Por Iñigo Aduriz
05/06/2017
ENTREVISTA A GLORIA ÁLVAREZ | Politóloga y escritora
Su polémico discurso ultraliberal levanta pasiones y ampollas en Latinoamérica. Gloria Álvarez (Guatemala, 1985) es conocida por sus intervenciones contra el socialismo o el comunismo que se han viralizado por las redes en forma de vídeos y grabaciones. Asegura, por ejemplo, que “la socialdemocracia incrementa la pobreza”, que la violencia machista no necesita una legislación específica y cuestiona que el calentamiento global tenga que ver con la acción humana. La politóloga y escritora atiende a Cambio16 durante su estancia en Madrid, donde firmó en la Feria del Libro su último trabajo Cómo hablar con un progre (Editorial Deusto, 2017).
Usted se dedica a desmontar ideologías. ¿Cuál es la suya?
Mi ideología es lo que en España se conoce como liberal. Pero me siento más cómoda utilizando la palabra ‘libertaria’ por el secuestro de la palabra ‘liberal’ que el Partido Demócrata de EEUU hizo después de la posguerra. Es la filosofía que pretende que el individuo pueda ser el centro de la sociedad y que sus derechos individuales a la vida, a la libertad y a la propiedad privada sean el pilar único de la razón de existir de un Gobierno. Los liberales o libertarios le adjudicamos al Estado únicamente dos funciones básicas: la seguridad y la justicia. Se trata de que los derechos individuales puedan ser respetados y que, en el caso de que sean violentados, haya un castigo certero. Hay otra vertiente dentro de los liberales que es un poco más extrema: los anarcocapitalistas. Abogan directamente por la abolición del Estado. Le hago esta diferenciación porque sé que libertario en España se entiende como anarquista.
Habla de la seguridad y de la justicia como únicos asuntos a los que debería dedicarse un Estado. ¿Por qué no a la educación y a la sanidad?
Porque cuando se le garantiza a un individuo la seguridad y la justicia, éste va a tener su vida para poder acumular propiedad privada sin que esta sea violentada ni por una mayoría ni por un gobernante. Haciendo uso de su libertad esa persona tiene la libre elección de decidir cómo emprender sus proyectos, incluyendo los educativos y de sanidad. Vengo de un contexto latinoamericano donde ha habido tantas décadas de abandono hacia ciertos sectores de la sociedad que estoy dispuesta a dar dos concesiones. En el asunto de la educación apoyo el sistema de cheques educativos para que sean los padres de familia los que tengan la autonomía acerca de dónde mandan a la escuela a sus hijos. En el tema de la salud respaldo las pensiones individuales, que creo que hacen mucho más eficiente el gasto público en ese aspecto.
En ese modelo, quien tenga más dinero tendrá mejor acceso a la educación y a la sanidad de calidad.
Probablemente sea así pero tampoco es una garantía. Hay muchos colegios privados en América Latina que, de hecho, enseñan doctrinas socialistas. Y hay personas de muy alto nivel que no tienen una comprensión económica o política necesaria. Obviamente, si tú tienes más dinero vas a tener más opciones en la vida, pero a lo que apunta el liberalismo es a que haya más creación de riqueza, en lugar de enfocarnos en la distribución de lo que actualmente existe.
La riqueza, en todo caso, nunca podrá ser la misma para todo el mundo. La idea de incluir la educación y la sanidad entre los servicios públicos es la de que exista una igualdad de oportunidades.
El problema es que al final no se logra esa igualdad. En los instrumentos redistributivos lo que se acaba viendo es que de todas formas existe una élite que utiliza ese dinero, que es de otros, para beneficiarse a sí mismo y solo dar un efecto de goteo en educación y salud. Un ejemplo es el de Guatemala: el sindicato de educación se queda hasta con el 90% de los salarios del presupuesto designado. Nunca hay dinero para lo que realmente se necesita. En el sistema de cheques los padres se podrían involucrar en el gasto. Igualdad de oportunidades se da solo cuando hay igualdad ante la ley, cuando hasta el más poderoso tiene límites en un país y cuando se garantiza que haya justicia. Así, aunque haya desigualdad –que desigualdad la hay desde que nacemos– mientras haya igualdad ante la ley existe la garantía de que los buenos comportamientos van a ser recompensados y los malos van a ser castigados.
Hay experiencias tanto en los países nórdicos europeos como en otros países como España que demuestran que esa igualdad de oportunidades a través del Estado y con una educación y una sanidad públicas fuertes es la única que garantiza el ascensor social. Es decir, que quien nazca pobre pueda alguna vez llegar a no serlo tanto.
Lo que ocurre con los países nórdicos es que antes de que existiera un sistema de seguridad social había tres condiciones claves que en la mayoría de los países de América Latina no se cumplen. Primero, la igualdad ante la ley. Hasta los más poderosos en Suecia y Dinamarca están bajo el imperio de la ley. En América Latina si tú naces de cierta clase social para arriba –y no sé cómo estará la cosa en España– la ley es una sugerencia, y si conoces a la persona adecuada te zafas de cualquier castigo. Si no existe un imperio de la ley es muy difícil que cualquier programa social se dé de una manera eficiente y transparente. Lo segundo es garantizar la propiedad privada. Es impensable que un ministro o un presidente en Noruega, en Suecia o en Dinamarca se le ocurriera expropiar. Allí la propiedad privada es sagrada mientras en América Latina también es una sugerencia. Y, en tercer lugar, la garantía absoluta a la libertad de mercado. Los países escandinavos son punteros en el índice de libertad económica mundial y en el de libertad humana. Cuando eso se contrasta se ve que en Latinoamérica lejos de tener un libre mercado lo que hay son mercantilismos estatales donde unos pocos, teniendo acceso al Gobierno, reciben prebendas, subsidios, privilegios o aranceles que hacen imposible la movilidad social. Porque si uno nace de una clase social para abajo fundar una empresa y ser emprendedor implica una de trámites burocráticos que es imposible salir adelante. Lo que ocurre –como con los países escandinavos– es que después de que se den esas tres condiciones entonces sí puedes tener un Estado social si te da la gana.
Habla de la libertad de mercado para que haya un Estado social. Esa idea también la defiende la socialdemocracia en Europa, una ideología que se sitúa en el centro de sus críticas.
Sí, pero la Unión Europea defiende la libertad de mercado dentro de ella misma. Porque a América Latina o a África le ponen una cantidad de condiciones, trabas, aranceles y proteccionismo. Por ejemplo, yo de Guatemala podría importar frutas y verduras a Europa que serían de mucha mayor calidad que las que se tienen aquí. Pero la UE protege a ciertos grupos de agricultores y exige ciertos estándares y regulaciones que se involucran tanto en el mercado que no permiten que haya una fluidez de libertad. Es el caso de Uber o de Airbnb que ha sido prohibido en varias ciudades de Europa. Para mí el libre mercado es libre en todos sus aspectos y con todos los países del mundo y no de una región con esa propia región porque lo que se está creando es un oligopolio regional.
Le preguntaba por la socialdemocracia.
Lo que ocurre es que si se tiene un país con instituciones débiles y llega un Gobierno socialista por excelencia este va a empezar a destruir primero la división de poderes empezando con el Parlamento, donde no va a haber una oposición real. Después cooptando la Justicia, teniendo jueces y fiscales que solo vayan a favor del Gobierno.
En países como España, Alemania, Reino Unido o Francia en los que ha gobernado la socialdemocracia durante años no se puede decir que se haya acabado con la división de poderes.
Pero sí hay ciertos conflictos. Destruir la institucionalidad de un país como España es mucho más difícil, requiere de mucho más tiempo y de un extremista mucho peor de lo que se ve en América Latina. Destruir un país como Venezuela era más fácil, si lo quiere ver así, porque la institucionalidad era muy débil. Otro ejemplo es el de Donald Trump que ha tratado de aprobar leyes, pero institucionalmente un juez le dice: ‘Hasta aquí llegó su poder Ejecutivo’. En América Latina no pasa eso.
Entonces, cuando usted critica a la socialdemocracia. ¿Se refiere a la latinoamericana?
Sí, pero también es una advertencia para Europa, que debe preservar la Justicia como el pilar de los tres poderes siempre sea independiente. Es un error pensar que en España no puede pasar lo de Venezuela. Porque si no hubiera un descontento con lo que hay, con la corrupción del PP, con la desilusión del PSOE, alguien como Podemos, que está completamente influenciado por Venezuela, no ejercería influencia. Los propios venezolanos decían que no iban a ser Cuba. Esa manera de querernos excusar de que a nosotros no nos va a pasar es el peor daño. Lo que pretendo con mis libros es que las personas puedan medir dónde encuentran a su nación.
En España todas las fuerzas políticas, incluida Podemos, defiende la división de poderes. ¿Qué teme de esta fuerza política?
Podemos fue asesor logístico del socialismo del siglo XXI y sus postulados económicos les han llevado a condenar la propiedad privada. Al hacer esto, ¿qué garantías hay de que haya una Justicia independiente, si van a poder decidir quién es dueño de qué y qué se puede expropiar o no?. Cuando estas fuerzas políticas van a acumulando poder, este se va convirtiendo en absoluto y por eso se corrompe absolutamente. Así, se llega la situación de Venezuela, donde 16.000 negocios han sido expropiados. Si Podemos habla de expropiar empresas estratégicas, que nos den la lista y que justifique el por qué.
¿Cuál es su referencia política en España?
Ninguna. No me identifico con ningún partido. Incluso la derecha aquí defiende el Estado del bienestar y el gasto público. Sí sé que hay un partido libertario en España que es mínimo y concuerdo con sus propuestas. Se llama así, Partido Liberal Libertario. Me identifico más con pensadores como María Blanco, Juan Ramón Rayo o Carlos Rodríguez Braun, que con un partido.
¿Usted se declara entonces en contra del Estado del bienestar?
Creo en la autodeterminación de los individuos y las condiciones básicas que pongo es que si hay libre mercado, libertad y justicia, y la gente quiere voluntariamente tener un Estado del bienestar, yo no soy quién para decirles que no.
¿Entiende que haya personas que quieran pagar más impuestos para que el Estado del bienestar sea más fuerte?
Sí, y me encantaría ver, por ejemplo, que los progresistas predicaran con el ejemplo y ellos pagaran más impuestos.
Ellos piden que paguen más impuestos en función de la renta, y que incluso ellos, cuando lleguen a ganar más dinero, también asuman una mayor carga fiscal.
Pero nunca se les ve dando el ejemplo. Siempre hablan de que deberían pagar más otros. Lo que pienso es que si uno tiene una ideología y una filosofía de vida uno debe vivir congruentemente entre lo que predica y lo que hace. Los progresistas hablan de la redistribución de la riqueza, de expropiaciones y de quitarle a otros pero no veo que ellos, cuando acumulan capital, hagan lo que predican. El peor caso es el de los boliburgueses, que con todo lo que han expropiado luego se van al imperio yanqui a gastarlo y a tener posesiones. No se van a vivir a Cuba, a Corea del Norte o se quedan en Venezuela. Lo mismo pasa con los progresistas. Predican socialismo pero no se van a vivir a los países donde se ha aplicado la agenda y la receta que ellos muchas veces imponen.
Usted también ha lanzado numerosas críticas contra el movimiento feminista. ¿Qué es el feminismo para usted?
Es una corriente que fue muy congruente con la filosofía de la libertad porque lo que buscaba era igualdad ante la ley. No puede existir una igualdad ante la ley cuando a unos individuos por su género o su raza no se les den las mismas garantías y derechos constitucionales. Esa es la primera ola del feminismo, la igualdad en el voto y esas cosas que equiparaban a las mujeres a tener igualdad ante la ley. Esa primera ola es completamente congruente con el liberalismo y la apoyo. Fue un movimiento sensato y necesario. La ola actual más que buscar igualdad ante la ley lo que busca es privilegios por medio de la ley con el dinero de otros, intentando convertir necesidades en derechos e incluso metiéndose en temas que son de un círculo más íntimo y personal con el que no concuerdo. Tampoco estoy de acuerdo con esa idea de que las mujeres en política deberían tener cuotas para poder entrar.
No está a favor de los gobiernos paritarios.
No. Estoy a favor de la meritocracia independientemente del género del gobernante de turno. A mí lo que me incumbe es su intelecto y su capacidad de cumplir.
Una de las grandes reivindicaciones del feminismo tiene que ver con la protección contra la violencia machista. ¿Se refiere a ese tipo de medidas cuando habla de privilegios?
La violencia debe ser condenada y por eso hablo de que la justicia solo puede existir cuando se respeta la vida, la propiedad privada que empieza por el cuerpo y la mente. Quien te agrede psicológica y físicamente está atentando contra tus propiedades privadas más básicas y contra la libertad. La violencia en general debe ser condenada, de cualquier individuo hacia cualquier individuo.
¿No cree que exista una violencia específica contra las mujeres? En España, en lo que va de año, ya son 28 las asesinadas por sus parejas o exparejas.
En Guatemela ni le cuento lo que hay. La violencia debe ser castigada de mujer a niño, de niño a niña, de niña a niño…
¿No ve necesario que haya una protección jurídica y normativa especial para las mujeres?
No creo en los privilegios porque cuando privilegias a un grupo beneficias a una élite que luego, con ese poder, abusa de otro, independientemente de quién sea.
Pero las víctimas de los asesinatos machistas de los que hablábamos son siempre mujeres matadas por hombres. ¿No hay una situación de vulneración específica?
No. La violencia de individuo a individuo es violencia y debe ser condenable, independientemente de los genitales que porte cada uno.
Pero en este caso son mujeres. El feminicidio se produce contra las mujeres.
Y en otros casos son niños, en otros hombres…
Equipara entonces la violencia contra las mujeres con la que se ejerce contra los hombres.
Equiparo la violencia con la violencia, que siempre es condenable, independientemente de qué individuo la ejerza.
La violencia machista, ¿no tiene que ver con el hecho de que el hombre quiera ejercer un control sobre las mujeres?
Tiene que ver con una cultura retrógrada que tiene componentes de un conservadurismo religioso que ha sometido a la mujer durante siglos. Eso tiene que ver con la cultura más que con la legislación. Si solo los hombres fueran machistas ya hace tiempo que los hubiéramos expulsado de la sociedad y vivirían recluidos en una montaña. La razón por la que es machismo es cultural es porque las mujeres también son machistas. Y estas enseñan muchas veces a sus hijas a callar infidelidades, a silenciar la violencia y a decirles que han venido al mundo solo a tener hijos y a casarse. Hasta que no entendamos que la cultura no se transforma a través de leyes y privilegios sino concienciando y educando a nuestros hijos de una manera paritaria no vamos a solucionar ese problema.
¿Cómo impulsar entonces ese cambio cultural?
Educando a los pequeños.
¿Y la educación no necesita unas pautas y normas de la administración, al igual que las requieren las mujeres que sufren la violencia para que se garantice su protección?
La protección la necesitan todos los individuos. Por eso el rol básico del Gobierno es ese: brindar seguridad y justicia. Eso incluye a todos. No creo que debe haber nada específico para las mujeres como tampoco lo creo para los homosexuales, los negros, los indígenas o las rubias.
Usted también cuestiona el ecologismo a pesar de las evidencias científicas de, por ejemplo, el cambio climático o el calentamiento global.
Yo no puedo dar fe de si el calentamiento global existe por las acciones humanas. Lo que no niego es la contaminación que hay en los océanos, la deforestación absurda y la manera en la que tratamos en planeta como si fuera nuestro basurero. Eso es innegable. Yo de hecho fundé un movimiento de reforestación en Guatemala que funciona a través de siembras voluntarias. Me involucro en alternativas ecológicas. Lo que sí considero es que las alternativas y la innovación que salen de la sociedad civil son mucho más eficientes para volvernos un planeta limpio que cualquier arreglo burocrático que en lo único que termina es en que los gobiernos paguen dinero para seguir contaminando. Creo más en las soluciones de la sociedad civil –inventos como el ecofiltro, coches Tesla, carreteras de plástico, alternativas microbiológicas para preservar ciertas especies–, que en cualquier protocolo de Kioto, que sea de paso.
Pero las decisiones políticas son la máxima expresión de la sociedad civil.
No. Al contrario. La sociedad civil se expresa gracias a que la política garantiza que los derechos de los ciudadanos han sido protegidos y que, partiendo de ahí, sean ellos los que busquen las soluciones.
Finalmente, usted asegura luchar contra el populismo. ¿Cuál es la mejor herramienta para hacerle frente?
Es dejar de pretender que el gobernante populista te va a educar. Debemos volver a poner la educación en nuestras manos, en el hogar y en la familia y utilizar todas las herramientas tecnológicas para cultivarnos como personas. La tecnología, internet y las redes sociales son los elementos más eficientes para poder denunciar los abusos que se están cometiendo.