El gobierno de Joe Biden acordó entregar 25.000 millones de dólares a los aeropuertos estadounidenses en los próximos 5 años para su reestructuración y modernización. Apoyado en un aumento futuro de vuelos y frecuencias, a pesar de los impactos en el clima y la salud.
Las órdenes del presidente para detener el calentamiento global y mitigar la crisis climática son bastante claras, Sin embargo, en las últimas semanas, y luego de asistir a la cumbre climática en Glasgow, emitió permisos de perforación de petróleo y gas en tierras de propiedad pública a un ritmo más rápido que durante la gestión de Trump. La decisión que le valió críticas de ambientalistas.
Ahora surgen nuevas expectativas respecto de ley de infraestructura bipartidista de 550.000 millones de dólares. Aprobada después de intensas negociaciones entre demócratas y republicanos, la ley incluye gastos en transporte ecológico por 66.000 millones de dólares en ferrocarril, 7.500 millones en cargadores de vehículos eléctricos y 25.000 millones para aeropuertos.
“Estados Unidos construyó una aviación moderna, pero nuestros aeropuertos están muy por detrás de nuestros competidores. Según algunas clasificaciones, ninguno se encuentra entre los 25 principales aeropuertos del mundo», dijo el gobierno.
Después de reunirse con ejecutivos de aerolíneas, el secretario de transporte Pete Buttigieg señaló que la ley era “una inversión en equidad climática”, recoge Climate Change News.
Los activistas, por otro lado, advirtieron que la expansión de los aeropuertos podría ser «un gran problema para el clima». Y dañar la salud de millones de estadounidenses que viven, estudian y trabajan cerca de los aeropuertos. No obstante, a diferencia de Europa, la medida no ha generado una controversia significativa. Una evidencia de que faltan alternativas bajas en carbono para viajar largas distancias.
Aeropuertos de EE UU, entre la modernidad y el clima
La Administración Federal de Aviación gastará 15.000 millones de dólares de los 25.000 millones destinados a aumentar la seguridad y ampliar la capacidad de los aeropuertos. La elegibilidad se define según los criterios de la subvención para la mejora del aeropuerto.
Los proyectos financiados por la ronda más reciente de estas subvenciones incluyen un nuevo aeropuerto en Kentucky (el número 60 del estado). Pistas nuevas y extendidas en Colorado e Indiana y un edificio terminal ampliado en Carolina del Norte.
Sarah Burt, abogada medioambiental de Earthjustice, comentó que si el dinero se utilizaba para aumentar el tráfico aéreo sin mejorar la eficiencia de la aviación, “obviamente, será un gran problema para el clima”.
Para los vuelos internacionales, las emisiones de dióxido de carbono de la aviación comercial de EE UU se han más que duplicado desde 1990. Los vuelos nacionales han crecido un 22%. Juntos son responsables de alrededor de 216 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, más que las emisiones anuales totales de Bangladesh.
Vera Pardee, una abogada que trabaja en un litigio de aire limpio para Sierra Club, señaló que la expansión del aeropuerto dañaría la salud de las personas que viven cerca. “Es impactante mejorar las instalaciones en el interior y no hacer nada sobre la contaminación que se genera en el exterior”, añadió.
Más de 5 millones de estadounidenses viven a menos de 500 metros del perímetro de un aeropuerto; otros 163.000 van a la escuela , según la Agencia de Protección Ambiental de EE UU. El ruido de las aeronaves también tiene «todo tipo de ramificaciones en la salud», agregó la entidad.
¿Dónde quedan los planes cero emisiones netas?
Si bien muchos de los planes de gasto en infraestructura verde de Biden se redujeron durante las negociaciones con los republicanos, la financiación del aeropuerto se mantuvo en 25.000 millones en todo momento. Políticamente, los fabricantes de aviones y motores y las aerolíneas son un poderoso grupo de presión, reseña Climate Change News.
El año pasado, un comité de la Cámara de Representantes que investigaba el trágico accidente de Ethiopian Airlines en 2019 acusó a la FAA de mostrarse demasiado acogedora con el fabricante de aviones Boeing y no ver las señales de advertencia. El jefe de la FAA, Stephen Dickson, era un alto ejecutivo de Delta Airlines antes de que Trump lo nombrara administrador del regulador de aviación.
Entretanto, la FAA publicó en 2021 un plan para un sistema de aviación con cero emisiones netas para 2050. Se basa en compensaciones de carbono, utiliza combustible más sostenible, aumenta la eficiencia de las aeronaves y reduce las emisiones de los aeropuertos. Sin embargo, no hay ninguna sugerencia de frenar la demanda de vuelos.
Los críticos de las compensaciones argumentan que es injusto que los países en desarrollo reduzcan las emisiones para que los estadounidenses puedan seguir volando. Además, los proyectos de compensación a menudo no brindan los beneficios que afirman.
Un avión de United Airlines afirmó recientemente en ser el primero del mundo en hacer funcionar uno de sus motores con combustible de aviación 100% sostenible, derivado de desechos orgánicos, que son combustibles son costosos y limitados. Existe la preocupación de que aumentar la producción implicaría el cultivo para obtener energía de las fuentes de alimentos y bosques.
Mayor arraigo del problema climático en Europa
Las pautas de la FAA establecen que una vez que los aeropuertos alcancen el 60% de su capacidad, deben comenzar a planificar la construcción o extensión de su pista o extender su horario. Según un estudio del Journal of Air Transport Management, esto ha llevado a que aeropuertos de como Denver, Orlando y Miami se expandan aunque todavía están lejos de su capacidad.
A pesar de sus impactos climáticos, los activistas de la aviación de Estados Unidos y Europa dijeron que el gasto en aeropuertos del proyecto de ley no han tenido el nivel de protesta de otras medidas similares en Europa.
El senior de E3G, Alden Meyer, comentó: «Hay preocupaciones sobre la expansión en algunas áreas locales, pero está más relacionada con el ruido y la congestión que con el clima».
En Europa, el concepto de «vergüenza de vuelo» se ha arraigado. Los viajeros optan por quedarse en casa o viajar por tierra, desde antes de que la pandemia de coronavirus generara restricciones más amplias. El término se originó en Suecia y fue popularizado por la activista adolescente Greta Thunberg, que navegó del Reino Unido a Nueva York para asistir a la asamblea general de las Naciones Unidas en 2019. No voló.
Los activistas europeos se han centrado en cancelar las expansiones de los aeropuertos y aumentar los impuestos sobre la aviación para reducir el número de kilómetros volados en lugar de reducir las emisiones por kilómetro.
Hay menos historia de activismo contra los aeropuertos en EE UU, donde tomar un tren es solo una opción en un número limitado de rutas. Los activistas estadounidenses se han centrado en reducir las emisiones por vuelo.