabe. Los árabes concentraron sus tropas en Sinaí́, establecieron un bloqueo y anunciaron, en palabras de Gamal Abdel Nasser, el 27 de mayo de 1967, que el objeto de la guerra “era la destrucción de Israel”. Anunciaba su propia destrucción.
[…] El 14 de mayo de 1948, coincidiendo con la declaración de independencia de Israel, los Estados árabes vecinos declararon la guerra al recién creado Estado de Israel, aunque finalmente fueron derrotados por los israelíes. Al concluir la guerra, Israel se negó a aceptar el retorno de los más de 700.000 refugiados palestinos que han vivido desde entonces en campamentos de refugiados y ciudades de Líbano, Siria, Jordania, la Franja de Gaza y Cisjordania, entre otros lugares. La tensión se tornó sensiblemente global. Destruir Israel es destruir Occidente. La génesis del ataque de Hamas, la nueva versión de la Guerra de Yom Kippur.
Lo que nuevo es que cientos de combatientes de Hamas cruzaron las fronteras de Gaza [territorio dominado por palestinos] a Israel. Hamas lanzó una operación sibilina, terrorista contra Israel. Sus milicianos sorprendieron al Ejército israelí atacando bases militares y asesinando y secuestrando civiles. Justo cuando se cumplíam cincuenta años de otro ataque sorpresa contra Israel: la Guerra del Yom Kippur de 1973.
Los objetivos ‘revolucionarios’ del ataque de Hamas
¿Qué pretende Hamas? El primer objetivo es geopolítico [el conflicto no es focal]. Intenta dejar en evidencia a los países árabes que han firmado acuerdos de normalización con Israel y boicotear las negociaciones con Arabia Saudí. Lo ha sugerido uno de los aliados más fieles de Hamas: Hezbolá, la milicia chií del Líbano.
Estados Unidos también lo ha reconocido. Desde 2020, cuatro países árabes han establecido relaciones con el Estado Hebreo: Emiratos Árabes, Baréin, Sudán y Marruecos. Otros, como Omán y Qatar, se acercan al gobierno israelí. Les impulsa la presión estadounidense, pero también que Israel sea un atractivo socio comercial al que comprarle armas y tecnología. Hamas espera que las imágenes de la destrucción de Gaza indignen al mundo árabe.
¿Hamas líder de la resistencia palestina?
El segundo objetivo de Hamas es político: presetarse como líderes de la resistencia palestina ante su población y el mundo. Los palestinos están gobernados por dos facciones enfrentadas: El partido-milicia islamista Hamas que controla la franja de Gaza, considerado un grupo terrorista por Estados Unidos, la Unión Europea, Israel y la mayor parte de países occidentales, y del otro lado la OLP, coalición liderada por Fatá, el partido fundado por Yaser Arafat. La OLP gobierna en Cisjordania, no es islamista sino nacionalista. Renunció a la lucha armada y su líder [OLP] presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, tiene 87 años de edad y enfrenta acusaciones de corrupción y mandato expiró en 2009.
El último objetivo de Hamas es propagandístico. Con su incursión militar intenta demostrar que, pese al férreo bloqueo y vigilancia israelíes sobre Gaza, una milicia puede hacer daño a la mayor potencia militar de la región. Hacer ver que Israel no es invulnerable y puede ser humillada, que no habrá paz mientras continúe la ocupación. La guerra entre Israel y Hamas lo trastorna todo.
Golda Meir tuvo su Yom Kippur, y la llamaron la dama de hierro. Ahora es el Yom Kippur de Netanyahu. Lo sufre en momentos de división, pero podría convertirse en el león que despertó a una nueva justa. Israel saldrá fortalecida y más unida de la cobarde agresión. El sionismo, un pueblo, un Estado.