La industria alimentaria podrían producir grasas a partir de los mismos componentes de la fotosíntesis: el hidrógeno del agua y carbono. La idea es reemplazar o bajar el consumo de aceites de soja, palma, maíz o girasol. No es ciencia ficción. Hay estudios que avalan que se pueden producir grasas comestibles mediante una serie de reacciones químicas. La producción sería rápida y a gran escala. Ya se ha hecho.
En Alemania en la década de los cuarenta se produjo margarina con ingredientes sintéticos, pero a terminar la guerra, se regresó a la mantequilla hecha con grasa de origen animal. Sin embargo, esta grasa sustentable tendría que luchar contra enormes productores de aceites convencionales que llenan los mercados y tienen una demanda importante. Fuertes intereses económicos entorpecen el cambio.
El site anthropocenemagazine.org publicó que hay avances tecnológicos sobre la factibilidad de producir grasas molecularmente idénticas a las que utilizamos para cocinar, pero sin cultivar miles de hectáreas de terreno, sin pesticidas, sin fertilizantes, sin uso de combustibles. Y con emisiones de dióxido de carbono muy bajas.
Las grasas sintéticas son sustentables
Las grasas sintéticas tendrían importantes beneficios ambientales. Mientras los cultivos tradicionales de soja o de aceite de palma producen entre uno y tres gramos de emisiones de dióxido de carbono por caloría, las grasas sintéticas o artificiales hechas con materias primas como el gas de síntesis, o el que resulta de la mezcla de hidrógeno y monóxido de carbono, produce menos de un gramo por caloría. Los estudios aseguran que la textura y el sabor son igual de agradables que los aceites provenientes de materia prima agrícola.
Margarina de agua y carbón o de palma africana
Entre 1930 y 1940, el Arthur Imhausen desarrolló en Alemania, ante la escasez de alimentos y la profunda crisis económica, un proceso industrial para producir grasas comestibles mediante la oxidación de cera de parafina sintética obtenida del carbón. Se comprobó que la margarina elaborada a partir de estos componentes era nutritiva y de sabor agradable, y se incorporó a las dietas. Aportaba hasta 700 calorías diarias. Sin embargo, producirla necesitaba al menos 60 kg de carbón por cada kilo de margarina sintética. Después de la Segunda Guerra Mundial, el proceso de elaboración se detuvo. Era poco rendidor utilizar tanta cantidad de carbón.
Muchos de los alimentos que consumimos carecen de un verdadero valor nutricional, pero que resultan muy apetitosos y hasta adictivos. Además, tienen dejan un rastro de deforestación, contaminación y pérdida de biodiversidad. El omnipresente aceite de palma es el ingrediente estrella de los alimentos procesados. También se utiliza en la elaboración de jabones, maquillaje y biodiesel. Es el aceite más vendido y consumido. Es versátil, tiene un efecto conservante y un precio bajo. Sin embargo, la explotación de la palma africana causa graves daños ambientales. Ha arrasado con selvas tropicales y sistemas ecológicos. Se han extinguido especies de animales y plantas. Los orangutanes de Indonesia están en peligro de extinción.
Casi un tercio de la producción global de aceites y grasas vegetales proviene de la palma africana. Malasia e indonesia abarcan el 85% de la producción mundial. La explotación intensiva ha destruido millones de hectáreas de exuberantes selvas tropicales y ahora lo hacen en otros países.
Maltrato animal y desforestación
La destrucción del hábitat de los orangutanes en Indonesia y Malasia ha sido denunciada en muchas oportunidades. Sin embargo, no se han tomado medidas para detener el ecocidio derivado de la la desforestación. Tanto estos primates como otros animales han perdido su hábitat natural y son víctimas de maltratos extremos. Los persiguen, queman, asesinan o los venden como “mascotas”. Más del 90% de su “hogar” ha sido destruido en los últimos 23 años y ya es una especie en peligro de extinción. Unos 140.000 orangutanes han muerto en los últimos 16 años debido a la caza y la pérdida de hábitat.
En 2018 se deforestaron más de 19 millones de hectáreas de bosque solo para plantaciones de aceite de palma en Indonesia. Hay muchos “incendios accidentales” que dejan a las personas sin casa, acaban con la fauna y la vegetación. Además, los trabajadores de las plantaciones denuncian explotación. Los únicos que ganan con este enorme negocio son las empresas que producen el aceite a gran escala.
El aceite de palma tiene una merecida mala reputación. La gran pregunta es si las industrias que lo usan como ingrediente principal estarían dispuestas a reemplazarlo. Es difícil de sustituir porque tiene buen rendimiento. Por ejemplo, producir la misma cantidad de aceite vegetal con cultivos de coco o girasol ocuparían entre 4 y 10 veces más superficie que la palma aceitera.
Los aceites artificiales son el futuro
Entonces, ¿cuál es la solución? Algunos miran al futuro y sugieren apuntarse a las grasas sintéticas. «Inviertan en aceites artificiales», es la sugerencia de investigadores de la Universidad de California, Irvine (UCI). En un reciente artículo publicado en Nature Sustainability, los científicos aseguran que cambiar el aceite de palma por grasas sintéticas podría ahorrar al mundo millones de toneladas de emisiones de carbono por año.
Las grasas sintéticas elaboradas únicamente a partir de agua y aire podrían transformar el medioambiente. Los sustitutos del aceite de palma y la soja podrían desviar gigatoneladas de CO2 y salvar millones de hectáreas de hábitat que abarca la agricultura.