El enfado y el desencanto tras la disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones, previstas para el próximo 10 de noviembre, es palpable e inequívoco en la gran mayoría del electorado. Así lo demuestran todas las encuestas, que elevan al 90% la decepción y frustración de los votantes. Esta misma mayoría, el 87% de los electores, manifiesta que son partidarios de los pactos y que todos los partidos se tienen que acostumbrar a la nueva realidad política que es el multipartidismo. La clase política y, sobre todo, la cúpula de los partidos no parecen haber entendido este mensaje, empezando por el propio presidente en funciones, Pedro Sánchez, que ha sido el encargado de buscar la gobernabilidad del país y que ha intentado justificar su fiasco y decepción argumentando que no acordó un gobierno de coalición con Pablo Iglesias porque le iba a quitar el sueño.
Es probable que Sánchez haya evitado el insomnio, al no aceptar las condiciones de Unidas Podemos, pero ha dejado el país en la penumbra, en la incógnita y la precariedad ante los graves problemas que nos acechan, como pueden ser la sentencia del juicio contra dirigentes catalanes, el Brexit o los nubarrones que amenazan la economía mundial.
La repetición electoral es un gran fiasco que la sociedad española no se merece. No es el fracaso de la política, sino el fracaso de los políticos. Este desprestigio puede pasar factura porque es incomprensible que, por cuarta vez en cuatro años, nos vuelvan a citar ante las urnas –como diciendo: habéis votado mal, ¡volved a votar!–.
Cuánto durará el cabreo, nadie lo sabe, ni siquiera los expertos en sondeos se atreven a hacer un pronóstico fiable sobre la abstención para el 10 de noviembre. Sin embargo, una vez pasado el enfado, es más que probable que al fragor de la campaña y la pugna entre derecha e izquierda los votantes se vuelvan a movilizar y acudan a las urnas.
Es cierto que las elecciones las puede cargar el diablo, como ha apuntado el líder del PP, Pablo Casado. Todos los partidos ya han vuelto a engrasar su maquinaria electoral. El objetivo principal es el de movilizar a su electorado. El PSOE, con Pedro Sánchez de nuevo a la cabeza, va a dirigir su campaña hacia el centro, un espacio abandonado por Ciudadanos y Albert Rivera, para así consolidar y aumentar los resultados obtenidos en las pasadas elecciones. Más complicado lo tiene Unidas Podemos y Pablo Iglesias, aunque no se debe subestimar a la formación morada, que intentará reagrupar a sus votantes acusando a los socialistas del fracaso de la negociación para formar un gobierno.
En el campo de la derecha, el que puede salir más beneficiado de la nueva cita electoral es el PP de Pablo Casado. Los populares, que obtuvieron un resultado pésimo el 28 de abril, solo pueden mejorar su posición y así lo apuntan todas las encuestas. Casado y su equipo van apostar por la moderación para recuperar el espacio perdido y abandonar el discurso bronco que les llevó a perder más de 50 escaños en abril. En lo que concierne a la formación de Albert Rivera, los problemas se le amontonan. El partido naranja, que pretendía dar el sorpaso al Partido Popular en los comicios de la primavera pasada, parece haber perdido el norte. Su derechización manifiesta le augura un descenso importante de votos y escaños. Rivera va a tener que hilar muy fino para colmatar y achicar la pérdida de influencia que puede tener en el tablero político.
El partido que también parece haber tocado techo es VOX. Todos los sondeos vaticinan el retroceso del partido de Santiago Abascal. No obstante, el objetivo de la formación de extrema derecha se cumplió el 28 de abril. El fin era, ante todo, entrar en el Congreso, donde seguirán estando aunque su representación se estreche.
La primera gran sorpresa de esta nueva campaña electoral la ha protagonizado, sin duda alguna, Iñigo Errejón. El representante de Más Madrid y excompañero de Pablo Iglesias ha decidido lanzarse a la arena política. No se puede saber, todavía, a quién perjudicará o beneficiará. La irrupción de Errejón en esta nueva batalla política deja, tanto a la derecha como a la izquierda, con tres partidos cada cual de cara a la gran cita de noviembre. La presencia del exlíder de Podemos puede mitigar la abstención de los descontentos. Pero desde las filas de Unidas Podemos no se oculta que la candidatura del dirigente de Más Madrid, se interpreta como un torpedo en la línea de flotación y una “traición” del que fue cofundador y número dos de la formación morada.
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