George Soros, nacido en Hungría como György Schwartz, tiene 91 años de edad, está activo y todavía da que hablar. Durante décadas ha sido un personaje altamente controvertido: lo aman y lo odian con intensidad. Unos lo consideran benefactor de proyectos nobles. Otros un manipulador político global. Soros sigue al frente de su fundación Open Society y anuncia cambios. Las transformaciones generan resistencia, sorpresa y malestar. Las ejecutadas y las que anuncian.
En marzo de 2021, aun en pandemia y en la lucha por inmunizar a las poblaciones, la fundación envió un correo electrónico. Su mensaje aun no ha sido digerido ni aceptado por directivos y trabajadores. The New York Times, que se refiere a la fundación como de “tendencia izquierdista”, anunció que la segunda fundación benéfica privada más grande de Estados Unidos comenzó una transformación que «cambiará la naturaleza de muchas asociaciones».
Lo que eso significaba el cambio quedó aclarado en los días siguiente en medio de una ráfaga de llamadas telefónicas entre líderes sin fines de lucro preocupados y el personal de la fundación. Muchos de los grupos sin fines de lucro que dependían del apoyo de Open Society les otorgarán “subvenciones de cierre”. Las últimas.
La fundación Open Society reservó, además, la enorme cantidad de 400 millones de dólares para las indemnizaciones por despido a organizaciones de todo el mundo. Ya más de 150 empleados de la fundación aceptaron adquisiciones como parte de la reestructuración.
Los beneficiarios de subvenciones en salud pública comentaron que les sorprendió que precisamente durante una pandemia les dijeran que perderían fondos. Otros que apoyaban a los refugiados se sorprendieron de manera similar, dadas las necesidades mundiales de esa población.
Soros adelanta cambios en su fundación
Durante años, Soros observó cómo el mundo avanzaba a trompicones hacia una democracia abierta y pluralista que había adoptado desde que era un joven sobreviviente del Holocausto húngaro. Ahora la fundación y el mundo enfrentan el creciente autoritarismo y sociedades civiles profundamente divididas. En Estados Unidos significa que el trabajo de Soros sobre causas progresistas lo ha convertido en blanco de las teorías de conspiración de la derecha, reseña The New York Times.
En 2018, en su Hungría natal, Open Society se vio obligada a cerrar su oficina. Bajo la intensa presión del gobierno del primer ministro Viktor Orban, quien en una ocasión recibió una subvención del grupo.
Soros se mantiene al tanto de su fundación Open Society y de los cambios recientemente anunciados. Son ajustes dolorosos pero necesarios, dicen sus líderes, porque esa marcha hacia la democracia abierta se ha detenido.
«A principios de la década de 2000, hemos visto una recesión de la democracia y los derechos humanos. Hemos sido un poco generales en tiempos de paz en un momento en el que, en realidad, estamos de nuevo en guerra», dijo Mark Malloch-Brown, presidente de la fundación.
Binaifer Nowrojee, vicepresidenta de Transformación Organizacional, tiene su punto de vista sobre lo que está sucediendo. “Vivimos en lo que George Soros llama ‘tiempos revolucionarios’. Enfrentamos una crisis climática, una pandemia global que profundiza las desigualdades sistémicas y hay un aumento sostenido del autoritarismo en todo el mundo. Son tiempos oscuros para los derechos humanos. Vemos el retroceso en muchos de los países donde trabajan las Open Society Foundations: Afganistán, Túnez, Myanmar, Etiopía, El Salvador, Brasil, Hungría y en Estados Unidos”.
Transformación ante aumentos de autoritarismo
Sostiene Nowrojee que estos cambios de rumbo impactan la fundación creada por Soros. «Por eso, Open Society se encuentra en medio de una transformación fundamental en la forma en que asigna cientos de millones de dólares», apuntó.
Recuerda que después de 30 años de trabajo, Open Society es la organización filantrópica de derechos humanos y libertades civiles más grande del mundo. “Con 45 oficinas, trabajamos en más de 100 países a través de unos 40 programas y fundaciones diferentes. Hemos demostrado el éxito en una variedad de asuntos a lo largo de nuestra historia. Pero un mundo cambiante merece un autoexamen para asegurarnos de que respondemos tan ágilmente como debemos a la realidad”, subrayó.
La intención de la transformación es reforzaremos la premisa original de Soros, que las personas más cercanas al problema son las más adecuadas para definir la solución. “Estamos transfiriendo una mayor financiación, control y toma de decisiones a nuestras seis oficinas regionales para identificar oportunidades a nivel nacional y regional. Hablamos de concesión de subvenciones, promoción, litigio estratégico e inversión de impacto”.
Argumenta que lograr un mayor enfoque, mayor escala y mejor integración requiere decisiones difíciles. «Es indudable que es doloroso ver que el personal talentoso y comprometido avanza hacia otras oportunidades. Y que las relaciones de financiamiento de larga data con los beneficiarios clave llegan a su fin. Buscamos hacer esto con cuidado y apoyo, y buscar otras formas de colaborar juntos”, anotó.
Propuestas no entendidas
La vicepresidenta advierte sobre los cambios en la fundación de Soros. “Hemos lanzado una campaña de 12 millones de dólares para abogar por la equidad básica en nombre de los países de ingresos bajos y medianos, cuyas economías han sido las más afectadas por la COVID-19″, dijo.
Además, colaboran con otros patrocinadores para acelerar la distribución equitativa de vacunas en el Sur Global. “Hemos comprometido 100 millones de dólares para promover los derechos de las mujeres y la justicia de género”, indicó.
Mientras tanto, durante las últimas semanas y en medio de esta transformación organizativa, tratan mantener la capacidad para responder eficazmente a dos crisis, dos emergencias repentinas: el terremoto que devastó zonas del suroeste de Haití y la inesperada caída de la capital afgana, Kabul, a manos de los talibanes.
Sin embargo, estos puntos aún no han permeado a los trabajadores y líderes de proyectos. Los cambios de financiación anunciados desencadenaron meses de recriminaciones y críticas dentro de la fundación Open Society de un mosaico de organizaciones nacionales, oficinas regionales y programas temáticos.
Esas tensiones estallaron en una reunión de todo el personal a principios de mayo, cuando algunos empleados de Open Society exigieron saber por qué los miembros del personal no habían sido consultados más de cerca y acusaron al liderazgo de la fundación de «gaslighting». Varios argumentaron que los cambios no abordaron los problemas internos con el racismo y el sexismo con los que la organización necesitaba lidiar.
Afloran malestares reprimidos
Los ejecutivos de la fundación de Soros insistieron en explicar el motivo de los cambios, a través de una videollamada, pero entonces las tensiones estallaron.
Un comentarista en el chat grupal calificó el proceso de «irresponsable y poco científico». Otro se refirió a la “frustración con respecto al racismo y sexismo y otras formas de opresión que están vivas y colegiadas dentro de la institución”. Otro escribió: «Los procesos desorganizados no solo enojan a la gente, pueden arruinarles la vida».
Malloch-Brown pidió a los empleados que «eliminen parte de la agresión de algunos de los comentarios», según la transcripción obtenida por Nytimes. Les recordó que son «camaradas, además de colegas».
Muthoni Wanyeki, directora regional del grupo para África, comentó que estaba sorprendida por la ira que acumulada. “Cuando terminé la llamada, muchos de mis colegas africanos me estaban enviando cientos de mensajes preguntaando; ‘¿Qué fue eso?’.
Sin embargo, los debates públicos y difíciles están en consonancia con la cultura de la fundación y algo que Soros ha fomentado como una faceta esencial de una sociedad abierta.
El anterior presidente de la fundación, Patrick Gaspard, señaló que el proceso comenzó hace tres años en una reunión en Londres. Asistieron la junta global, el personal senior y George y Alex Soros. Gaspard dijo que les preguntó si la fundación Open Society se vería igual si se fundara en ese momento en lugar de un cuarto de siglo antes. La respuesta fue no.
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