El mundo está en movimiento, literalmente. Las personas, el transporte, el comercio y las ideas. Tras estas van banderitas de paz o armamento pesado. También consentimientos aparentemente inadvertidos. La competencia feroz entre China y Estados Unidos por arrebatar el poderío o por mantenerse en la cumbre del mundo, lleva consigo variadas posturas. En el ínterin hay un descenso geopolítico de Occidente, gradual y sin pausa.
John Gray (1948), exprofesor de Teoría Política en Oxford y de Pensamiento Europeo en la London School of Economics and Political Science, hace un análisis de la compleja geopolítica de hoy. En el ensayo titulado The West isn’t dying – its ideas live on in China, el escritor e intelectual británico describe las posiciones de los líderes en el gran tablero político mundial.
Señala que “la retirada de Occidente comenzó con la caída del comunismo en 1989. Nuestras élites triunfales perdieron el sentido de la realidad. Y, en una sucesión de intentos de rehacer el mundo a su imagen, abandonaron algunas de las regiones estratégicamente más decisivas del planeta. El resultado final de su intento de exportar su sistema de gobierno es que los estados occidentales son más débiles y están más en peligro de lo que estuvieron en cualquier momento de la Guerra Fría”.
Sin embargo, “considerar esta debacle como una derrota de las ideas y valores occidentales es un error». «Las ideologías occidentales continúan dominando el mundo”, dice. “Xi Jinping ha adoptado una variante de nacionalismo integral similar a las que surgieron en la Europa de entreguerras. Mientras Vladimir Putin despliega métodos leninistas para resucitar a Rusia como potencia mundial. Las ideas y proyectos que se originan en el Occidente antiliberal continúan dando forma a la política global. A la vez, en una sincronicidad intrigante, el mismo liberalismo occidental se ha vuelto antiliberal”.
El descenso geopolítico de Occidente
“El descenso geopolítico de Occidente fue visible a raíz de la invasión de Irak en 2003 y es palpable en la retirada de Afganistán de las fuerzas lideradas por Estados Unidos”, sostiene Gray. “Irán es ahora la potencia predominante en Irak. Con el estado afgano y el ejército regular desapareciendo tras la retirada estadounidense, El futuro lo decidirán los talibanes y los estados vecinos que son absorbidos por el consiguiente vacío de poder. Después de años de intervención occidental y la muerte de cientos de miles de personas, en Siria Bashar al-Assad sigue en el poder y Rusia es la fuerza decisiva. Tras el derrocamiento por ingeniería occidental de Muammar al-Gaddafi en 2011, Libia es un espacio no gobernado y una puerta de entrada de tráfico de personas a Europa”.
“En los últimos meses, el ritmo de la retirada occidental se ha acelerado”, apunta. “La reunión de Joe Biden con Putin en Ginebra en junio le dio al presidente ruso lo que más deseaba al aceptar que se completará el gasoducto Nord Stream 2. Ucrania se ha quedado retorcida por el viento y Polonia y los estados bálticos están expuestos a un mayor poder ruso”.
Advierte que la “lógica de lo que es, en efecto, una gran derrota geopolítica es permitir que Alemania asegure sus suministros de energía a cambio de apoyar los esfuerzos de Estados Unidos para contener a China. Pero las posibilidades de que Alemania arriesgue sus relaciones comerciales con China siempre han sido escasas. El año pasado, Alemania exportó casi 100.000 millones de euros en bienes a China. Casi la mitad del valor de todas las exportaciones de la UE. China no solo se ha convertido en el mayor mercado de exportación alemán, sino también en el de más rápido crecimiento”.
Alemania y China, fuertes vínculos comerciales
Gray escribió en New Statesman los movimientos de los líderes que apuntalan un descenso geopolítico de Occidente. “La política exterior alemana está dictada principalmente por factores internos. Y los grupos de presión industriales garantizarán que los vínculos comerciales con China no se vean comprometidos. Para los influyentes Verdes, la salida de Alemania del carbón y la energía nuclear trasciende cualquier costo geopolítico”, anota.
Y hay otros factores jugando en Alemania. “En conjunto con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, Angela Merkel ha dejado claro que Berlín quiere una distensión con Rusia. En cualquier lucha entre las grandes potencias, Alemania, y por lo tanto la UE, probablemente apuntará a mantenerse al margen, neutral o no alineado. Mientras que en la práctica habita una zona de influencia rusa. Ya no tan limitado por la diplomacia europea después del Brexit, Gran Bretaña se resiste a esta tendencia. Pero sin el apoyo de las principales potencias europeas, no está claro cuánto puede hacer el Reino Unido más allá de proteger sus propios intereses nacionales”, afirma Craig, autor de más de una docena de obras sobre teoría política.
Argumenta que “la descomposición de Occidente no es solo un hecho geopolítico; también es cultural e intelectual. Los países occidentales líderes contienen poderosos cuerpos de opinión que consideran su propia civilización como una fuerza singularmente perniciosa. En esta visión hiperliberal, que está fuertemente representada en la educación superior, los valores occidentales de libertad y tolerancia significan poco más que dominación racial: si todavía existe como bloque de civilizaciones, Occidente debe ser desmantelado”.
Este hiperliberalismo no se presenta como uno entre varios puntos de vista que puedan ser examinados y cuestionados en un debate abierto. “Es un catecismo vigilado por la presión de los compañeros y las sanciones profesionales”, añade.
Occidente en descenso geopolítico
John Gray es uno de los pensadores que en las últimas tres décadas ha reivindicado y adaptado a los tiempos modernos el legado del conservadurismo británico. En su ensayo desvela las causas y el porqué del descenso político de Occidente.
Indica que “en el credo hiperliberal, solo pueden tolerarse las que se consideran verdades simples, evidentes por sí mismas y moralmente impecables. Evaluar los costos y los posibles beneficios de los imperios occidentales para los pueblos que gobernaron no está lejos de ser una empresa prohibida. Como lo es examinar la participación de estados no occidentales en la esclavitud. Algunos de la derecha han comparado tales restricciones ideológicas con las impuestas bajo el comunismo. La diferencia es que en las sociedades occidentales estos obstáculos a la libre investigación son autoimpuestos”.
El resultado es que el Occidente liberal es más un tema de investigación histórica que una realidad contemporánea, resalta. “Aquellos que creen que la humanidad está convergiendo hacia los valores liberales pasan por alto el hecho de que las sociedades occidentales los están descartando rápidamente. El ‘arco de la historia’ apunta a un modelo que ya no existe”.
Esto no significa que el hiperliberalismo haya ganado, aclara. “La democracia, en la medida en que todavía funciona, impone límites a la ortodoxia ideológica. El mercado, a pesar de todos sus excesos, produce alternativas. Siguen sobreviviendo lugares que fomentan el pluralismo intelectual; algunos, como esta revista, prosperan”.
Liberalismo o mezclas de fascismo y comunismo
¿El hiperliberalismo acaso es un reflejo del descenso geopolítico de occidente? Es, según Gray, la ideología de una clase dominante aspirante que tiene como objetivo acumular riqueza y posición mientras hace alarde de sus inmaculadas credenciales progresistas. Las guerras culturales intratables y una crisis epistémica en la que se han politizado cuestiones científicas y fácticas clave. Son parte de una apuesta por el poder por parte de estas contra-élites. Pero excepto en Nueva Zelanda y el Canadá de habla inglesa, no hay señales de que alcancen la hegemonía.
“Aun así”, comenta, “se presiona a las escuelas para que enseñen una sola versión de la historia. Las corporaciones privadas despiden a sus empleados por opiniones desviadas y las instituciones culturales actúan como guardianes de la ortodoxia. El prototipo de estas prácticas es Estados Unidos, que considera que su historia singular y sus divisiones definen a toda sociedad moderna. En gran parte del mundo, el movimiento del despertar es visto con indiferencia o, como en el caso de Francia, donde Macron lo ha denunciado como una sociedad ‘racializadora’, con hostilidad. Pero dondequiera que prevalezca esta agenda estadounidense, la sociedad ya no es liberal en ningún sentido históricamente reconocible”.
En su opinión, “la evanescencia del liberalismo occidental no significa que habitamos en un mundo posoccidental. Los argumentos a favor del declive occidental suelen ser versiones repetidas de las especulaciones del teórico político de Harvard, Samuel Huntington sobre civilizaciones en conflicto. Junto con pronósticos de la supremacía china ineludible. Tales afirmaciones tienen fuerza en la medida en que reflejan la fuerte contracción del poder occidental. Pero pierden la característica más notable de la escena contemporánea: el dominio continuo de las ideas occidentales modernas. No los del liberalismo como se entendía antes, sino mezclas de fascismo, comunismo y nacionalismo integral”.
Occidente en descenso o sus sombras oscuras
Gray es colaborador habitual de la BBC, de The Guardian y en Think-tank de orientación socialdemócrata Demos. En su ensayo en New Statesman se refiere extensamente al descenso geopolítico de Occidente.
“Tanto China como Rusia, rivales declarados de Occidente, se rigen por ideas que se derivan de fuentes occidentales”, manifiesta. “Lo mismo ocurre con el nacionalismo de Narendra Modi en la India y algunos movimientos islamistas. Lo que Occidente enfrenta no es el avance de civilizaciones alienígenas, sino sus propias sombras oscuras”.
Cree que ¨la influencia formativa de las ideas occidentales en el liderazgo de China queda ilustrada por las referencias al historiador griego antiguo Tucídides que solían ser comunes entre los portavoces oficiales. China, aseguraban a los visitantes occidentales, no tenía ninguna intención de caer en la ‘trampa de Tucídides’. La tendencia de los estados en ascenso a tratar de desalojar a los poderes establecidos de su posición dominante, lo que lleva a la guerra. Desde el cambio de Pekín a la «diplomacia del guerrero lobo», una forma de arte de gobernar más asertiva y agresiva. Algunos han cuestionado la importancia de la trampa de Tucídides en el pensamiento chino. Pero Xi Jinping lo mencionó en una charla que le escuché dar en Beijing hace varios años. Parece haberse vuelto más seguro desde entonces”.
Sostiene además que “el estudio de los clásicos occidentales se promueve en las universidades chinas. La intelectualidad meritocrática de China también se destaca por tener una comprensión del pensamiento político occidental que supera la de muchos en las universidades occidentales. Se han estudiado las obras de Alexis de Tocqueville, Edmund Burke y Thomas Hobbes. Así como de pensadores como Michel Foucault. Se ha aceptado que el jurista alemán Carl Schmitt (1888-1985) es el que tiene más que enseñar sobre el desarrollo político de China¨.
China reprime a sus minorías
Gray documenta en su amplio texto, sobre el descenso político de Occidente, el pensamiento de Schmitt. Dice que él “ganó reconocimiento en la academia alemana al examinar la influencia de las ideas teológicas en la jurisprudencia occidental. Durante la década de 1920 promovió un conjunto de ideas en las que se podía formular y justificar la Ley de Habilitación de marzo de 1933, que estableció formalmente el régimen nazi. El derecho fue creado por decisiones políticas soberanas, y quien decidiera cuándo existía un ‘estado de excepción’ o una crisis de régimen era el soberano. En 1932 publicó ‘El concepto de lo político’, argumentando que la política no era un diálogo, sino una lucha entre enemigos, en otras palabras, un modo de guerra”.
Adiciona que “la teoría del derecho de Schmitt no es del todo original ni necesariamente antiliberal. Una visión similar se puede encontrar en la obra de Hobbes. La diferencia está en su visión de la política y el estado. Mientras que Hobbes creía que el propósito del estado es la protección de las personas contra la violencia y la inseguridad, una posición fundamentalmente liberal, Schmitt encargó al soberano promover la homogeneidad del pueblo”.
Es este aspecto del pensamiento de Schmitt el que parece ser más atractivo para el liderazgo chino. Si el estado y el pueblo son lo mismo, las minorías pueden ser reprimidas o aniquiladas en nombre de la seguridad pública. La asimilación forzada de tibetanos, kazajos, uigures y otras minorías en una cultura china no es una opresión, sino un medio necesario para proteger al estado de las fuerzas que lo destruirían.
Hiperliberalismo y esclavitud, amigable coexistencia
Ese descenso político de Occidente viene dado por muchos factores. Craig relata que “a pesar de que la difícil situación de los uigures se planteó en reuniones internacionales, hay poco apoyo real para ellos. En la mayoría de los países de mayoría musulmana, muchos de ellos en deuda con China, los gritos de ayuda de los uigures han sido recibidos con silencio. Un mundo en el que el hiperliberalismo coexista amigablemente con la restauración de la esclavitud bien puede ser la próxima etapa de la evolución social. Los uigures están en el lado equivocado de la historia”.
La supresión de las minorías en China es instructiva porque socava una narrativa liberal consoladora: el mundo moderno se basa en la innovación científica y tecnológica, que requiere una sociedad abierta. La dictadura no solo es incorrecta, sino ineficiente e improductiva. Solo las sociedades liberales tienen un futuro a largo plazo, opina el intelectual británico.
“China ha disipado esta leyenda. Durante el período posterior a Mao, un régimen dictatorial presidió el proceso de creación de riqueza más grande y más rápido de la historia. Como resultado del cambio de un gobierno autoritario a un gobierno totalitario bajo Xi, la innovación puede ralentizarse. Ya hay indicios de que esto puede estar sucediendo. Pero las fuerzas compensatorias en Occidente aún podrían darle a China la ventaja”, considera el escritor.
Anarquías y despotismos
¿Realmente la geopolítica de Occidente está en descenso o desapareciendo?. Craig añade mayores argumentos. “En California, se están considerando propuestas que desalentarían la enseñanza de cálculo en las escuelas secundarias. En Canadá, el plan de estudios de matemáticas ‘equitativo’ propuesto por Ontario ’reconoce que las matemáticas pueden ser subjetivas’. Deconstruir la educación de esta manera, durante una época de intensa rivalidad geopolítica en ciencia y tecnología, no parece una estrategia ganadora”.
Entretanto, adiciona, “una visión del mundo que se apoderó de sectores de la intelectualidad occidental durante todo el período moderno y dominó el mundo de la posguerra fría se está desintegrando. Las historias que muestran a la humanidad evolucionando hacia valores liberales son parodias del monoteísmo en el que una lógica mítica en la historia reemplaza a una providencia redentora. Si se elimina este mito, se puede ver que el estilo de vida liberal ha sido un accidente histórico. Con el tiempo, los regímenes creados por Xi y Putin se derrumbarán. Pero si la larga deriva de la historia sirve de guía, serán sucedidos por la anarquía y nuevos despotismos”.