Por Andrés Tovar
06/03/2018
Gabriel García Márquez será por siempre un gigante indiscutible de la literatura del siglo XX. Le dio al mundo Cien años de Soledad y El amor en tiempos de cólera. Ganó un Premio Nobel. Y es un baluarte para todos los latinoamericanos. Parte de esa querencia hacia el «Gabo» vino de su trabajo para popularizar el realismo mágico.
El realismo mágico es un género literario que se basa en la realidad. Pero en el que las cosas milagrosas y mágicas pueden suceder en cualquier momento. En un libro del «Gabo», la sangre de un muerto puede atravesar múltiples calles y subir y bajar escaleras, dentro de una casa – «abrazando las paredes para no manchar las alfombras» – a través de una despensa y hacia la cocina donde está la madre del muerto. Puede haber alfombras voladoras y fantasmas que envejecen. Eso si, todo se sentirá perfectamente natural y real.
Durante su vida, García Márquez dijo que escribió realismo mágico porque así era la vida en América Latina. «En México, el surrealismo corre por las calles» le dijo a la revista estadounidense The Atlantic en 1973. «El surrealismo proviene de la realidad de América Latina». Y le explicó a los estadounidense de qué se trataba. «Unas semanas antes de la entrevista, un periodista había llamado para preguntarle a García por su reacción a un incidente en un pueblo rural de Colombia. En una escuela pequeña, dos hombres se detuvieron en un camión y dijeron: ‘Vinimos por los muebles’. Nadie sabía nada de ellos. Pero el maestro de escuela asintió, los muebles se cargaron en el camión y se llevaron. Solo mucho después se entendió que los camioneros eran ladrones. La respuesta de García Márquez fue un simple ‘Normal‘».
El realismo mágico de Gabriel García Márquez… para García Márquez
Pero para Gabiel García Márquez, lo que hacía que el realismo mágico fuera novedoso y efectivo fue la interacción entre sus dos mitades. La forma en que el mágico fluye sin fisuras hacia lo real, intensificando el efecto de ambos. Él estaba influenciado, dijo a The Guardian, por la forma en que su abuela contaba historias. «Ella contaba cosas que sonaban sobrenaturales y fantásticas. Pero con total naturalidad. Lo más importante era la expresión que tenía en su rostro. En intentos anteriores de escribir Cien años de soledad he intentado contar la historia sin creer en ella. Descubrí que lo que tenía que hacer era creer en ellas. Pero, más importante, escribirlas con la misma expresión con la que mi abuela las contaba: «con cara de ladrillo», como decía ella misma».
Es esa cara de ladrillo junto a la alfombra voladora, lo real junto a lo mágico, lo que hace que el trabajo de Gabriel García Márquez sea tan vívido y emotivo. Y el propio Gabo lo sabía. Como se lo reveló a The Paris Review. «En el periodismo, solo un hecho que es falso perjudica todo el trabajo. Por el contrario, en la ficción, un solo hecho que es verdadero otorga legitimidad a todo el trabajo. Esa es la única diferencia, y radica en el compromiso del escritor. Un novelista puede hacer lo que quiera mientras haga creer a la gente «.