Después de medio siglo de conservación de la naturaleza solo hemos conseguido tener algunas reservas de protección. Para Gunter Pauli, el padre de la ‘economía azul’, conservar no es suficiente, es preciso regenerar ecosistemas para garantizar la supervivencia del planeta. El hombre es la única especie invasora
Todos los esfuerzos por concienciar y educar a la sociedad han fracasado. El objetivo de este empeño en conservar especies ha sido un auténtico desastre. Gunter Pauli, autor de La economía azul, insiste en la necesidad de regenerar ecosistemas, sobre todo en mares y océanos, fuentes de vida y de oportunidades, donde la contaminación por plásticos está provocando la desaparición de la vida. El mejor residuo es el que no se produce. Cuando trabajamos con la óptica de la eficiencia, la optimización y la resiliencia en los procesos productivos somos capaces de reutilizar todo lo que existe.
Pese a la idea generalizada de que son los bosques los que producen oxígeno, respiramos gracias a los océanos. Los océanos ocupan la mayor superficie del planeta y presentan la mayor abundancia de vida y biodiversidad. Si no es posible la vida sin los océanos, ¿por qué nos cruzamos de brazos ante un Mediterráneo que agoniza?
El mayor problema que tenemos los seres humanos es la ignorancia. No tenemos ni idea de la realidad en la que estamos viviendo. En consecuencia, pensamos que hay peces de sobra para pescar y esquilmar los mares y que los turistas pueden disfrutar en exclusiva de una playa para bañarse y quemarse al sol.
Creemos que, en el fondo, todo esto no es tan malo. El gran problema de los océanos y del Mediterráneo no es la sobrepesca, no. Es, simplemente, que tenemos mucha basura y todo tipo de residuos que se vierten desde las ciudades. Estamos pescando hembras con huevos y constatamos que hay cien veces más plástico en el mar que peces. La combinación de estas dos circunstancias conduce a un verdadero desastre.
Lamentablemente, nuestra ignorancia no nos permite percibir este desastre. Creemos que en 2050 tendremos más plásticos que peces, no ahora, y pensamos que podemos compensar la sobrepesca con el cultivo de peces en cautiverio a través de la piscicultura.
¿Es verdad que comemos demasiado de la tierra y no lo suficiente del mar?
La cuestión no es que comamos demasiado del mar o de la tierra. El dilema es que solo consumimos una pequeña fracción de lo que cosechamos o pescamos. Esperamos que la tierra produzca más cuando, en realidad, deberíamos aprovechar mucho mejor lo que la tierra produce y no derrochar los recursos naturales ni desperdiciar los alimentos. De la comida que debemos consumir arrojamos una enorme cantidad a la basura.
Este despropósito se visualiza en todo el sistema alimentario: durante la producción, el procesamiento, la distribución, la venta al por menor y el consumo. En un ecosistema no existe ni basura ni desperdicio. Tener residuos no es grave, lo preocupante es no utilizarlos.
Afirma que lo que flota en el mar no es ningún problema. Lo que está en el fondo, lo que no se ve, es lo que debe preocuparnos. ¿Qué hacemos con los plásticos?
Tenemos muchos retos con el mar. En efecto, lo que flota en la superficie, de una u otra manera, es fácil de recoger. No obstante, todos los microplásticos y nanoplásticos que se han acumulado como una película en el fondo del mar representan realmente el desafío más grande y urgente. Estamos cambiando el ecosistema mediante la acumulación de partículas de plástico que convierten en estéril, incapaz de reproducir, que no da fruto y no produce nada, a nuestros océanos y mares.
En muchos casos, esas partículas de plástico son residuos muy viejos y contienen aditivos que se prohibieron hace décadas y que, pese a ello, seguimos encontrando en el fondo del mar. La gran contrariedad es que nunca nos dimos cuenta de que los plásticos que tiramos en el mar no se degradan.
La mayoría de los residuos plásticos solo se degradan con la exposición a la luz solar y por la acción de bacterias. Las bacterias que están presentes en las aguas marinas no tienen el mismo apetito que las terrestres. La situación se complicó mucho más con el efecto de los bloqueadores de rayos ultravioletas que utilizamos habitualmente y que también están presentes en el medio marino.
Las consecuencias son muy dañinas puesto que el sol, debido a estos protectores, ya no puede llevar a cabo su función en la degradación y destrucción de los residuos plásticos. Además, estas partículas se empequeñecen progresivamente. Es decir, tenemos partículas de plástico cada vez más pequeñas, pero mantenemos intacta la molécula que construye la base. Estas partículas son las que hoy en día encontramos en la placenta de las hembras y en el cerebro de un pescado.
En los últimos 50 años se ha intentado conservar el planeta. Usted concluye que ha sido un desastre y que solo hemos conseguido salvar unos miles de pandas. Conservar ya no es suficiente. ¿Cómo regeneramos?
Es verdad. Cincuenta años de intentos de conservación de la naturaleza solo nos han conducido a tener algunas reservas de protección. Hoy, la mayoría de los gobiernos ni siquiera tiene el dinero suficiente o cuentan con presupuesto para proteger de verdad la biodiversidad que estamos perdiendo.
“CINCUENTA AÑOS DE INTENTOS DE CONSERVACIÓN DE LA NATURALEZA SOLO NOS HAN CONDUCIDO A TENER ALGUNAS RESERVAS DE PROTECCIÓN”
Este es un problema muy grave, pero es peor aún que, después de medio siglo de conservación, llegamos a la conclusión de que seguimos perdiendo masivamente biodiversidad. No podemos esperar que, con la misma estrategia de conservación, podamos llegar a mejores resultados. Tenemos la obligación de cambiar.
Mi propuesta durante los últimos 25 años se ha centrado en la regeneración de los ecosistemas, no en la regeneración de una especie en particular, sino de ecosistemas porque constituyen el tejido de todos los seres vivos: las bacterias, los virus, las microalgas, las plantas, los hongos y los animales. Este entretejido nos permite tener mayor resiliencia en beneficio de la biodiversidad.
Si no somos capaces de regenerar ecosistemas y solo aspiramos a conservar, preservar y regenerar especies, no estaremos protegiendo la vida que apoya la vida de todos, no tendremos un ecosistema que garantice la vida.
Sus soluciones innovadoras pasan por imitar a la naturaleza. ¿Qué resultados arroja su proyecto de regeneración de bosques de algas en Marruecos que, además, es un prototipo de economía circular?
Somos casi 8.000 millones de habitantes en el mundo, y para el año 2050 habremos superado la barrera de los 10.000 millones de habitantes. Tenemos la obligación ética y moral de generar ingresos y alimentos, pero de manera sostenible.
No podemos esperar que la tierra produzca más, al contrario, debemos hacer mucho más con lo que produce. Yo no propongo que imitemos a la naturaleza, pero sí que nos inspiremos en la manera de desarrollar sus modelos. Tenemos que asegurarnos de promover la vida.
En su pregunta se refiere a un proyecto concreto en Marruecos. La industria minera de fosfatos, sin la que sería imposible mantener niveles de productividad en la agricultura, produce un lodo que, cuando llega al mar, genera el cultivo masivo de algas. Podemos cosechar estas algas en una proporción de cien toneladas por hectárea, es decir, diez veces más que la productividad de los cultivos de soja o maíz, genéticamente manipulados y con irrigación de herbicidas, pesticidas y fertilizantes.
Con esta productividad natural, que multiplica por diez la productividad de la agricultura en la tierra, es posible en primer lugar una producción masiva de biogás que se puede consumir localmente, eliminando todo el transporte necesario en el modelo actual de distribución de gas.
Además, el lodo residual del biogás que se produce durante este proceso está lleno de un tipo de fosfatos que podemos denominar biofosfatos, un producto que se puede comercializar a un precio mayor que los fertilizantes tradicionales porque lleva muchos más nutrientes como el yodo.
Los residuos de la producción de biogás y de biofosfatos nos permiten regenerar un ecosistema donde los peces alevines pueden protegerse (esconderse) de sus depredadores. Esta combinación aporta múltiples ingresos y beneficios. Además, captura de la misma manera el CO2 que se emite a la atmósfera para mitigar nuestro impacto ambiental y nuestra huella de carbono.
¿Podría aplicarse en el Mediterráneo en una coyuntura en la que la tropicalización y las especies invasoras están acabando con la vida?
El cambio climático resultará en un cambio fundamental de ecosistemas y el Mediterráneo va a conocer una tropicalización. Por ejemplo, los corales mediterráneos, como el coral negro de Capri, van a extinguirse porque no encuentran la simbiosis con microalgas adecuadas.
La experiencia científica que tenemos nos dice que los corales sí son capaces de sobrevivir con la condición de que se produzca un cambio de simbiosis y que las microalgas que no aguanten las temperaturas más elevadas sean reemplazadas o sustituidas por microalgas que sí resisten.
“YO NO PROPONGO QUE IMITEMOS A LA NATURALEZA, PERO SÍ QUE NOS INSPIREMOS EN LA MANERA DE DESARROLLAR SUS MODELOS”
De esta manera, la simbiosis permitirá que continúe el crecimiento de estas colonias de corales de alto valor ecológico y, en el futuro, también de muy alto valor farmacéutico. La única especie invasora que conocemos es el ser humano. El resto de las especies solo buscan sobrevivir en un ecosistema en el que pueden desarrollarse en su nicho.
En el principio, sin duda, algunas tienen la apariencia de ser especies con gran capacidad de dominar y, por eso, se clasifican como especies invasoras. No obstante, tenemos muy claro que quien realmente está invadiendo todos los ecosistemas es el ser humano.
El mejor residuo es el que no existe. ¿Qué hay que hacer para que la basura que generamos no acabe en el mar?
El ser humano es la única especie viva capaz de producir algo que nadie desea. Esta es su verdadera inteligencia. Tenemos que aprender de una vez para siempre, y enseñar a las nuevas generaciones, que no solo tenemos que evitar que la basura llegue al mar, sino que tenemos que diseñar los productos para nuestro propio consumo sin que generen basura, y tampoco la genere el proceso de producción.
En la naturaleza es muy normal que lo que sobre de un proceso es un alimento para otro proceso. Esa es la dinámica que siempre hemos conocido, salvo que el ser humano cuenta con una ingeniería que tiene el objetivo único de aumentar la productividad. La dinámica que necesitamos no es desde luego la productividad, sino la eficiencia y la optimización con resiliencia. Cuando trabajamos con la óptica de la eficiencia, la optimización y la resiliencia en los procesos productivos, somos capaces de reusar todo lo que existe.
“EL MAR NOS PROPORCIONA UNA NUEVA OPORTUNIDAD DE REPENSAR CON LA CONDICIÓN DE QUE DEJEMOS DE ACTUAR CON LA GEOPOLÍTICA”
Tenemos que aprender, por ejemplo, no solamente a ensamblar de forma eficiente todos los productos que utilizamos, sino también a desensamblar todos los productos que manufacturamos; si la eficiencia solo consiste en la optimización de la productividad y la ganancia financiera no nos interesa para nada. Hay que dirigir la ingeniería a los procesos que permiten recuperar la totalidad de los materiales, separando sus componentes y los materiales con facilidad.
Dice que en un siglo ya no cultivaremos algodón porque será reemplazado por algas. ¿Es posible un futuro así?
No creo que necesitemos un siglo para eso, se producirá tal vez en 20 o 30 años. El problema es que el algodón consume tanta agua en su cultivo y en su proceso de transformación textil que, simplemente, no hay agua suficiente en el actual modelo de consumo.
Hoy se impone la moda fashion, que nos obliga a cambiar continuamente toda la ropa. La ropa está hecha de mala calidad para promover un modelo de consumo sin igual en la historia. El problema no es si vamos a cultivar algodón y fabricar ropa de algodón, sino que nos falta el agua. Por eso, tenemos que buscar sistemas de cultivo, de transformación y producción que no requieren agua.
Las algas crecen sin fertilizantes y sin irrigación: nos ofrecen una gran oportunidad de llevar a cabo esta transformación. Además, la fibra de las algas proporciona nutrición a nuestra piel.
¿Europa solo mira al Mediterráneo cuando naufraga una patera y se desata una crisis migratoria?
Europa es un continente viejo que no tiene su regeneración natural. Los niveles de natalidad son muy bajos comparados, por ejemplo, con África, cuya tasa de natalidad es muy elevada. Tenemos que decidir qué modelo de desarrollo y crecimiento sostenible queremos porque si detenemos los flujos migratorios y paralizamos la inmigración sin debatir al mismo tiempo qué modelo de desarrollo queremos para África, parece evidente que vamos a sufrir en primera persona la presión migratoria y la crisis de los naufragios de embarcaciones precarias que intentan atravesar el Mediterráneo.
No se trata simplemente de gente que busca un nuevo futuro en el continente europeo, la crisis migratoria es que nosotros nunca nos hemos preocupado de modelos de desarrollo y crecimiento sostenible en África, un continente que va a pasar de mil millones de habitantes a una población de dos mil millones de personas.
Si no hay un marco claro que permita que se produzcan y consuman los recursos localmente disponibles, conoceremos los casos de millones de personas que se lanzan al Mediterráneo en busca de otro futuro.
¿Por qué se utiliza un ecosistema vital para el planeta como arma arrojadiza y moneda de cambio en la confrontación política?
El mar siempre ha sido una frontera natural. En geopolítica, el mar, un río o una montaña constituyen muchas veces el argumento para separar culturas, religiones y comunidades. Ese uso del mar como excusa para la confrontación corresponde a la lógica de la geopolítica. No obstante, esta circunstancia no puede ser la excusa para no tratar el mar como fuente de la vida.
Sabemos que toda la vida en la tierra nació en el mar, el único sitio donde tenemos una capacidad de recuperación rápida de la vida y donde contamos con una plataforma de innovación. El mar nos proporciona una nueva oportunidad de repensar con la condición de que dejemos de actuar con la geopolítica de hace siglos y desarrollemos una geopolítica de oportunidades. El mar es fuente de innovación y posiblemente fuente de nutrición, se erige en una plataforma de oportunidades que no hemos reconocido. Si ignoramos estas oportunidades, seguiremos viendo el mar como fuente de conflicto en la geopolítica.
¿Hace falta más educación y concienciación?
Todos los esfuerzos por concienciar y educar no han funcionado. Tenemos que aprender que el objetivo es la regeneración de los ecosistemas. Esto requiere, en primer lugar, que inspiremos a la gente, que tengamos acceso a un portfolio de muchas oportunidades. Solo hay dos formas de afrontar un cambio: o por ley, represión y dictadura o gracias a la inspiración que representa el nuevo conocimiento de las oportunidades en los mares.
Sostiene que lo que nos lleva al fin del mundo es la producción barata. ¿A qué se refiere?
El modelo de competitividad que hemos aplicado en el último siglo y, sobre todo, en los últimos 50 años, establece que quien vende más barato es quien gana en el mercado. No obstante, si yo, como español, o como belga o japonés, quiero vender más barato que los chinos, los bangladesíes o los brasileños, lo que estoy haciendo es no respetar el tejido social, el ecosistema y mantener los impuestos bajos.
Es decir, una cultura donde la lógica es no bajar impuestos, destruir el medio ambiente y no cuidar los aspectos sociales con el objetivo de asegurar que puedo ser el más barato. Un sistema productivo como el brasileño o el bangladesí no va a cuidar el medio ambiente ni va a luchar contra la pobreza, tampoco la vida.