En el planeta azul podemos estar rodeados de agua y, sin embargo, morir de sed. Pregúnteselo a cualquier náufrago. Con la crisis climática en desarrollo todo apunta a que el bien más preciado, no es el oro ni la plata, es el agua dulce. Los humanos nos hemos engañado pensando que es inacabable.
La realidad es que el 97,5% del agua en la Tierra es salada, mientras que solo el 2,5% es dulce. De esta cantidad, aproximadamente el 69,7% está congelada en glaciares y casquetes polares. Mientras que el 30% está bajo tierra en acuíferos subterráneos. Solo el 0,007% de toda el agua del planeta Tierra está disponible de manera segura e inmediata para el consumo de alrededor de 8 mil millones de personas.
Se estima que cerca del 90% de la población mundial cuenta con al menos acceso básico a fuentes de agua potable. Lo que significa que tienen una fuente de agua para consumo en su vivienda o cerca de ella. Con un tiempo máximo de recogida de 30 minutos. Pero, según los datos más recientes, unos 2.200 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso a servicios de agua potable gestionados de manera segura. Esto representa aproximadamente 1 de cada 3 personas a nivel global.
La cantidad de agua dulce disponible en el planeta es limitada y representa una pequeña fracción del agua total en la Tierra. Es importante cuidar y preservar este recurso natural escaso. Pero las altas temperaturas y sequías cada vez más extensas nos están dando una dosis de realidad. Si no instrumentamos mecanismo de gestión eficiente del agua dulce moriremos de hambre y sed.
Cambios climáticos
El calentamiento global modificará nuestra relación con el agua dulce y salada. Los océanos, que cubren el 71% del planeta, absorben tanto CO2 y calor que sus propiedades químicas y temperaturas ponen en riesgo a los ecosistemas marinos.
Por otro lado, el deshielo de los casquetes polares y glaciares sumado a las intensas precipitaciones, amenazan los recursos hídricos. El agua liberada temporalmente inundará cuencas, pero con menos hielo habrá menos escorrentía, por lo que naciones dependientes del deshielo enfrentarán restricciones.
Otro efecto es el incremento del nivel del mar, que modifica las costas y pone en peligro infraestructuras e incluso vidas humanas. Asimismo, las interacciones entre cambio climático y agua subterránea complican el acceso a este preciado líquido para más de la mitad de la población mundial.
Para 2050, se prevé un aumento del 55% en la demanda hídrica urbana. Por lo que su gestión será clave, especialmente en zonas vulnerables a sequías. En definitiva, el calentamiento global alterará profundamente nuestra relación con el agua. ¿Estamos preparados para este desafío? Vemos dos ejemplos a ambos lados del Atlántico.
La paradoja del Amazonas
Con un caudal medido de 216.000 metros cúbicos de agua por segundo en el estrecho de Óbidos, el Amazonas contiene más agua que los ríos Nilo, Yangtsé y Misisipi juntos. Su volumen de agua representa aproximadamente una quinta parte del agua dulce líquida en el planeta.
No obstante, la sequía en el Amazonas ha sido un tema recurrente en los medios de comunicación en los últimos años. La actual es considerada la peor en un siglo. En la capital, Manaos, el río Negro, uno de los principales afluentes del Amazonas, ha alcanzado su nivel más bajo desde que comenzaron las mediciones oficiales hace 121 años. Afectando a millones de personas y a la biodiversidad de la selva tropical.
La disminución de los niveles de agua en los ríos y lagos ha restringido el transporte fluvial, lo que dificulta el acceso a instalaciones sanitarias y educativas. Y está impactando severamente a miles de comunidades aisladas en la región, que dependen completamente de suministros transportados por embarcaciones debido a la falta de infraestructura vial en la vasta y remota selva.
Más de 633.000 personas padecen el impacto de la situación. Las autoridades declararon en estado de emergencia en 59 de los 62 municipios del estado brasileño de Amazonas. Cuyo tamaño territorial equivale a tres California. El mayor problema es conseguir agua potable. Llegar a la fuente más cercana exige una larga caminata desde sus casas y hacer cola para recibir 20 litros de agua, suficiente para unos pocos días. Pero una pesada carga que llevar bajo el calor abrasador.
Un 16% menos de agua
Ângelo Lima, del Observatorio de Aguas en el marco del Foro Latinoamericano de Economía Verde Brasil, alertó que Brasil ha perdido el 16% de su superficie de agua dulce en años recientes. El mejor retrato de los problemas de gestión es que 35 millones de brasileños carecen de agua potable. «Tenemos regiones con abundante agua que enfrentan escasez estacional», señaló Lima. Los habitantes del estado de Amazonas son un ejemplo palpable.
En ese mismo evento, Virgínia Sodré del Green Building Council de Brasil citó datos que muestran que el cambio climático ya ha causado pérdidas por unos 10.8 mil millones de dólares. Mientras que en los últimos 5 años las inversiones para mitigar sus efectos han sido muy inferiores.
Pese a la gravedad de la actual, las sequías forman parte del patrón climático cíclico de la Amazonía, con lluvias más escasas de mayo a octubre en gran parte de la selva. Este año, la estación seca se extendió más debido a dos fenómenos: el calentamiento de las aguas del Atlántico Norte y El Niño. Con el agravante de que los efectos de El Niño alcanzarán su punto máximo en diciembre-enero.
España se seca
De este lado del Atlántico un caso de estudio es España. Ya es uno de los países más secos de Europa y particularmente vulnerable al cambio climático. Actualmente se enfrenta a una grave crisis hídrica. La temperatura media ha aumentado 0,8 °C en las últimas décadas, retrasando las precipitaciones e intensificando las sequías. Lo que, unido al crecimiento de la población y expansión de los urbanismos, está reduciendo drásticamente la disponibilidad de agua dulce.
Aunque el país cuenta con 111.000 hm3 anuales de escorrentía, su distribución es irregular. Algunas regiones ya registran un 25% menos de lluvias que hace 50 años. Asimismo, las precipitaciones han disminuido un 25% a nivel nacional en el mismo periodo.
Otro dato preocupante es que España ha vivido los 4 años más cálidos de su historia reciente, con incrementos de hasta 8 °C en zonas. Todo ello está acelerando la evapotranspiración y escasez de recursos hídricos. Fundamentalmente en el estratégico sector agrícola que demanda el 70% del agua.
El dato a favor es que el país posee importantes reservas de agua subterránea que abastecen al 15% de la población. Que soporten la demanda de agua dulce va a depender de que su explotación se regule mediante una gestión sostenible que controle mejor el uso y distribución del agua.
Los olvidados ecosistemas de agua dulce
Hay un daño subyacente que poco, o nada, se menciona: El efecto de la crisis climática en los ecosistemas de agua dulce. Los que albergan cientos de miles de especies, desde diminutas lentejas de agua y diatomeas perfectas hasta nenúfares que cubren lagos y delfines saltadores de río. Pero son los olvidados en la conservación y más afectados por la destrucción. Especialmente en las zonas tropicales.
Aunque los ecosistemas de agua dulce solo representan el 1% de la superficie terrestre y el 0,01% del agua mundial, albergan alrededor del 10% de todas las especies conocidas. Incluyendo un tercio de los vertebrados. Además, prestan servicios ecosistémicos vitales como la regulación del clima y el suministro de alimentos y recursos naturales.
Sin embargo, se encuentran mucho más amenazados que los terrestres o marinos. Por ejemplo, desde 1970 las poblaciones de vertebrados de agua dulce han disminuido en un 83%, mientras que los vertebrados terrestres y marinos solo un 40%.
Más beneficios de lo esperado
Las principales amenazas que han causado el colapso de la biodiversidad de agua dulce incluyen la pérdida y degradación de hábitats, la sobreexplotación de recursos, la eutrofización, modificaciones en los caudales y la introducción de especies invasoras. Estos factores se ven amplificados por el cambio climático, la contaminación por microplásticos y sustancias tóxicas.
A pesar de esta crisis, las especies de agua dulce rara vez forman parte de las grandes estrategias de conservación. Tradicionalmente, se asumió que las áreas protegidas terrestres aportan beneficios a los ecosistemas acuáticos. No obstante, Science publicó recientemente un estudio realizado en la Amazonía brasileña que encontró que esta perspectiva es inexacta.
Los investigadores analizaron unas 1,500 especies terrestres y de agua dulce, simulando estrategias de conservación. Al priorizar solo las terrestres, se logró solo el 22% del beneficio alcanzado protegiendo las acuáticas. Sin embargo, al considerar las necesidades de estas últimas en la planificación, sus beneficios aumentaron 600% reduciendo los terrestres solo 1%.
Asimismo, al incorporar la conectividad hídrica, los beneficios acuáticos se duplicaron con pérdidas insignificantes en cobertura terrestre, aun sin datos sobre su biodiversidad. Los autores concluyen que, para una conservación efectiva en ambos ámbitos, la planificación de áreas protegidas debe abordar integralmente los ecosistemas de agua dulce.
Desalinizar los mares
La actual crisis mundial del agua requiere una solución sostenible y accesible que garantice el continuo suministro de agua potable a comunidades globales. En especial cuando los escenarios y proyecciones muestran un mundo cada vez más urbano y con temperaturas en ascenso.
Quizás la respuesta la tengan quienes históricamente han padecido déficit de agua dulce: Los países del Medio Oriente. Los cuales están apostando a la desalinización que se ha identificado como una promisoria opción. La desalinización es el proceso de remover sal y minerales del agua de mar, o salobre, para volverla potable. Históricamente fue costoso y de alto consumo energético. Por lo que generaba dudas sobre su viabilidad a escala.
No obstante, avances tecnológicos en equipos de desalinización la han vuelto más asequible y viable. Elon Musk declaró recientemente que desalinizar agua se ha vuelto «absurdamente barato». La planta Sorek B en Israel produce 207.440 millones de litros anuales a 0,41 de dólares por metro cúbico. En 2012 desalinizar costaba 0,75 dólares/m3, en 2022 cuesta 0,165 dólares/m3. La producción anual crece 10,22%, contra 1,14% de población mundial, demostrando capacidad de satisfacer la creciente demanda.
La desalinización es una importante fuente de agua dulce en Emiratos Árabes Unidos, donde Dubai destaca por sus beneficios. A nivel mundial, muchas plantas desalinizadoras demuestran su creciente importancia. Aunque continúa siendo una opción relativamente costosa.
Gestionar el agua dulce
En el Foro Latinoamericano de Economía Verde, Henrique Chaves de la UNESCO fue directo «quien no se prepare para las consecuencias del cambio climático sufrirá las repercusiones». Y apunto a posibles reducciones futuras en el suministro hídrico a grandes ciudades. Los expertos y las ONG presionan para que se instrumenten mecanismos que permitan gestionar eficientemente el agua dulce sin el que la vida de los seres humanos es literalmente imposible.
Además de la desalinización, considerada una solución estratégica global ante la escasez de agua potable, hay la opción del reciclado de aguas residuales para riego agrícola. No obstante, la clave está en optimizar la gestión de los recursos existentes. Con estrategias como aumentar su precio para una demanda responsable y desarrollar tecnologías que permitan sumar más hectómetros cúbicos de agua dulce al total anual.