Gumersindo Feijoo Costa [Universidade de Santiago de Compostela]
Del 31 de octubre al 4 de noviembre de 2021 tendrá lugar en Glasgow la Conferencia de Cambio Climático de Naciones Unidas (COP26) que entre sus metas destaca el lema de “trabajar juntos para conseguir afrontar los retos de la crisis climática”. No cabe duda de que una de las fuerzas impulsoras más importantes es la sociedad civil, ya que como ciudadanos y consumidores responsables podemos potenciar aquellas acciones y productos que vertebren el respeto al medio ambiente como eje central.
Desde que en 1978 se publicó en Alemania la considerada como primera ecoetiqueta, Ángel Azul (Blauer Enge), han proliferado un buen número de ecoetiquetas originadas por la demanda del mercado para identificar y diferenciar los productos que cumplen requisitos ambientales.
Criterios para distinguir los tipos de ecoetiquetas
En el directorio Ecolabel Index se recopilan más de 455 ecoetiquetas presentes en 199 países que abarcan 25 sectores industriales (figura 1). Tratan de trasladar e inducir en el consumidor la bondad de los productos o procesos con el sello de “sostenible”. Ante la avalancha es importante tener unos criterios mínimos que puedan clasificarlas y saber su representatividad e impacto real.
Una propuesta para esta sistematización consiste en la definición de cuatro criterios sobre los que podemos evaluar las principales características de las ecoetiquetas (figura 2):
- Regulación. Hace referencia al organismo o institución que otorga la ecoetiqueta. De esta forma, pueden ser de tipo autodeclaración –promovida por la propia empresa del producto, que fija los requisitos–, certificación –concedida por un agente externo– o gubernamental –está supervisada por un organismo del Gobierno bajo la regulación de un decreto o directriz–.
- Ámbito. Hace referencia al vector ambiental, económico y social que analiza. A su vez, cada uno de estos vectores puede definirse con una o varias dimensiones.
- Alcance. Hace referencia al número de etapas del ciclo de vida que son evaluadas a la hora de cuantificar los indicadores ambientales y económicos.
- Destino. Hace referencia al objetivo de la ecoetiqueta: productos, empresas o sectores.
La ecoetiqueta energética europea
En 1989 la Comisión Europea desarrolló una iniciativa para contribuir al ahorro energético a través del etiquetado energético. El propósito de esta medida era informar a los clientes del consumo de energía del electrodoméstico en el momento de su utilización, en la forma de uso de la energía, la eficiencia y los costos.
La normativa sobre etiquetado energético de electrodomésticos entró en vigor en España en el año 1994. Las etiquetas tienen una parte común que hace referencia a la marca, denominación del aparato y clase de eficiencia energética; y otra parte que varía de unos electrodomésticos a otros y que hace referencia a otras características, según su funcionalidad. Por ejemplo, la capacidad de congelación para frigoríficos o el consumo de agua para las lavadoras.
El sistema de etiquetado tiene las siguientes características:
- Es obligatorio para electrodomésticos como frigoríficos, congeladores, lavadoras, secadoras, lavavajillas y secadoras de uso doméstico.
- Existen siete clases de etiquetas energéticas que se tipifican en función de los consumos eléctricos, en diferentes colores y con letras del abecedario de la A (que se corresponde a la clase más eficiente) hasta la G (vinculada a la menos eficiente).
- Las etiquetas solo son comparables dentro de un mismo grupo de electrodomésticos.
Certificado Rainforest Alliance
Los productos que exhiben este sello se originan o contienen ingredientes que provienen de fincas o bosques certificados Rainforest Alliance (figura 4). Estas fincas o bosques son administrados de acuerdo con rigurosos criterios ambientales, sociales y económicos diseñados para conservar la vida silvestre, proteger los suelos y las vías acuáticas, asegurar el bienestar de los trabajadores, sus familias y las comunidades locales, así como para mejorar los medios de vida y lograr la verdadera sostenibilidad a largo plazo.
Las explotaciones que desean obtener la certificación Rainforest Alliance son auditadas regularmente. Deben cumplir los siguientes objetivos:
- Mantener o aumentar la cobertura boscosa.
- Conservar la calidad del suelo y prevenir la erosión.
- Reducir el uso de compuestos químicos.
- Proteger la vida silvestre.
- Asegurar el bienestar de los trabajadores y sus familias facilitando el acceso a la educación y la atención en salud.
Varios productos de Latinoamérica que se exportan a Europa tienen este sello. Por ejemplo, la banana (Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras, Panamá, Perú o República Dominicana), el cacao (Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México o Perú) y el café (Brasil, Colombia, Hondura, México o Perú).
Un consumidor responsable debe definir primeramente sus necesidades y, en segundo lugar, optar por aquellos productos que, con el menor impacto ambiental, fomenten el desarrollo socioeconómico del área donde se producen y consumen.
Gumersindo Feijoo Costa, Catedrático de Ingeniería Química, Universidade de Santiago de Compostela
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.