No es algo nuevo el uso de la geoingeniería para controlar o contrarrestar las consecuencias del cambio climático. Tampoco lo son los temores que generan sus potenciales impactos. Sobre todo, el poder que pudieran alcanzar en un mundo que busca soluciones al calentamiento global que los intereses económicos y políticos bloquean. Soluciones en las que el sentido común debería ser el norte.
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica ha sido alertada sobre los riesgos inminentes relacionados con la geoingeniería. En el informe Make Sunsets, la instan a fortalecer una regla actualmente insuficiente que solo requiere una notificación previa antes de llevar a cabo experimentos para modificar el clima.
Reglamento obsoleto
Las reglas actuales de la NOAA derivan de una ley de la década de los años 70. Obligan a la presentación de informes de todos los esfuerzos no federales para modificar el clima. La forma más común que se emplea es la siembra de nubes para aumentar la lluvia o las nevadas.
La preocupación de los redactores del texto es que cualquier empresa o ciudadano de los Estados Unidos con planes de experimentar con el clima pueda hacerlo con solo llenar un formulario de una página en el Departamento de Comercio 10 días antes de empezar.
Expresan que a medida que el cambio climático se acelera y aumentan sus daños, la investigación y prueba de algunas formas de tecnologías de intervención climática parecen inminentes e inevitables. Consideran que este campo en general carece de transparencia y supervisión, aunque son conscientes de que muchas de estas actividades probablemente se llevarán a cabo con supervisión y financiación federal.
NOAA lidera un esfuerzo de investigación ordenado por el Congreso de Estados Unidos que indaga sobre las actividades naturales y humanas que podrían alterar la reflectividad y el equilibrio radiactivo de la atmósfera y el impacto potencial de esas actividades. Las regulaciones actuales consideran cualquier actividad diseñada para cambiar el flujo de energía en el planeta como modificación del clima.
Los intentos no han faltado
Ha habido algunas resoluciones jurídicas para calmar las preocupaciones por posibles daños colaterales que despierta la geoingeniería como cualquier tecnología emergente. Estados Unidos y Canadá acordaron en 1975, bajo el auspicio de las Naciones Unidas, el intercambio de información en las actividades relacionadas con la manipulación del clima. En la Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas firmada en Ginebra el 18 de mayo de 1977 se ordenó la prohibición de uso militar o cualquier uso hostil con las técnicas de modificación del entorno. En la legislación de Estados Unidos.
Los proyectos de ley del Senado 517 y de la Casa Blanca 2995 fueron dos propuestas presentadas en 2005 que buscaban crear una junta de investigaciones de la modificación del clima que implementaría una política nacional en este campo. Nunca se aprobaron. Hasta en una conferencia contra el terrorismo en 1997, el secretario de defensa de los Estados Unidos para ese entonces, William Cohen, mencionó los escritos del futurista Alvin Toffler. Específicamente en relación con las preocupaciones acerca de la posibilidad del terrorismo medioambiental y los desastres naturales causados intencionalmente.
Una norma acordada por la Convención sobre Diversidad Biológica de Naciones Unidas de 2010 solo permite llevar a cabo pruebas de geoingeniería a escala pequeña y siempre y cuando no afecten la biodiversidad. La limitación se logró por la presión de ambientalista de Acción sobre la Erosión, Tecnología y Concentración. Su preocupación mayor es el control internacional de los sistemas naturales que involucren el agua, la tierra y el aire.
La geoingeniería, ¿la villana?
Otras formas de alcanzar este objetivo sería a través del mejoramiento del albedo de las nubes y el uso de reflectores espaciales para aumentar la capacidad reflectante del calor solar. La quema de biomasa o material vegetal y usarlo como fertilizante para que su carbono quede atrapado en el suelo. También se busca cultivar biomasa, quemarla para producir energía y capturar y aislar el CO2 generado en el proceso. O construir máquinas que extraigan el dióxido de carbono directamente del aire y lo almacenen en otra parte.
La fertilización oceánica ha sido parte de las investigaciones. Añadir nutrientes al mar en lugares seleccionados para aumentar la producción de fitoplancton, que absorbe CO2 de la atmósfera. Al igual que el aumento de la alcalinidad oceánica. Consiste en moler, dispersar y disolver tipos de roca como silicato, caliza o hidróxido de calcio en el mar para aumentar su capacidad de almacenar carbono y mejorar directamente la acidificación del océano.
Con pie de plomo
Las implicaciones científicas y geopolíticas de inyectar aerosoles en la atmósfera superior para modificar el clima no son claras. Entraña riesgos potenciales como daños al ozono o cambios en los patrones climáticos que posiblemente impacten en otros países. La geoingeniería tampoco aborda efectos negativos asociados con la producción y quema de combustibles fósiles, como la contaminación local y la acidificación de los océanos.
El tema es delicado. Si un país o empresa implementara un esquema importante de geoingeniería, tendría que continuarlo hasta que las concentraciones de carbono en la atmósfera caigan a un nivel seguro. Lo contrario pudiera desencadenar un aumento catastrófico en el calentamiento global, un riesgo conocido como choque de terminación. Una propuesta para estudiar geoingeniería solar fue retirado de la consideración en una una Asamblea del Medio Ambiente a principios de este año después de que las naciones no lograron llegar a un acuerdo sobre cómo abordar el tema polémico.
En medio de la controversia sobre la geoingeniería, la Universidad de Harvard anunció que desechó un proyecto de investigación de modificación de la radiación solar después de años de reveses y la oposición de los críticos. Sin embargo, la idea todavía tiene mucho interés y sigue ganando terreno a medida que el mundo busca superar sus objetivos climáticos.
Temor infundado
Científicos señalan que manipular el clima en una parte del mundo puede generar consecuencias en otra. Lo que los lleva a asegurar que cualquier acción de este tipo debería tomarse a nivel global y mediante un acuerdo internacional. Modificar el clima de un país incluso está calificado como crimen de guerra por la Convención de Ginebra de 1976. Sin embargo, uno de los problemas con el debate de la geoingeniería es que es un término muy ambiguo debido a la diversidad de tecnologías que incluye.
Como con cualquier nueva tecnología, no pueden descartarse sus efectos. Por ejemplo, además de los beneficios que puede aportar, se cree que llenar la estratósfera con aerosoles de sulfatos podría provocar la disminución del ozono atmosférico y aumentar el riesgo de sequías, particularmente en Asia y África, donde puede afectar a las lluvias del monzón de manera adversa.
Otro factor que se debe tener presente es el costo de usar nuevas tecnologías a escala global. Aunque el precio puede ser menor al costo ambiental de la inacción, será mejor gastar más dinero en la producción de energía más ecológica. La termodinámica para extraer el CO2 del aire es mucho más costosa que eliminarlo de los tubos de escape y de las plantas eléctricas. La geoingeniería se presenta como una tecnología más complicadas, cara y riesgosa que tantos desarrollos ya existentes que son benignos para el medio ambiente.